Consejo Occidental: La peste - Trama de Occidente.

La espera.... Esa maldita espera. No no hablaba de lo que sucedía en aquel salón, del murmurar de los demás altos vasallos que parecían niñas en plena lección de cocina, tampoco hablaba del gesto de los invitados más viejos que parecían observar con total desaprobación a sus jóvenes líderes, mucho menos hablaba de lo que se estaban tardando en sacar la comida o servirle una copa más de vino, ni siquiera tenía algo que ver con los dos leones. Era esa enfermedad, la lenta espera de la muerte, tan deprimente, tan molesta, tan humillante. Su malestar era pequeño pero era constante, sabía perfectamente que el ya era huésped de tan fastidiosa plaga y solo pensar que en algún momento su debilidad sería evidente le asqueaba de sobremanera, al punto de querer acabar con todo incluso antes. Pero bueno, no era como la mayoría, el no se dejaría vencer por esa pequeñez, estaba seguro de que sobreviviría a ello... aun tenía que ver y hacer muchas cosas.

- La última vez que escuché tanto cotilleo estaba en un Burdel de poca clase de las Islas de Hierro. No recordaba que hubiera tantas prostitutas en Occidente - Musitó de la nada, veneno salpicando a todos los hombres que parloteaban que aunque intentaron responder se mantuvieron callados ante su gesto tan penetrante intimidante como la hombrera en forma de calavera que adornaba el lado derecho de su negra vestimenta de piel. Sus ojos castigaban a los parlanchines que no podían parar de hablar por lo bajo acerca de los anfitriones y lo que había sucedido ya en Desembarco del Rey, podía asegurar que incluso escucho una que otra cosa sobre la famosa "bruja" que había dignado en aparecerse. Nada de eso le importaba, no en ese día.

La espera estaba calentando los ánimos en el salón y no se podía esperar más a su marido. Desde su derrota en el torneo de Desembarco había estado irascible y todo se había acentuado con la disputa a los Targaryen... Cersei estaba de tan poco humor para calmar a Erik Lannister que no lo molestó. Que hablara cuando quisiera. Porque lo haría, ese era su deber y pese a todos sus defectos, él había demostrado ser un hombre honorable. La jovencita hizo el silencio en la sala y se dispuso a empezar la reunión, no sin antes mandar una mirada de soslayo a su esposo que seguía de espaldas a ella, visiblemente molesto.

—Bienvenidos sean, mis señores. Les pido que disculpen la ausencia de cordialidades en esta reunión, pero el tiempo apremia y pese a los esfuerzos de Lord Lannister y nuestros maestres poco se ha podido hacer. —Hizo una pausa para dejar que sus vasallos asimilaran sus palabras y dándole tiempo a Erik de intervenir. —En sus cuervos, mi Lord les pidió que incineraran todos los cadáveres y trajeran a sus maestres consigo. Escuchamos vuestros consejos y conocimientos, agradeciéndoles de antemano que nos centremos en la solución, exclusivamente. —Cersei pese a su juventud sabía cuán largas podrían ser esas reuniones si se les permitía a los hombres que se quejaran de lo que sea. Paseó una vez más los ojos por el salón y notó la ausencia de Damon Lannister y Rolan Lefford. Más les valía acudir a su llamado o ella se encargaría de que la cura no llegara a sus tierras.

No hacía ni un día que había llegado a Occidente y aún no conocía a quienes iban a ser sus señores, pero confiaba en el criterio del viejo maestre con el que había ido y sabía que su meta era clara -aún cuando tenía sus dudas con respecto a si los habían enviado por ser los más útiles o los más desechables de todos los maestres de Antigua-.

Oyó a la Leona pronunciarse y le llamó la atención que fuese ella y no el Lannister quien hiciese la apertura de la ceremonia, más suponía que siendo hija de Tywin Lannister el carácter y la fortaleza se transmitían por vía paterna… y a él no le gustaría meterse en el camino de esa mujer ni por casualidad… al menos si podía evitarlo.

Sintió las manos temblándole ligeramente ante los nervios que sentía y el temor de que alguien le preguntase qué demonios hacía ahí. De haber podido hubiese salido corriendo aún cuando todo le diera a entender que tenían tanto o más derecho que el resto para estar parados donde estaban: después de todo representaban la ayuda que tanto habían pedido a la Ciudadela. ¿Qué ironía, no?

Athem cambió su gesto, tan pesado como el letargo de la muerte, por uno más suave, incluso algunos podrían decir que una ligera sonrisa había asomado por un instante, al escuchar que las primeras palabras del evento los soltaba Cersei y no el nuevo "Guardián de Occidente". De cierta manera sentía que sus platicas con la chica daban algo de fruto, especialmente por el tono sereno y diplomático que había usado para seguir su acto de mujer controlada, brindando un dejo de maternal estabilidad a la plática. No era un mal inicio.

