Casting Cersei Lannister

La profecía de Maggy ‘La rana’ seguía haciendo mella en su cabeza; por más que intentara ocupar su tiempo con diversas actividades, seguía devanándose los sesos preguntándose cómo podría llegar a ser reina si estaba destinada a casarse con su primo, Erik. Pocas cosas la sacaban de quicio como la situación misma. Deseosa de obtener el poder y demostrar que era mucho más que sólo una vaina entre las piernas y una dadora de bestias que corrían por las calles y gritaban ‘papá y mamá’ Cersei se secaba con furia las lágrimas -una debilidad más que atribuirle a su sexo- que caían sobre aquél vestido blanco, prueba irrefutable de su nulidad. Maldecía a la Madre y a la Doncella por haberla hecho mujer a ella y no a la deformidad que el mundo le exigía llamara hermano.

—Es hora, mi señora. —Una de las pocas sirvientas sanas que quedaban fue a buscarla, la joven futura esposa dibujó en su rostro una sonrisa preciosísima; máscara ufana de una ira contenida. Bajó los escalones necesarios con todo el ahínco de una reina. Si tenía suerte su futuro marido perecería con la enfermedad, sin embargo, eso no le garantizaría una corona. Cersei se sentía como una de esas bestias que viajaban con la feria donde escuchó aquella profecía: enjaulada. No era más que una leona enjaulada a la que le habían arrancado sus garras y enmudecido su rugido.

La boda transcurrió con Cersei ausente, pero estoica; hermosa a todo momento. Sólo entendió que el trato estaba cerrado cuando se vio cobijada por una capa con el escudo de Lannisport. Ella hizo lo que le indicaba el protocolo, ese día no quería pensar ni actuar. Decidió dejarse llevar, actuar como el autómata que se supone debía ser como mujer.  El día siguiente podría decidir cómo actuar.