Un poema de secretos y justicia - Nupcias de Lord Stannis y Lady Lysa

La mañana había llegado particularmente hermosa, los rayos de sol vespertinos besaron mi piel y calentaron mis mejillas, me desperté. Sabía sobre mi deber, mi padre y mi septa habían estado muchos años diciendo como me tenía que comportar, yo solo quería salir de eso ya. Pero también estaba emocionada por mi boda, iba a ser el centro de atención, Cat no me lo iba a arruinar como hacia siempre, pero volé esos pensamientos de mi cabeza, no me quería amargar el día mas importante de una mujer. Había escuchado que Lord Robert era mujeriego, dado a las peleas y a las batallas, tal vez en una de esas su habilidad fallara y muriera, entonces sería la señora de Bastión de las Tormentas, señora suprema de la tierra de las tormentas, cuando Stannis accidentalmente cayera de algún lado todo sería mejor, mi Petyr estaría a mi lado. <>. Depronto acudió a mi el recuerdo de la noche con Petyr y mis mejillas se llenaron de rubor, también una punzada de miedo me golpeó el estómago, Stannis no sabía que yo ya no era doncella y... ¿si lo descubría?. Ya pensaría en como salir de eso cuando se diera el encamamiento.

Las doncellas me bañaron con un agua muy caliente, la piel me quedo suave y rosada por la exposición a la temperatura, mi cabello cobrizo, tocando el final de mi espalda se vio trenzado de una manera muy llamativa, ese día no desayune tan bien, el estómago no me daba para tanto. Empecé el descenso de mis habitaciones al septo, angustia y alegría, importencia e ilusión; mi mente me jugaba sucio, no sabía como sentirme y no me podía sentir de dos formas. llegue a las puertas del septo y esperé un poco, quería hacerme esperar, valgo hacerme esperar.

Como cabía esperar y más en aquel día, Stannis fue leal a su fama de hombre madrugador.

El venado ya estaba en pie para cuando el ruiseñor dio su hora. Antes de que el sol saliese por el este, con Aguasdulces aún sumida en oscuridad. Prepararse para lo que acontecería horas después apenas le llevó unos minutos, así que el resto del tiempo lo gastó paseando por la fortaleza de su anfitrión. Por las almenas, a la vera del Tridente y su sereno cauce, con no mayor compañía que su soledad y sus pensamientos. Desde que llegó el cuervo de Nocturnia y con él las nuevas de su hermano, aquello se había convertido en lo único que merecía su atención.

Cuando llegó el momento, fue el más puntual. Arribó al Septo de Aguasdulces cuando aún no tantos invitados habían llegado. O a lo mejor es que simplemente, serían pocos los que presenciasen el enlace.
De igual manera, pudo ver alguna que otra cara conocida. Tanto las de la decena de tormenteños que le habían acompañado desde Bastión, como las de otros familiares y afines a la novia.

Pero no se detuvo a hablar con nadie. Simplemente avanzó, con paso severo, como el de un soldado que se dispone a enfrentar la batalla. Con rigor y disciplina. Al fin y al cabo, lo que estaba por acontecer no iba a resultarle cómodo. ¿Por qué iba a estarlo? Estaba a punto de contraer nupcias a ojos de unos dioses en los que no creía, con una mujer a la que no conocía. Ni amaba.
«Y tampoco ha venido Robert.» pensó. Ni Robert, ni Renly. Notables eran las diferencias que compartían los hermanos, pero al fin y al cabo, los unos eran a los otros la única familia que les quedaban.

Una vez llegó al altar, a la altura del septón, viró medio cuerpo a un lado, de manera que quedó perpendicular a la entrada del Septo. Hacia la misma miraba, impaciente. Rechinó los dientes, tomó aire y aguardó, con la capa de su casa metódicamente doblada asida con su brazo derecho, la misma que tendría depositar en los hombros de su prometida para cambiar su apellido Tully por el de Baratheon.

Lord Tully había pasado toda la mañana terminando de arreglarse a si mismo y ordenando los últimos ajustes y detalles a los preparativos para la boda de Lysa. Después de todo era viudo y su hija mayor ya había comenzado su propia vida en el Norte junto a su esposo y no tenía nadie quien lo ayudara. Eso lo abrumaba particularmente por la falta de experiencia en esas lides, organizar fiestas y bodas era generalmente trabajo de las mujeres de una familia, no del Lord.

