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Un ciervo sin Cornamenta
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Un ciervo sin Cornamenta
Día VIII del Tercer Mes, 282 AL,
Atardecer
El ocaso comenzaba a cernirse sobre la Bahía de los Naufragios. Buena prueba de ello eran los haces de luz, tenues y anaranjados, que topaban con la incomensurable fortaleza Baratheon y se colaban por entre los tragaluces de los aposentos del Joven Venado. Y allí le descubrían: una figura escuálida y casi inerte, arropado y postrado en poltrona minuciosamente adaptada para él; con la mirada perdida y la mente en otros mundos.
Había despertado poco después del alba. Como en un día normal. Como si solo hubiese descansado aquella noche, y no durante casi una luna.
Aunque técnicamente llevaba insomne pocas horas. A pesar de la firme negativa de Stannis, finalmente Cressen había conseguido administrarle contra su voluntad la condenada leche de Amapola. Dormitó durante el resto de la mañana, alterando los estados de sueño y consciencia de forma aleatoria.
También consiguió ingerir el primer alimento sólido en semanas. Las remolachas de su sopa de remolachas. Aunque les supieron desabridas, e insulsas. Todo le sabía insulso desde su despertar.
Pero la guinda del pastel fue cuando, tras minutos de ahínco, denuedo e inenarrable sacrificio físico y mental, consiguió moverse algo de su lecho. Un dolor cegador recorrió su columna de arriba a abajo cuando logró incorporarse, mas no era nada comparado a la verdadera tortura que le esperaba: no le respondían las piernas. Apenas las sentía, apenas podía moverlas. Y para nada podía caminar.
Cressen le preparó un sillón adaptado y acolchado; le arrellanó, le cubrió con una manta hasta la cintura y se fue, en busca de su señor hermano.
Y allí se quedó el antaño prometedor caballero. Estacionado. Roto. Física y moralmente. Tenía ganas de ver a su hermano, pero menos que por la mañana. Porque el nuevo Stannis Baratheon se sentía roto: vano, inútil, inservible. Como un ciervo sin Cornamenta.
Atardecer
Aposentos de Ser Stannis Baratheon,
Bastión de Tormentas
Bastión de Tormentas
El ocaso comenzaba a cernirse sobre la Bahía de los Naufragios. Buena prueba de ello eran los haces de luz, tenues y anaranjados, que topaban con la incomensurable fortaleza Baratheon y se colaban por entre los tragaluces de los aposentos del Joven Venado. Y allí le descubrían: una figura escuálida y casi inerte, arropado y postrado en poltrona minuciosamente adaptada para él; con la mirada perdida y la mente en otros mundos.
Había despertado poco después del alba. Como en un día normal. Como si solo hubiese descansado aquella noche, y no durante casi una luna.
Aunque técnicamente llevaba insomne pocas horas. A pesar de la firme negativa de Stannis, finalmente Cressen había conseguido administrarle contra su voluntad la condenada leche de Amapola. Dormitó durante el resto de la mañana, alterando los estados de sueño y consciencia de forma aleatoria.
También consiguió ingerir el primer alimento sólido en semanas. Las remolachas de su sopa de remolachas. Aunque les supieron desabridas, e insulsas. Todo le sabía insulso desde su despertar.
Pero la guinda del pastel fue cuando, tras minutos de ahínco, denuedo e inenarrable sacrificio físico y mental, consiguió moverse algo de su lecho. Un dolor cegador recorrió su columna de arriba a abajo cuando logró incorporarse, mas no era nada comparado a la verdadera tortura que le esperaba: no le respondían las piernas. Apenas las sentía, apenas podía moverlas. Y para nada podía caminar.
Cressen le preparó un sillón adaptado y acolchado; le arrellanó, le cubrió con una manta hasta la cintura y se fue, en busca de su señor hermano.
Y allí se quedó el antaño prometedor caballero. Estacionado. Roto. Física y moralmente. Tenía ganas de ver a su hermano, pero menos que por la mañana. Porque el nuevo Stannis Baratheon se sentía roto: vano, inútil, inservible. Como un ciervo sin Cornamenta.
Re: Un ciervo sin Cornamenta
Un Ciervo sin cornamenta
Robert supervisaba con Garin las alforjas, los caballos y la pequeña escolta que les acompañarían por aquel pequeño tour que haría el señor de la Tormenta por sus tierras. Necesitaba hacer algo para sentirse vivo. Ahora mismo solo sentía que era un desgraciado. Le habían robado la prometida y asesinado al suegro, ¿y qué he hecho yo? Volver al hogar solo. ¿Es eso lo que hace un líder? Se preguntaba mientras cepillaba su montura. Sabía que sentado en un sillón cómodo de Bastión no resolvería nada. Cada día que pasaba indolente la palabra amor que decía sentir por la Loba perdía fuerza y sentido. De momento era un mentiroso más. Es ahora cuando debes ir en pos de tu amor, aunque eso mismo acabe contigo.
