FB- A coat of gold... (Cersei) (+18)

Paralelo al Torneo de Harrenhal.

No estaba hecho para observar torneos… no al menos que fuera actor partícipe de los mismos. Le angustiaba tener en frente a tantos autoproclamados buenos combatientes y no demostrarles como de verdad se justaba o se luchaba en el melee. Se encontraba parado de forma regia junto a la escalera que ascendía al palco real, todo él vestido de blanco y su armadura plateada complementaba dicho atuendo, aunque había mandado a retocar las hombreras de la suya para que parecieran dos cabezas de león con las fauces abiertas. Sus guanteletes descansaban sobre el pomo de su espada larga, clavada su punta en tierra. Arriba, junto al Rey, estarían otros de sus hermanos juramentados, y en la escalera contraria a la que él guardaba estaba Gerold Hightower. Nada le pasaría al Rey mientras estuvieran allí…

Por fin, el último encuentro se daría en ese día claro de brillante sol. El príncipe heredero, Rhaegar Targaryen, había desmontado a todo el mundo, incluyendo a Arthur Dayne y Barristan Selmy, coronándose campeón del torneo. Él apretó su mandíbula cuando el Bravo fue desmontado por el príncipe, pensando que estaban siendo demasiado blandos con él. De haber sido él quien se enfrentara al dragón, éste habría mordido el polvo frente a todo el mundo… se notaba que los caballeros de la Guardia Real se estaban cuidando demasiado con el príncipe.

Debía admitir, sin embargo, que el espectáculo le servía para seguir mirando a otros caballeros en acción y analizar sus técnicas en la justa y sus movimientos respectivos. Pero de levemente interesado pasó a estar intrigado y, debía admitirlo, sorprendido en el momento en que el Targaryen tomó la corona de flores invernales y pasó de largo a su esposa. El rubio alzó una ceja y miró de reojo a su hermana, ubicada unos palcos a la distancia, quien también lo estaba mirando. Parecía como si ambos se llamaran uno al otro en búsqueda de un apoyo para comprender la situación… Jaime captó su gesto significativo y abrió más los ojos cuando Rhaegar nombró como Reina del Amor y la Belleza a Lyanna Stark, hija del Señor del Norte quien había participado en la lid.

El silencio fue instantáneo, seguido por los murmullos de los presentes, quienes no podían terminar de comprender que había ocurrido. Jaime miró de reojo el palco real y escuchó los gritos del heredero de Invernalia, quien no se caracterizaba particularmente por su paciencia, aunque no podía culparlo… si bien estaba seguro que su hermana era quien merecía la corona de rosas invernales, agradecía en parte que el dragón no se hubiera decantado por ella, pues el enfadado habría sido él… y no habría tenido excusa de indignarse.

Movimientos comenzaron a notarse en las gradas, sobre todo en la de los Stark. Una leve confusión llevó a que fuera relevado por Jonothor Darry, cosa que aprovechó para dirigirse en busca de Cersei. Enfundó su espada y apoyó su mano izquierda en el mango de la misma antes de caminar de forma grácil y veloz, pero intentando mantener las apariencias. Como no podía ser de otra manera, a su hermana ya le estaban ofreciendo ser escoltada. El sujeto en cuestión era Baelor Hightower, señor de Antigua… o eso creía. Se acercó a través del pasillo de telas y madera que conformaba las gradas, el caballero apartó a un sirviente y a los Guardias Lannister antes de colocarse tras el dominiense. “La joven señora está correctamente custodiada, Milord. Os agradecemos vuestro gesto, sin embargo.” Declaró Jaime, levantando una ceja y esbozando su afilada sonrisa cuando el interpelado se giró para observarlo. “Si nos disculpa…” siguió, antes de tenderle su brazo a su hermana, escoltándola fuera del palco.

