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Untimely Arrival (Viserys Targaryen)
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Untimely Arrival (Viserys Targaryen)
Poco antes del día del nombre de Viserys l Mes VII
Las murallas exteriores de Desembarco del Rey podían divisarse a lo lejos, lo que ocasionaba una amplia sonrisa en Darren. El Señor de Nido de Águilas se encontraba a caballo, dirigiéndose a la capital acompañado por un sequito integrado por aproximadamente treinta hombres. El grupo no enarbolaba ningún emblema de la casa a la que pertenecía, como muchos otros harían, la inestabilidad por la que estaba transitando el Valle convertía al sigilo en la mejor opción para viajar.
El único miembro de la casa Belmore en la comitiva era Darren. El plan original era viajar con Priscilla, su hermana, pero un leve inconveniente con su salud la obligó a demorarse un par de días. Darren le atribuía aquello a los nervios que debía estar sintiendo la pobre chica por la proximidad al encuentro con su prometido, de seguro en cuanto se pusiera mejor emprendería el camino hacia Desembarco y se encontraría allí con su hermano.
Por la tarde finalmente se encontraron en la Puerta del Dragón, el portón al que llevaba el camino real. Los jinetes apaciguaron el trote de sus caballos hasta detenerse frente a la puerta, uno de los capas doradas se aproximó a investigar el grupo.
-¿Qué los trae por aquí?- Pregunto en un tono bastante desagradable. El guardia parecía bastante bien cuidado para tratarse de un soldado más del montón, fornido y con la armadura pulida, probablemente al estar recibiendo en esos días a tantos nobles querían causarles una buena impresión. –Dudo que un grupo de mercenarios encuentre trabajo aquí en esta ocasión.-
Ver un montón de hombres a caballos armados, con ropa poco cuidada y las barbas crecidas le hizo pensar al guardia que solo se trataban de un montón de mercenarios, no ver ninguna bandera alzada no hacía más que afirmar más su suposición.
Darren descabalgó y se dirigió al capa dorada, mientras uno de los hombres de la comitiva comenzaba a sacar de una alforja una tela cuidadosamente doblada, impecable, con las campanas de los Belmore en ella.
-Soy Lord Darren Belmore, Señor de Nido de Águilas y Rapsodia, Defensor del Valle y Guardián del Oriente. He recibido una invitación para celebrar el día del nombre del Principe Viserys, la Casa Belmore está aquí para eso.- Habló en tono alto, sin poder ocultar el orgullo que le daba mencionar aquellos títulos. Al mismo tiempo que terminaba de hablar, uno de sus hombres desplegaba frente al guardia (y los otros guardias y campesinos que se acercaban para ver), la bandera de los Belmore.
-Adelante, mi Lord. Disculpe que os demorara.- Con una inclinación de cabeza el capa dorada se fue, mientras otro de los guardias comenzaba a correr ciudad adentro, probablemente a notificar a alguien de la llegada de los Belmore.
El grupo avanzó con dificultad por las atestadas calles de Desembarco, los miembros de este se fueron desperdigando por la ciudad hasta que delante de la Fortaleza Roja solo se encontraba Darren con dos de sus más leales hombres. La entrada al vestíbulo principal estaba abierta, al parecer lo estaban esperando.
Lord Belmore se quitó algo de tierra de los zapatos de montar, se peinó con las manos el cabello duro por el sudor y el sol, luego dio sus primeros pasos por el hogar de los Targaryen. En ese momento Darren no estaba para nada presentable, estaba vistiendo la misma camisa y pantalones cómodos que usó durante gran parte del viaje, esperaba encontrarse primero con algún sirviente que le preparara un baño antes que con cualquier persona importante.
Las murallas exteriores de Desembarco del Rey podían divisarse a lo lejos, lo que ocasionaba una amplia sonrisa en Darren. El Señor de Nido de Águilas se encontraba a caballo, dirigiéndose a la capital acompañado por un sequito integrado por aproximadamente treinta hombres. El grupo no enarbolaba ningún emblema de la casa a la que pertenecía, como muchos otros harían, la inestabilidad por la que estaba transitando el Valle convertía al sigilo en la mejor opción para viajar.
El único miembro de la casa Belmore en la comitiva era Darren. El plan original era viajar con Priscilla, su hermana, pero un leve inconveniente con su salud la obligó a demorarse un par de días. Darren le atribuía aquello a los nervios que debía estar sintiendo la pobre chica por la proximidad al encuentro con su prometido, de seguro en cuanto se pusiera mejor emprendería el camino hacia Desembarco y se encontraría allí con su hermano.
Por la tarde finalmente se encontraron en la Puerta del Dragón, el portón al que llevaba el camino real. Los jinetes apaciguaron el trote de sus caballos hasta detenerse frente a la puerta, uno de los capas doradas se aproximó a investigar el grupo.
-¿Qué los trae por aquí?- Pregunto en un tono bastante desagradable. El guardia parecía bastante bien cuidado para tratarse de un soldado más del montón, fornido y con la armadura pulida, probablemente al estar recibiendo en esos días a tantos nobles querían causarles una buena impresión. –Dudo que un grupo de mercenarios encuentre trabajo aquí en esta ocasión.-
Ver un montón de hombres a caballos armados, con ropa poco cuidada y las barbas crecidas le hizo pensar al guardia que solo se trataban de un montón de mercenarios, no ver ninguna bandera alzada no hacía más que afirmar más su suposición.
Darren descabalgó y se dirigió al capa dorada, mientras uno de los hombres de la comitiva comenzaba a sacar de una alforja una tela cuidadosamente doblada, impecable, con las campanas de los Belmore en ella.
-Soy Lord Darren Belmore, Señor de Nido de Águilas y Rapsodia, Defensor del Valle y Guardián del Oriente. He recibido una invitación para celebrar el día del nombre del Principe Viserys, la Casa Belmore está aquí para eso.- Habló en tono alto, sin poder ocultar el orgullo que le daba mencionar aquellos títulos. Al mismo tiempo que terminaba de hablar, uno de sus hombres desplegaba frente al guardia (y los otros guardias y campesinos que se acercaban para ver), la bandera de los Belmore.
-Adelante, mi Lord. Disculpe que os demorara.- Con una inclinación de cabeza el capa dorada se fue, mientras otro de los guardias comenzaba a correr ciudad adentro, probablemente a notificar a alguien de la llegada de los Belmore.
El grupo avanzó con dificultad por las atestadas calles de Desembarco, los miembros de este se fueron desperdigando por la ciudad hasta que delante de la Fortaleza Roja solo se encontraba Darren con dos de sus más leales hombres. La entrada al vestíbulo principal estaba abierta, al parecer lo estaban esperando.
Lord Belmore se quitó algo de tierra de los zapatos de montar, se peinó con las manos el cabello duro por el sudor y el sol, luego dio sus primeros pasos por el hogar de los Targaryen. En ese momento Darren no estaba para nada presentable, estaba vistiendo la misma camisa y pantalones cómodos que usó durante gran parte del viaje, esperaba encontrarse primero con algún sirviente que le preparara un baño antes que con cualquier persona importante.
Darren Belmore
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Re: Untimely Arrival (Viserys Targaryen)
El Príncipe Viserys se encontraba nervioso como hace rato que no lo estaba. Sus informantes en el Camino Real le informaron que una comitiva del Valle con los colores de la Casa Belmore se estaba moviendo hacia la capital y los rumores de la Araña confirmaban aquella versión. Su prometida, Priscila, la hija de la Viuda Blanca se acercaba hacia la capital para la celebración de su día del nombre.
Le gustaba saberlo, sin embargo, no podía evitar sentir cierto nerviosismo.
Por los Siete... ¡era una simple mujer y él era un dragón! ¿Qué tenía que temer un dragón de una mujer? No es como si fuera a enfrentarse contra una bestia de leyenda ni nada parecido. Simplemente una doncella. Una doncella a la que no conocía y que, sin embargo, era a la que iba a atarse (al menos formalmente) por el resto de su vida. Y el hecho de que su relación con dicha doncella fuera algo de lo que dependía buena parte de la estabilidad del reino hacía las cosas mucho mejores.
Genial.
Viserys frunció el ceño. Al enterarse de que la comitiva de los Belmore estaba a muy poca distancia de Desembarco, se preparó de inmediato. Se adecentó y engalanó de la mejor forma posible: sus cortos cabellos rubios platinados perfectamente peinados, un jubón de terciopelo negro con pequeñas imágenes de dragones con las alas extendidas confeccionadas en rubí cosidas al tejido y unos pantalones oscuros y sobrios. Su capa era de seda roja, con detalles negros en los bordes. Mientras se miraba al espejo, observando los últimos detalles, escuchó golpes en la puerta.
- ¿Quién es? - preguntó, desde lejos.
- Aron, mi príncipe.
- ¿Qué quieres? - dijo, mientras se acomodaba mejor el broche de plata de cabeza de dragón que sostenía su capa.
- Los Belmore, príncipe. Ellos han llegado.
Viserys sonrió de costado, levemente y asintió con la cabeza.
- Excelente. Iré a verlos.
- Pero, príncipe, la comitiva no está en condiciones y...
- ¡Iré a verlos, dije! - exclamó el joven, impaciente e irritado. No podía aguantar un minuto más la curiosidad de ver a su prometida, a la dichosa hija de Lady Diana.
Por fin, el Targaryen salió del interior de su alcoba y se dirigió, a paso rápido adonde sabía que iban las visitas de importancia. Su padre era demasiado importante y estaba demasiado ocupado como para ser molestado con asuntos como la llegada de los visitantes. Si Aerys tuviera que recibir personalmente a cada invitado a la celebración de su hijo, probablemente habría quemado a muchos de ellos, por mero aburrimiento.
En ese momento, entró a paso firme a la sala y lo que vio fue... decepcionante.
Un hato de hombres desharrapados y mugrientos... Si, sin duda el viaje desde el Valle, por caballo, debía ser duro... ¿Qué les costaba venir en barco? Él quería dar una primera buena impresión a su prometida y ¿acaso ella había venido con este montón de sucios?
Pero entonces, recordó las palabras de su sirviente, Aron. "La comitiva no está en condiciones..." En ese preciso momento, Viserys Targaryen se maldijo a sí mismo por su impaciencia. Si hubiera esperado un poco y mandado más sirvientes.
- Bienvenidos seáis a la Fortaleza Roja...- eran tres hombres... y no había ninguna chica, ¿cómo es que no había ninguna chica? ¿¡DÓNDE ESTABA SU PROMETIDA!? De momento, Viserys se tragó su contrariedad y sus grandes ojos lilas evaluaron a cada uno de los presentes, buscando dirigirles además con los labios la sonrisa más afable y cordial que pudo. - Soy Viserys, de la Casa Targaryen, Príncipe de Poniente. - y muy pronto, al "Príncipe" le añadiría "Heredero", pero eso de momento, no era algo relevante. Se acercó a los tres, haciendo los mayores esfuerzos del mundo para no fruncir la nariz por cortesía, mirándolos de arriba abajo. Llegó hasta el muchacho del centro, un chico que no parecía tener mucha más edad que él... y que tenía cierta resemblanza a Lady Diana... ¿Ese era acaso el hijo de la mujer? ¿El Señor del Valle? Su posición entre los otros dos, denotaba sin duda superioridad, ¿ese era él? Le observó algo más atentamente que a los demás, con sus penetrantes ojos lilas. Tenía entendido que su hermana era melliza a él... ¿Se le parecería? Entonces probablemente no estaría tan mal, teniendo en cuenta que seguramente cualquier muchacha consideraría a ese joven, como mínimo atractivo. Ya era tranquilizador eso.
- Vos debéis ser... ¿Lord Belmore, cierto? De ser así, reitero mi bienvenida, mi señor. Y me gustaría preguntaros ¿dónde se encuentra vuestra hermana, Lady Priscila? Tenía esperanzas de veros a ambos... Espero que no hayáis tenido ningún inconveniente durante el viaje.
