Minuto de silencio por el águila [Familia Tully & Ronan Warock]

Nuestra comitiva encontró el alto al fin en el interior del castillo de AguasDulces y pude sentir alivio de no encontrar resistencia en el camino, aunque no por ello deje de viajar desarmado. Mi armadura de placas, yelmo y "La Acusadora" me acompañan allá donde voy, como una extensión de mi. Jamás había puesto un pie dentro de estas murallas, lo más cerca que había estado de estas tierras, había sido cuando visite Harrenhal por su torneo, y en aquel entonces, echando la vista atrás fue por motivos de mayor diversión que los de ahora.

En el patio central me esperaba un viejo conocido y su familia, reducida por el momento a su hija mayor, sin sombra aparente de la menor y un niño que se decía era la viva imagen de su padre en su juventud. En verdad desconocía si mi nuevo patrón tenía algún entendimiento de como nos habíamos conocido Hoster y yo hacia un año o de cual era nuestra relación, tampoco es que fuéramos amigos del alma ni nada, aunque el "combate de entrenamiento" que tuvo lugar hacia un año nos abriera las puertas al dialogo entre ambos y existía cierta calidad de reconocimiento mutuo. A saber que pensaría ahora el Señor de los Ríos al verme del lado de la Mano del Rey.

Sin más preámbulos retire mi yelmo de mi rostro, e hice igual con mis guantes de montar, dejando al descubierto mi rostro. Estaba seguro de que mi jubón de cuadros rojos y negros, con la calavera y mis hachas hablaban por mi mucho antes de descubrirme de mutuo propio. Baje del caballo, para poder tomar un trozo de pan, y tras sazonarlo en sal, devorarlo rápidamente. —Lord Hoster— cabecee igual en señal de reconocimiento, para luego extender mis saludos a su hija. —Lady Catelyn, sois ciertamente la mujer más bella de los ríos— dije con la máxima dignidad que me era posible.

Conjunto de Yelmo, armadura y arma:

Por fin había llegado la mañana que tanto habían estado esperando. Desde que Lysa y Edmure se hubiesen marchado, la fortaleza parecía más silenciosa, más callada que de costumbre y los humos de los habitantes no eran mejores. La doncella de Aguasdulces se había dedicado a ocupar su mente con los preparativos para la bienvenida a la comitiva de la nueva mano del Rey. La carta que envió hacía tantos días al Nido esperaba que hubiese llegado a buen puerto aunque la falta de respuesta tal vez indicaba que ni hubiese llegado o que el joven Stark ni siquiera se encontraba allí. Tal vez tendría que enviar otro cuervo a Invernalia, más tarde.

Fuera como fuese, ahora se encontraba envueltas en telas de un azul oscuro con olas suaves y peces danzando con hilos plateados por su tela como si de un río plagado de vida se tratase. Su cabello, perfectamente peinado caía trenzado a su espalda como una cascada de fuego que brillaba bajo la luz del sol que bañaba la tierra de los ríos.

Su posición, detrás de su padre a un lado erguida todo lo alta que podía estar, era protocolario y digno de la señora de Aguasdulces. Sus ojos observaron la comitiva sin saber por qué Ser Ronan se encontraba entre ellos. Ajena a todo lo que ocurría fuera de los Ríos más que por lo que su padre o su septa le informaba, no entendía la presencia del caballero que antaño fuese lord en Occidente. Pero lejos de mostrarlo en su joven rostro de porcelana, se limitó a hacerle una reverencia a ambos hombres sonriendo ante el comentario del mercenario.

—Agradezco sus gentiles palabras, Ser Ronan. Y enhorabuena por su nombramiento, Lord Florent —habló con la suavidad de una corriente calmada de los ríos de sus tierras. Observó el ritual de la hospitalidad con detenimiento esperando ver la aceptación de ambos pues era costumbre y beneficiaría la cordialidad en un encuentro que sin duda era como mínimo tenso.

Hice un gesto a mis chicos para que siguieran a los caballeros de Alester que quisieran retirarse, y aunque las palabras de mi patrón fueran de animo para buscar un sitio caliente en el que yo mismo dar a parar con mis huesos, alguien tenía que quedarse a hacer de guardaespaldas con el.

—No os preocupéis mi lord, estoy bien. Deseo más un refrigerio que una cama, eso es todo— digo desde mi sitio, al lado de la dama de los ríos. Aunque en verdad llevó mis manos a la espalda y me estiro encorvandome un poco hacia delante, lo justo para hacer crujir los hombros. Es una sensación reconfortante que inunda mi cuerpo de un calor nervioso que se extiendo por el resto de mi cuerpo hacia abajo, reanimando la circulación dormida por el trasiego del viaje a caballo.

Después de este pequeño ejercicio, le tiendo el brazo a Catelyn en un gesto cortes de compañía. No me ha pasado desapercibido que Hoster la quiera tener cerca, así que me divierte pensar en lo que puede interpretar de este gesto, a pesar de que no busco querella alguna. —Mi lady, ¿me hacéis el honor?— pregunto en un ronroneo, pues mi voz no deja de estar teñida por los graves tonos que a veces me confunden de oso, por tamaño y fuerza. Seguro que habría sido un buen Mormont de haber nacido en el Norte.