“Supuse que preferías mi escolta a la del Hightower, Cersei… pero puedes corregirme si estoy equivocado…” le dijo una vez estuvieron lejos de los ojos y oídos de todos en el torneo. Le sonrió y le guiñó un ojo, saliendo a las verdes tierras de los Ríos. Cientos de tiendas acampaban alrededor de la descomunal fortaleza de Harrenhal, pues no solamente estaban allí caballeros y señores de renombre, sino algunos de baja estofa, comerciantes, tenderos y prostitutas que siempre acudían a éstos eventos. Pero el mar de colores estaba lejos, pues ahora se encontraban sobre una colina, caminando alrededor de las murallas oscuras. “¿Qué te ha parecido el espectáculo?” Podían pasar años lejos, pero ellos siempre volvían a hablar como si sólo hubieran pasado horas. Se detuvo para mirarla a los ojos… esos felinos ojos verdes. “¿Qué piensas que ocurrirá a partir de ahora?” se refería al nombramiento de la norteña a semejante honor en lugar de la esposa del príncipe. Nada bueno podía surgir de ello, estaba seguro.

Coincidía con ella en que la escena que habían presenciado era poco frecuente e inesperada. Por supuesto la leona, pasional como era, la calificaba duramente y en realidad tenía razón. Era un desastre tanto lo que había hecho el príncipe como la forma en que habían reaccionado los norteños… sobre todo Brandon Stark. “Si… no huele a nada pacífico.” Le hizo cierta gracia la crítica de Cersei para con la norteña, pero se cuidó muy mucho de que se expresara en su rostro. En su lugar atinó a hablar otra verdad que rondaba su mente. “El dragón está ciego. Se nota que no ha visto a la diosa dorada de Occidente… eso o no tiene buen gusto o un par de pelotas bien colocadas.” Se encogió de hombros y le guiño el ojo. No le dijo que le hubiera molestado sobremanera que Rhaegar le extendiera la corona de flores invernales a ella.

Sus pasos los guiaron en silencio hasta las cercanías de una de las arruinadas torres del oscuro castillo. Parecía una vela a medio derretir… una enorme y siniestra vela. Allí, el silencio fue roto por la mujer con una frase que lo sorprendió. Se dio media vuelta lentamente y la miró nuevamente a los ojos… esas esmeraldas que conformaban su otra mitad. “Cersei… estoy allí por ti, si bien los planes no han salido como esperábamos debo cumplir con las circunstancias.” Le dijo con genuina amargura y un gesto de disgusto en su dorado rostro. Observó a los lados, asegurándose de que nadie los había seguido y le rodeó la estrecha cadera con un brazo, acercándola a él. “Pero prometo que ni bien cambien los eventos volveré a ti. Solo hay que esperar un poco más.” Aseguró, acariciándole el cabello de oro, sobre todo los mechones que caían sobre su agraciado rostro. Cada vez que la miraba no podía creer que semejante beldad fuera su amante y hermana… la mitad de un todo perfecto.

“Que excelente… una batalla. No puedo esperar.” Le respondió con su acostumbrada sonrisa afilada, haciendo uso de su humor para aflojar la tensión del tema tratado. “Si las cosas han transcurrido bien hasta ahora no hay por qué pensar cambiará. Piensa que el rey no puede hacerme nada por miedo a padre… y en su locura tampoco puede dejar que nada me ocurra por la misma razón.” Su mano viajó por su rostro a sus labios, sin presionar demasiado por miedo a hacerle daño con el guantelete de la armadura. “Lo único que está fuera de lugar es que estemos separados tanto tiempo, pero solo debemos esperar a que los demás hagan movimientos estúpidos… y bien sabes, hermosa, que la gente es estúpida. Apuesto lo que quieras a que el lobo será el primero en meter la pata donde no debe y eso nos granjeará una buena oportunidad.” Estaba seguro, además, que con la inteligencia de ella sería capaz de idear con él un plan que les sirviera para aprovechar los momentos y las vicisitudes del tiempo.

