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Al caer la trucha, el pescador se lleva el trofeo
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Al caer la trucha, el pescador se lleva el trofeo
Aerys se había pasado el día entero reuniéndose con distintos señores aliados, otros que deseaban serlo, y otros que se arrepintieron de no serlo. La rebelión se encontraba ya en sus últimos días, los pocos rebeldes que aún resistían, encontrarían su fin en los próximos días.
El rey se encontraba extasiado, sobre todo después de acabar con los Tully y sus señores traidores, ese momento fue cuando al Rey se le ocurrió una magnífica idea, una pequeña muestra para todo Poniente de lo que pasa cuando te enfrentas a un Targaryen.
Ahora la antigua tierra de los Tully, una de las familias borradas durante la guerra, era parte del territorio del rey, una ampliación de Tierras de la Corona. Cuánta satisfacción disfruto su majestad cuando firmó el decreto que anunciaba su decisión. O se inclinaban ante él o morían, y la segunda opción era su favorita.
Pero sin embargo, a pesar de su felicidad, el manejo de la guerra estaba causando estragos en él, y su cansancio iba en aumento cada día. Entre las ejecuciones, las reuniones con el consejo, y las entrevistas con los señores y lords de las tierras, casi no tenía tiempo de descansar, aunque quisiera hacerlo. Aerys seguía viendo fantasmas de traidores por todas partes, y su esposa se encontraba cada día más sospechosa.
Una voz a su lado despertó al Rey, arrancándole de su nube de pensamientos. El anuncio de la llegada de Lord Roland Lefford.
Se incorporó, con el conocido malestar de su espalda resintiendose y espero a que se presentará frente a él. Otra reunión protocolar, pero Aerys había estado esperando esta en particular, pues quería escuchar cómo habían caído las casas traidoras que el joven Lord había atacado en su nombre. Parte de la caída de los Tully había sido por los ataques constantes de quién lo visitaba ahora.
-Sea bienvenido Lord Lefford. Llevaba días ansioso por su visita.-
Claro que lo estaba, el Rey no perdona, pero tampoco olvidada a quienes cumplen aún más que sus funciones.
El rey se encontraba extasiado, sobre todo después de acabar con los Tully y sus señores traidores, ese momento fue cuando al Rey se le ocurrió una magnífica idea, una pequeña muestra para todo Poniente de lo que pasa cuando te enfrentas a un Targaryen.
Ahora la antigua tierra de los Tully, una de las familias borradas durante la guerra, era parte del territorio del rey, una ampliación de Tierras de la Corona. Cuánta satisfacción disfruto su majestad cuando firmó el decreto que anunciaba su decisión. O se inclinaban ante él o morían, y la segunda opción era su favorita.
Pero sin embargo, a pesar de su felicidad, el manejo de la guerra estaba causando estragos en él, y su cansancio iba en aumento cada día. Entre las ejecuciones, las reuniones con el consejo, y las entrevistas con los señores y lords de las tierras, casi no tenía tiempo de descansar, aunque quisiera hacerlo. Aerys seguía viendo fantasmas de traidores por todas partes, y su esposa se encontraba cada día más sospechosa.
Una voz a su lado despertó al Rey, arrancándole de su nube de pensamientos. El anuncio de la llegada de Lord Roland Lefford.
Se incorporó, con el conocido malestar de su espalda resintiendose y espero a que se presentará frente a él. Otra reunión protocolar, pero Aerys había estado esperando esta en particular, pues quería escuchar cómo habían caído las casas traidoras que el joven Lord había atacado en su nombre. Parte de la caída de los Tully había sido por los ataques constantes de quién lo visitaba ahora.
-Sea bienvenido Lord Lefford. Llevaba días ansioso por su visita.-
Claro que lo estaba, el Rey no perdona, pero tampoco olvidada a quienes cumplen aún más que sus funciones.