Para su poca fortuna el regocijo fue efímero, pues la entrada de Erik Lannister se hizo de manera abrupta sentenciando el mismo comentario con el que el Caballero Encapuchado había sosegado a los parlanchines de la sala, no estaba seguro de que quería intentar el rubio, pero sin duda se había metido en una contienda para la cual carecía de experiencia - No es necesario el rugido, mi señor, ya todos hemos escuchado la facilidad con la que muestra sus colmillos - Respondió de inmediato al tono cortante del joven Lannister, estaba seguro que ninguno de los nobles, sin importar cuan leales vasallos fuesen, había aceptado la invitación para después escuchar a su nuevo "Señor" desairando con su  carente habilidad como anfitrión.

- Mi ingenio sirve tanto como el suyo para el problema que tenemos en mano. Vengo a escuchar a la gente que tiene los estudios y conocimientos necesarios y el tipo de apoyo que puedo aportar en la materia - Se fijó en Lady Farman, que en esos momentos expresaba su idea, y en los maestres presentes, especialmente en los enviados de la Ciudadela que consigo traían los grandes conocimientos de Antigua, libros que portaban palabras de sabiduría que la mayoría de ahí ni siquiera tenían permitido escuchar - La sangre... - Sus ojos recorrieron los gestos de los maestres y de los señores, pudo divisar el repudio en los mas viejos y el terror en los más jóvenes - Estamos en una crisis sin precedentes, necesitamos soluciones sin precedentes. - Vociferó ante las expresiones de esos señores, dejando en claro que le agradaba la idea de aquella dama, era un campo que aterraba a muchos y por ello... probablemente el que nadie había contemplado.

La joven Cersei se quedó en el salón con una expresión parsimoniosa sin verse afectada por los gritos de su marido; un gesto que había aprendido de Diana Belmore... era mejor fingir que era impertérrita y nada, ni siquiera Erik y su lengua afilada, le afectaban. Escuchó a Lady Farman hablar primera e internamente agradeció que la primer idea realmente útil fuese de una mujer.

La idea en general le parecía buena, especialmente si resultaba peligrosa para la bestia a la que tenía que llamar hermano. Con eso la había convencido, pasó la mirada por el salón y los murmullos de terror e indignación se fueron apagando conforme Lord Banefort le daba su aprobación.

—Mis señores —Mencionó con un tono de voz firme pero sin dejar de sonar dulce. —Entiendo tanto como vosotros el peligro que implican los caminos inexplorados; pero no se debe permitir que la enfermedad siga avanzando y cobre la vida de todos los que conocemos. Imploro su colaboración, como señores y maestres, no sólo para controlar, sino para acabar con esta enfermedad. —Miró hacia la mesa donde se encontraban los enviados de la ciudadela y les sonrió. El maestre Talon había atraído su atención. y lo que decía era exactamente lo que le había pedido a Erik que se centraran en investigar; repudió a aquél hombre por haberla excluido, ¿Qué no se daba cuenta de lo inútil que había sido su marido hasta ahora? Pero en vez de lanzarle una mirada furiosa dibujó una sonrisa aún más amplia y hermosa hacia aquél hombre; deseando verlo sufrir y perecer por la enfermedad después de encontrar la cura.

—Muchas gracias, maestre Talon. —Siguió hablando, sin darle tiempo a su marido de intervenir. —Lord Lannister les pidió a todos sus vasallos en el consejo anterior que pidieran a sus maestres concentrarse en el método de infección. ¿Alguno de los presentes tuvo éxito?, o en caso de no haber sido una investigación fructífera, ¿Podéis decirnos lo que hallaron? —Esta vez borró su sonrisa, los miró lo suficientemente firme para que le respondieran a ella, pero no lo necesario para mostrarse amenazadora. Aún no.

El miembro 'Janei Farman' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

---

'Posibilidad' :

Se recargó en el respaldo de su asiento y ahí se mantuvo, con los ojos penetrantes vigilando a todo el que hablaba. El no hablaba más, simplemente se dedicaba a escuchar, entender y juzgar cada palabra para así evitar que alguna pasara desapercibida, tenía toda la intención de asimilar lo sucedido ahí antes de expresarse ya que de hacerlo con simple palabrería todo terminaría en una lucha de egos sin sentido. El no estaba ahí para eso, por más que parecía disfrutarlo, no, el estaba ahí para salvar a su familia, su legado, sus tierras y principalmente su oportunidad de seguir creciendo. Y por ello adoptaba una vez más el manto de las sombras desde el cual se sentía tan cómodo, su mano derecha abriéndose y cerrándose lentamente en un vaivén continuo que solo expresaba la concentración que poseía, su único gesto correspondía a la otra mano que se adelantaba a la copa en cada tanto para darle un sorbo.

- Maestre Zyre - Al escuchar que ni siquiera aquella rubia, quien había aportado la teoría más interesante de todas, tenía un descubrimiento conciso pudo esbozar una ligera y confiada sonrisa, aportar a la anulación de esa enfermedad no solo era un beneficio evidente para la salud, también daría cierto estatus, confianza y hasta un grado de influencia sobre aquellos que serían salvados y no habían aportado de igual manera. Tenía que admitir que aun en esos momentos le importaba mantener esas ventajas políticas - Nuestros descubrimientos - Le ordenó al maestre, uno que a pesar de no ser tan viejo como el resto mostraba un aire más pernicioso.