No era sabio remarcar alguna equivocación de su hermana… ni siquiera por parte de él. Sin embargo ella no solía equivocarse, así que tampoco tenía muchas oportunidades de recriminárselo. Los dorados mechones de cabello que caían por la espalda de la mujer se entrelazaban con los dedos del caballero cuando ella apoyó su cabeza en su hombro. Escuchó sus palabras y pensó que en parte era verdad, después de todo nadie podía negar la habilidad del Joven León con la espada. A su edad igualaba, y superaba, a personalidades tales como Oswell Whent, Barristan Selmy y Arthur Dayne… pero muchas veces, al contrario de sus hermanos juramentados, la fe que el león tenía de su rey era puesta a prueba. “Si, se nos enseña a eso entre muchas otras cosas…” siguió en tono juguetón, masajeando la baja espalda de ella cuando apoyó sus manos en su amplio pecho.  Pensó que él la calentaría todos los días de su vida con gusto y que era una maldición para ambos el no estar unidos durante mucho tiempo, pero no le dijo nada y le volvió a guiñar un ojo, dándole a entender eso sin necesidad de las palabras.

Entre risas la mantuvo cerca de él, maldiciendo la armadura que le impedía sentir todo el calor de su cuerpo contra el suyo. “No hermana, estoy muy seguro del miedo del rey…” respondió con cierto tono peligroso, claramente no dirigido a ella sino a los dragones. Se distrajo con la sensación de la leona erizándose bajo sus caricias y asintió. En verdad era mucho tiempo y también sabía que ella era pésima esperando… en eso también se parecían, pero la verdad era que las distancias ayudaban a entrenar la paciencia. No se esperó el contacto de sus gruesos y rojos labios con los suyos, pero mierda que los había deseado. Gruño levemente y entreabrió instintivamente su boca, pero sin profundizar demasiado porque ella se separó con celeridad. Chasqueó la lengua algo decepcionado, pero sin abandonar su perenne sonrisa para luego seguirla, aferrando suavemente su mano mientras ella lo conducía. Su atención se desvió unos segundos de la leona, centrándose ahora en la torre.

“Si no recuerdo mal, ésta es llamada la Torre de los Fantasmas…” Y era la más arruinada de todas las torres de Harrenhal. Probablemente Balerion hubiera descendido en primer lugar allí y luego desencadenado el infierno. Se notaba por los ladrillos especialmente oscurecidos y consumidos que se ponían peor a medida que se adentraban entre las estructuras. Recorriendo la muralla que pertenecía a la torre se podía encontrar uno con el arco de una entrada a medio derrumbar, por supuesto carente de los maderos que conformaban la puerta. Una vez atravesada dicha ruina se encontraron frente a lo que quedaba de un edificio rectangular que en otro tiempo debió ser un Septo. “Extraño que Harren haya hecho construir un Septo, siendo seguidor del Dios Ahogado…” murmuró, en realidad más para sí mismo que para su hermana. Le miró la espalda, fijándose luego donde pisaba con cuidado. “¿Qué piensas hacer a partir de esto, hermana? Sé que dije que debemos esperar, pero como te conozco también sé que no estarás quieta…” añadió risueño, antes de  seguirla a través del septo. “Dudo que Roca Castelry pueda contenerte en sus muros, o al menos a tu influencia” arriesgó, antes de rodearle las caderas de nuevo, pero ésta vez apoyando su pecho contra la espalda de ella mientras olía su cabello.

Giró su rostro hacia ella. "Que ésta es la torre de los Fantasmas... la mas arruinada de Harrenhal" repitió sin molestia alguna mientras esquivaba una piedra en el camino. "Y que me sorprende que los hombres de hierro hayan mandado a construir un Septo aquí... siendo seguidores de su dios mojado." se encogió de hombros. Era una frase más que intercambiaba con ella, con quien no tenía tabúes sobre lo que se podía hablar y que no... al menos no con él.

Entonces sí se puso a escucharla con tranquilidad. Tenía sus preocupaciones y se notaba, turbada por como las cosas no habían salido del todo como ella esperaba, pero también había determinación en su tono de voz... y la fiereza que la caracterizaba y volvía loco. "Es lógico, Padre no se mantendrá cerca del hediondo lagarto si puede evitarlo. Debes mirar lo que hace con atención, Cersei... Tywin Lannister no hace nada sin pensarlo dos veces y, al igual que nosotros, espera." Se quitó el guantelete de la mano izquierda para poder acariciar uno de sus mechones de oro rizado. Alzó ambas cejas sorprendido ante su declaración y luego entrecerró la mirada, sabiendo que había alguna especie de trampa en su discurso. "No sabes ni lo que quieres ni lo que vas a hacer... no sé por que no te logro creer" Se rió, moviendo su melena a un lado para luego acercar su rostro al cuello ajeno y besarlo con suavidad.