Cuando todo pareció estar listo y dispuesto volvió a su habitación para vestirse y luego bajo casi al trote por las escaleras de la torre hasta la habitación de Lysa. Golpeo suavemente la puerta y desde el interior abrió una de las criadas que le señaló que Lysa ya había bajado.

- No me esperó...

Refunfuñó mientras su vista de se detenía en el torso de la sirvienta, la camisa blanca se apegaba a su busto dejando ver sus pezones con claridad, de seguro se había mojado mientras bañaba a la novia. Se sacudió y continuo bajando hasta llegar a la entrada del septo.

- Lysa! No me esperaste... ¿Es que acaso esperas entrar sola al septo? Se supone que yo debo entregarte.

Suspiró intentando regular su respiración, el último tramo de escalera lo había hecho casi corriendo intentando llegar antes de que Lysa hiciera alguna locura, como habría sido entrar sola hasta el septo. Se pasó la mano por la frente intentando secar cualquier rastro de sudor.

- Estas lista?

La voz de mi padre me despertó de su ensueño, el cuál estaba basado en imaginar como sería la vida junto a el heredero de las tormentas, la guerra me acercaba mas a ser la señora de estas mismas tierras. Giré con levedad la cabeza y observé a padre tan elegante como lo recordaba, le sonreí, me gustaba que se hubiera puesto sus mejores vestiduras para mi boda. Nada estaba saliendo tan mal como lo había planeado, mi hermana no había ido así que por una vez yo sería el centro de atención en cuanto a algo bueno es trataba. Sus palabras me hicieron recordar el protocolo y lo importante que debía ser para padre entregar a su última hija... bueno, tal vez no era tanto privilegio. - Claro que no padre -  caminé hacía el y le arregle un poco el cuello del jubón - Solo quería ver que tal estaba el septo... y me vas a entregar al fin y al cabo una no se casa dos veces... bueno a veces si. - Solté una risita tímida que esperaba mi padre comprendiera.

Lo tomé por el brazo, la capa con los colores Tully pesaba en mis hombros con la responsabilidad y la lana trabajada. Un suspiro profundo hizo que los nervios se apaciguaran un poco -Lo estoy padre, ¿vamos? Empecé a caminar tomada de su brazo, mi corazón latía fuerte, las puertas fueron abiertas por los lanceros y empezamos la marcha de la novia. Observé todos los rostros con una sonrisa, pero en primera fila la sonrisa pasó de ser voluntaria a ser forzada, allí estaba mi hermana, Cat había venido, no sabía porque no se quedaba en su pedazo de hielo norteño. Giré la cabeza y supuse que no existía, nadie me va a dañar mi boda, menos Cat. Llegamos al altar donde me esperaba Stannis inmaculado, si bien era cierto que no era tan fuerte como su hermano, su atractivo era aceptable y su porte era elegante como lo debía ser el de un señor. Le sonreí con inocencia mirándolo a los ojos. Hice una leve reverencia con la cabeza.

Asintió con la cabeza ante las palabras de Lysa, tenía razón cuando hablaba de que se contraían nupcias solo una vez en la vida, aunque excepcionalmente había casos en que se podía hacer nuevamente, pero el mismo se había negado a esa posibilidad aunque en algún hubiera pensado en esa opción, había amado demasiado a Minisa y aun la amaba y recordaba cada día como para intentar ocupar su lugar con otra mujer.

La tomó del brazo y juntos comenzaron a caminar bajo las columnas del Septo hasta estar de pie frente a las puertas de madera, las que fueron abiertas de par en par por dos sirvientes dejando ver el interior, iluminado con velas y con una decoración sobria, con los muros adornados con estandartes de la casa Baratheon y de la Casa Tully.

Los invitados no eran muchos, solo algunas casas ribereñas y tormenteñas se encontraban representadas por caballeros y emisarios, practicamente ningún Lord había asistido, lo que era comprensible en atención a los tiempos que corrían y a los rumores sobre lo que ocurría más al sur.

Al llegar frente al septon, Hoster estiró su mano para saludar protocolarmente a Stannis antes de entregarle a Lysa, para que diera inicio la ceremonia.

- Hoy te llevas lo más valioso que tengo, no lo olvides.

Murmuró antes de acercar a Lysa hasta el lado de venado para luego ir a tomar lugar a un costado, esperando a que el septo iniciara.

Llegó el momento. Las puertas volvieron a abrirse de par en par, dando paso a Lord Tully y a Lysa, a la cual llevaba tomada del brazo.

