La despedida (Catelyn)

Habría pensado que tendría más tiempo. Que al menos tendría la deferencia de darle un día más a acostumbrarse a su nuevo estatus con él a su lado pero no fue así. Con los recuerdos de la noche anterior aún borrosos, Catelyn se preparó para despedirse de su padre. Tal vez para siempre. Incluso sus ropas habían cambiado de la noche a la mañana tornándose los colores más oscuros lo común entre los norteños para acaparar los pocos rayos de sol que podían tener durante los largos inviernos. Pero sabía que se acostumbraría a ellos.

Sus pasos la llevaron a la sala donde se encontraba su padre, llamó dos veces antes de abrir la puerta y permitirse a sí misma el paso dentro de la estancia buscándole con la mirada. Tenía la sensación de que estaba más mayor. De que parecía que todo aquello que estaba pasando le había pasado factura en las arrugas que surcaban su semblante. Sonrió para sí y abrió los brazos para envolverlos alrededor de su cintura.

—Os voy a echar mucho de menos, padre —dijo apoyando su mejilla contra su pecho sin querer soltarle, solo mantener el contacto un poco más. —Ojalá pudieseis quedaros más tiempo. Todo esto va a ser raro sin vuestra presencia —confesó despegándose de su pecho. Sabía que Hoster no era muy dado a los gestos afectivos y solo había cierto límite de cariño que pudiese aguantar antes de que se tornase incómoda la situación para él.

Catelyn suspiró ante las palabras de su padre. Sabía perfectamente cuales eran sus obligaciones. Pero no podía evitar pensar que todo aquello estaba pasando demasiado deprisa. Hacía solo un par de meses había estado sin noticias sobre su prometido, sobre su futuro y lo que ocurriría con él y ahora, casada, todos esperando que se quedase embarazada cuando antes. Todavía no podía quitarse el amargor de su boca de que parecía que había sido entregada como un regalo y poco más. Un símbolo de una alianza más importante que su propia persona. Sabía en el fondo de su corazón que no era así, que su padre la amaba con toda su alma, pero era tan pragmático que dolía.

—Lo lamento, padre. No pretendía decir... Lo siento —ni siquiera había intentado explicar sus intenciones. No tenía sentido hacerlo. Sus ojos se posaron sobre el rostro de Hoster y una de sus manos se posó sobre su mejilla para sentir su piel antes de que se marchase. Su ceño se frunció cuando le informó del asalto a Varamar. ¿Es que no tenían otras malditas tierras que asaltar los isleños que a las de Jason Mallister? Después de todo lo que había sufrido su familia...

—Lo comprendo. No quisiera retrasaros más, el camino es largo hasta Aguasdulces, aunque sin tanta carga en el carromato seguro os es más liviana la travesía —sonrió haciendo una broma de su partida para alivianar el pesar que ambos sentían. Nunca había estado separada de su padre más de un mes y aquello parecía tan definitivo, que sentía que le arrancaban un trozo de su ser y se lo llevaban lejos donde no podría recuperarlo más. —No os preocupéis por mí, estaré bien aquí. Lady Lyarra, Brandon, Eddard, Benjen... Son ahora mi familia también —recitó sin saber si nombrar a Lyanna hubiese sido lo correcto en aquel momento. No la conocía de mucho, apenas se habían saludado como debían cuando había arribado a Aguasdulces lo que parecía ser una eternidad atrás.

—Pero Talia y Rhaegon me darán la dosis de los Ríos que necesito hasta acostumbrarme a este lugar. Pero no me recriminéis que vaya a extrañar a mi padre. No es justo —bajó la mirada a sus manos entrelazadas. No sabía qué más decir, no existían palabras que pudieran describir realmente lo que sentía en aquel momento. Se forzó a sonreír y a levantar la cabeza tras unos segundos.

—Os escribiré. A Edmure y a Lysa también. Puede que podamos bajar para la boda de Lysa. Me avisarás, ¿verdad? ¿Sigue en pie? —preguntó sin saber si decir lo obvio o no. Sabía lo que había ocurrido con su hermana hacía tiempo ya, antes de que Petyr regresase a Los Dedos y dejase Aguasdulces. Para cualquier lord, si no se discutía su peculiar situación podría ser una deshonra para su familia y para su hermana. Pero decidió no decir nada al respecto. Estaba segura de que su padre lo habría tenido en cuenta. Había dejado de lado a su tío Brynden intencionadamente fuera de sus labios. Sabía que Hoster tendría constancia de que escribiría a su tío, eso no era necesario decirlo pues eran muy cercanos.