Le gustaba saberlo, sin embargo, no podía evitar sentir cierto nerviosismo.
Por los Siete... ¡era una simple mujer y él era un dragón! ¿Qué tenía que temer un dragón de una mujer? No es como si fuera a enfrentarse contra una bestia de leyenda ni nada parecido. Simplemente una doncella. Una doncella a la que no conocía y que, sin embargo, era a la que iba a atarse (al menos formalmente) por el resto de su vida. Y el hecho de que su relación con dicha doncella fuera algo de lo que dependía buena parte de la estabilidad del reino hacía las cosas mucho mejores.
Genial.
Viserys frunció el ceño. Al enterarse de que la comitiva de los Belmore estaba a muy poca distancia de Desembarco, se preparó de inmediato. Se adecentó y engalanó de la mejor forma posible: sus cortos cabellos rubios platinados perfectamente peinados, un jubón de terciopelo negro con pequeñas imágenes de dragones con las alas extendidas confeccionadas en rubí cosidas al tejido y unos pantalones oscuros y sobrios. Su capa era de seda roja, con detalles negros en los bordes. Mientras se miraba al espejo, observando los últimos detalles, escuchó golpes en la puerta.
- ¿Quién es? - preguntó, desde lejos.
- Aron, mi príncipe.
- ¿Qué quieres? - dijo, mientras se acomodaba mejor el broche de plata de cabeza de dragón que sostenía su capa.
- Los Belmore, príncipe. Ellos han llegado.
Viserys sonrió de costado, levemente y asintió con la cabeza.
- Excelente. Iré a verlos.
- Pero, príncipe, la comitiva no está en condiciones y...
- ¡Iré a verlos, dije! - exclamó el joven, impaciente e irritado. No podía aguantar un minuto más la curiosidad de ver a su prometida, a la dichosa hija de Lady Diana.
Por fin, el Targaryen salió del interior de su alcoba y se dirigió, a paso rápido adonde sabía que iban las visitas de importancia. Su padre era demasiado importante y estaba demasiado ocupado como para ser molestado con asuntos como la llegada de los visitantes. Si Aerys tuviera que recibir personalmente a cada invitado a la celebración de su hijo, probablemente habría quemado a muchos de ellos, por mero aburrimiento.
En ese momento, entró a paso firme a la sala y lo que vio fue... decepcionante.
Un hato de hombres desharrapados y mugrientos... Si, sin duda el viaje desde el Valle, por caballo, debía ser duro... ¿Qué les costaba venir en barco? Él quería dar una primera buena impresión a su prometida y ¿acaso ella había venido con este montón de sucios?
Pero entonces, recordó las palabras de su sirviente, Aron. "La comitiva no está en condiciones..." En ese preciso momento, Viserys Targaryen se maldijo a sí mismo por su impaciencia. Si hubiera esperado un poco y mandado más sirvientes.
- Bienvenidos seáis a la Fortaleza Roja...- eran tres hombres... y no había ninguna chica, ¿cómo es que no había ninguna chica? ¿¡DÓNDE ESTABA SU PROMETIDA!? De momento, Viserys se tragó su contrariedad y sus grandes ojos lilas evaluaron a cada uno de los presentes, buscando dirigirles además con los labios la sonrisa más afable y cordial que pudo. - Soy Viserys, de la Casa Targaryen, Príncipe de Poniente. - y muy pronto, al "Príncipe" le añadiría "Heredero", pero eso de momento, no era algo relevante. Se acercó a los tres, haciendo los mayores esfuerzos del mundo para no fruncir la nariz por cortesía, mirándolos de arriba abajo. Llegó hasta el muchacho del centro, un chico que no parecía tener mucha más edad que él... y que tenía cierta resemblanza a Lady Diana... ¿Ese era acaso el hijo de la mujer? ¿El Señor del Valle? Su posición entre los otros dos, denotaba sin duda superioridad, ¿ese era él? Le observó algo más atentamente que a los demás, con sus penetrantes ojos lilas. Tenía entendido que su hermana era melliza a él... ¿Se le parecería? Entonces probablemente no estaría tan mal, teniendo en cuenta que seguramente cualquier muchacha consideraría a ese joven, como mínimo atractivo. Ya era tranquilizador eso.
- Vos debéis ser... ¿Lord Belmore, cierto? De ser así, reitero mi bienvenida, mi señor. Y me gustaría preguntaros ¿dónde se encuentra vuestra hermana, Lady Priscila? Tenía esperanzas de veros a ambos... Espero que no hayáis tenido ningún inconveniente durante el viaje.
Viserys Targaryen
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Re: Untimely Arrival (Viserys Targaryen)
Los ojos de Lord Belmore paseaban por toda la habitación. Era su primera vez en Desembarco del Rey, tan solo conocía sobre la Fortaleza Roja por libros que leyó y relatos que escucho de parte de sus hombres. Ni una cosa ni la otra alcanzaron para darle una idea de cómo se sentiría en ese momento. Estaba en un lugar construido por el mismísimo Aegon Targaryen, el jinete de dragón que se apodero de Poniente y creo el Trono de hierro. Ese mismo lugar fue testigo de múltiples hechos que llevaron a formar la historia tal y como la conocían actualmente. <Tal vez alguna vez Aemon, el caballero dragón, apoyo su espalda en aquel pilar> Pensó mirando un pilar a la lejanía a quien nadie más estaba prestándole atención. Cientos de personajes legendarios caminaron por el lugar exacto donde él estaba parado en ese momento, debía controlarse para que la emoción no lo desbordara.
Pero no solo eran los héroes del pasado, los que actualmente habitaban la fortaleza también ocupaban sus pensamientos. Arthur Dayne, la espada del amanecer, no debía de estar muy lejos de donde él se encontraba, incluso tal vez tendría oportunidad de verlo en acción en el torneo en honor al príncipe Viserys. Si andaba con suerte podía toparse con Gerold Hightower o Barristan Selmy a la vuelta de la esquina, el viaje definitivamente había valido la pena.
Darren totalmente metido en sus pensamientos hasta que escuchó pasos aproximándose. Un joven aproximadamente de su misma edad se acercaba. Cabello platinado, un jubón con imágenes de dragones, definitivamente se trataba de un Targaryen. Darren tenía en mente solo a un Targaryen próximo a él en edad ¿Viserys en persona venía a recibirlo?
Ante la presentación y la bienvenida el joven Lord Belmore estaba estático. A su mente acudió el pensamiento de que debía estar haciendo el ridículo ante el príncipe, por lo que su saludo inicial transcurrió con una leve nota de nerviosismo en su voz.
-M-mi Principe.- Inclino la cabeza ante el Targaryen demostrándole respeto. –En efecto soy Darren, Señor de la casa Belmore.- En una situación normal habría procedido mencionando cada uno de sus títulos, pero la presencia de Viserys lo cohibía. –Mi hermana debería estar llegando pronto, un pequeño inconveniente la ha demorado.- Respondió sin dar muchos detalles del asunto. –Y gracias por la bienvenida.- Agregó apresuradamente.
El Príncipe le parecía una persona imponente ¿Serían acaso todos los Targaryen así? De serlo no le sorprendía que esa familia lograra gobernar Poniente durante siglos, aplacando aun rebeliones incluso sin contar con dragones.
-Os pido que disculpéis mi aspecto. He venido cabalgando desde Nido de Águilas y no tuve oportunidad de prepararme correctamente para estar ante la presencia de un Príncipe.- La diferencia entre la vestimenta y pulcritud de ambos era similar a la de un Señor y un mendigo.
Pero no solo eran los héroes del pasado, los que actualmente habitaban la fortaleza también ocupaban sus pensamientos. Arthur Dayne, la espada del amanecer, no debía de estar muy lejos de donde él se encontraba, incluso tal vez tendría oportunidad de verlo en acción en el torneo en honor al príncipe Viserys. Si andaba con suerte podía toparse con Gerold Hightower o Barristan Selmy a la vuelta de la esquina, el viaje definitivamente había valido la pena.
Darren totalmente metido en sus pensamientos hasta que escuchó pasos aproximándose. Un joven aproximadamente de su misma edad se acercaba. Cabello platinado, un jubón con imágenes de dragones, definitivamente se trataba de un Targaryen. Darren tenía en mente solo a un Targaryen próximo a él en edad ¿Viserys en persona venía a recibirlo?
Ante la presentación y la bienvenida el joven Lord Belmore estaba estático. A su mente acudió el pensamiento de que debía estar haciendo el ridículo ante el príncipe, por lo que su saludo inicial transcurrió con una leve nota de nerviosismo en su voz.
-M-mi Principe.- Inclino la cabeza ante el Targaryen demostrándole respeto. –En efecto soy Darren, Señor de la casa Belmore.- En una situación normal habría procedido mencionando cada uno de sus títulos, pero la presencia de Viserys lo cohibía. –Mi hermana debería estar llegando pronto, un pequeño inconveniente la ha demorado.- Respondió sin dar muchos detalles del asunto. –Y gracias por la bienvenida.- Agregó apresuradamente.
El Príncipe le parecía una persona imponente ¿Serían acaso todos los Targaryen así? De serlo no le sorprendía que esa familia lograra gobernar Poniente durante siglos, aplacando aun rebeliones incluso sin contar con dragones.
-Os pido que disculpéis mi aspecto. He venido cabalgando desde Nido de Águilas y no tuve oportunidad de prepararme correctamente para estar ante la presencia de un Príncipe.- La diferencia entre la vestimenta y pulcritud de ambos era similar a la de un Señor y un mendigo.
Darren Belmore
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Re: Untimely Arrival (Viserys Targaryen)
Una sombra de decepción cruzó fugazmente el rostro del príncipe al enterarse de la ausencia de Priscila... ¿Qué podría haber sido tan importante como para evitar su presencia en la Fortaleza Roja y prevenir de visitarlo a él y nada más que a él, un joven príncipe dragón, el futuro de Poniente? Hizo una leve mueca con la boca, y luego negó con la cabeza, borrando aquella expresión de su rostro y volviendo a adoptar una seriedad neutral, aunque amable.
- Es evidente.- señaló Viserys, con una ceja arqueada al escuchar como el otro argumentaba que el viaje a caballo había deshecho su aspecto al punto de no estar listo para encontrarse con un príncipe. - También me extraña el hecho de que tengáis solo dos hombres con vos... ¿Acaso solo viniste con ellos a Desembarco? - pero antes de que Darren pudiera contestar, él negó con la cabeza: - No... Seguro que no. La ciudad es muy grande e... interesante. No me cabe duda de que vuestros soldados, luego de jornadas de agotadora marcha hayan decidido ir a despejarse y relajarse antes de llegar a éste sitio.
¿Qué clase de Lord permitiría que sus hombres se dispersaran antes de llegar a destino y arribar solo con dos? ¿Por qué Darren había permitido que los demás se alejarán si, como sospechaba, había acudido con más hombres? ¿Falta de disciplina o exceso de bondad? De momento, no podía discernirlo con claridad.
