El Lobo y el Ciervo escuchan al Águila

Llegamos en compañía del señor supremo de las Tierras de la Tormenta tras once días de frenética y desorientada cabalgata. Salvaje cual bestia y resoluto como sólo puede ser la voluntad Baratheon, nos hizo atravesar el continente como un relámpago. Quería evitar a sus vecinos de la corona y nosotros, sus guardianes, lo seguimos allá donde nos comandó. Me estremece pensar en la mirada que fijaba al observar el camino, día y noche, como si tratara de un rayo persiguiendo la tierra.


La llegada fue poco apoteósica, nada propio de una comitiva de tal importancia. Cincuenta jinetes nos presentamos en la Puerta de la Sangre, todos alzando al venado negro. Lodo en nuestra piel y hambre en el estómago, el invierno no era amable con nadie. Mucho menos con viajeros perdidos.

Los primeros días fueron veloces, frenéticos dentro de la fortaleza. Mis compañeros de la guardia encontraron un lugar donde pasar las tardes, bebiendo el poco alcohol que el señor del valle nos brinda o divirtiéndose con la belleza castaña de los empinados riscos. Hermosas doncellas hay acá, puedo comprender por qué mi señor gusta tanto de venir. Yo prefiero hacer guardia.

A veces lo miro en el patio de la fortaleza, se encuentra en compañía de Eddard Stark, el segundo hijo del guardián del norte. A diferencia de Lord Robert, él es más tranquilo y no parece compartir el temperamento explosivo de nuestro señor. Sin embargo, en tan inusual combinación, parecen haber encontrado una estrecha amistad. Bien por ambos. En los tiempos que se viven, uno desea tener tantos amigos como se pueda. Quizás deba compartir más con el resto de los guardias.

Ayer nos presentó a su hija, una pequeña bastarda de nombre Mya Piedra. Parece una copia de su padre, es una niña fuerte y risueña. El castillo se alegra un poco cuando se escucha a ambos reír en los jardines, resonando como un eco en el vacío. Sólo el silencio les responde, pues éste sabe que sus carcajadas no pueden ocultar la guerra próxima. Al menos, así dice el viejo Tomé, el cual sirvió en más batallas y guerras que cualquiera de nosotros. Mi corazón se resiente y sólo observo al Lord lanzar a la niña a los aires para recogerla con más alegrías.

Pienso que la niña podríamos ser nosotros, siendo arrojados sin cuidado a la guerra. Pero, no tengo miedo alguno. Él nos recogerá cuantas veces sea necesario. Como dije antes, lo seguiríamos a cualquier lado y, aun así él decida cabalgar hacia una tumba prematura, nosotros lo sepultaremos con sus enemigos. El viejo Tomé me dice insensato, pero qué sabe él de mi voluntad.

Robert se incorporó como la mañana anterior, veloz y enérgico. El regreso al valle, con su aire frío y delgado, inundaba su pecho de gozo. Uno de los pocos y escasos placeres que podía darse durante aquellos días. El reencuentro con la pequeña Mya siempre le enternecía, la muchacha parecía estar hecha de acero puro y, con un trato inusual, incluso parecía cercano a ella. Las complicaciones de reconocer al infante era lo único que detenía al Señor de la Tormenta de adoptarla como propia.

Asimismo, el recibimiento cálido de sus cercanos era fuego para las entrañas gregarias de Robert. Un abrazo firme a Ned, otro respetuoso para Lord Arryn y uno suave para la pequeña Alys, hicieron que el color regresara a su rostro. Recordó los momentos que compartió con Stannis, tan escasos que era fácil rememorar todos, y no encontró un solo gesto cálido entre ambos. Sólo aquella última charla antes de cabalgar.


Acudió a la llamada de Jon Arryn con una hogaza de pan en sus manos. Desde niño, el muchacho nunca fue adepto a las formalidades y carecía del rigor propio de un Lord. No le interesaba presentarse masticando, aunque tuvo el criterio de no cargar una jarra de vino en su mano libre.