- La enfermedad también existió en Essos hace ya muchos años, un brote que contagió a gran parte de la población y acabó con una número inimaginable de personas. Sin embargo de un momento ésta fue cortada, eliminada sin dejar ningún otro rastro. Ningún otro contagio ha brotado desde entonces según algunos de nuestros "socios comerciales" - Espías mercantiles, herramienta favorita del Banefort, habían sido los partidarios de tal información, desde la cual se podía inferir que aquello que los afligía tenía que haber nacido en esas tierras. Athen estaba complacido, su mirada fija en los jóvenes leones. Tenía más información, el como se había terminado con la enfermedad allá, pero ese método no era algo factible, no para él que tenía aun muchos planes más allá que el de proteger a las nuevas generaciones.

El miembro 'Athen Banefort' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

---

'Posibilidad' :

Cersei de la casa Lannister escuchó atentamente a sus vasallos, sin embargo no pudo evitar una ligera decepción al escuchar que su casi-amiga Lady Janei Farman no había tenido hallazgos fructíferos. En cambio lord Banefort tuvo mejores noticias.

—Mi Lord Erik, lady Cersei, ladys y lores reunidos. —Una voz en la esquina superior derecha se hizo escuchar, el maestre de la Roca se puso de pie, orgulloso de sí mismo. La joven Lannister pudo oler sus descubrimientos desde antes de que éste hiciera gala de ello. —Atendiendo a vuestro llamado, me dediqué arduas horas a entender la enfermedad... —El hombre tenía la mala costumbre de hacerse alabanzas de todo y Cersei quiso enterrarle un hacha en medio del pecho con que siguiera hablando sin decir nada en concreto. El malestar de sus entrañas la estaba haciendo perder la cabeza; necesitaba salir y utilizar una letrina. Pero se ató ahí, con una sonrisa congelada, con expresión relajada pese al mal que la aquejaba y únicamente escuchó cuando su maestre se puso a hablar de lo verdaderamente importante: la peste.

—Maestres y ciertos contactos de la tierra de Essos me han mostrado la similutud de nuestros síntomas con una enfermedad antigua conocida como 'Colorina sangrienta'. Creemos que el mal viene del contacto por la comida y los licores. Su procedencia es dudosa... tal vez incluso desde antes de que los isleños se levantaran en armas. Lo que sí es seguro es que no se contagia ni por aire ni por contacto. ¡Son nuestros alimentos! —El tono exagerado de su maestre la sacó de quicio. Tocó a Erik Lannister por debajo de la mesa para guardar la compostura.

—Gracias, maestre Qyncel. Espero que pueda decirnos, ¿cuáles son vuestras recomendaciones para aquellas personas sanas? —Le lanzó una mirada de advertencia para que fuera directo al punto.

—Mis recomendaciones son, consumir únicamente alimentos cuya procedencia conozcamos. En Poniente no se ha visto tal enfermedad, así que sus alimentos están a salvo. La enfermedad debe venir del otro lado del mar. ¡Estoy seguro, mi señora! —La chica asintió, procesando toda la información. Querría que Erik la interrumpiera por una vez... sin embargo eso no pasó, por lo que tuvo que volver a hablar.

—Lord Serret. —Lo buscó con la mirada. —Si lo que nuestro maestre dice es cierto, Refugio de Plata debería tener brotes mínimos en comparación con la costa, ¿Podría darnos una idea de la situación en sus tierras, mi lord? —Seguía mirando por si el señor de Colmillo Dorado estaba presente, pero era incapaz de encontrarlo.

El miembro 'Cersei Lannister' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

---

'Posibilidad' :

La conversación comenzaba a ponerse intensa, tan intensa como sus tripas que de repente parecían haberse decidido a una rebelión: sentía sus intestinos retorcerse inexplicablemente y acabó doblado en su rincón tratando de disimular su malestar pero sin poder conseguirlo.
Supuso que serían los nervios del viaje, la emoción de la aventura por comenzar, el riesgo del desafío. Después de todo ¡no llevaba ni un día allí! Era imposible que se hubiese enfermado si ni siquiera recordaba haber comido nada... ¿o quizás sí?

Trató de hacer memoria y, mientras pensaba en ello, dejó de prestar atención a la conversación. Su mente divagaba rememorando todos los alimentos consumidos en las últimas dos lunas... y no podía recordar nada de importancia excepto... excepto.... sí... una niña le había regalado un dulce por ayudarla y él no había dudado de comerlo sólo por hacerla feliz.

¡Feliz tragedia! ¡Dulce ironía! ¡Palatable música que ahora lo arrastraba hacia un amargo infierno!

Pero antes de sucumbir moriría por su propia mano: si no encontraban la cura no moriría en la ignonimia de sus excrementos tapándolo.