Queridas hijas... (Catelyn y Lysa)

—Cat, Cat. ¿Por qué no comes con nosotros? ¿Estás enfadada conmigo? ¡Cat despierta! —la voz de Edmure sonaba como un susurro lejano mitigado por las sombras que recorrían la mente de su hermana mayor. Desde que hubiese oído la noticia de la captura de Brandon Stark, su prometido la preocupación de su mente se había elevado hasta niveles insospechados.

Abrió los ojos pero no vio a nadie allí. Aún la penumbra del amanecer crepitaba por las ventanas de su alcoba haciendo que todo pareciese aún un sueño. Como si no hubiese despertado. Su rostro pálido y delgado llevaba las marcas de la falta de sueño bajo sus ojos. No había tenido apetito; y lo poco que su septa le obligaba a comer, más tarde lo devolvía porque su estómago no podía soportarlo. Se sentía débil por no hacer más. Tendría que haber insistido. Tendría que haberse ofrecido a acompañarle. Tal vez así... Lágrimas volvieron a brotar de sus ojos hasta adormecerla otra vez en un sueño intranquilo y lúgubre.

Cuando volvió a abrirlos, el sol ya estaba alto. Una de las doncellas que la ayudaba, meció su hombro para hacer que recuperase la consciencia informándole de que su padre la había hecho llamar, que tenía el baño preparado y que era necesario que se levantase. La joven Tully, carente de la resolución de la que normalmente tenía se puso en pie lentamente y caminó dócilmente hacia la bañera. Dejó que lavasen su cuerpo y su pelo como si no estuviera allí, con su mente lejos donde oscuros pensamientos la mordían como un grupo de lobos a un cordero perdido en el bosque. Lobos no, dragones.

—El joven Edmure ha estado preguntando por vos de nuevo. Ya no sé qué decirle, lady Catelyn. Le necesita. Y su hermana también —las palabras de reproche de la doncella golpeaban su mente como un martillo de herrero lo hace con el hierro del yunque. Se miró las manos, delgadas, sosteniendo uno de los paños con los que se limpiaba el cuerpo apretándolo entre ellos. Tenía razón. Pero no podía evitarlo. Sentía su corazón en un puño apresado al sur junto a Brandon y había quedado todo su mundo como si se hubiera detenido el tiempo. Ni siquiera se dignó a responder a la doncella mientras la ayudaba a vestirse y peinaba su cabello. No sabía qué decir al respecto.

Una vez arreglada, salió de su alcoba dirigiéndose directamente hacia los de su padre. Ya le había hecho esperar lo suficiente. Entre las manos aún apretaba la estrella de los siete envueltos sus dedos en el cuero que se usaba para colgar la pieza de plata alrededor de su cuello. Abrió la puerta sin llamar al saberse invitada y cerró tras de si.

—Lamento mi tardanza, padre —dijo en apenas un susurro dando dos pasos hacia el interior de la estancia avergonzada por su comportamiento de los últimos días. Por haber estado ausente cuando lo que debería haber estado haciendo era cuidar de sus hermanos. ¿Lo entendería él? A pesar de que lo amaba con locura y habría dado su vida mil y una veces por él, en aquel momento de desesperación, deseaba que hubiese estado allí su madre. La echaba de menos más que nunca.

Al escuchar la puerta a su espalda, Catelyn se apartó del camino de forma instintiva sin entrar en la habitación realmente. Con los pulgares recorría la estrella de siete puntas. Al escuchar el comentario de su hermana asiente esbozando una sonrisa que no deja de ser triste pero accede sentándose donde su padre le indica. El silencio que llena la sala se le hace tenso, duro y frío. Casi como si los vientos del norte hubieran llenado la estancia que antaño se le antojaba cálida y familiar.

Las palabras de su padre son las que hacen que Catelyn reaccione levantando la mirada hacia él clavándola en la suya como si le retase a engañarla en aquel momento. Estaba vivo. Estaba vivo... Y parecía que una montaña se había levantado de su pecho dejándola por fin respirar desde hacía días. Pero estaba herido... ¿cuán grave estaba como para tener que ser atendido por los maestres de Desembarco? Había visto a Brandon luchar, en más de una ocasión pero conociendo su temperamento sería obvio que hubiese terminado con alguna herida de espada o lanza. Su rostro se tranquilizó al escuchar la noticia. Pero no tardó en perder el color otra vez al escuchar la noticia del que sería su segundo padre. Rickard Stark. Muerto...

De pronto, el velo oscuro de la tristeza se apartó de su mirada y sus manos rodeando la estrella de siete puntas la apretaron tanto que sintió las aristas atravesar la piel. Abrió las manos lentamente viendo las pequeñas gotas de sangre formarse pero volvió a cerrarlas para no manchar nada. Las órdenes que le dio a Lysa le parecieron adecuadas. Alejarla a ella y al heredero de la Tierra de los Ríos era la decisión correcta pero respecto a ella misma, no estaba por ceder tan fácilmente.

—Cuida de Edmure por mí, hermanita —dijo, instándola a levantarse apretándola contra su pecho como antaño lo hacía cuando se ponía a llorar. Besó su cabello rojizo con suavidad y le acarició las mejillas para darle otro en la frente. —Ve a preparar a nuestro hermano, iremos a despediros —dijo mirando a su padre viendo su nerviosismo y la presteza con la que quería que se preparasen para irse. Ella tenía otros planes muy diferentes pero no los discutiría delante de Lysa. Nunca osaba llevarle la contraria al Lord de Aguasclaras delante de los demás. Aunque fueran familia. Pero el que la mayor de los Tully se quedase atrás era un claro indicativo de que tenía mucho que decir al respecto.