Con esas dudas y tribulaciones le encontró el maestre Cressen. Ya está. Ha muerto, se dijo el Baratheon. —¿Ha muerto ya, viejo? –fue todo lo que pregunto Robert. Cressen sorprendido pero sin tiempo para rebatir la falta de tacto de su señor le pidió que le siguiese tras anunciarle que todo lo contrario. Robert le siguió recibiendo al menos una buena noticia, algo que al menos le hizo olvidar por un rato a Lyanna. Si llevaba a cabo sus planes, necesitaría de la tenaz mano de su hermano mediano para guardarle las espaldas.
Sin esperar a que el maestre abriese la puerta de las estancias privadas de Stannis, su hermano mayor entró como gigante en una cacharrería. —¿Qué? ¿Buscabas preocuparme? Pues no lo has conseguido, sabía que una mierda de flecha no me libraría de ti, hermano. –le dijo con su atronadora voz. La verdad era que en aquella silla, con esa manta y tal, su hermano parecía una vieja septa. Imposible que la sonrisa no asomase en sus labios con aquella comparación. Recuperando algo la compostura, después de todo, su hermano había rozado la muerte, hablo más calmado y alejó el tono de chanzas. —¿Estás mejor, Stan?
Invitado
Re: Un ciervo sin Cornamenta
De un golpazo desairado la puerta se abrió y el animal de su hermano hizo acto de presencia en la estancia, con la rudeza y brusquedad de siempre. El Señor de Bastión de Tormentas no había cambiado un ápice su despreocupada forma de ser. Y a Stannis parecía, en el fondo, alegrarle. Por extraño que le pareciese en primera instancia. — Hola Robert. —Saludó con voz apagada varios segundos después, sin dejar de observar fijamente la figura del Venado mayor.
Recordó la última conversación que había tenido con su hermano. Semanas atrás, a principios de año, antes de que este partiese al Valle. Cómo Robert le había citado en el gran salón de Bastión; cómo habían hablado de asuntos varios, tales como el Rey Aerys. O Lyanna Stark. Cómo había delegado en él la dirección de la Casa, y cómo Stannis se había sentido confiado y seguro en que todo le iría bien como regente.
Qué equivocado había estado.
Miró con tristeza en dirección a uno de los portillos de la pieza, dejando que la luz anaranjada del ocaso colisionase con parvedad sobre su faz. Horas antes había despertado implorando ver a su hermano, aunque llegado el momento, prefería más la compañía de la soledad. — No puedo caminar. —Declaró sin alzar demasiado la voz y con inexistente brío, como si restase total importancia al asunto. — Cuando me alcanzó la flecha me desplomé del caballo y me dañé la columna. Dice Cressen que necesitaré una larga rehabilitación, y dentro de unos meses podré desplazarme con la ayuda de un bastón. —Prosiguió, volviendo a trasladar la mirada para estacionarla ahora de nuevo sobre su hermano. — Aunque nunca volverá a ser como antes. Lo siento, mi señor, os he fallado. No protegí el reino como os prometí. Nunca estaré a vuestra altura.
Recordó la última conversación que había tenido con su hermano. Semanas atrás, a principios de año, antes de que este partiese al Valle. Cómo Robert le había citado en el gran salón de Bastión; cómo habían hablado de asuntos varios, tales como el Rey Aerys. O Lyanna Stark. Cómo había delegado en él la dirección de la Casa, y cómo Stannis se había sentido confiado y seguro en que todo le iría bien como regente.
Qué equivocado había estado.
Miró con tristeza en dirección a uno de los portillos de la pieza, dejando que la luz anaranjada del ocaso colisionase con parvedad sobre su faz. Horas antes había despertado implorando ver a su hermano, aunque llegado el momento, prefería más la compañía de la soledad. — No puedo caminar. —Declaró sin alzar demasiado la voz y con inexistente brío, como si restase total importancia al asunto. — Cuando me alcanzó la flecha me desplomé del caballo y me dañé la columna. Dice Cressen que necesitaré una larga rehabilitación, y dentro de unos meses podré desplazarme con la ayuda de un bastón. —Prosiguió, volviendo a trasladar la mirada para estacionarla ahora de nuevo sobre su hermano. — Aunque nunca volverá a ser como antes. Lo siento, mi señor, os he fallado. No protegí el reino como os prometí. Nunca estaré a vuestra altura.
Re: Un ciervo sin Cornamenta
Un Ciervo sin cornamenta
Ver a su hermano, por muy odioso que este fuera a veces, no era plato de buen gusto. Incluso Robert con toda su frialdad para con su hermano sentía cierto malestar por verle en ese estado. Desde luego no pensaba mostrar su lado más vulnerable y menos ante su hermano. No ahora con la guerra en ciernes. No obstante, sus miradas azules se cruzaban diciendo más ellas que los mismos hermanos.