Así pues, camino en silencio con la dama (si acepto) del brazo hasta llegar al salón. Ni corto ni perezoso avanzo lo suficiente hasta la mesa principal y hago que la chiquilla me suelte, pasando la mano por su brazo para hacer constar que necesito apartarme de ella.

De este modo dispongo de tiempo para apartar la silla de la mesa, y aguantarla para que ella se siente. Puesto que pese a mi fama de infame mercenario, no se resta que fui hombre de nobles. —Una lastima no poder conocer al resto de la familia. Ya sera en otra ocasión, en todo caso el paseo de vuestro lado ha sido de merecer— agradezco y no por más tiempo sigo parado detrás de ella.

Me retiro a mi propio espacio, una de las mesas cercanas a la principal y desde la que poder controlar cuantos hombres entran y salen trayendo comida y bebida, sin perder de vista a mi objetivo principal, lord Florent. Desengancho a "La Acusadora" de mi espalda y la apoyo en una silla vacía a mi lado, dando constancia de cuan prefiero su compañía a la de algún bardo, para después levantando mi copa pido el primero de los muchos rellenos que van a darme de beber en este día.

La joven doncella colocó las manos juntas ante su cuerpo con los dedos entrelazados como su madre le había enseñado a hacer antes de que falleciese. Era algo que siempre que hacía le recordaba a ella de una forma cariñosa, sabiendo que, en el fondo, seguía a su lado, guiando sus pasos. Se hizo a un lado cuando su padre lideró la comitiva hacia el interior del salón asintiendo ante su mirada de que le siguiese. Era costumbre que en algunas ocasiones las mujeres dejasen a sus esposo, padres y señores hablar a solas con otros pero en tiempos tensos como eran aquellos, a Cat le parecía normal que quisiese que estuviese en su campo de visión en todo momento.

Ante el gesto de Ser Ronan, la muchacha se queda mirándole un segundo al escuchar el terrible crujido de sus articulaciones cuando se estira pensando que debe ser doloroso. Al no estar acostumbrada realmente a ejercicios estremadamente físicos no comprende qué puede hacer sonar así los huesos pero asiente amable ante la oferta de ser escoltada por el caballero mercenario hacia el interior del salón. Después de todo aquello era una visita triste por el motivo, pero de cortesía sobre todo, ¿no?

—Por supuesto, Ser Ronan —responde con una sonrisa cortés y una inclinación de cabeza antes de rodear su brazo con el suyo posando sus delicados dedos sobre la placa fría. No le pasa desapercibido que sigue portando la armadura, aunque sin yelmo.

El camino hasta el salón es silencioso mientras camina con elegancia al lado del enorme mercenario manteniendo el ritmo de sus largas zancadas con pasos propios de la doncella que efectúa con maestría. Desde niña había practicado con su padre en los pasillos del hogar y la relación entre su tamaño para entonces con su padre era prácticamente el mismo que ahora con Ser Ronan. Al llegar a la mesa, soltó el brazo del caballero permitiéndole apartar la silla para ella y acomodarse dándole un asentimiento en agradecimiento por noble gesto.

—De nuevo, vuestras palabras son muy amables, Ser. Tal vez podáis visitar Aguasdulces en momentos donde la situación sea menos formal y podáis conocer a mis hermanos, caballero —respondió ante las palabras del occidental sobre donde estarían los dos miembros de la familia que faltaban sin querer interrumpir la conversación entre Lord Florent y su padre que no sería más que una espectadora una vez la discusión tomara posturas más delicadas.

Sentado en mi mesa solo podía ser participe de cuanto se dijera e hiciera en aquel salón. La proposición hecha por Lord Florent, había presentado una sorpresa no solo para Lord Tully, sino también para mi y seguro que para su hija. A partir de lo que respondiese el Señor de los Ríos, se podía decir que era para fijar el rumbo o cambiarlo totalmente. Después de todo el lobo herido del Norte aun estaba prometido con su hija y el padre del muchacho había muerto no hacia mucho a manos del mismísimo Rey que lo quería ver en su consejo.

¿Aunque era así realmente? Yo no soy muy dado a la corte, con sus intrigas y políticas. Lo mio es la sencillez del campo de batalla donde las palabras son directas y el acero habla por si solo. Realmente me parecía extraño que el Rey Aerys hubiese ordenado aquello, pero si se tenía en cuenta lo loco que se decía que estaba ahora, tampoco se le podía negar algún tipo de razonamiento, aunque yo no lo viese.

Cuando Hoster rechazo el ofrecimiento, escondí una sonrisa tras la copa de que alce a mi boca para beber. Los tenía muy bien puestos, para no solo rechazar al Rey, sino además injuriarlo de irrespetuoso con las leyes de su propio reino. Algo que me decía que el encargo de Lord Florent, iba a empezar a ponerse en marcha antes que después. Él solo tenía que dar la orden, después de todo. Una lastima. Seguramente yo era su pequeño As bajo la manga, a la espera de no tener que usarlo, o quizás solo un perro sin correa que poder despachar, prescindible, sea como fuera, estaba seguro de que empezaría a ver mi papel muy pronto en este juego.