De nuevo la jarra de agua fría recorrió su cuerpo al escuchar las palabras de su padre con respecto a la boda de su hermana. Asintió lentamente, sin saber qué pensar de todo aquello. Sabía que su padre las quería, que quería protegerlas de lo que se avecinaba. Conocía, por lo que había hablado con el maestre, que los Ríos era un lugar muy estratégico para todos los contendientes y que Hoster había afianzado su alianza con el Norte y Tormentas. Lysa y ella eran una mera formalidad. Pero lejos de sentirse herida por aquello, simplemente lo dejó estar. No lo haría entrar en razón, era un hombre, y ahora mismo solo tenía la guerra en la mente.

La pregunta de su padre con respecto a su relación con su recién esposo la dejó algo descolocada. No porque no se lo esperase. Sabía que tarde o temprano lo haría, pero aún así la tomó por sorpresa. Llevándose las manos al corte entre la falda y el corpiño del vestido que llevaba bajó la mirada pero sonrió. Una sonrisa tranquila y sincera, aunque cargada de cierta tristeza también.

—Aún nos queda mucho por recorrer, padre. Sé que su tiempo en Desembarco lo ha dejado destrozado. Roto más allá de lo que sus cicatrices muestran. Aquí —se llevó las manos a su pecho posando una encima de la otra señalando el corazón. Si había algo que le había inculcado el señor de los Ríos era que siempre debía ir con la verdad por delante. Y mentirle sobre el estado actual de Brandon no conseguiría nada. —Pero saldremos adelante. Necesitaremos tiempo. Pero terminará con sanar. Sé que lo hará —respondió a fin de calmar la preocupación de Hoster, y de una forma extraña también la suya propia. Suspiró después de unos largos segundos en los que se había quedado pensativa antes de levantar el rostro y volver a mirar a su padre frunciendo ligeramente el ceño. —Padre, ¿Stannis lo... sabe? —preguntó mirando a su padre fijamente a los ojos. Estaba claro a qué se refería.

En aquel mundo, la honra de una muchacha se medía en sus acciones pero sobre todo en su doncellez y en la espera al matrimonio para entregarlo. Lysa había sido tonta. Llevada por un amor obsesivo con Petyr. Aún recordaba la forma en la que su hermana menor lloraba desconsolada después de haber bebido la atanasia y como el odio había rezumado de ella los días posteriores. Nunca había hablado con Stannis, pero lo que había oído de él es que era un muchacho recto, estricto consigo mismo y con los demás, y fiel a su hermano Robert por encima de todas las cosas. Dudaba que un hombre así pasase ese detalle por alto.

El ceño de Catelyn se frunció cuando su padre le dijo que Stannis no lo sabía. Nunca habría pensado que Hoster Tully hubiese sido de aquellos que ocultasen un “detalle” tan importante pero sus razones tenía y, a pesar de lo compleja de la situación, Catelyn podía llegar a comprenderlo. En aquel mundo injusto, el valor de una muchacha descendía drásticamente, sobre todo de una muchacha noble, en el momento en el que su honra quedaba en entredicho. Y ya ni que decir tenía si las sospechas resultaban ser ciertas. Tonta e inconsciente Lysa...

—Espero entonces que tengáis suerte en vuestra empresa, padre —dijo la muchacha dándole otro abrazo sin querer entrar más en detalle. No era un tema que le resultase agradable discutir con él ni era algo en el que compartieran puntos de vista, los últimos meses así lo habían demostrado. Pero en su fuero interno, se prometió a sí misma que jamás dejaría que ninguna de sus hijas se sintiese como ella en aquel momento.  

—Buen viaje. Que los caminos sean seguros y los Siete velen por ti —dijo poniéndose de puntillas para darle un beso en la mejilla apretándose contra él en aquel momento. Al separarse, como un último ritual de despedida, acomodó el jubón de su padre mirándole con una sonrisa sincera pero triste al mismo tiempo.

—Una última cosa antes de que partáis. Hacedme un favor. Dadle estoy a mi tío Brynden. No me pude despedir de él cuando salimos de Aguasdulces —dijo sacando un pergamino de entre sus ropas sellado con cera con el nombre de su tío escrito en letras cuidadas y elegantes.