Stannis observó con atención como padre e hija atravesaban juntos el septo hasta el altar. Observó sobre todo a su prometida, aquella que estaba a punto de convertirse en su esposa. No la amaba, aunque tampoco podía negar que la joven estaba dotada de una peculiar belleza natural. El día que la vio por primera vez, hacía apenas una luna, le dio la impresión de no ser más que una niña, pero hoy parecía toda una mujer.

Baratheon y Tully dieron la cara al septón cuando estuvieron listos. Los votos del anciano entraron en contraste con los cánticos a los Siete que se oían de fondo: tesitura que desconcertó un tanto a Stannis, teniendo en cuenta apatía que sentía hacia aquella religión.

Cuando llegó el momento, colocó con esmero la capa con los colores de la Casa Baratheon sobre los hombros de su prometida. Esperó a que girase y quedaran así el uno frente al otro, cara con cara. Odiaba el protocolo que seguía ahora.

—Con este beso te entrego en prenda mi amor y te acepto como mi señora y esposa.

Ahora le tocaba a Lysa. Deseaba con todas sus ganas que pronunciase rápido sus votos y que todo acabase lo antes posible.

La tensión que sentía en ese momento era absoluta, tenía nervios aunque bien sabía que todo estaba preparado, hacia calor y las mejillas se me sonrosaron haciendo contraste con el color de mis ojos. El septon estaba declarando los votos y llegó el momento por el que todos estaban ahí reunidos. El viento que produjo la capa levantó un poco mi cabello mientras el peso de esos colores caía simbólica y físicamente sobre mis hombros, Stannis la abrochó y de esta manera mi apellido cambió a uno tan antiguo y orgulloso, pero que podía quedar destrozado por culpa de la rebelión.

Humedecí mis labios con nerviosismo y un frío me recorrió el cuerpo cuando el Joven Venado pronunció sus votos, tomé aire y lo miré fijamente a esos penetrantes e inquisidores ojos azules -Con este beso te entrego en prenda mi amor y te acepto como mi señor y esposo.-, apreté las manos un poco al vestido, me sentía tensa, pues aunque no era mi primer beso, me sentía incómoda. Stannis se acercó y rozó sus labios con los míos en un beso frío y protocolario, solo sentí la humedad de su boca, ni un sentimiento más.

De la boda se pasó al banquete, lleno de saludos y felicitaciones. Pronto venía la parte más tensionante, donde el secreto podía ser revelado, si Stannis se enteraba de mi desdoncellez... eso no sería bueno, me limité a sonreir y agradecer a todos.

Todo iba saliendo de acuerdo a lo planeado, no habían ocurrido inconvenientes de ningún tipo y sus vasallos se había comportado lo suficientemente bien, ningún borracho armando escándalo ni trifulcas dignas de las calles mas marginales de la capital. Sus vasallos estaban  bien enseñados, sabían que un desplante como ese no sería disculpado fácilmente.

El banquete estaba dispuesto y pronto todos caminaron charlando animadamente desde el septo hasta el Gran Salón de Aguasdulces, donde las mesas estaban dispuestas de manera equidistante unas de otras, con la mesa principal de los esposos en un altillo a la cabecera de todas las demás, en donde compartían solo con Lord Tully, sentado al costado de Lysa.

Discretamente se acercó hasta la mejilla de su hija para hablarle en susurros, para que nadie más los oyera.

- Aun no hablo con tu esposo sobre el asunto, así que lo haré ahora.

La miró fijamente a los ojos para luego ponerse de pie y arrastrar la silla hasta el lado de Stannis hablandole muy bajo solo para que el escuche.

- Stannis, hay algo que olvidé mencionar... Y que espero que sepas entender por el bien de nuestra alianza.

Stannis agradeció interiormente que todo aquello hubiese acabado pronto, y sobre todo agradeció que se hubiese saldado sin imprevistos de cualquier tipo. Todo se había dado tal y como quería: tras una ceremonia sobria y rápida, ahora se daba pie al protocolario banquete y después, una vez consumado el matrimonio, podría volver a Bastión junto a su hermano y estar a su lado para encarar lo que estaba por llegar.

El venado se encontraba sentado en la mesa principal, aquella que compartían los novios y sus familiares. De repente observó como Lord Tully se ponía en pie y tomaba su silla para colocarse a su lado. Stannis sopesó las palabras del ribereño, con el ceño fruncido.

—¿De qué se trata? —preguntó, con tono riguroso y firme, pero sin alzar demasiado la voz.