Un Obsequio Peculiar.

La fiesta había sido bastante tensa, eso no podía negarse. Y tampoco podía negarse que, sin duda, la celebración había sido del todo memorable... De una u otra manera.
Por fin, cuando todo finalizó, Viserys llamó a sus espadas juramentadas, Imry y Erren Florent, sobrinos de la Mano del Rey y les ordenó que lo escoltasen a sus habitaciones. Había bebido tal vez un poco de más de vino durante el banquete y se sentía algo mareado. Creía tener necesidad de beberlo... Después de todo, ver a Aerys llevándose a sus aposentos a lady Estermont no era algo para nada agradable. La muchacha tormenteña era muy bella y aunque él, Viserys, considerara que los tormenteños lo habían insultado de más durante toda su celebración, primero Caron y luego Stannis Baratheon... Estermont poco tenía que ver con todo ello. Hubiera querido interceder a su favor, pero sabía que habría más problemas.

Había salido por fin del salón del banquete... Hasta que escuchó alguien que iba detrás de él. El Príncipe se giró y se sorprendió al ver a Erik Lannister acercándose. Imry y Erren se apresuraron a cumplir las órdenes del rey de que ningún occidental debía acercarse a alguien de la familia real y se pusieron en el camino entre el Guardián de Occidente y el Targaryen. Viserys rodó los ojos y le dijo:
- Haceos a un lado, ¿si? - no pensaba acercarse a él del todo, pero una distancia prudente y sin exagerar debía ser suficiente. La que un señor, por respeto a su príncipe debía guardar normalmente, tenía que servir.
- Mi príncipe, vuestro padre...
- Ya sé lo que dijo.- mencionó con hastío y agregó: - Y no le voy a decir nada de que dejaste que un occidental se acercara. No molestes, Erren.

El muchacho Florent bajó la mirada y se hizo a un lado, junto a su hermano. Viserys dio un paso hacia lord Lannister, escuchando sus palabras. Hizo un suave gesto de asentimiento con la cabeza, en señal de agradecimiento por aquello de las dotes de líder y luego miró con curiosidad la caja que le presentaba... con el regalo. Un talismán. Era un talismán parecido al que tenía lady Cersei entre los pechos en el torneo.
Tomó la caja con mucho cuidado, desde fuera y examinó el colgante, de momento sin tocarlo demasiado. Se veía bonito... Aunque él no creyese especialmente que un amuleto lleno de hierbas raras iba a evitar ninguna enfermedad de ningún tipo, ni siquiera un triste resfriado común.
Arqueó una ceja cuando mencionó que Cersei le había mandado confeccionar aquel dragón en el talismán y entonces asintió con la cabeza:
- Entonces agradeced a vuestra señora de mi parte. He visto que portaba un amuleto parecido en las gradas del torneo... Ah, y por cierto, debo felicitaros. Aunque no triunfasteis, llegasteis lo suficientemente lejos como para traerle honra a vuestra casa con vuestras proezas...- hizo una ligera mueca con la boca y añadió: - Aunque creedme, tenía esperanzas de que triunfárais sobre Caron... - suspiró y se encogió de hombros: -Pero lo hecho, hecho está. Os agradezco sinceramente el talismán, mi señor.