- En fin, sea de la manera que sea... Aquello de no estar en condiciones tiene fácil arreglo. - el chico de cabellos platinados dio dos fuertes y sonoras palmadas y, al instante, un cortejo de bonitas sirvientas entraron al lugar, con las cabezas gachas en señal de respeto. Viserys observó a la que parecía ser la líder de ellas y le dijo: - Quiero que conduzcas a Lord Belmore y a estos dos buenos caballeros que lo acompañan a sus habitaciones. Que a todos se les prepare un baño caliente y se le otorgue ropa limpia. - las damas asintieron con la cabeza y fueron tomando a los dos guardias de Belmore de los brazos para llevarlos, pero antes de que una de ellas se acercara para hacer lo mismo con el más joven, Viserys miró a Darren y dijo:
- Cuando estéis listo, espero que no os moleste venir a recorrer la ciudad conmigo... Después de todo, si vamos a ser hermanos a través del matrimonio en un futuro cercano, lo mejor es empezar a conocernos. Además os debéis morir de curiosidad por este sitio, como todo primerizo aquí. No os preocupéis, no deberéis cabalgar ni caminar más. - Viserys no tenía intención ni de cansar más a su invitado ni de exponerse personalmente al mal olor de los plebeyos o algo parecido. - Además, probablemente podamos encontrar a vuestros guardias perdidos.- rió de manera muy leve y agregó: - Os espero aquí mismo en... una hora y media. Si. Creo que es tiempo suficiente. - hizo una suave inclinación con la cabeza a modo de saludo y se retiró, a paso firme del lugar.
Al regresar a sus aposentos, ordenó que se le preparara una litera. Además, le ordenó a Ser Darry de la Guardia Real, el hombre de blanco que siempre lo custodiaba que también lo acompañara... Aunque sinceramente Viserys confiaba más en su propia espada que en la de ese capa blanca. Los más hábiles, por supuesto, se encontraban guardando al Rey. Aunque entrenase bajo la tutela del Lord Comandante Gerold Hightower, no era Gerold quien lo protegía regularmente a él, sino a su padre. Era perfectamente comprensible, al menos de su parte, aunque le seguía molestando... Porque los Guardias Reales que protegían a Aegon y Rhaenys deberían ser suyos por derecho también.
Negó con la cabeza, olvidando esto y se quitó la capa. Le molestaba y más le molestaba el hecho de saber que había hecho tantos preparativos para nada. Aparentemente Lady Belmore no aparecía pronto. Mejor, más libertad. Se miraba al espejo, observando lo que quedaba de su vestimenta y negó con la cabeza. Si iba a salir y a mezclarse (aunque fuera un poco) con aquellos inferiores de fuera de la Fortaleza, debería ponerse algo más austero, acorde a la situación. Recordaba como su madre Rhaella le enseñaba siempre que a pesar de su estatus, no debía mostrar tanta opulencia frente a los pobres, ya que lo más probable era que le robaran o algo peor. La codicia y el odio sacaban lo peor de la gente.
Se quitó el jubón y prefirió algo más simple: uno de cuero, también negro, con hilos de seda rojos en torno a los puños, el cuello y el centro de la prenda, en ésta última zona formando incluso motivos de pequeñas llamaradas. No se anudó la lazada, como de costumbre cuando no tenía que estar del todo formal, dado que le gustaba estar más libre en ese sentido, por lo que dejaba su cuello y la parte más superior de su pecho un poco al descubierto. También aprovechó para ponerse la espada en torno al cinturón y una daga.
Luego se recostó en la cama, boca arriba, esperando que pasase el tiempo y divagando sobre el joven que había conocido. La pregunta seguía flotando en su mente, ¿falta de disciplina o exceso de bondad? ¿Qué clase de hombre sería este tal Darren? Teniendo en cuenta la madre que tuvo, podía esperar un ser astuto o al menos que sabía como comandar el respeto de su gente... Pero éste Belmore ¿tendría esa habilidad? Era difícil de saber. Se llevó una mano al mentón, pensativo.
Bien, ya averiguaría de qué estaba hecho el chico, después de todo. Una vez pasó el tiempo, se puso de pie y salió del cuarto, indicando al Guardia Real que lo siguiera.
Llegaron hasta el vestíbulo y esperó un momento allí, hasta que vio a Darren emerger de una de las puertas. Lo recibió con una sonrisa de costado y le dijo:
- Espero que ahora si estéis en condiciones, Lord Belmore.- suspiró y luego señaló con la cabeza a su custodio: - Os presento a Ser Jonothor Darry de la Guardia Real. No será el Toro Blanco o la Espada del Amanecer pero... es algo.- se encogió de hombros y Darry, aparentemente ignorando la desfavorable comparación, saludó a Belmore cortésmente con una inclinación de la cabeza.
Comenzó a caminar en dirección al exterior, asegurándose de que su invitado lo siguiera. Estuvo en silencio hasta que llegaron fuera, donde había una enorme litera negra con adornos rojos sostenida por cuatro tipos fornidos, y custodiada por varios guardias de la Casa Targaryen. Viserys hizo un gesto con la cabeza y los chicos entraron. Había cómodos cojines por doquier y varios platos con dulces e incluso una jarra llena de vino dorado con dos copas. El príncipe tomó la jarra y sirvió una generosa medida en una copa y luego en la otra, dándole una a su invitado.
- Por favor, bebed, bebed con confianza.
Claro que él habría desconfiado de cualquier persona que se mostrara tan amable o que lo incitara a beber recién luego de haberlo conocido... No, el vino obviamente no estaba envenenado. Pero si Viserys hubiera estado en la situación de Darren, se lo habría pensado dos veces. Y más si su interlocutor portaba una espada envainada.
La litera se alzó y comenzó a avanzar. Viserys bebió un sorbo y luego se extendió hacia atrás, sobre los cojines, mirando al otro. Entonces le preguntó:
- Veamos... ¿Qué esperáis de Desembarco del Rey, Lord Belmore? Si, habéis venido, sin duda, por mi día del nombre. Pero la capital no se acaba en mi onomástico. ¿Qué imagináis o esperáis encontrar aquí? Claro, más allá de a todos los grandes guerreros y señores que habitan la Fortaleza Roja.
- Es evidente.- señaló Viserys, con una ceja arqueada al escuchar como el otro argumentaba que el viaje a caballo había deshecho su aspecto al punto de no estar listo para encontrarse con un príncipe. - También me extraña el hecho de que tengáis solo dos hombres con vos... ¿Acaso solo viniste con ellos a Desembarco? - pero antes de que Darren pudiera contestar, él negó con la cabeza: - No... Seguro que no. La ciudad es muy grande e... interesante. No me cabe duda de que vuestros soldados, luego de jornadas de agotadora marcha hayan decidido ir a despejarse y relajarse antes de llegar a éste sitio.
¿Qué clase de Lord permitiría que sus hombres se dispersaran antes de llegar a destino y arribar solo con dos? ¿Por qué Darren había permitido que los demás se alejarán si, como sospechaba, había acudido con más hombres? ¿Falta de disciplina o exceso de bondad? De momento, no podía discernirlo con claridad.
- En fin, sea de la manera que sea... Aquello de no estar en condiciones tiene fácil arreglo. - el chico de cabellos platinados dio dos fuertes y sonoras palmadas y, al instante, un cortejo de bonitas sirvientas entraron al lugar, con las cabezas gachas en señal de respeto. Viserys observó a la que parecía ser la líder de ellas y le dijo: - Quiero que conduzcas a Lord Belmore y a estos dos buenos caballeros que lo acompañan a sus habitaciones. Que a todos se les prepare un baño caliente y se le otorgue ropa limpia. - las damas asintieron con la cabeza y fueron tomando a los dos guardias de Belmore de los brazos para llevarlos, pero antes de que una de ellas se acercara para hacer lo mismo con el más joven, Viserys miró a Darren y dijo:
- Cuando estéis listo, espero que no os moleste venir a recorrer la ciudad conmigo... Después de todo, si vamos a ser hermanos a través del matrimonio en un futuro cercano, lo mejor es empezar a conocernos. Además os debéis morir de curiosidad por este sitio, como todo primerizo aquí. No os preocupéis, no deberéis cabalgar ni caminar más. - Viserys no tenía intención ni de cansar más a su invitado ni de exponerse personalmente al mal olor de los plebeyos o algo parecido. - Además, probablemente podamos encontrar a vuestros guardias perdidos.- rió de manera muy leve y agregó: - Os espero aquí mismo en... una hora y media. Si. Creo que es tiempo suficiente. - hizo una suave inclinación con la cabeza a modo de saludo y se retiró, a paso firme del lugar.
Al regresar a sus aposentos, ordenó que se le preparara una litera. Además, le ordenó a Ser Darry de la Guardia Real, el hombre de blanco que siempre lo custodiaba que también lo acompañara... Aunque sinceramente Viserys confiaba más en su propia espada que en la de ese capa blanca. Los más hábiles, por supuesto, se encontraban guardando al Rey. Aunque entrenase bajo la tutela del Lord Comandante Gerold Hightower, no era Gerold quien lo protegía regularmente a él, sino a su padre. Era perfectamente comprensible, al menos de su parte, aunque le seguía molestando... Porque los Guardias Reales que protegían a Aegon y Rhaenys deberían ser suyos por derecho también.
Negó con la cabeza, olvidando esto y se quitó la capa. Le molestaba y más le molestaba el hecho de saber que había hecho tantos preparativos para nada. Aparentemente Lady Belmore no aparecía pronto. Mejor, más libertad. Se miraba al espejo, observando lo que quedaba de su vestimenta y negó con la cabeza. Si iba a salir y a mezclarse (aunque fuera un poco) con aquellos inferiores de fuera de la Fortaleza, debería ponerse algo más austero, acorde a la situación. Recordaba como su madre Rhaella le enseñaba siempre que a pesar de su estatus, no debía mostrar tanta opulencia frente a los pobres, ya que lo más probable era que le robaran o algo peor. La codicia y el odio sacaban lo peor de la gente.
Se quitó el jubón y prefirió algo más simple: uno de cuero, también negro, con hilos de seda rojos en torno a los puños, el cuello y el centro de la prenda, en ésta última zona formando incluso motivos de pequeñas llamaradas. No se anudó la lazada, como de costumbre cuando no tenía que estar del todo formal, dado que le gustaba estar más libre en ese sentido, por lo que dejaba su cuello y la parte más superior de su pecho un poco al descubierto. También aprovechó para ponerse la espada en torno al cinturón y una daga.
Luego se recostó en la cama, boca arriba, esperando que pasase el tiempo y divagando sobre el joven que había conocido. La pregunta seguía flotando en su mente, ¿falta de disciplina o exceso de bondad? ¿Qué clase de hombre sería este tal Darren? Teniendo en cuenta la madre que tuvo, podía esperar un ser astuto o al menos que sabía como comandar el respeto de su gente... Pero éste Belmore ¿tendría esa habilidad? Era difícil de saber. Se llevó una mano al mentón, pensativo.
Bien, ya averiguaría de qué estaba hecho el chico, después de todo. Una vez pasó el tiempo, se puso de pie y salió del cuarto, indicando al Guardia Real que lo siguiera.
Llegaron hasta el vestíbulo y esperó un momento allí, hasta que vio a Darren emerger de una de las puertas. Lo recibió con una sonrisa de costado y le dijo:
- Espero que ahora si estéis en condiciones, Lord Belmore.- suspiró y luego señaló con la cabeza a su custodio: - Os presento a Ser Jonothor Darry de la Guardia Real. No será el Toro Blanco o la Espada del Amanecer pero... es algo.- se encogió de hombros y Darry, aparentemente ignorando la desfavorable comparación, saludó a Belmore cortésmente con una inclinación de la cabeza.
Comenzó a caminar en dirección al exterior, asegurándose de que su invitado lo siguiera. Estuvo en silencio hasta que llegaron fuera, donde había una enorme litera negra con adornos rojos sostenida por cuatro tipos fornidos, y custodiada por varios guardias de la Casa Targaryen. Viserys hizo un gesto con la cabeza y los chicos entraron. Había cómodos cojines por doquier y varios platos con dulces e incluso una jarra llena de vino dorado con dos copas. El príncipe tomó la jarra y sirvió una generosa medida en una copa y luego en la otra, dándole una a su invitado.
- Por favor, bebed, bebed con confianza.
Claro que él habría desconfiado de cualquier persona que se mostrara tan amable o que lo incitara a beber recién luego de haberlo conocido... No, el vino obviamente no estaba envenenado. Pero si Viserys hubiera estado en la situación de Darren, se lo habría pensado dos veces. Y más si su interlocutor portaba una espada envainada.
