La inocencia de una 'dama'

‘Alester Florent’. El sólo nombre le quemaba en la lengua como si fuese fuego valyrio. Más de una vez había sentido el secreto anhelo de poner al hombre en cuatro patas y verterle el tal líquido directo en sus entrañas, porque aunque no estaba segura de si su hermana había participado o no en las intrigas de Mace Tyrell, definitivamente sí lo estaba de que en esa revuelta el único que había salido ganando era el Florent y algo le decía que no por casualidad, de la misma forma en que no por casualidad habían sido exterminados hasta sus sobrinos: unos niños indefensos que nada tenían que ver con rebelión alguna.

Sin embargo, Lynesse sabía que -al igual que en una partida de sitrang- lo importante no es dar el primer movimiento sino saber cuándo y cómo dar el paso que te permita ganar la partida, es por esa misma razón que contenía sus impulsos y se mantenía eternamente en su fachada de niña buena e indefensa con ese halo de bondad que hacía que cuando la miraban el resto pensara que no era ni más ni menos que una llama de luz en medio de la oscuridad de un mundo putrefacto.

‘La cuerda se corta por donde el hilo es más fino’, pensó, recordando cierto viejo dicho, y estaba segura que tarde o temprano hallaría el punto por el cual la soga de los Florent se cortase.

Venía caminando distraída pensando en esto justamente cuando se encontró con una muchachita de aspecto… …. …. no pudo encontrar el término que le aplicase, pero sí podía decir que lucía algo… ‘simple’ con sus ropas sencillas y sus orejas grandotas de ratón, aunque al mismo tiempo se notaba que tenía las manos demasiado cuidadas para ser una sirvienta. Podría haberla mirado de costado, fruncido el ceño y la nariz y esquivarla, pero en los planes de la Hightower nunca entraba el despreciar a alguien sin conocer primero las posibilidades que le podía llegar a brindar el tenerlo de aliado. Ya fuera dama de la titiritera blanca o doncella la marioneta, de cualquier forma le podía llegar a ser útil, y si no era ni lo uno ni lo otro igualmente alguna utilidad seguro podría encontrarle, pues nunca estaba de más el tener ojos u oídos bien dispuestos.

-Buenas tardes -la saludó tras aproximarse lo suficiente y tan cautamente como pudo como para que la otra no huyera como cervatillo en el bosque, acompañando su mirada dulce con una sonrisa agradable.- Disculpadme la molestia pero ¿de casualidad sabéis dónde queda la biblioteca? Hace tiempo que no vengo a la Fortaleza y creo que me he perdido.

‘La biblioteca de la torre de la Mano, ¿eh? Así que es doncella de Alester o de alguien de la familia. Perfecto también’, pensó y no pudo sino felicitarse por su buena suerte.

-No os preocupéis, a veces la ignorancia garantiza la salud y mantiene el cutis como porcelana -le dijo sonriendo, mirándola con aún más dulzura, mientras hacía un gesto con la mano como quitándole peso al hipotético problema.- Ciertamente, podríais conducirme con la Septa… ó quizás podríamos buscar entre ambas la que a mi me interesa… -agregó en tono cómplice.- Salvo que estéis demasiado ocupada, claro está -agregó luego- o que vuestras obligaciones os impidan acompañarme…  Es taaaaaan aburrido caminar sola sin nadie con quien poder conversar… -comentó en medio de un suspiro, como si realmente le doliese.- Pero, por supuesto, entenderé si no disponéis de la posibilidad de invertir vuestro tiempo en algo tan trivial como pasear conmigo… -dijo- aún cuando el que pudierais hacerlo redundaría en beneficios para ambas, pues ambas tendríamos la posibilidad de recorrer la Fortaleza y sumaríamos los conocimientos que vos hubieseis podido adquirir en este tiempo con los que antaño tenía con respecto a dónde estaba cada lugar… -afirmó, tratando de tentarla.