Decir que Catelyn se sentía cómoda en aquel momento precisamente sería mentir. Los ojos de su padre siempre le habían resultado severos y acostumbrado a ser obedecido en todo, sabía que sus siguientes palabras y acciones serían tomadas como un acto de rebeldía por su parte. Pero estaba resuelta. Había mucho que hacer y no pensaba escapar a una tierra desconocida sin saber siquiera todo.

—Os he oído padre. Perfectamente. Pero no voy a irme a Invernalia —sentenció en pie juntando sus manos sobre la estrella de siete puntas buscando en la vieja las palabras adecuadas para decirle, y en el guerrero la fuerza para no sucumbir a su severa mirada. —Entiendo que lo hacéis por mi bien, por ponerme a salvo pero sabéis que no puedo irme en estos momentos. No puedo marcharme al Norte sin saber si vuestras sospechas de tiempos oscuros que se acercan son reales o no, no lo pondré en tela de juicio pues sé que sois sabio. ¿Cuánto hacía que lo sabíais? De la muerte de Lord Rickard y las heridas sufridas por Brandon —las palabras de Catelyn sonaban extrañas en su boca. Como si fuese otra persona, con más calma que ella en aquellos momentos, la que las estuvieran diciendo a través de su boca. Cierto tono de reproche se escuchó de su boca sin siquiera ella planearlo. Pero hacía no podía evitar que su padre le estaba ocultado algo. Algo que no podía saber qué era.

—Habéis dicho que queréis ser libre de tomar la decisión adecuada. Sabéis que os quiero más que a nada en este mundo. Que daría mi vida por esta familia sin siquiera pensarlo dos veces —dio un paso hacia delante sin darse cuenta dando énfasis a sus palabras que venían desde lo más profundo de su corazón.

—Si ocurriese algún evento trágico, los Siete no lo quieran, quisiera estar a tu lado. No querría estar en la piel de Lady Stark tan lejos, tan impotente. Si mi presencia puede hacer algo por ayudaros, dejadme hacerlo. Os lo ruego —juntó las manos colocándolas delante de su pecho con el alma en los ojos. Si recibiese la noticia en el Norte de que su padre había muerto por acciones de la Corona, no sabría como reaccionaría.

Catelyn se quedó quieta cuando su padre la tomó de los hombros. Estaba segura de que quería quedarse con él. El haber estado alejada de Brandon, el no saber siquiera lo que le había pasado durante más de un mes había sido una tortura. Había sido prácticamente insoportable llegando a casi consumirla por completo. Sus vestidos le quedaban más anchos habiendo perdido algo de la carne que había rellenado sus suaves curvas de mujer. Sin embargo, asintió ante su última pregunta con la seguridad que podía amasar en aquel momento.

—¿Qué ocurre? ¿Qué os tiene tan preocupado? Sé que no nos lo habéis dicho todo estando Lysa aquí —insistió colocando sus manos en los brazos de su padre para afianzar la unidad que había entre ellos. Sus hermanos se marchaban lejos del hogar, puede que no volviese a verlos nunca. Pero había tantas posibilidades ante ella que si no sabía lo que estaba pasando era difícil poder ayudar en todo aquello.

—¿Qué decisión tendríais que tomar? —preguntó ahora insegura de si quería saber la respuesta después de todo aquello. Sus ojos estaban buscando la respuesta en los de su padre como quién buscaba beber en un desierto. Necesitaba saber más.

Lentamente, Catelyn asintió ante sus palabras dejando que la soltase colocando sus manos delante de su cuerpo entrelazando sus dedos con la estrella ente ellos. Bajó la mirada al suelo. ¿Qué tipo de petición le haría la Mano del Rey si quería que su padre demostrase que era leal a su majestad? La situación era cuanto menos peliaguda y poco a poco iba comprendiendo la tesitura en la que el Lord de Aguasdulces y las Tierras los Ríos se encontraba en aquel momento.

—¿Sospecháis que... quieran que marche con ellos a Desembarco del Rey? —preguntó de forma directa. Era una petición normal dentro de la situación pues era sabido que era la prometida de Brandon Stark y la primogénita de Lord Hoster Tully. De un plumazo, podría ser una baza buena para mantener a los ríos y el norte. Parecía que los estudios y las insistencias del maestre había servido para hacer a la joven ver las posibilidades estratégicas que podrían usarse. Pero aquello no la tranquilizaba para nada.

—Haced lo que tengáis que hacer, padre. Confío en vuestro juicio. Siempre lo he hecho y siempre lo haré. Dudo que si ese fuera el caso sirviese para algo. Solo es una tontería, olvidadlo, por favor —negó con la cabeza sonriendo tristemente. Si llegasen a llevarla a Desembarco, ¿qué ocurriría? ¿Habría alguna diferencia? ¿Serviría de algo? Aquellas preguntan entraban en su mente como un caudaloso río bañándola de los pies a la cabeza de una incertidumbre y desconfianza en sí misma que la hacía estremecerse. —De... debemos despedirnos. Estarán listos Lysa y Edmure para partir —dijo de pronto casi como un resorte que se había activado en su mente.

Apretó una vez más la estrella de siete puntas y esperó a que su padre liderase su pequeña comitiva de dos para ir a despedir a sus hermanos. Ella se quedaría atrás. Porque no tenía donde ir. No sabía si encontraría en Brandon el hogar que encontró hacía un año en Harrenhal. Y, temía no poder hallarlo. Tenía más miedo de lo que jamás lo hubiera tenido en el pasado. Y se sentía sobrecogida con todo aquello. Era demasiado.