La litera se alzó y comenzó a avanzar. Viserys bebió un sorbo y luego se extendió hacia atrás, sobre los cojines, mirando al otro. Entonces le preguntó:
- Veamos... ¿Qué esperáis de Desembarco del Rey, Lord Belmore? Si, habéis venido, sin duda, por mi día del nombre. Pero la capital no se acaba en mi onomástico. ¿Qué imagináis o esperáis encontrar aquí? Claro, más allá de a todos los grandes guerreros y señores que habitan la Fortaleza Roja.
Viserys Targaryen
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Re: Untimely Arrival (Viserys Targaryen)
Como el Príncipe decía, era evidente que Darren no se encontraba vestido apropiadamente para una reunión con alguien de la realeza. Tenía la esperanza de al entrar en la fortaleza toparse con un siervo que le ofreciera un baño antes del encuentro, pero estar antes ante la presencia de Viserys era un infortunio, aunque mezclado con un honor. Estaba por abrir la boca para explicarle el motivo de tener solo dos hombres con él, pero como el Príncipe continuo hablando Lord Belmore optó por guardar un respetuoso silencio.
Luego del llamado de Viserys un grupo de sirvientes se aproximó a los recién llegados. El ofrecimiento de un baño era un gran alivio, dos semanas cabalgando terminaban por dejar un olor para nada atractivo. El vállense extrañaba la calidez que proveía una bañera, en el tiempo que pasó viajando apenas tuvo la oportunidad de lavarse las manos y la cara en algún que otro arrollo.
Las últimas palabras que el Príncipe le dirigió a Darren antes de que se separaran le ocasionaron una alegría bastante grande y difícil de disimular. ´´Hermanos´´ resonó en su mente. Su casa estaría ligada a los Targaryen, algo que la mayoría de las familias de Poniente ansiaban conseguir. Una vez pasada la emoción inicial, un segundo pensamiento vino a él. ¿Y si Viserys resultaba no ser alguien adecuado para su hermana? Hasta ahora la impresión que el Targaryen dejaba en él era la mejor, pero por el bien de su querida hermana quería estar completamente seguro de las intenciones de Viserys.
Abandonó la entrada de la fortaleza siendo guiado del brazo por una de las sirvientas, esta lo condujo hasta una habitación. El dormitorio destinado a Darren era bastante amplió, con una cama cómoda digna de un gran Señor. La sirvienta continúo llevándolo del brazo, guiándolo a través de una puerta en la habitación que conducía al baño. El principal atractivo de la nueva sala era una bañera de mármol en el centro del lugar, esta estaba llena de agua y el vapor escapaba de la superficie.Lord Belmore se acercó a la bañera y hundió sus dedos en esta para sentir el agua tibia. Ordenó a la sirvienta que le consiguiera ropa más presentable, una vez que esta se fue, Darren se despojó de toda su ropa antes de entrar a la bañera.
Una vez finalizado el baño se afeitó con una hoja que había sido dejada allí para tal motivo, luego se vistió con la ropa que le trajeron. Ahora el joven presentaba un aspecto digno de un noble, vestía un ligero jubón de cuero negro, debajo una camisa azul oscuro, sus nuevas botas (Mucho más que elegantes que las que utilizaba para montar) mostraban un cuero sin teñir, al igual que el pantalón. Al terminar de vestirse se colocó un prendedor con el emblema de la casa Belmore en el pecho.
El joven que fue a reunirse con Viserys en el vestíbulo ahora tenía más el aspecto de un Señor que el de un simple ayudante de cuadras.
-Lo estoy. Os agradezco por tan buen recibimiento.- Agradeció mirando al Príncipe, inmediatamente después observó al guardia real que se encontraba con él. –Es un placer tener la ocasión de conocer a un guardia real.- Saludó con un gesto de la cabeza al Príncipe y luego al guardia real, cuando el primero caminó hacia el exterior Darren lo siguió de cerca.
Al llegar fuera Lord Belmore quedó maravillado por la litera que utilizarían para recorrer Desembarco. Ante el gesto de Viserys, Darren ingresó en ella, ansioso como un niño al que le obsequian un juguete nuevo.
Recibió la copa que su anfitrión le ofrecía y miró en su interior. Parecía ser vino, el color le hacía pensar que debía tratarse del dorado del rejo que tanto mencionaban. Dio un trago, el sabor de la bebida era muy agradable, lo que lo llevo a no contenerse y beber un cuarto de esta sin darse cuenta. Se acomodó mejor en los cojines mientras escuchaba la pregunta de su acompañante.
-La mejor parte de venir a Desembarco es que desconozco que voy a encontrar aquí, mi Príncipe. No se trata solo de una ciudad más, es la capital de los Siete Reinos, el lugar desde donde vuestra casa ha gobernado durante siglos. Fue en esta misma ciudad donde tiempo atrás habitaban dragones, la misma por la que pasaron figuras legendarias e incluso hoy en día algunas siguen encontrándose. –Hablaba en un tono mucho más calmado que cuando llegó a la Fortaleza Roja, estaba acostumbrándose a la imponente figura que le representaban los Targaryen. Extendió la mano para sacar un pastelillo de una bandeja y lo probó antes de seguir con lo que estaba diciendo. – No espero ni imagino que encontrare. La sorpresa lo hace más emocionante ¿Vos que creéis que puede encontrar aquí un vállense?- Finalizó con la pregunta al mismo tiempo que le sonreía al Targaryen.
Luego del llamado de Viserys un grupo de sirvientes se aproximó a los recién llegados. El ofrecimiento de un baño era un gran alivio, dos semanas cabalgando terminaban por dejar un olor para nada atractivo. El vállense extrañaba la calidez que proveía una bañera, en el tiempo que pasó viajando apenas tuvo la oportunidad de lavarse las manos y la cara en algún que otro arrollo.
Las últimas palabras que el Príncipe le dirigió a Darren antes de que se separaran le ocasionaron una alegría bastante grande y difícil de disimular. ´´Hermanos´´ resonó en su mente. Su casa estaría ligada a los Targaryen, algo que la mayoría de las familias de Poniente ansiaban conseguir. Una vez pasada la emoción inicial, un segundo pensamiento vino a él. ¿Y si Viserys resultaba no ser alguien adecuado para su hermana? Hasta ahora la impresión que el Targaryen dejaba en él era la mejor, pero por el bien de su querida hermana quería estar completamente seguro de las intenciones de Viserys.
Abandonó la entrada de la fortaleza siendo guiado del brazo por una de las sirvientas, esta lo condujo hasta una habitación. El dormitorio destinado a Darren era bastante amplió, con una cama cómoda digna de un gran Señor. La sirvienta continúo llevándolo del brazo, guiándolo a través de una puerta en la habitación que conducía al baño. El principal atractivo de la nueva sala era una bañera de mármol en el centro del lugar, esta estaba llena de agua y el vapor escapaba de la superficie.Lord Belmore se acercó a la bañera y hundió sus dedos en esta para sentir el agua tibia. Ordenó a la sirvienta que le consiguiera ropa más presentable, una vez que esta se fue, Darren se despojó de toda su ropa antes de entrar a la bañera.
Una vez finalizado el baño se afeitó con una hoja que había sido dejada allí para tal motivo, luego se vistió con la ropa que le trajeron. Ahora el joven presentaba un aspecto digno de un noble, vestía un ligero jubón de cuero negro, debajo una camisa azul oscuro, sus nuevas botas (Mucho más que elegantes que las que utilizaba para montar) mostraban un cuero sin teñir, al igual que el pantalón. Al terminar de vestirse se colocó un prendedor con el emblema de la casa Belmore en el pecho.
El joven que fue a reunirse con Viserys en el vestíbulo ahora tenía más el aspecto de un Señor que el de un simple ayudante de cuadras.
-Lo estoy. Os agradezco por tan buen recibimiento.- Agradeció mirando al Príncipe, inmediatamente después observó al guardia real que se encontraba con él. –Es un placer tener la ocasión de conocer a un guardia real.- Saludó con un gesto de la cabeza al Príncipe y luego al guardia real, cuando el primero caminó hacia el exterior Darren lo siguió de cerca.
Al llegar fuera Lord Belmore quedó maravillado por la litera que utilizarían para recorrer Desembarco. Ante el gesto de Viserys, Darren ingresó en ella, ansioso como un niño al que le obsequian un juguete nuevo.
Recibió la copa que su anfitrión le ofrecía y miró en su interior. Parecía ser vino, el color le hacía pensar que debía tratarse del dorado del rejo que tanto mencionaban. Dio un trago, el sabor de la bebida era muy agradable, lo que lo llevo a no contenerse y beber un cuarto de esta sin darse cuenta. Se acomodó mejor en los cojines mientras escuchaba la pregunta de su acompañante.
-La mejor parte de venir a Desembarco es que desconozco que voy a encontrar aquí, mi Príncipe. No se trata solo de una ciudad más, es la capital de los Siete Reinos, el lugar desde donde vuestra casa ha gobernado durante siglos. Fue en esta misma ciudad donde tiempo atrás habitaban dragones, la misma por la que pasaron figuras legendarias e incluso hoy en día algunas siguen encontrándose. –Hablaba en un tono mucho más calmado que cuando llegó a la Fortaleza Roja, estaba acostumbrándose a la imponente figura que le representaban los Targaryen. Extendió la mano para sacar un pastelillo de una bandeja y lo probó antes de seguir con lo que estaba diciendo. – No espero ni imagino que encontrare. La sorpresa lo hace más emocionante ¿Vos que creéis que puede encontrar aquí un vállense?- Finalizó con la pregunta al mismo tiempo que le sonreía al Targaryen.
Darren Belmore
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Re: Untimely Arrival (Viserys Targaryen)
La pregunta planteada por Darren fue suficiente para Viserys. Fue suficiente para revelarle qué clase de persona era. Preguntando eso, a los ojos del Príncipe Dragón, el joven del Valle se reveló como un hombre ingenuo: uno e aquellos que creía más en el valor de las acciones y gestas heroicas, en los grandes principios de la caballería de proteger al inocente y servir al desdichado. Era el creer que los héroes eran los que forjaban el mundo.
Entonces se desilusionaría con Desembarco, con la Fortaleza Roja y con la corte, si alguna vez conseguía conocerlas a profundidad, puesto que no había un ápice de esos valores entre los muros de la capital. No era una ciudad de hazañas. Desembarco del Rey podía ser una puta. Y una puta de las peligrosas, de aquellas que no se conforman con su paga y deciden tomar más oro del debido, cuchillo en mano al cuello del cliente.
Viserys bebió de su copa de vino, dando cuenta de la mitad de la misma en un único y amplio sorbo, luego la dejó de lado y miró a Darren intensamente con sus ojos lilas.
- ¿Queréis que os sea sincero, Lord Belmore? - suspiró y prosiguió: - La valentía es una cualidad admirable. Pero más frecuentemente es... peligrosa. Muy peligrosa. En especial si se intenta utilizar en un sitio como este. - corrió las cortinas de la litera, pero solo un poco, lo suficiente para que Belmore pudiera apreciar las calles de Desembarco y su aroma: era una mezcla pestilente entre mierda, sangre, comida, perfumes y sudor. Y la mayoría de los caminos estaban abarrotados de gente. - ¿Veis a cada uno? La mayoría son pobres, claro. Plebeyos que matarían por un plato de comida o una bolsa de oro... O que espiarían y traicionarían si eso es lo que se les promete... ¿Cómo la valentía o el honor puede defender a alguien de eso? - preguntó, mientras sus ojos seguían fijos en la muchedumbre que iba y venía.
Valentía. ¿De qué le había servido la valentía a su hermano Rhaegar, más allá de terminar siéndole funcional a su muerte y al hecho de ser tachado de conspirador?