Apoyó su mentón en el hombro de ella, pensativo mientras acariciaba sus manos con el brazo que le rodeaba la cadera. Si, todo había cambiado... y no, Tywin no la dejaría ir a Desembarco por una razón mundana. "Yo creo que puedes recurrir a Gerion o Tygett para movilizarte." Los tíos de ambos eran famosos por intentar diferenciarse de su Padre y no solían seguir sus órdenes de buena gana, a diferencia de Kevan. Conociendo a Tygett, sobre todo, que era un alma errante seguro estaría encantado de ayudar a su sobrina en sus cometidos, siempre y cuando fuera correctamente engañado. "De otra forma queda ir por la vía correcta y convencer a nuestro progenitor que los ojos de dos leones en la corte ven mejor que uno solo. Yo no puedo mandar cuervos a Roca Castelry sin que éstos sean revisados más de una vez. Ya sabemos como es la paranoia del Rey..." constató algo obvio, haciendo círculos en el plano vientre de su hermana con dos dedos de forma distraída. "Ni siquiera debes moverte a Desembarco... puedes mover tus hilos desde un punto más cercano que Roca Castelry, pero aún así cerca de la capital si encuentras que Padre tiene intereses en alguna de las casas de la Corona."

Conociendo al León, éste no querría abandonar toda influencia de las Coronas debido a cualquier eventualidad. Sin embargo, Jaime no era el más brillante a la hora de pensar intrigas, sobre todo porque éstas le daban tedio. Por lo tanto podía estar diciendo cosas factibles como no. Suspiro y se separó de a poco de ella antes de irse a sentar sobre uno de los estropeados bancos de madera del Septo, mirándola todavía y como la luz del Sol remarcaba su esplendorosa belleza dorada. "Pero tu sabes más que yo como se pueden llegar a mover los hilos del destino, hermosa." concluyó, sonriendole de buena gana, mucho más positivo de lo que en realidad se sentía con todo el asunto.

Sonrió cuando le acarició las mejillas de esa forma y un leve gruñido se le escapó ante esa voz tentadora. "¿O sea que debo creerte que no sabes lo que quieres?" volvió a retrucar el Joven León, aún sin poder creerlo. "Hermana, el día en que pase eso los Siete Infiernos cerrarán sus puertas. Eres una mujer demasiado inteligente para no tener objetivos" sentenció, siendo completamente sincero. "Pero eso no significa que sea necesario que me los digas... parte de la magnificencia de la leona es el sigilo con el que caza" hizo una comparación que quizás fuera cliché, pero que a Cersei le venía como anillo al dedo.

Sus caricias alrededor del ombligo de la occidental no se detuvieron mientras hablaban. Él, como siempre, no tenía problemas en escucharla y sabía que su punto de vista era considerado por ella, así que no temía en exponérselo cuando fuera necesario. "No, no suena como Tywin..." su Padre era el hombre mas inteligente de Poniente, o si no lo era disputaba el primer puesto. Agudo, perceptivo e implacable, no caería por engaños sencillos. Por otro lado, y ahora que ella lo decía, ir al asiento de una casa menor tendría que tener un justificativo importante y eso sin contar la disposición de Cersei de hacer lo dicho. "El enano..." expresó el Lannister con cierta molestia, pues él no veía a Tyrion de mala forma como ella, sino que le tenía cierta compasión "... es un niño que debe ser tratado como tal. Pero tienes razón, dulce hermana. No debes rebajarte a ponerte bajo el cuidado de una casa menor." sentenció. Ella merecía mucho más que eso.