Ahora solo me quedaba aguardar a ver como reaccionaba mi patrón, mientras seguía disfrutando de la hospitalidad de los Tully.

Cualquiera que hubiese posado los ojos sobre la muchacha, habría visto lo tensa que se había puesto de un momento a otro cuando la Mano del Rey le hizo aquella propuesta a su señor padre. ¿Es que estaba loco? ¿Pensaba realmente que fuese a aceptar después de las atrocidades que había cometido, sin duda porque le había dado la real gana sin prestar atención a ley alguna? La doncella de Aguasdulces, carente de la experiencia ocultando su gesto como lo era su padre, se la notaba molesta con tal desfachatez.

Al escuchar la respuesta de Hoster se relajó. Al menos de momento pues no sabía si Lord Florent tenía algún tipo de segunda intención pues seguramente habría previsto la negativa de alguien tan noble como lo era el señor de los Ríos. Aunque precisamente la forma de hacerlo, la sinceridad cargada en sus palabras, hicieron que la joven Tully se preocupase por la reacción de la mano del rey ante tal acusación.

Sus ojos viajaron un segundo hacia el rostro de Ronan Warock, el mercenario que le acompañaba y frunció el ceño preguntándose en aquel momento, realmente qué pintaba él allí. Si aquella encomienda había sido realmente oficial, ¿por qué no venía con escolta real? ¿Por qué se hacía acompañar de un mercenario de Occidente cuando tenía a sus propios hombres del Dominio, de su casa? Algo no encajaba en todo aquello aunque como única muestra de su nerviosismo, aparte de la mandíbula tensa, fueron sus manos apretadas entre sí bajo la mesa sobre su regazo. Esperaba no estar en lo cierto con respecto a sus sospechas. Habían aceptado la tradición de la hospitalidad después de todo. ¿Realmente podía ocurrir algo malo?

Escuchando al detalle me mesaba la barba prestando más atención de la conversación que de mi plato frío a estas alturas. Hoster no dio su brazo a torcer, lo que no me sorprendía en absoluto dada su renombrada cabezonería descubierta el día de nuestro combate en Harrenhal. Cuando a ese hombre se le metía algo entre ceja y ceja, dudo de que incluso sus hijas pudieran disuadirlo.

Suspire viendo como las cartas se desplegaban sobre la mesa. Al levantarse mi patrón, lo imite para poder escoltarlo a su habitación, no sin antes acercarme a la mesa principal. —Gracias por la cena, mi lord, mi lady— dije inclinando la cabeza hacia Hoster y Catelyn respectivamente. —Una lastima no haber podido conocer al resto de su familia, me habría encantado batirme en un duelo de entrenamiento con vuestro hermano Brynden— comente divertido. Realice una pequeña genuflexión de pecho a modo de despedida cordial.

No había mucho más que yo quisiera decir, pero al recordar que trajo en primer lugar a Alester, chasquee la lengua. Un muchacho había muerto en la Fortaleza Roja. No es que me importara pues no lo conocía, por los rumores, el rey había masacrado a esos pobres diablos. —Os doy el pésame por la muerte de vuestro vasallo, mi lord. Esperemos que nadie más tenga que pasar por ello— y tras dar media vuelta salí en pos de Alester. Eran palabras casi escupidas a medias entre la sinceridad y el caos que estaba por llegar. Maldita la hora en que el Norte y el Sur decidieron medirse los miembros.

Fin de mi participación.

La joven Tully escuchaba las palabras salir de la boca de la nueva mano del rey con desconfianza. La forma en la que decía de guiar al rey, las palabras que tenía para con el resto del Consejo Real revelaba para la joven de Aguasdulces una mente más oscura de la que había pensado en un principio. Aún así, ocultó su descontento en la idea de que su padre se fuese a Desembarco como había hecho con anterioridad. Apretó sus manos entre sí sobre su regazo y esperó la nueva negativa de su señor que llegó tan veloz como lo había esperado. Sus ojos se posaron sobre su padre y se permitió escapar una leve sonrisa de apoyo.

Cuando lord Florent se puso en pie, la rápida decisión de marcharse a descansar la dejó contrariada pues no era protocolario ni una muestra real de la educación que debía caracterizar a los lores de todo Poniente. Aún así, cuando la Mano y su guardaespaldas decidieron marcharse de la sala, la joven se puso en pie y les dedicó una inclinación leve de cabeza. Una vez quedaron a solas en el gran salón, la muchacha posó su mano sobre la de su padre y le dio un leve apretón.

—Me enorgullece ser vuestra hija, padre —dijo con el orgullo que la invadía en aquel momento. —¿Queréis seguir adelante con el pequeño banquete que habíamos preparado para la noche o algo más privado y menos ostentoso?No parece que Lord Florent quiera quedarse más de lo estrictamente necesario —preguntó soltándole mientras los criados venían a recoger todas las copas usadas y las pocas viandas dispuestas en la mesa.