Rhaegar... La sombra de aquel Dragón seguía pesando sobre Viserys, aunque no quisiera admitirlo. Frunció el ceño, ligeramente. Había sido un traidor y un conspirador. Y tenía su muerte bien merecida.
Pero aún así, lo admiraba. Había habido una época en la que el valor de Rhaegar inspiró a Viserys. En la que esa cualidad de él, entre otras, le había hecho creer que era posible que las gestas y los mitos del pasado se volvieran realidad, donde le hacía creer que el mundo no era tan oscuro. Pero eso se hizo añicos. Su hermano mayor, al cual envidiaba y amaba en partes iguales, murió. Su nombre quedó manchado como uno e los peores traidores al reino. Y Viserys empezó a construir a su alrededor un muro de cinismo e ira reprimida para lidiar mejor con la terrible verdad que permeaba cada rincón de los Siete Reinos, y de Desembarco en particular: que no había héroes. Que los forjadores de la historia eran aquellos que manipulaban a los héroes. La muerte de su madre, la Reina Rhaella, no mejoró las cosas.
Volvió a acomodarse en la litera y le dijo:
- Os encontráis en el peor nido de serpientes que pueda existir en Poniente... Si quitamos a Dorne, por supuesto. Pero las que se ocultan aquí, si bien menos venenosas que las dornienses, son más peligrosas porque saben disimular más. - bebió otra vez de su copa, hasta vaciarla y volvió a servirse. Después, tomó uno de los dulces de un plato y lo comió, lentamente, mientras reflexionaba... ¿Por qué Diana Belmore había tenido un hijo que no parecía compartir absolutamente nada de sus dotes para manejarse en la corte, para la intriga y el manejo entre las sombras? Luego de tragar el alimento, añadió: - La mayoría de las veces una persona oculta con una pluma y un pedazo de papel, o una bolsa de oro, puede ser más peligrosa que otra que esté cara a cara, espada en mano. - luego, se inclinó hacia adelante, observándole directamente a los ojos, con sus elegantes y afiladas facciones, muy cerca de las de él, le dijo entonces: - Cuando gobernéis efectivamente sobre el Valle, esa es una de las lecciones que deberíais comprender: el valor es bueno, pero sirve de poco fuera de una batalla. Conoced a la gente, Darren. - era la primera vez, en toda la conversación, que le llamaba por su nombre. - Por que gente en nuestra posición puede verse rodeada de enemigos, de un día para el otro. Y eso es así aquí, más que en cualquier otro lado, pero estoy seguro que también se darán esas tácticas en el honorable Valle del que provenís.
Entonces se desilusionaría con Desembarco, con la Fortaleza Roja y con la corte, si alguna vez conseguía conocerlas a profundidad, puesto que no había un ápice de esos valores entre los muros de la capital. No era una ciudad de hazañas. Desembarco del Rey podía ser una puta. Y una puta de las peligrosas, de aquellas que no se conforman con su paga y deciden tomar más oro del debido, cuchillo en mano al cuello del cliente.
Viserys bebió de su copa de vino, dando cuenta de la mitad de la misma en un único y amplio sorbo, luego la dejó de lado y miró a Darren intensamente con sus ojos lilas.
- ¿Queréis que os sea sincero, Lord Belmore? - suspiró y prosiguió: - La valentía es una cualidad admirable. Pero más frecuentemente es... peligrosa. Muy peligrosa. En especial si se intenta utilizar en un sitio como este. - corrió las cortinas de la litera, pero solo un poco, lo suficiente para que Belmore pudiera apreciar las calles de Desembarco y su aroma: era una mezcla pestilente entre mierda, sangre, comida, perfumes y sudor. Y la mayoría de los caminos estaban abarrotados de gente. - ¿Veis a cada uno? La mayoría son pobres, claro. Plebeyos que matarían por un plato de comida o una bolsa de oro... O que espiarían y traicionarían si eso es lo que se les promete... ¿Cómo la valentía o el honor puede defender a alguien de eso? - preguntó, mientras sus ojos seguían fijos en la muchedumbre que iba y venía.
Valentía. ¿De qué le había servido la valentía a su hermano Rhaegar, más allá de terminar siéndole funcional a su muerte y al hecho de ser tachado de conspirador?
Rhaegar... La sombra de aquel Dragón seguía pesando sobre Viserys, aunque no quisiera admitirlo. Frunció el ceño, ligeramente. Había sido un traidor y un conspirador. Y tenía su muerte bien merecida.
Pero aún así, lo admiraba. Había habido una época en la que el valor de Rhaegar inspiró a Viserys. En la que esa cualidad de él, entre otras, le había hecho creer que era posible que las gestas y los mitos del pasado se volvieran realidad, donde le hacía creer que el mundo no era tan oscuro. Pero eso se hizo añicos. Su hermano mayor, al cual envidiaba y amaba en partes iguales, murió. Su nombre quedó manchado como uno e los peores traidores al reino. Y Viserys empezó a construir a su alrededor un muro de cinismo e ira reprimida para lidiar mejor con la terrible verdad que permeaba cada rincón de los Siete Reinos, y de Desembarco en particular: que no había héroes. Que los forjadores de la historia eran aquellos que manipulaban a los héroes. La muerte de su madre, la Reina Rhaella, no mejoró las cosas.
Volvió a acomodarse en la litera y le dijo:
- Os encontráis en el peor nido de serpientes que pueda existir en Poniente... Si quitamos a Dorne, por supuesto. Pero las que se ocultan aquí, si bien menos venenosas que las dornienses, son más peligrosas porque saben disimular más. - bebió otra vez de su copa, hasta vaciarla y volvió a servirse. Después, tomó uno de los dulces de un plato y lo comió, lentamente, mientras reflexionaba... ¿Por qué Diana Belmore había tenido un hijo que no parecía compartir absolutamente nada de sus dotes para manejarse en la corte, para la intriga y el manejo entre las sombras? Luego de tragar el alimento, añadió: - La mayoría de las veces una persona oculta con una pluma y un pedazo de papel, o una bolsa de oro, puede ser más peligrosa que otra que esté cara a cara, espada en mano. - luego, se inclinó hacia adelante, observándole directamente a los ojos, con sus elegantes y afiladas facciones, muy cerca de las de él, le dijo entonces: - Cuando gobernéis efectivamente sobre el Valle, esa es una de las lecciones que deberíais comprender: el valor es bueno, pero sirve de poco fuera de una batalla. Conoced a la gente, Darren. - era la primera vez, en toda la conversación, que le llamaba por su nombre. - Por que gente en nuestra posición puede verse rodeada de enemigos, de un día para el otro. Y eso es así aquí, más que en cualquier otro lado, pero estoy seguro que también se darán esas tácticas en el honorable Valle del que provenís.
Viserys Targaryen
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Re: Untimely Arrival (Viserys Targaryen)
Prestó atención a cada palabra que salía de la boca de Viserys. Mientras que este veía a la valentía como algo peligroso, Darren creía que era una de las más importantes virtudes que un caballero debía poseer. Tener durante años a su madre como mentora en Rapsodia no sirvió para cambiar la mentalidad del joven, alguien que muchas veces parecía demasiado seducido por los cuentos de caballería donde el gallardo guerrero o gentil caballero lograban superar un gran desafío y finalmente conseguir los que más anhelaban. Belmore sabía desenvolverse entre nobles, era conocedor del juego que estos jugaban, pero en el fondo muchas veces demostraba continuar ser el mismo niño que con un palo en la mano pretendía ser un héroe.
Al ver fuera de la litera podía ver el lado de la historia que casi siempre quedaba opacado. Siglos de historia en Poniente estaban escritos por la mano de nobles victoriosos, allí fuera se encontraban quienes a pesar de que familia ganase la contienda, siempre perdían. Niños hambrientos no esperaban más que toparse con unas migajas hasta el final del día, ancianos y discapacitados que apenas lograban valerse por sí mismos. Darren dejó lo que estaba comiendo en la misma bandeja de donde lo sacó. El olor proveniente de la calle le hizo arrugar la nariz, la visión que tenía de Desembarco en ese momento era distinta a la que mantuvo mientras ingresaba con la vista fija en la Fortaleza Roja. El Valle también contaba con su buen número de pobres y desamparados, pero Lord Belmore gobernaba desde un lugar tan alto que una de esas personas jamás se cruzaría por su vista, ahora se enfrentaba a una realidad completamente distinta de la que estaba acostumbrado.
Se acomodó en la litera al mismo tiempo que el otro lo hacía, bebió lo que le quedaba de la copa de vino antes de dejarla en una bandeja y prosiguió observando al Targaryen. Las palabras que el otro decía fácilmente podrían haber salido de la boca de Lady Diana, ambos se le hacían similares de cierta manera. Darren mantenía respeto por la manera de pensar y actuar que poseía su madre, algo similar estaba empezando a nacer en él hacia el Príncipe.
Sabía que en muchas ocasiones el honor y la valentía eran más proclives a convertirse en una tumba antes que una solución. En esas situaciones otro tipo de medidas eran requeridas, muchas que a Belmore le disgustaban pero que sus enemigos no tendrían piedad en usar en su contra, esa era tal vez su mayor debilidad. De parte de su madre aprendió que tarde o temprano debería madurar en ese aspecto y el de verdad que lo quería, pero aunque lo intentara no lograba pensar un mundo en el que podría vivir consigo mismo luego de renunciar al honor. <Más importante es conservar la vida> Escuchó en un pensamiento fugaz mientras el Príncipe terminaba de hablar.
-Cuando la valentía se convierte en una inutilidad y el honor no es nada más que una palabra sin sentido alguno. ¿A que debe acudir un hombre para deshacerse de sus enemigos? ¿Cómo se puede diferenciar un lobo con piel de oveja cuando este se mezcla con facilidad en el rebaño?- Las preguntas del Belmore estaban formuladas no solo para conocer más del otro, también quería genuinamente de quien algún día podía terminar siendo el Rey de los Siete Reinos.
Al ver fuera de la litera podía ver el lado de la historia que casi siempre quedaba opacado. Siglos de historia en Poniente estaban escritos por la mano de nobles victoriosos, allí fuera se encontraban quienes a pesar de que familia ganase la contienda, siempre perdían. Niños hambrientos no esperaban más que toparse con unas migajas hasta el final del día, ancianos y discapacitados que apenas lograban valerse por sí mismos. Darren dejó lo que estaba comiendo en la misma bandeja de donde lo sacó. El olor proveniente de la calle le hizo arrugar la nariz, la visión que tenía de Desembarco en ese momento era distinta a la que mantuvo mientras ingresaba con la vista fija en la Fortaleza Roja. El Valle también contaba con su buen número de pobres y desamparados, pero Lord Belmore gobernaba desde un lugar tan alto que una de esas personas jamás se cruzaría por su vista, ahora se enfrentaba a una realidad completamente distinta de la que estaba acostumbrado.
Se acomodó en la litera al mismo tiempo que el otro lo hacía, bebió lo que le quedaba de la copa de vino antes de dejarla en una bandeja y prosiguió observando al Targaryen. Las palabras que el otro decía fácilmente podrían haber salido de la boca de Lady Diana, ambos se le hacían similares de cierta manera. Darren mantenía respeto por la manera de pensar y actuar que poseía su madre, algo similar estaba empezando a nacer en él hacia el Príncipe.
Sabía que en muchas ocasiones el honor y la valentía eran más proclives a convertirse en una tumba antes que una solución. En esas situaciones otro tipo de medidas eran requeridas, muchas que a Belmore le disgustaban pero que sus enemigos no tendrían piedad en usar en su contra, esa era tal vez su mayor debilidad. De parte de su madre aprendió que tarde o temprano debería madurar en ese aspecto y el de verdad que lo quería, pero aunque lo intentara no lograba pensar un mundo en el que podría vivir consigo mismo luego de renunciar al honor. <Más importante es conservar la vida> Escuchó en un pensamiento fugaz mientras el Príncipe terminaba de hablar.