—No puedes, cierto. No conozco a ningún caballero que tras una buena herida pueda andar bien durante un tiempo. Así que no sufras de más, es lo lógico. –dijo ante sus primeras palabras. ¿Un bastón? Por un momento miró a Cressen, que parecía asentir en silencio, o eso le pareció a Robert. —¿Cojo? Bueno, tullido no es muerto, hermano. Si fuera yo sí que sería un problema. Yo no tengo tu sesera, Stannis. Siendo listo como eres, encontrarás maneras de despuntar. Yo por el contrario, dime, ¿qué haría cojo? Sabes bien que solo sirvo para luchar. Yo sí que estaría jodido. Así que levanta ese alma en pena, hermanito.
Sus disculpas sí que le molestaron y dolieron. Un nudo se apoderó de su garganta. Reconocía aquello a la perfección. Había sentido lo mismo el día que ambos perdieron a sus padres. Pena. Lástima por ver a su hermano roto y postrado en una silla, lamentando sobre todo su mal servicio. Su mano salió disparada al rostro de Stannis, frenando solo en el último momento. Finalizó el movimiento apoyando la manaza en el hombro de Stannis. —No vuelvas a mencionar nada parecido, Stannis. Protegiste el reino mejor que yo mismo. Fue a ti a quién no protegiste. Y ese deber no recaía en tus hombres. Los responsables ya han sido juzgados y sancionados por su error. –dijo finalmente, recordando la cabeza destrozada del capitán que debía haber garantizado la seguridad de su heredero.
Invitado
Re: Un ciervo sin Cornamenta
Lo cierto era que Stannis ya había tratado de convencerse horas atrás de lo mismo que Robert le decía ahora. Lo suyo siempre había sido administrar, gestionar. Asegurarse de que se impartiese la justicia. Y así de bien le había ido: muchas finanzas, mucha política y diplomacia; pero apenas había sabido defenderse de una panda de sabandijas mal organizadas. Esa era la realidad.
También estaba la imagen que tendrían ahora de Stannis. Si antes la gran mayoría de la gente le veía como alguien aborrecible y odioso, ¿qué concepción tendrían ahora de él, siendo también un tullido?
— Robert. —Balbuceó una vez este hubo acabado de hablar. Le miraba con los ojos entrecerrados y cansados, pesarosos. — Yo nunca he despuntado en nada. Y ahora, mucho menos. —Su hermano mayor siempre había sido el admirado; Renly, el adorado. Stannis siempre se mantuvo en el medio, olvidado. — Lo único que conseguí en vuestra ausencia... fue lo de Lady Lyanna Stark y, bueno. Casi llevo a la ruina vuestra reputación.
Sin saber por qué, su hermano se airó y se abalanzó en pos de él, deteniéndose en el último instante para posar su manaza en el hombro del Joven Venado. Los hombres que le protegían en la costa habían sido juzgados por su hermano. Probablemente ajusticiados. Stannis lo desconocía, aunque en realidad, le daba igual. ¿Habían tenido ellos parte de culpa? Muy probablemente. Pero, al fin y al cabo, ¿quién los había seleccionado? Alguien más inepto aún.
— Mi señor. —Llamó una vez más, con voz tenue aunque esta vez impregnada de decisión y derechura. — Relego de mi privilegio como heredero de Bastión de Tormentas, y lo confío ahora en Renly Baratheon, o en quien decidáis. Al contrario que vos, no sirvo para esto.
También estaba la imagen que tendrían ahora de Stannis. Si antes la gran mayoría de la gente le veía como alguien aborrecible y odioso, ¿qué concepción tendrían ahora de él, siendo también un tullido?
— Robert. —Balbuceó una vez este hubo acabado de hablar. Le miraba con los ojos entrecerrados y cansados, pesarosos. — Yo nunca he despuntado en nada. Y ahora, mucho menos. —Su hermano mayor siempre había sido el admirado; Renly, el adorado. Stannis siempre se mantuvo en el medio, olvidado. — Lo único que conseguí en vuestra ausencia... fue lo de Lady Lyanna Stark y, bueno. Casi llevo a la ruina vuestra reputación.
Sin saber por qué, su hermano se airó y se abalanzó en pos de él, deteniéndose en el último instante para posar su manaza en el hombro del Joven Venado. Los hombres que le protegían en la costa habían sido juzgados por su hermano. Probablemente ajusticiados. Stannis lo desconocía, aunque en realidad, le daba igual. ¿Habían tenido ellos parte de culpa? Muy probablemente. Pero, al fin y al cabo, ¿quién los había seleccionado? Alguien más inepto aún.
— Mi señor. —Llamó una vez más, con voz tenue aunque esta vez impregnada de decisión y derechura. — Relego de mi privilegio como heredero de Bastión de Tormentas, y lo confío ahora en Renly Baratheon, o en quien decidáis. Al contrario que vos, no sirvo para esto.
Re: Un ciervo sin Cornamenta
Tema Cerrado
Estimado Stannis: Por abandono del usuario Robert Baratheon, este tema se dará por cerrado. Se te contarán los puntos correspondientes por tema finalizado. Si en un futuro un nuevo usuario desea retomar este tema, pueden solicitarlo mediante un mp a la administración.
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