— Lord Jon, nos reunimos temprano— anunció firme con su ingreso, adelantándose a su mentor y figura paterna. Su mirada se tiñó de un semblante parco, asumía que no sería sólo una reunión informal como en su juventud. La época de lecciones había pasado y ahora sólo restaba comprometerse con una acción.

El rostro de Robert adquirió un tinte escarlata, ahogando un grito de ira y frustración. El espíritu colérico se apoderó de su postura, extendiendo su sombra aciaga por el salón. Su sangre hervía y sus entrañas clamaban por una única causa: Guerra. Un seco golpe hizo crujir la madera y, casi sintiendo su corazón fallar, sus ojos llenos de odio se clavaron en su mentor, Jon Arryn.

— ¿Por qué estamos siquiera acá esperando? ¡Deberíamos estar alzando nuestros estandartes! ¡Esos enfermos coje hermanas ya han iniciado la guerra!— desgarró su garganta. Posó su mirada en Eddard y apoyó ambos nudillos en la mesa. — Regresa a Invernalia, Ned. Cabalga y reune todas las espadas leales que el norte tenga. Marcha hacia el sur y juntos, nuestras tres casas, aplastarán hasta el último cráneo de dragón de esa repulsiva dinastía—.

Sabía que mis palabras eran apresuradas y serían como fuego en sus corazones, pero necesitaba hacer esto rápido para seguir con lo que importaba. Me separé de las sillas para colocarme entre ellos y la puerta, no iba a dejarlos ir a ningún lado sin antes escucharme por supuesto.-No irán a ninguna parte aún- Mis manos se extendieron junto con mis brazos y les señale la mesa para que tomarán lugar. –Nuestras casas solas no lograrán nada, primero debemos movernos para ver contra quienes nos enfrentaremos, de eso se encargará tu hermano Robert. Irás con él sí. Le darás esta carta-


Jon le puso el mensaje en la mano al Baratheon y la cerró sobre esta. –Y luego permanecerás allí hasta que yo te lo diga, prepara a tus hombres y espérame.- Necesitaba a Ned tranquilo, era la razón aquí, por lo que aproveche la oportunidad para despedir a Robert y seguir la reunión con Ned. Mi garganta estaba algo seca por los nervios y algo cansada por la fuerza que había hecho para hacer que ambos me escucharan entre sus gritos. –Eddard… Vamos a la guerra.-


Finalmente, decirlo en voz alta se lo había confirmado. Lo había llamado de tantas maneras que ahora decir por fin la gran palabra me había caído como un gran peso sobre el estómago. Este joven acababa de perder a su familia, y ahora yo debía decirle como hacer el duelo antes de tomar venganza.-Esta fue la última ofensa del Rey, pero antes de movernos como le dije a Robert debemos acomodar nuestras propias casas.-


El Rey tenía aliados en todas partes, aunque iniciáramos una rebelión nos veríamos prontamente rodeados por nuestra propia gente si no lográramos que todos se unieran a la causa. Cerré mi puño sobre la silla de madera con fuerza hasta que me dolieron los dedos. Le exigía mucho al Stark, pero lo conozco desde que era un niño, y es capaz de eso, y más.


-Con esta terrible noticia que he arrojado sobre ti, debes tomar no solo el control de tu casa, sino también de todo el Norte.- Me acerqué al joven y coloqué mi mano en su hombro apretándolo, señal de confianza y hermandad. Era mi forma de darle contención en este momento. –Y no solo eso, hay una cuestión… Si el Rey ha tomado la vida de tu hermano, aún tenemos una alianza que cumplir con la casa Tully… -

Quise ser lo más sutil posible, era difícil decirle que debía casarse con la mujer que estaba prometida a su hermano casi seguro que muerto a estas alturas. Esa alianza era fundamental, aunque los Tully también habían sido insultados, su participación en esta pelea pendía de un hilo.

OFF: Robert, el post anterior fue así porque Robert había dejado el personaje xD No es nada personal… Por cierto, les parece si luego de postear ustedes dos cerramos este tema y seguimos en el rol que abrió Brandon volviendo a Nido?