-Cuando la valentía se convierte en una inutilidad y el honor no es nada más que una palabra sin sentido alguno. ¿A que debe acudir un hombre para deshacerse de sus enemigos? ¿Cómo se puede diferenciar un lobo con piel de oveja cuando este se mezcla con facilidad en el rebaño?- Las preguntas del Belmore estaban formuladas no solo para conocer más del otro, también quería genuinamente de quien algún día podía terminar siendo el Rey de los Siete Reinos.
Darren Belmore
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Re: Untimely Arrival (Viserys Targaryen)
La pregunta que le hizo Darren, y el modo de formularla, llamaron la atención de Viserys. Probablemente aquel chico supiera menos de intriga que un salvaje de Más-Allá-del-Muro, pero al menos parecía demostrar cierto interés en aprender. Recordaba las palabras que le había dicho Lady Diana hace unos días, cuando tocaron el tema de su compromiso con Priscila. Los dos, tanto Darren como Priscila eran oriundos del Valle y habían vivido su vida en el Nido de Águilas, en una corte mucho más simple y, en muchos aspectos, más honesta y transparente. No era de sorprender, después de todo, que él se comportase de esa manera, entonces.
Viserys cruzó sus brazos sobre su pecho nuevamente y le dijo:
- En ese caso tienes dos opciones: aniquilar al rebaño por entero, es una. Cruel, impopular... Pero eficaz. Y en segundo lugar, de manera más sutil, inteligente y segura... Debe recurrir a esto.- se llevó una mano a la cabeza y se señaló con el índice dos veces la frente. - La mente de un hombre puede ser un arma mucho más letal que la espada más afilada, incluso que el acero valyrio. Un hombre que sepa como explotar los deseos ocultos de los demás, un hombre que conozca a sus pares y pueda deducir sus intenciones con la suficiente rapidez y actuar en consecuencia, casi nunca se verá en la necesidad de mostrar acero.
Y eso era exactamente lo que creía. Si Darren Belmore tenía siquiera alguna esperanza de llevar al Valle a buen puerto, debía ser por ese camino. Los señores vallenses, si estaban tan acostumbrados al terreno de la honorabilidad y a luchar de frente, entonces se verían desestabilizados completamente si alguien utilizaba otras tácticas contra ellos. Tácticas que podían considerarse sucias, pero efectivas.
- Tengo entendido que pasaréis un mes en la ciudad, una vez que las celebraciones por mi día del nombre terminen.- dijo Viserys, recordando la conversación con Diana. - Lo que debéis hacer en ese mes es... escuchar. Escuchar en la corte. Aprender de vuestra propia madre, e incluso de otros como lo son Lord Varys o el Gran Maestre Pycelle, aunque ambos sean un par de personajes verdaderamente tediosos. Aprende, Darren. Escucha; aprende; engaña. - corrió otra vez las cortinas de la litera. El artilugio había llegado a una calle especialmente solitaria y oscura, aunque alejada del Lecho de Pulgas, donde estaba la mayor cantidad de gente. Viserys se bajó y ayudó a Darren a bajarse también. Con un gesto de la cabeza, ordenó a los que portaban la litera que se retiraran, la devolverían a la Fortaleza Roja.
Viserys no tenía ninguna intención de continuar con su paseo en aquel artefacto, sobre todo cuando quería mostrarle a Darren donde podía conseguirse buena información. No había necesidad de seguir con tanta pompa y gloria. Miró a Ser Darry. No era la primera vez que hacía un "paseo" de ese estilo, aunque en éste caso el no pretendía ni mucho menos ser el protagonista principal. El Guardia asintió y regresó con el resto de los soldados, escoltando la litera de regreso.
El muchacho, antes de bajar de la litera había tomado un par de capas con capucha algo raídas. Se puso una y le pasó la otra a Belmore, indicando que también se la colocara. Se subió la capucha, ocultando su rostro. De cualquier manera, no pasaría nada. Tenía buenos contactos también en esa zona de la ciudad, uno no era el príncipe por nada.
Hizo una seña con la cabeza a su acompañante para que lo siguiera y se metió por otros callejones, angostos y oscuros. El cielo enrojecía por el atardecer; estaba oscureciendo.
Por fin, salieron a una calle bastante más ancha, había poca gente, pero el Targaryen sabía que, a medida que avanzara la noche, esa vía en particular de la urbe iba a hacerse más concurrida. Había casas bastante elegantes, pero lo que predominaba eran otras cosas: farolillos. Farolillos rojos, que chicos y chicas iban encendiendo, uno tras otro, de manera irregular.
- ¿Reconocéis los faroles rojos?- preguntó, interesado, a Darren.
Dudaba que supiera siquiera el significado de la Calle de la Seda, pero no perdía nada confiando un poco.
Viserys cruzó sus brazos sobre su pecho nuevamente y le dijo:
- En ese caso tienes dos opciones: aniquilar al rebaño por entero, es una. Cruel, impopular... Pero eficaz. Y en segundo lugar, de manera más sutil, inteligente y segura... Debe recurrir a esto.- se llevó una mano a la cabeza y se señaló con el índice dos veces la frente. - La mente de un hombre puede ser un arma mucho más letal que la espada más afilada, incluso que el acero valyrio. Un hombre que sepa como explotar los deseos ocultos de los demás, un hombre que conozca a sus pares y pueda deducir sus intenciones con la suficiente rapidez y actuar en consecuencia, casi nunca se verá en la necesidad de mostrar acero.
Y eso era exactamente lo que creía. Si Darren Belmore tenía siquiera alguna esperanza de llevar al Valle a buen puerto, debía ser por ese camino. Los señores vallenses, si estaban tan acostumbrados al terreno de la honorabilidad y a luchar de frente, entonces se verían desestabilizados completamente si alguien utilizaba otras tácticas contra ellos. Tácticas que podían considerarse sucias, pero efectivas.
- Tengo entendido que pasaréis un mes en la ciudad, una vez que las celebraciones por mi día del nombre terminen.- dijo Viserys, recordando la conversación con Diana. - Lo que debéis hacer en ese mes es... escuchar. Escuchar en la corte. Aprender de vuestra propia madre, e incluso de otros como lo son Lord Varys o el Gran Maestre Pycelle, aunque ambos sean un par de personajes verdaderamente tediosos. Aprende, Darren. Escucha; aprende; engaña. - corrió otra vez las cortinas de la litera. El artilugio había llegado a una calle especialmente solitaria y oscura, aunque alejada del Lecho de Pulgas, donde estaba la mayor cantidad de gente. Viserys se bajó y ayudó a Darren a bajarse también. Con un gesto de la cabeza, ordenó a los que portaban la litera que se retiraran, la devolverían a la Fortaleza Roja.
Viserys no tenía ninguna intención de continuar con su paseo en aquel artefacto, sobre todo cuando quería mostrarle a Darren donde podía conseguirse buena información. No había necesidad de seguir con tanta pompa y gloria. Miró a Ser Darry. No era la primera vez que hacía un "paseo" de ese estilo, aunque en éste caso el no pretendía ni mucho menos ser el protagonista principal. El Guardia asintió y regresó con el resto de los soldados, escoltando la litera de regreso.
El muchacho, antes de bajar de la litera había tomado un par de capas con capucha algo raídas. Se puso una y le pasó la otra a Belmore, indicando que también se la colocara. Se subió la capucha, ocultando su rostro. De cualquier manera, no pasaría nada. Tenía buenos contactos también en esa zona de la ciudad, uno no era el príncipe por nada.
Hizo una seña con la cabeza a su acompañante para que lo siguiera y se metió por otros callejones, angostos y oscuros. El cielo enrojecía por el atardecer; estaba oscureciendo.
Por fin, salieron a una calle bastante más ancha, había poca gente, pero el Targaryen sabía que, a medida que avanzara la noche, esa vía en particular de la urbe iba a hacerse más concurrida. Había casas bastante elegantes, pero lo que predominaba eran otras cosas: farolillos. Farolillos rojos, que chicos y chicas iban encendiendo, uno tras otro, de manera irregular.
- ¿Reconocéis los faroles rojos?- preguntó, interesado, a Darren.
Dudaba que supiera siquiera el significado de la Calle de la Seda, pero no perdía nada confiando un poco.
Viserys Targaryen
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Re: Untimely Arrival (Viserys Targaryen)
Darren creía que la primera solución era demasiado extrema, pero fue gracias a ese método que actualmente poseía Nido de Águilas. En el momento que los Arryn se rebelaron hasta el último fue pasado por la espada, eso garantizó mantener la paz en el reino. De haber tenido piedad con las águilas la guerra podría haber proseguido, lo que hubiese significado extender por más tiempo la matanza. Matar a todo el rebaño tarde o temprano lo llevaría a quedarse sin ovejas, por lo cual prestó mucha atención al segundo método.
Criarse en un lugar como El Valle logró que pese a las lecciones de su madre aun le fuera difícil discernir las verdaderas intenciones de las personas. Estaba acostumbrado a jugar limpio y nunca tener que ensuciarse las manos con tretas que rompieran la honorabilidad. Pensaba de una manera tan honorable porque la totalidad de situaciones complicadas a las que debió enfrentarse estaban en el terreno de lo hipotético, el día en que verdaderamente tuviera que tomar decisiones difíciles vería si en realidad era capaz de conservar el honor de caballero que tanto apreciaba.
Sus ojos manifestaron una leve sorpresa cuando el Príncipe le comunicó que pasaría un mes en la ciudad, atribuyó esa decisión a su madre. Estaba de acuerdo con ello, no creía que unos pocos días le sirvieran para conocer Desembarco en su totalidad y además le vendría bien pasar tiempo fuera del Nido aprendiendo la forma que tenían los nobles de desenvolverse en la capital. Un mes allí significaba que de seguro tendría oportunidad de conocer a Arthur Dayne o Gerold Hightower, los legendarios caballeros a los que tanto admiraba, Darren pensó que si se lo pedía a su madre incluso podría lograr que alguno de ellos practicara con él. Tan pronto como apareció la sorpresa, esta termino por revelar una sonrisa de satisfacción.
Apenas sabía algo sobre las personas que Viserys le menciono, de quienes debía aprender. Tenía entendido que Lord Varys asesoraba al Rey en cuanto a rumores y del Gran Maestre Pycelle tenía nula información, suponía que debía tratarse de alguien bastante sabio si era el Maestre más cercano a la familia real. Que estos fueran tediosos no serían problema para Darren, él fue capaz de soportar durante años las lecciones del Maestre Urwyck, quien era probablemente el hombre más aburrido de Poniente, aun así logró aprender de este y no dormirse en sus clases. Se mantuvo en silencio mientras Viserys hablando, asintiendo con la cabeza cada cierto tiempo para demostrarle que prestaba atención.
Agradeció la ayuda que le brindó el Príncipe para bajar de la litera, siendo la primera vez que lo hacía sería bastante vergonzoso estamparse contra el suelo en ese momento. Tomó la capa que le ofrecieron, se la puso y se colocó la capucha al igual que su acompañante. Observó como el guardia real se alejaba junto con los soldados y la litera. Estaba en una ciudad desconocida, en una calle bastante oscura y vistiendo el tipo de atuendo que él consideraba llevaría un ladrón. Convenciéndose a si mismo de que el Príncipe tenía bien en claro lo que estaba haciendo, lo siguió en cuanto se lo indicó.
La nueva calle por la que caminaban le llamaba bastante la atención y sus ojos, con algo de vergüenza, se desviaron en más de una ocasión hacia las chicas que encendían los farolillos. Según tenía entendido un farol rojo significaba un burdel, donde los hombres iban a satisfacer placeres carnales <¿Cómo mierda es posible que haya tantos burdeles?> Se preguntó a sí mismo. Debía estar errado y el propósito de esos faroles probablemente fuera algo distinto, tal vez algún tipo de espectáculo o se ponían de noche para adornar las calles.