A medida que iba hablando se había ido acercando aún más a la jovencita y para cuando dijo la frase final en realidad ya la tenía cogida de una mano.

-Por los Ocho, qué manos tan bonitas tenéis -agregó luego, acariciando sus dedos, para distraerla mientras que se posicionaba a su lado, cogiéndola del brazo y sutilmente la invitaba a caminar.- La Septa de mi casa me ha dicho muchas veces que es imperioso para una dama lucir sus manos siempre limpias y esbeltas, pero mis dedos más de una vez acaban pinchados con las agujas del bordado o se me hacen callos en las yemas por el tejido y al final nunca logro que se vean tan bien… -mintió con absoluta naturalidad.- ¿Sabéis bordar, Lady….? -dijo, dejando la frase inacabada para que la otra se presentara, dando por hecho que si era del personal de servicio la corregiría o hasta podría sentirse halagada por la confusión y si no lo era al menos no se sentiría insultada por el trato dispensado.

No pudo no advertir la mirada de la joven hacia su atuendo y la ropa que vestía ella y eso, sumado a su conversación insegura y la tendencia a bajar la mirada cada vez que hablaban le reafirmó la idea de que era en muchos sentidos una persona sencilla, quizás incluso naturalmente honesta a pesar de su reserva esperable en la timidez de la que hacía gala y en cierta medida bonita a pesar de la capa de suciedad que parecía habérsele adherido al rostro por haber estado haciendo alguna cosa tan impensable como jugar con pan o haber estado trabajando en un huerto, no podía llegar a saberlo con certeza porque por definición ella no hacía ninguna de las dos cosas.

- ¿Habéis visto? Es espantoso -afirmó empleando ese particular tono con el que las jóvenes dialogan entre sí, en mutua confianza, con cierta cuota de melodrama-. Mi hermano querido, que los Ocho lo guarden -‘y con el Desconocido se pudra’- a pesar de lo gentil que fue siempre y de lo mucho que me quería nunca pudo entender lo difícil que era para mi pasar tanto tiempo a solas… Pero, claro, el siempre tenía trabajo ¿cómo podía entender a una niña como yo? Es casi una tragedia, ninguna joven debería ser condenada a la soledad por demasiado tiempo ¿no opináis lo mismo? -agregó imprimiéndole a sus palabras un aire de sentido dolor.- Aún cuando es cierto que resulta útil, sí, en algunos momentos pero hasta las cosas que hay que memorizar es más divertido hacerlo con otra persona… -le respondió a su comentario.- Mi Septa siempre me dice que tengo que sentarme a solas en algún lugar y repetir frase tras frase hasta que pueda recitar la mitad de los libros y las reglas de los Siete en perfecto y estricto orden, pero mi mente no ayuda para esa clase de cosas… salvo que hable con alguien más o que las cante, cantando todo se memoriza -comentó alegremente.- ¿Os gusta cantar? De seguro tenéis una bonita voz, pues el tono en el que habláis es por demás agradable -aseguró con convicción.

-Pues encantada, mi querida, encantada de mostrarle los lugares que conozco. Si mal no recuerdo hasta había descubierto uno o dos escondites secretos -le dijo casi en un murmullo cómplice, con aire divertido.

-Es un placer, Lady Selyse -respondió a su presentación mientras su mente repasaba a gran velocidad todas las 'Ladys' de las que tenía noticia que tuvieran tal nombre y encima pudieran estar vinculadas de alguna forma con la Torre de la Mano- y en lo que a mi respecta además sois una bendición de los Dioses. Lo mejor, sin lugar a dudas, que pudo haberme ocurrido en esta aburrida tarde -agregó gentilmente.- Me sentiría más que honrada si quisierais ayudarme con el bordado. El trabajo de aguja a veces es taaaaaan solitario… y una vez más, mi difunto hermano se negaba a dejarme tener una doncella que hiciera mis días solitarios más livianos, y aunque una cree que se acostumbra la verdad es que a la soledad mientras caen las tardes de verano una jamás logra acostumbrarse… -repuso nuevamente con cierto aire trágico y melancólico.- ¿Habéis hecho una capa de tal calidad? A mi nunca me ha salido bordar con precisión el logo de la casa… ¿Cuál es la vuestra? Es cierto que algunos son más difíciles que otros según dice mi Septa, pero yo no logro convencerme de ellos: para mi todos tienen la misma dificultad -repuso.