Re: Al caer la trucha, el pescador se lleva el trofeo
La gente sabia decía que nadie gana en una guerra, los bandos envueltos en ella sufre sus penurias ya sean los protagonistas o bien los que quedaron envueltos en medio de una tormenta que no entienden y de la que no pueden escapar. Roland, afortunadamente, no se consideraba ni aspiraba a la sabiduría. Para él la guerra no solo era una tierra de oportunidades, sino que era una oportunidad de dejar atrás las ataduras sociales impuestas por un cargo, en una guerra poco importaban los medios mientras se alcanzara un solo resultado, la victoria.
Cuando todo había iniciado toda casa tenía dos opciones, no se trataba de un bando u otro sino el participar o no, no eran pocas las casas que llegado un conflicto armado de gran escala buscaban la neutralidad en pos de preservar la continuidad de su linaje. Esta vez aquella opción era un poco más complicada pues el rey de turno era más complicado. La casa Lefford había apoyado a los Targaryen durante la Danza de los Dragones y en la Rebelión Fuegoscuro, los dragones siempre habían sido la apuesta segura pero los reinos parecían alzarse contra el rey loco. Esta vez la fortuna parecía en contra de los dragones, pero aún así apostó en su favor, sabía que fuera cual fuera el resultado al menos se divertiría, y a diferencia de Aerys era más probable que los Stark y Tully fueran más indulgentes en la victoria, mientras que el dragón no mostraría clemencia ante quienes se alzaran en su contra. Había tenido razón.
Entró al enorme salón de la fortaleza roja vestido con los colores de su casa, azul y dorado, los cráneos de los dragones en las paredes parecían fijar sus vacías cuencas en él casi con curiosidad. El rey le daba la bienvenida ante lo que el señor de Colmillo Dorado correspondió plantando su rodilla en el suelo. - Es un honor ser recibido por vos, majestad. - Había pensado en llegar con alguna cabeza como trofeo para dársela como ofrenda al rey, pero la guerra estaba llegando a su fin y con ello la gente empezaba a recobrar aquella hipocresía tan propia de la corte, como si ellos no hubieran celebrado la muerte de sus enemigos llegado el momento, al final de cuentas eran ellos o nosotros. - Estoy para serviros. - Aquello de estar ansioso le había intrigado, hasta donde sabía el rey se había estado reuniendo con sus vasallos por lo que no estaba seguro de que podía estar esperando si ya las cabezas de todos sus enemigos habían besado el piso. Quien sabía, quizas todavía quedaba algún enemigo diferente que combatir.
Cuando todo había iniciado toda casa tenía dos opciones, no se trataba de un bando u otro sino el participar o no, no eran pocas las casas que llegado un conflicto armado de gran escala buscaban la neutralidad en pos de preservar la continuidad de su linaje. Esta vez aquella opción era un poco más complicada pues el rey de turno era más complicado. La casa Lefford había apoyado a los Targaryen durante la Danza de los Dragones y en la Rebelión Fuegoscuro, los dragones siempre habían sido la apuesta segura pero los reinos parecían alzarse contra el rey loco. Esta vez la fortuna parecía en contra de los dragones, pero aún así apostó en su favor, sabía que fuera cual fuera el resultado al menos se divertiría, y a diferencia de Aerys era más probable que los Stark y Tully fueran más indulgentes en la victoria, mientras que el dragón no mostraría clemencia ante quienes se alzaran en su contra. Había tenido razón.
Entró al enorme salón de la fortaleza roja vestido con los colores de su casa, azul y dorado, los cráneos de los dragones en las paredes parecían fijar sus vacías cuencas en él casi con curiosidad. El rey le daba la bienvenida ante lo que el señor de Colmillo Dorado correspondió plantando su rodilla en el suelo. - Es un honor ser recibido por vos, majestad. - Había pensado en llegar con alguna cabeza como trofeo para dársela como ofrenda al rey, pero la guerra estaba llegando a su fin y con ello la gente empezaba a recobrar aquella hipocresía tan propia de la corte, como si ellos no hubieran celebrado la muerte de sus enemigos llegado el momento, al final de cuentas eran ellos o nosotros. - Estoy para serviros. - Aquello de estar ansioso le había intrigado, hasta donde sabía el rey se había estado reuniendo con sus vasallos por lo que no estaba seguro de que podía estar esperando si ya las cabezas de todos sus enemigos habían besado el piso. Quien sabía, quizas todavía quedaba algún enemigo diferente que combatir.