-Creo que un farol rojo indica un burdel, pero dudo de que toda una calle este destinada a albergarlos.- Respondió mientras dirigía la mirada a una mujer que encendía uno de los faroles, vestida de una manera que seguro la haría pasar frio y avergonzar a sus padres. –Príncipe ¿Qué son estas personas?- Preguntó curioso refiriéndose a quienes entraban y salían de las casas elegantes, encendiendo faroles o tan solo quedándose fuera.
Criarse en un lugar como El Valle logró que pese a las lecciones de su madre aun le fuera difícil discernir las verdaderas intenciones de las personas. Estaba acostumbrado a jugar limpio y nunca tener que ensuciarse las manos con tretas que rompieran la honorabilidad. Pensaba de una manera tan honorable porque la totalidad de situaciones complicadas a las que debió enfrentarse estaban en el terreno de lo hipotético, el día en que verdaderamente tuviera que tomar decisiones difíciles vería si en realidad era capaz de conservar el honor de caballero que tanto apreciaba.
Sus ojos manifestaron una leve sorpresa cuando el Príncipe le comunicó que pasaría un mes en la ciudad, atribuyó esa decisión a su madre. Estaba de acuerdo con ello, no creía que unos pocos días le sirvieran para conocer Desembarco en su totalidad y además le vendría bien pasar tiempo fuera del Nido aprendiendo la forma que tenían los nobles de desenvolverse en la capital. Un mes allí significaba que de seguro tendría oportunidad de conocer a Arthur Dayne o Gerold Hightower, los legendarios caballeros a los que tanto admiraba, Darren pensó que si se lo pedía a su madre incluso podría lograr que alguno de ellos practicara con él. Tan pronto como apareció la sorpresa, esta termino por revelar una sonrisa de satisfacción.
Apenas sabía algo sobre las personas que Viserys le menciono, de quienes debía aprender. Tenía entendido que Lord Varys asesoraba al Rey en cuanto a rumores y del Gran Maestre Pycelle tenía nula información, suponía que debía tratarse de alguien bastante sabio si era el Maestre más cercano a la familia real. Que estos fueran tediosos no serían problema para Darren, él fue capaz de soportar durante años las lecciones del Maestre Urwyck, quien era probablemente el hombre más aburrido de Poniente, aun así logró aprender de este y no dormirse en sus clases. Se mantuvo en silencio mientras Viserys hablando, asintiendo con la cabeza cada cierto tiempo para demostrarle que prestaba atención.
Agradeció la ayuda que le brindó el Príncipe para bajar de la litera, siendo la primera vez que lo hacía sería bastante vergonzoso estamparse contra el suelo en ese momento. Tomó la capa que le ofrecieron, se la puso y se colocó la capucha al igual que su acompañante. Observó como el guardia real se alejaba junto con los soldados y la litera. Estaba en una ciudad desconocida, en una calle bastante oscura y vistiendo el tipo de atuendo que él consideraba llevaría un ladrón. Convenciéndose a si mismo de que el Príncipe tenía bien en claro lo que estaba haciendo, lo siguió en cuanto se lo indicó.
La nueva calle por la que caminaban le llamaba bastante la atención y sus ojos, con algo de vergüenza, se desviaron en más de una ocasión hacia las chicas que encendían los farolillos. Según tenía entendido un farol rojo significaba un burdel, donde los hombres iban a satisfacer placeres carnales <¿Cómo mierda es posible que haya tantos burdeles?> Se preguntó a sí mismo. Debía estar errado y el propósito de esos faroles probablemente fuera algo distinto, tal vez algún tipo de espectáculo o se ponían de noche para adornar las calles.
-Creo que un farol rojo indica un burdel, pero dudo de que toda una calle este destinada a albergarlos.- Respondió mientras dirigía la mirada a una mujer que encendía uno de los faroles, vestida de una manera que seguro la haría pasar frio y avergonzar a sus padres. –Príncipe ¿Qué son estas personas?- Preguntó curioso refiriéndose a quienes entraban y salían de las casas elegantes, encendiendo faroles o tan solo quedándose fuera.
Darren Belmore
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Re: Untimely Arrival (Viserys Targaryen)
Viserys soltó una carcajada muy suave cuando Darren le preguntó quienes eran esas personas... De hecho era gracioso... Entonces si parece que era bastante inocente y que en el Nido de Águilas se desconocía el significado de aquellas mujeres. El príncipe negó rápidamente con la cabeza, con una sonrisa alegre y entonces le respondió con simpleza:
- Putas, Darren. Putas.
Las dos figuras encapuchadas siguieron caminando por la Calle de la Seda. Había burdeles de todo tipo: algunos que eran edificios magníficos que parecían prácticamente palacetes, mientras otros eran nada más que unos simples tugurios donde se podía conseguir con tanta facilidad una mujer como una enfermedad venérea. Y sabía que había rumores en el Pequeño Consejo de que los establecimientos de esa calle cerrarían. Stannis Baratheon, el Consejero de Edictos no era para nada aficionado a esos lugares y en los pasillos de la Fortaleza Roja se rumoreaba que él y la Mano del Rey planeaban hacer algo con respecto a esos lugares. Si los clausuraban, sería una decisión muy poco sabia desde el punto de vista de Viserys. Los impuestos que pagaban los burdeles para su mantenimiento eran importantes para el tesoro del Trono de Hierro.
Como sea, lo mejor era disfrutarlos. Y darle a Darren una buena "primera impresión" de la ciudad y de sí mismo. Se preguntaba... ¿su futuro cuñado sería virgen todavía? Por alguna razón, esa le parecía una pregunta estúpida. "Claro que es virgen, tarado." se dijo a sí mismo. No concebía que un hombre que parecía ser tan inocente y tranquilo como él hubiera tenido su primera noche con una mujer.
Llegaron hasta uno de los burdeles casi en el extremo opuesto de la calle. Era uno de los palacetes más magníficos y de mejor calidad y las mujeres que charlaban entre sí y reían en la puerta, ligeras de ropa, eran sencillamente hermosas. Cuando vieron acercarse a las figuras encapuchadas, se acercaron e hicieron unas reverencias corteses.
- Bienvenidos al Palacio Rojo, mis señores... - saludó una, con un gesto pícaro y risueño en su rostro y les abrió las puertas.
El vestíbulo era muy amplio y estaba tenuemente iluminado por velas y luces de color rojizo. Humos aromáticos de esencia de flores flotaban en el aire... Muchachas y chicos muy bonitos en la mayoría de los casos, y casi desnudos iban y venían, atendiendo a algunos clientes que se encontraban sobre cómodos sillones. Comían dulces y bebían vinos y licores y algunos ya tenían a parte de los jóvenes en su regazo, manoseándolos y acariciándolos.
Viserys miró a una de las muchachas que estaban ahí presentes y le pidió, en voz baja: el "privado" dejando dos dragones de oro sobre su mano. Ella le sonrió con dulzura y asintió con la cabeza.
Los condujo hasta otra sección del burdel, un corredor con varias puertas, los hizo entrar en una: era una sala pequeña, pero bien amueblada y decorada. Con exquisitos platos y manjares sobre la mesa y los vinos y licores más sofisticados existentes. Esos "privados" eran los salones que los nobles de más alta alcurnia utilizaban para reservar su identidad y que no los vieran con el resto de la gentuza en las salas comunes. Le susurró algo a la guía y ésta asintió y se marchó, dejándolo solo con Darren.
El príncipe se bajó la capucha y se sentó en uno de los cómodos sillones individuales para luego tomar un dulce de uno de los platos y comerlo con lentitud, observó a su cuñado con una sonrisa y le preguntó:
- Jamás habías estado en un burdel antes, ¿verdad?
Sabía que lo más probable era que la respuesta fuera afirmativa. Lord Belmore debía comenzar a aprender que no podía ser un inmaculado caballero por siempre. Eso estaba bien para las leyendas y las fábulas, pero no para la realidad.
La puerta volvió a abrirse y una chica, unos pocos años mayor que ellos entró. Vestía un fino vestido de tela rosada, escandalosamente transparente, lo que dejaba entrever sus pezones. Tenía los finos brazos libres, y su rostro era una belleza. Los cabellos eran largos y de color rubio muy claro y sus ojos eran de un verde brillante. Eran facciones lysenas. Se alegró de ver al príncipe e hizo una reverencia cortés ante él:
- Mi señor...- murmuró.
Viserys le devolvió la sonrisa y luego tomó una copa de vino, dando un largo sorbo. Esa chica se llamaba Faleena. Provenía, de hecho, de la Ciudad Libre de Lys y había sido la chica con la cual el príncipe perdió su virginidad, hace unos dos años. Había sido una historia divertida. Bueno, no. No divertida, muchos la considerarían que bastante tétrica, o más bien, de mal gusto. Quizá se la contara a Darren.
- Te traigo a éste muchacho. Está verde.- dijo el Targaryen, señalando al vallense con la cabeza. -Y necesita que lo avispen un poco... ¿Crees que tú y las demás chicas podéis hacer algo con él?
La joven miró a Belmore y se relamió lentamente, aparentemente disfrutando de lo que veía en el joven señor. Extendió una mano y le acarició con lentitud las mejillas para decirle:
- ¿De verdad? ¡Pero si es una lástima que esté verde! - algo que vio Faleena en Darren le hizo alzar una ceja, divertida y agregó: - Pero si, parece que tenéis razón...
- ¿Cuántas chicas crees que necesita? - le preguntó el príncipe, divertido.
- Yo creo que...- miró de arriba abajo al Belmore. - Dos más, mi señor.- llevó una mano a la entrepierna del joven y apretó, relamiéndose: - Debe tener mucho acumulado...
- Adelante entonces.- dijo con una sonrisa. - Ve a buscar más, lo dejo en tus expertas manos.
Faleena sonrió y terminó retirándose del lugar, dejando el aroma a rosas de su perfume flotando en el ambiente. Viserys giró la cabeza y miró a Darren, sentado a su lado, con una sonrisa maliciosa en sus labios:
- Faleena es una delicia.- murmuró y agregó: - Estoy seguro que pasarás una noche bastante... interesante, con ella y sus chicas.
- Putas, Darren. Putas.
Las dos figuras encapuchadas siguieron caminando por la Calle de la Seda. Había burdeles de todo tipo: algunos que eran edificios magníficos que parecían prácticamente palacetes, mientras otros eran nada más que unos simples tugurios donde se podía conseguir con tanta facilidad una mujer como una enfermedad venérea. Y sabía que había rumores en el Pequeño Consejo de que los establecimientos de esa calle cerrarían. Stannis Baratheon, el Consejero de Edictos no era para nada aficionado a esos lugares y en los pasillos de la Fortaleza Roja se rumoreaba que él y la Mano del Rey planeaban hacer algo con respecto a esos lugares. Si los clausuraban, sería una decisión muy poco sabia desde el punto de vista de Viserys. Los impuestos que pagaban los burdeles para su mantenimiento eran importantes para el tesoro del Trono de Hierro.
Como sea, lo mejor era disfrutarlos. Y darle a Darren una buena "primera impresión" de la ciudad y de sí mismo. Se preguntaba... ¿su futuro cuñado sería virgen todavía? Por alguna razón, esa le parecía una pregunta estúpida. "Claro que es virgen, tarado." se dijo a sí mismo. No concebía que un hombre que parecía ser tan inocente y tranquilo como él hubiera tenido su primera noche con una mujer.