"En eso tienes razón, te escribiré mas seguido... intentaré decir mas de lo que pueda entre líneas para que tú y Padre estén enterados de que ocurre en la corte." asintió, dándole toda la razón allí. Debía ingeniarse de alguna forma para que los Lannister no estén desprevenidos con lo que fuera que ocurriera. Una vez sentado se quitó el otro guante, cansado de sentir el cuero y malla en sus dedos. Ella se acercó grácil y segura como la Lannister que era y se arrodilló frente a él. A su vez Jaime le mantuvo la sonrisa, esa que estaba casi reservada para su melliza. "Pues... ahí creo completamente en tu palabra" le confesó, acariciando nuevamente su rostro, pasando con dos dedos por sus mejillas y llegando con los pulgares hasta sus labios de nuevo. "No solo Roca Castelry ha estado fría éste tiempo."

Se acercó a su rostro y se relamió para ella. "Es un problema cuando tienes de amante a una diosa..." murmuró antes de besarla ladeando el rostro de a poco. Primero se trató de un suave roce, pero luego cerró los ojos y entreabrió su boca para lamerle los seductores y rojos labios que eran su perdición. Un chasquido fue lo que se escuchó en el Septo cuando se separó lentamente luego de alargar el momento lo mas que pudo.

La Cersei que él siempre recordaba y añoraba era aguerrida, fogosa y sin miedo de tomar lo que quería. Era bueno ver que esas cosas no cambiaban en su hermana. Una vez se hubo separado de su boca, ésta lo atrajo nuevamente hacia ella, buscando sus labios con su pasión característica. Él no iba ni a quejarse ni a dejarla con las ganas, pues ésta vez abrió su boca en medio del beso para entrelazar su lengua a la de ella por completo, ladeando el rostro y respirando solo por la nariz para poder alargar el momento a voluntad. "No, Luz de Occidente... nadie ha sido digna" le respondió una vez se separaron y ella se dispuso a arrastrar su boca por su propio cuello, arrancando algún gruñido del Joven León.

Si, él era consiente de las miradas que las mujeres le propinaban, al igual que Cersei conocía el efecto que tenía sobre los hombres. "Pues, es problema de ellas... y en tu caso de ellos." respondió escuetamente, siendo consiente del olor de su hermana tan cercana a su cuerpo. Los dedos de la misma le sostuvieron el rostro y para volver a comerle los labios con los suyos. Él volvió a responder, encendiéndose por dentro y arrastrando su lengua consecutivas veces contra la de ella, abriendo la boca para respirar y gruñir de a poco, realizando chasquidos húmedos en el encuentro.

Siguiendo ése instinto que ella le despertaba, suplantando a su racionalidad, sus manos desprendieron el soporte de su capa y las cintas de cuero de su armadura aún lamiendo el centro de la boca de la leona. Una vez quedó libre de placas y malla, lino y cuero era lo único que lo cubría, pero eso le permitiría disfrutar de ella con mayor facilidad. Sentado nuevamente, pero ésta vez sobre su capa en el suelo, le tomó de los glúteos y la atrajo hacia él, comenzando a besarle el vientre a través del vestido con sus dedos aferrando sus nalgas de forma tal que se enterraban en su carne, pero sin hacerle daño. La necesitaba, y ese hambre crecía en su interior con cada segundo.

Por como venía la cosa bien podía pasar otro largo período antes de que se encontraran nuevamente, y eso era insoportable. Sabía, sin embargo, que si iba a darse por vencido a sus pasiones Cersei no debía aparecer demasiado desarreglada, por lo que recostarla a ella hubiera sido una locura. Sus manos le levantaron el vestido de a poco, descubriendo una de sus largas piernas para lograr besar y lamer su piel en esa zona. La miró a los ojos con lujuria y una sonrisa de placer mientras lo hacía y le mordió levemente el interior del muslo una vez que llegó. En el proceso sus manos le masajearon las nalgas consecutivamente.

Su temperatura corporal estaba en aumento mientras arrastraba su lengua por la piel de la pierna de la leona. Sabía que ella no requería mucha tentación de su parte... Cersei era arrojada y le contestaba cada gesto cuando estaban juntos en la cama... o en donde fuera. Su magnificencia no se quedaba solamente en su astucia o inteligencia, sino también en su búsqueda del dominio ajeno, incluyéndolo a él mientras se volvían uno. Así fue como la mujer se inclinó sobre él para volver a comerle la boca, a lo que le respondió con la misma adicción y ansia que ella, gruñendo en la boca ajena.