Re: Al caer la trucha, el pescador se lleva el trofeo
Las torturas eran un pilar en la alegría del Rey, en el mundo del caos que era su mente las torturas provocaban pequeños lapsos de paz, o siendo específicos acallaban las voces que lo atacaban todo el tiempo, esos achaques de asesinarla a cuanta persona se encontrara.
Y por eso era que Aerys se levantaba de buen humor desde hace meses. Las noticias de la guerra lo ponían de buen humor, saber quiénes morían y cómo, casi podía olfatear el hedor de la sangre de los traidores en quienes los habían asesinado en su nombre.
Estaba sobre el borde de su trono, esperando la historia de Lord Lefford que no llegaba. Las formalidades lo estaban fastidiando, si no fuera un aliado demostrado seguramente el rey ya lo habría acusado de traidor supremo.
Tan sólo unos pocos Lores habían tenido la oportunidad de reunirse con su majestad desde el inicio de la guerra, la mayoría se reunía con su mano, pero Aerys deseaba algunos encuentros. El hecho de haberse encargado de terminar con los Tully era mérito suficiente de parte de Roland para haberse ganado aquella recepción. Pero no era gratis, claro.
Se miraron en silencio durante unos momentos que bien podría haber sido una eternidad, el rey casi se caía del trono mientras su nariz se sacudía involuntariamente en busca del aroma de los Tully. Ojalá le hayan traído un trofeo, Aerys adoraba los trofeos. Su corona es una clara muestra de ello, hecha con el acero de la espada Hielo, y con los colmillos de Lord Stark y su heredero como decoración.
-Y bien? Cuál es el informe…. Quiero escuchar con sus palabras el paso a paso de nuestra victoria… Hablad!-
Impaciente, casi desquiciado, nadie sabría distinguir si estaba a punto de matar a alguien o premiarlo.
-Traedle vino a mi invitado maldita sea- Espetó entre saliva y tufo en dirección a unos criados. De momento el joven le caía bien. Y otra vez sus ojos descansaron en el invitado, con un hilillo de sangre cayendo de su labio y la respiración entrecortada por una de las tantas aflicciones que sufria. La única criatura en la historia de los hombres que se volvía más poderosa mientras más débil fuera.
Y por eso era que Aerys se levantaba de buen humor desde hace meses. Las noticias de la guerra lo ponían de buen humor, saber quiénes morían y cómo, casi podía olfatear el hedor de la sangre de los traidores en quienes los habían asesinado en su nombre.
Estaba sobre el borde de su trono, esperando la historia de Lord Lefford que no llegaba. Las formalidades lo estaban fastidiando, si no fuera un aliado demostrado seguramente el rey ya lo habría acusado de traidor supremo.
Tan sólo unos pocos Lores habían tenido la oportunidad de reunirse con su majestad desde el inicio de la guerra, la mayoría se reunía con su mano, pero Aerys deseaba algunos encuentros. El hecho de haberse encargado de terminar con los Tully era mérito suficiente de parte de Roland para haberse ganado aquella recepción. Pero no era gratis, claro.
Se miraron en silencio durante unos momentos que bien podría haber sido una eternidad, el rey casi se caía del trono mientras su nariz se sacudía involuntariamente en busca del aroma de los Tully. Ojalá le hayan traído un trofeo, Aerys adoraba los trofeos. Su corona es una clara muestra de ello, hecha con el acero de la espada Hielo, y con los colmillos de Lord Stark y su heredero como decoración.
-Y bien? Cuál es el informe…. Quiero escuchar con sus palabras el paso a paso de nuestra victoria… Hablad!-
Impaciente, casi desquiciado, nadie sabría distinguir si estaba a punto de matar a alguien o premiarlo.
-Traedle vino a mi invitado maldita sea- Espetó entre saliva y tufo en dirección a unos criados. De momento el joven le caía bien. Y otra vez sus ojos descansaron en el invitado, con un hilillo de sangre cayendo de su labio y la respiración entrecortada por una de las tantas aflicciones que sufria. La única criatura en la historia de los hombres que se volvía más poderosa mientras más débil fuera.
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