Llegaron hasta uno de los burdeles casi en el extremo opuesto de la calle. Era uno de los palacetes más magníficos y de mejor calidad y las mujeres que charlaban entre sí y reían en la puerta, ligeras de ropa, eran sencillamente hermosas. Cuando vieron acercarse a las figuras encapuchadas, se acercaron e hicieron unas reverencias corteses.
- Bienvenidos al Palacio Rojo, mis señores... - saludó una, con un gesto pícaro y risueño en su rostro y les abrió las puertas.
El vestíbulo era muy amplio y estaba tenuemente iluminado por velas y luces de color rojizo. Humos aromáticos de esencia de flores flotaban en el aire... Muchachas y chicos muy bonitos en la mayoría de los casos, y casi desnudos iban y venían, atendiendo a algunos clientes que se encontraban sobre cómodos sillones. Comían dulces y bebían vinos y licores y algunos ya tenían a parte de los jóvenes en su regazo, manoseándolos y acariciándolos.
Viserys miró a una de las muchachas que estaban ahí presentes y le pidió, en voz baja: el "privado" dejando dos dragones de oro sobre su mano. Ella le sonrió con dulzura y asintió con la cabeza.
Los condujo hasta otra sección del burdel, un corredor con varias puertas, los hizo entrar en una: era una sala pequeña, pero bien amueblada y decorada. Con exquisitos platos y manjares sobre la mesa y los vinos y licores más sofisticados existentes. Esos "privados" eran los salones que los nobles de más alta alcurnia utilizaban para reservar su identidad y que no los vieran con el resto de la gentuza en las salas comunes. Le susurró algo a la guía y ésta asintió y se marchó, dejándolo solo con Darren.
El príncipe se bajó la capucha y se sentó en uno de los cómodos sillones individuales para luego tomar un dulce de uno de los platos y comerlo con lentitud, observó a su cuñado con una sonrisa y le preguntó:
- Jamás habías estado en un burdel antes, ¿verdad?
Sabía que lo más probable era que la respuesta fuera afirmativa. Lord Belmore debía comenzar a aprender que no podía ser un inmaculado caballero por siempre. Eso estaba bien para las leyendas y las fábulas, pero no para la realidad.
La puerta volvió a abrirse y una chica, unos pocos años mayor que ellos entró. Vestía un fino vestido de tela rosada, escandalosamente transparente, lo que dejaba entrever sus pezones. Tenía los finos brazos libres, y su rostro era una belleza. Los cabellos eran largos y de color rubio muy claro y sus ojos eran de un verde brillante. Eran facciones lysenas. Se alegró de ver al príncipe e hizo una reverencia cortés ante él:
- Mi señor...- murmuró.
Viserys le devolvió la sonrisa y luego tomó una copa de vino, dando un largo sorbo. Esa chica se llamaba Faleena. Provenía, de hecho, de la Ciudad Libre de Lys y había sido la chica con la cual el príncipe perdió su virginidad, hace unos dos años. Había sido una historia divertida. Bueno, no. No divertida, muchos la considerarían que bastante tétrica, o más bien, de mal gusto. Quizá se la contara a Darren.
- Te traigo a éste muchacho. Está verde.- dijo el Targaryen, señalando al vallense con la cabeza. -Y necesita que lo avispen un poco... ¿Crees que tú y las demás chicas podéis hacer algo con él?
La joven miró a Belmore y se relamió lentamente, aparentemente disfrutando de lo que veía en el joven señor. Extendió una mano y le acarició con lentitud las mejillas para decirle:
- ¿De verdad? ¡Pero si es una lástima que esté verde! - algo que vio Faleena en Darren le hizo alzar una ceja, divertida y agregó: - Pero si, parece que tenéis razón...
- ¿Cuántas chicas crees que necesita? - le preguntó el príncipe, divertido.
- Yo creo que...- miró de arriba abajo al Belmore. - Dos más, mi señor.- llevó una mano a la entrepierna del joven y apretó, relamiéndose: - Debe tener mucho acumulado...
- Adelante entonces.- dijo con una sonrisa. - Ve a buscar más, lo dejo en tus expertas manos.
Faleena sonrió y terminó retirándose del lugar, dejando el aroma a rosas de su perfume flotando en el ambiente. Viserys giró la cabeza y miró a Darren, sentado a su lado, con una sonrisa maliciosa en sus labios:
- Faleena es una delicia.- murmuró y agregó: - Estoy seguro que pasarás una noche bastante... interesante, con ella y sus chicas.
Viserys Targaryen
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Re: Untimely Arrival (Viserys Targaryen)
La respuesta del príncipe le hizo ver que esta errado al suponer que no podían haber tantos burdeles en una misma calle. Era toda una sorpresa para él enterarse de ello, en las historias que leyó sobre los caballeros de Desembarco nunca se mencionaba que tenían toda una calle llena de locales donde elegir con quien saciarse, pero Darren pensaba que un caballero seguro no hacía esas cosas. Él ni siquiera había estado cerca de un burdel, sabía de la existencia de estos en pueblos cercanos a Rapsodia, pero nunca tuvo la intención de ir a uno ¿Qué pensaría su madre?
Después de caminar bastante por un lugar que nunca pensó que pasaría y menos acompañado de un Príncipe, llegaron a un burdel con un aspecto bastante superior al resto. Dos mujeres se aproximaron para recibirlos, luego de que una saludó Darren asintió con la cabeza mirándola para luego volver a mantener la vista fija en la puerta del local. La vestimenta de las mujeres le mantenían mantenerse centrado, cada vez que veía una chica en esa calle su mente comenzaba a fabular nuevas fantasías.
La nueva imagen que se presentó en el vestíbulo hizo que sus mejillas se ruborizaran. –Por los Siete.- Murmuró mientras miraba a una mujer pasar por el lugar semidesnuda. Intentó mantener la mirada fija en el camino que marcaba la chica a la que Viserys se dirigió. Una vez que se encontraron en la habitación privada, soltó un suspiro y se sentó en uno de los sillones, frente al Príncipe, bajándose la capucha al igual que él.
-Jamás.- Respondió mirando al Príncipe y sin poder disimular el color que poseían sus mejillas. – Admito que es un lugar bastante… eh.. –No encontraba la palabra indicada para el lugar, además creía que debía hacer algún tipo de cumplido ya que el mismísimo Príncipe lo había llevado hasta el lugar. –Es bastante encantador.-
Volteó al escuchar la puerta abriéndose, la figura que ingresó a la sala provocó que tragara saliva. Los rasgos de la muchacha lo dejaron totalmente cautivado, haciendo que se quedara viendo su rostro bastante más tiempo de lo que miraría a cualquier otra mujer. La vista del cuerpo de la chica hacía que un calor, que ya había aparecido varias veces desde que estaban allí, creciera mucho más.
Las palabras de Viserys hicieron que se diera cuenta que lo que iba a suceder en el lugar. Darren esperaba otro tipo de lecciones de como desenvolverse en Desembarco, aunque no estaba para nada enojado con la situación. La sensación que si predominaba en el eran los nervios, era algo que dominaba totalmente cuando participaba en un torneo o luchaba en una práctica, pero esta situación era algo que no lograba manejar. Sentía el cuerpo tenso, tensión que se desvaneció al sentir el suave tacto de la chica en su mejilla, sus ojos quedaron fijos en los de ella y una extraña calma lo abordó por un momento.
Ella abandonó la habitacion y Darren volvió a suspirar. Observó sus manos, ambas estaban temblando, al subir la vista le habló a Viserys.
-Apenas sé que tengo que hacer con una ¿Podre yo solo con tres? – Preguntó con una expresión que mezclaba sus nervios con preocupación. Extendió la mano para tomar una copa de vino y luego darle un largo trago a esta, antes de darse cuenta ya se había bebido todo el contenido, dejando la copa vacía una vez más en la mesa.
-Faleena.- Susurro para sí mismo, hasta el sonido de su nombre era bonito. –Es un hermoso nombre, al igual que quien lo porta.- Le dijo a Viserys mientras entrelazaba ambas manos en un intento de que estas no temblaran. -¿Ella es de las Ciudades Libres?- Preguntó con curiosidad, sus rasgos y acento le hacían intuir que la chica no debía ser Ponientí. -¿Las otras chicas que va a traer también son de ahí?- Esta vez el tono con el que hizo la pregunto dejaba notar mucho más lo nervioso que estaba. Teniendo tres bellezas como Faleena en frente esperaba no quedar paralizado. –Príncipe ¿Cómo hacéis para estar tan calmado?- Cada pregunta salía detrás de la otra.
Después de caminar bastante por un lugar que nunca pensó que pasaría y menos acompañado de un Príncipe, llegaron a un burdel con un aspecto bastante superior al resto. Dos mujeres se aproximaron para recibirlos, luego de que una saludó Darren asintió con la cabeza mirándola para luego volver a mantener la vista fija en la puerta del local. La vestimenta de las mujeres le mantenían mantenerse centrado, cada vez que veía una chica en esa calle su mente comenzaba a fabular nuevas fantasías.
La nueva imagen que se presentó en el vestíbulo hizo que sus mejillas se ruborizaran. –Por los Siete.- Murmuró mientras miraba a una mujer pasar por el lugar semidesnuda. Intentó mantener la mirada fija en el camino que marcaba la chica a la que Viserys se dirigió. Una vez que se encontraron en la habitación privada, soltó un suspiro y se sentó en uno de los sillones, frente al Príncipe, bajándose la capucha al igual que él.
-Jamás.- Respondió mirando al Príncipe y sin poder disimular el color que poseían sus mejillas. – Admito que es un lugar bastante… eh.. –No encontraba la palabra indicada para el lugar, además creía que debía hacer algún tipo de cumplido ya que el mismísimo Príncipe lo había llevado hasta el lugar. –Es bastante encantador.-
Volteó al escuchar la puerta abriéndose, la figura que ingresó a la sala provocó que tragara saliva. Los rasgos de la muchacha lo dejaron totalmente cautivado, haciendo que se quedara viendo su rostro bastante más tiempo de lo que miraría a cualquier otra mujer. La vista del cuerpo de la chica hacía que un calor, que ya había aparecido varias veces desde que estaban allí, creciera mucho más.
Las palabras de Viserys hicieron que se diera cuenta que lo que iba a suceder en el lugar. Darren esperaba otro tipo de lecciones de como desenvolverse en Desembarco, aunque no estaba para nada enojado con la situación. La sensación que si predominaba en el eran los nervios, era algo que dominaba totalmente cuando participaba en un torneo o luchaba en una práctica, pero esta situación era algo que no lograba manejar. Sentía el cuerpo tenso, tensión que se desvaneció al sentir el suave tacto de la chica en su mejilla, sus ojos quedaron fijos en los de ella y una extraña calma lo abordó por un momento.
Ella abandonó la habitacion y Darren volvió a suspirar. Observó sus manos, ambas estaban temblando, al subir la vista le habló a Viserys.
-Apenas sé que tengo que hacer con una ¿Podre yo solo con tres? – Preguntó con una expresión que mezclaba sus nervios con preocupación. Extendió la mano para tomar una copa de vino y luego darle un largo trago a esta, antes de darse cuenta ya se había bebido todo el contenido, dejando la copa vacía una vez más en la mesa.
-Faleena.- Susurro para sí mismo, hasta el sonido de su nombre era bonito. –Es un hermoso nombre, al igual que quien lo porta.- Le dijo a Viserys mientras entrelazaba ambas manos en un intento de que estas no temblaran. -¿Ella es de las Ciudades Libres?- Preguntó con curiosidad, sus rasgos y acento le hacían intuir que la chica no debía ser Ponientí. -¿Las otras chicas que va a traer también son de ahí?- Esta vez el tono con el que hizo la pregunto dejaba notar mucho más lo nervioso que estaba. Teniendo tres bellezas como Faleena en frente esperaba no quedar paralizado. –Príncipe ¿Cómo hacéis para estar tan calmado?- Cada pregunta salía detrás de la otra.
Darren Belmore
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