Pero no solo se inclinó. Como lo había previsto, y para la conveniencia de ambos, la Luz de Occidente se sentó sobre su pelvis, elevando el vestido y con una pierna a cada lado de las suyas. Las manos de Cersei se apoyaron en su pecho para hacerlo recostarse, y él aprovechó para quitarse la camisa de lino, exponiendo su torso de amplios pectorales y marcado abdomen debido al entrenamiento constante con las armas. Una cicatriz marcaba su hombro donde había recibido un golpe de espada de Ser Oswell durante uno de sus primeros entrenamientos. Por lo demás, su cutis era pálida con un leve tono bronceado.

Jaime lanzó un largo suspiro con la boca entreabierta debido a la lujuria que acumulaba. Los besos de la mujer en su pecho y cuello mientras descendía lo obligaron a arquear la espalda, cosa que su hermana aprovechó para quitarle los pantalones de cuero, dejándolo completamente expuesto. Su hombría, larga hasta el ombligo desapareció tras el vestido de ella, cosa que hizo que el Joven León se relamiera al ser solo capaz de sentir como iba ingresando en el cálido y humedo interior de su hermana. Su vientre se tensó ante la lenta penetración a la que respondió arqueando la cabeza y lanzando un leve gruñido de placer. Sus manos tomaron las caderas de ella y colocó una de sus palmas en el vientre de Cersei, aun vestida de cintura para arriba, para sentir como se comenzaba a mover.

Pero el Lannister no permitiría que su hermana hiciera todo el trabajo. Ahora eran uno y debían complementarse como uno. Le fascinó la lentitud conque se comenzó a mover y él coló una mano por debajo de la tela del vestido para aferrarle la curvilínea nalga derecha a través de la vestidura, masajeándosela y aferrándola con fuerza, deleitándose en cómo ésta se movía de atrás hacia adelante. "Rmmmf" exclamó por fin, sin poder contener el placer que se le formó en la zona abdominal y pecho. Su hombría se encontraba completamente apresada hasta la base por la humedad de ella, y el lento movimiento la estimulaba todo a lo largo entre sus pliegues. Incluso sus gónadas rozaron los glúteos de Cersei una vez estuvo todo dentro y la punta de su erección le besaba la entrada al vientre ajeno.

Sin poder contenerse, el Joven León usó su mano libre para desabrochar el frente del vestido de ella, dejando libre de a poco su pecho. El vestido al caer hizo un bulto de tela en la zona de unión de ambos, pero éso solo hacía el encuentro más excitante. Sus ojos viajaron desde la sonrisa de gruesos y seductores labios rojos de ella hasta los dos orgullosos y bronceados senos de la diosa dorada. Su busto era considerable, pero no dejaba de ser armónico como toda ella. Mientras ella marcaba el paso de su cabalgata, él se elevó de a poco hasta el canal de sus pechos y se lo lamió a lo largo, deslizando su lengua hacia la derecha y terminando de engullir el pezón de uno de sus senos. Primero sus dientes se lo pellizcaron, pero luego enredó de a poco su lengua con los ojos cerrados antes de apoyar toda su boca en el cometido y succionar, mamando lentamente de la leona. Su brazo pasó de masajearle la nalga a envolverle la cadera con toda su extremidad y la otra mano le masajeaba los tentadores lumbares. Entonces si... así de estrechado con ella, con su vientre apretado contra el de su hermana, sintiendo como se deslizaban uno contra otro, con sus pectorales amasando la base de los senos de Cersei y con su boca comiendole el pezón izquierdo, él acompasó el lento ritmo al de ella.

Tanto tiempo sin volverse uno con la Luz de Occidente le deseaban que el momento durara... y mucho. Se separó de un chasquido de su mama y le murmuró en la boca. "Me vuelves...hrmmmf loco..."

Lo prohibido tiene su toque irresistible, o eso rezaba el dicho. La verdad era que los mellizos no se sentían atraídos por éso, sino por una necesidad casi biológica de estar junto al otro... de disfrutar del otro. Jaime al menos podía hablar por él con total seguridad y afirmar que perdía su cordura al lado de la leona. Y dentro de ella ni hablar. Así ella era capaz de sacarle cualquier promesa si quisiera, y él lo sabía... tal era el encanto del Joven León por la diosa dorada que estaba cabalgándolo en ése momento. Sus labios se curvaron hacia arriba cuando ella le gimió que no le gustaba su cicatriz, pero él solo atinó a seguir moviendo su vientre, pegadísimo al de Cersei, disfrutando del suave contacto de su piel contra su abdomen.