-Por supuesto, os acompañaré a donde gustéis, querida Selyse, y disculpadme, no es vuestra culpa sino que yo no me he percatado de presentarme. ¿Dónde han quedado mis modales? ¡Mi septa se escandalizaría, no lo dudéis ni por segundo!, mi nombre es Lynesse -le informó con una dulce sonrisa, y para este punto ya la tenía completamente cogida del brazo y se mostraba a su lado con una familiaridad digna de quienes han sido amigas toda la vida.

-Pues deberías intentarlo, realmente estoy segura de que podríais encantar a cualquiera con el tono de vuestra voz -agregó con el mismo tono dulce y amable que venía empleando. Casi le dio pena cuando la vio ruborizarse de semejante forma, quien la viera pensaría que jamás nadie le decía algo bonito o que pensaba que era peor que un trapo viejo… y sin embargo la baja autoestima de la muchacha la convertía en un juguete perfecto para las ambiciones de Lynesse.

Su mente siguió repasando los nombres de las Selyse que recordaba y ninguna encajaba con la descripción de la muchacha ni con la Torre de la Mano, hasta que tardíamente -y tras nombrar el escudo de su casa- se dio cuenta de que no era ni más ni menos que la sobrina de ‘Lord’ Alester. ‘¡Qué regalo de los Dioses que no Existen!’, pensó tras pasar la primera impresión ante el descubrimiento: podría haberla maltratado, podría haberla acusado de pertenecer a una familia de asesinos pero… ¿habría sido inteligente y estratégico? Ciertamente no, y por eso en lugar de arrugar el ceño o alejarse, se mantuvo como si su estómago no se hubiese retorcido, como si no hubiese tenido ganas de ver la capa del tío sólo para vomitarle encima, como si no quisiera echarle fuego valyrio en las tripas de Alester a través del ano, y en cambio se repitió lo mismo que solía decirse cuando estaba frente a un hombre ‘sonríe, tú sólo sonríe’.

Y en efecto los años de práctica de pretender y simular de algo sirvieron, por no hubo mueca ni signo alguno de desprecio, desagrado, fastidio, rencor o sentimiento negativo alguno en los rasgos de Lynesse, quien demostrando que la Luz del Faro se mantiene incluso en medio de las peores tormentas iluminando, se mostró impávida ante la joven que caminaba con ella y continuó con su superficial charla como si nada hubiese ocurrido, como si aquella jovencita no hubiese acabado de encajar como un engranaje más en el molino de los planes de la Hightower.

-Pues sí, supongo que los zorros son más fáciles… ciertamente -comentó dubitativa, como si el bordado fuese la cosa más importante del mundo.- A mi siempre me han tocado rosas, torres o manzanas simplemente, según el lado de la familia del que se trate -agregó.

Aguardó a que la muchacha se cambiara de ropa y se aseara mientras seguía dándole vueltas y vueltas a las miles de posibilidades que aquel encuentro le daba. Hacerse amiga de la sobrina del Florent era casi tan útil como una veta de oro para los Lannister… -aunque claro, a la Luz de Occidente actualmente le haría falta algo de uso más práctico como un baño o la cura a la plaga, si es que se había contagiado, pero eso era un detalle-.

-Oh, os veis mucho más guapa ahora, el azul os sienta precioso. ¿Lista para el paseo? -le preguntó con una resplandeciente sonrisa, irónicamente bella en contraposición a sus sentimientos.