Su boca siguió trabajando el seno izquierdo de la leona, enredando de a poco su lengua en su pezón y luego arrastrando sus dientes por la superficie delicada del pecho. Cuando su hermana se arqueó en ese gemido, la penetración cambió ligeramente de ángulo, obligandolo a inclinarse sobre ella con un gruñido entre el placer y el dolor, pues estaba tan apresado dentro de ella que estaba obligado a seguirle si no quería que su dura envergadura se friccionara mas de la cuenta. Un chasquido separó sus labios del tan deseado seno de ella, pero fue la misma Cersei la que le había tomado el cabello para obligarlo a besarla, cosa que le concedió con gusto y un aliento caliente debido al ejercicio y el deseo acumulado. Le lamió el labio superior mientras ella mordía su inferior e infló sus pectorales que moldearon los senos de ella, apretadísimos contra su pecho.

Se retiró de a poco cuando la escuchó decir su nombre y arqueó toda su espalda, ahora recostado, para embestirla desde abajo y que sintiera como se abría paso pliegue a pliegue y repetía de nuevo el procedimiento. Sus manos le tomaron las caderas, estrechas y sensuales, y sus ojos brillaron cuando le dijo eso. "Y yo... hermosa..." Le gruño casi inaudiblemente mientras la leona retomaba un ritmo más fuerte y acelerado. Él le acompasó los movimientos, haciendo que sus sexos se encontraran en chasquidos húmedos y sonoros. Ese sonido y el de los gruñidos y exclamaciones de placer de él mas los gemidos de ella retumbaron en las paredes del Septo arruinado una y otra vez.

Una de sus manos acarició el ombligo de ella ascendiendo hasta tomarle un seno, intentando abarcar toda la piel en su palma y comenzando a masajeárselo, usando su pulgar para girar su pezón de a poco. La miró desde abajo de cuerpo completo mientras los pocos rayos de sol que se colaban por la ruinosa estancia le iluminaban el divino cuerpo y la dorada melena, dándole el aspecto de una beldad de otro mundo. "Arhhh, mmrfff... Eres demasia...do."Se le escapó entre los dientes apretados al Joven león, no queriendo detenerse ni que acabara la unión entre ambos... La mano libre le aferró la nalga derecha para presionarla contra él y evitar que acelerara demasiado el ritmo, pues no quería correrse ya... Hizo que su hombría acariciara con la punta la puerta del útero de la mujer, estimulándole la última barrera posible.

Un baile si... no había mejor forma para describir el acto en el que los mellizos se entregaban el uno al otro. Sus respectivas pelvis estaban completamente sincronizadas, haciendo que la hombría de él acariciara cada recodo del interior de la beldad rubia. Sus manos se deslizaron una y otra vez por los pechos de su amante hermana, haciendo que se amoldaran entre sus dedos de forma clara y que se rebalsaran debido a su turgencia. Ella a su vez apoyó una mano en sus pectorales, cosa que le fascinó pues la estaba ayudando a mantener el equilibrio y ese ritmo de cabalgata que amenazaba con desbordarlo en cualquier momento. Además del erótico sentimiento de las uñas de ella sobre su piel.

El occidental movía de forma ondulada su abdomen para acompasarse a el ir y venir de las caderas de Cersei que hacían que su espalda se arrastrara por su capa junto al resto del cuerpo. Sus gruñidos aumentaban en fuerza y en cantidad mientras la humedad de la leona lo engullía embestida a embestida hasta que sintió, aunque fue vaticinado por los gemidos de ella, como su melliza se corría, apretándolo dentro con fuerza y arqueándose. Él le tomó los senos con mayor brío cuando eso pasó y dibujó también un arco con su propia espalda, conteniendo su propio orgasmo, cosa que le era muy difícil. "Mmm esperalo..." le gruñó, pues no quería correrse aún.

Pero su hermana no parecía escucharlo. El brío anterior fue suplantado por suaves contoneos de la cadera de ella y una forma de acariciarse a ella misma que él suponía que ninguna otra dama ponienti se atrevería ni se imaginaría. No sabía de donde la Luz de Occidente sacaba esa pasión, deseo y lujuria con la que pasó sus dedos por su vientre y pechos, mirandolo a los ojos mientras lo hacía... como invitándolo a seguir probándola. El Joven León deseaba fundirse en ella en esos momentos... fundirse y no separarse nunca más. Se irguió de nuevo, quedando sentado y lamiendo el seno que ella no se masajeaba hasta engullir la mayor cantidad de piel posible en su boca. Arrastró sus dientes por el suave y caliente tejido mientras le envolvía las caderas y nalgas con las manos hasta que se separó para hablar sobre sus gruesos labios en medio de las ascendentes embestidas. "Debo... sacarla hermosa..." No lo deseaba, pero la poca racionalidad que le quedaba le advertía que no hiciera como su líbido le pedía a gritos que hiciera. Sus pectorales le apresaron los senos de lo estrechos que estaban y sus abdominales se arrastraban contra su ombligo mientras ella se movía tan suavemente y él la hacía rebotar... estaba por perder la cordura.

Extrañamente, su hermana lo escuchó. Varios impulsos coordinados siguieron a la declaración del Joven León, pero luego ella se fue separando muy dolorosamente. Jaime no pudo evitar lanzar un ahogado quejido de placer agónico cuando su hombría fue separada de su otra mitad, pero hubo un resarcimiento que si bien no estaba ni cerca de la sensación de correrse dentro de la leona, compensaba por ser ella y sus hábiles dedos quien lo condujeron al éxtasis final. Su exclamación fue apagada por los exigentes labios de Cersei, a los que respondió con avidez y acariciando una vez mas sus caderas. Sus lenguas se separaron y lo mismo sus labios con un chasquido último y el Lannister se recostó en su capa, complacido y dejando que el placer terminara de recorrer su anatomía.

Sudado como estaba se irguió lentamente con su acostumbrada sonrisa afilada. Ella no tardaba en volver a poner los pies sobre la tierra ni aunque hubieran compartido algo como lo acontecido recién. "Ni bien finalice el banquete de la Reina del Amor y la Belleza. Debo escoltar a Su Majestad, Rhaella Targaryen, de nuevo a la capital." hizo una mueca de desagrado. Claramente era otro insulto de Aerys el de despojarle de la posibilidad de permanecer cerca de su familia en Harrenhal. No solo tenía poco tiempo para ver a Cersei, sino que tampoco había participado en el Torneo... todo una completa pérdida de tiempo, pero supuso que el haber relajado su líbido con ella luego de haberla visto aunque sea un poco era un bálsamo para su turbada alma.

Se colocó los pantalones con cuidado y notó que ella no le pasaba la camisa. Entrecerró los ojos divertido y se estiró, haciendo que la luz iluminara sus marcados músculos húmedos del sudor. "Para ser justos tú no deberías subirte el vestido entonces..." le gruñó seductor, mirando la curva generosa de su seno derecho. Pasó a colocarse las botas y luego a tenderle una mano para ayudarla a levantarse. Para él ella no era la representación de la Doncella... ella era una diosa por sí misma, sin comparaciones. Acaricio su aristocrático y agraciado rostro antes de hablar. "Como ya dije, no tardaremos en encontrarnos de nuevo. La paciencia no es el fuerte de ninguno de los dos, pero hay algo... algo en al aire que me hace pensar... sentir que las cosas se darán de forma tal que el destino, tan irrisorio con nosotros hasta ahora, será tan caprichoso como para jugar de nuestro lado." Su declaración era casi profética, pero era verdad que el joven Lannister sentía de verdad que el porvenir era auspicioso para el León y su familia. "Y prometo que tendrás noticias mías más seguido..." concluyó con un guiño de ojos y otro largo beso. No sabía si podía controlarse y no hacerla suya de nuevo... después de todo habían estado separados mucho tiempo.