Los cimientos del futuro (Robert Baratheon) (FB)

La guerra era un negocio en el cual había que saber posicionarse, como en todos los negocios en última instancia. La familia de Garth Hightower había aprendido eso desde el tiempo en que eran Reyes del Faro, cuando el primer Hightower se inclinó ante los Gardener para evitar el derramamiento de sangre y por casamiento, no por dominación. Desde ese entonces, todos los líderes de la familia habían mantenido una posición similar, distante de los conflictos armados para hacer prosperar Antigua y sus dominios, asentándose como una de las casas más poderosas de todos los Siete Reinos, a la par de las Grandes.

Pero había víctimas en la guerra, algunas entendibles y otras no tanto. En ese momento el Reino debía reconocer el deceso de su Reina, Rhaella Targaryen. Pese a su perfil, del cual se decía que era muy dócil, había muchos rumores que la posicionaban como una dama inquieta y con sus propias preocupaciones… activa. Garth no hizo caso a un lado u al otro… la verdad era que no le interesaba demasiado, pero el protocolo pedía que se hiciera visible ante eventos del estilo. Además, el guerrero era un señor nuevo en los Siete Reinos, cuyo perfil debía crecer metódicamente. Había acudido con su corte a la capital, incluyendo por supuesto a su flamante esposa, Slava Hightower y su prima. Su hermano había quedado en Antigua, como castellano temporal.

Las comodidades para los señores importantes habían sido administradas debidamente el día anterior, y ahora su comitiva estaba saliendo del enterramiento de la hermana y esposa del Rey Aerys. Había sido grandilocuente a pesar del estado en el que los Siete Reinos habían quedado y había genuina lástima en varios individuos incluyendo en el vulgo. Pero ni Garth ni sus vasallos estaban allí para presentar respetos, al menos no solamente para ello. Al Torrenegra le había dado mucha curiosidad un hecho en particular: Robert Baratheon, Señor de las Tierras de las Tormentas, había pedido a varios señores para que lo apoyaran en negociar la paz… y dada la situación del Venado y los hechos que rodeaban al Príncipe y a la prometida del primero, Garth fue aconsejado por Slava para que respondiera positivamente.

Desde entonces había tenido ansias por hablar directamente con el Baratheon… y ahora se le presentaba la oportunidad. El tormenteño había acudido a la capital luego de haber administrado la justicia del Rey tanto al Príncipe Rhaegar como a Lyanna Stark, dando muestras de una imparcialidad… realmente admirable, que muchos tildaban de sangre fría.

El negro era el color predominante en un duelo por la muerte de alguien importante, y entre septones, septas, caballeros, señores, plebeyos… casi era imposible distinguir a una persona de otra, pero por suerte el dorado de los tabardos del Venado delataron donde se encontraba. El descampado donde había sido enterrada la Targaryen era amplio, por lo que Garth avanzó varios pasos hasta llegar a Robert. Previamente le avisó a su esposa de sus intenciones y le había apretado la mano, mirando el avance del embarazo en el que se encontraba.

Vestido de gris y capa negra, con el símbolo de su casa en el jubón de cuero y cinturón ancho donde descansaba Vigilancia, el señor de Antigua se detuvo ante la figura imponente de Lord Robert. Era un gigante de cabello oscuro, no tanto por su altura sino por sus brazos, capaces de levantar un martillo de dos manos con uno solo. Era todo un señor, se notaba… pero cuando pudo fijar los ojos grises sobre los azules del guerrero, Garth supo que había inquietud, tristeza o algo más en él… Pero lo descartó para dar paso a las presentaciones.

“Saludos, Lord Robert. Nos hemos escrito anteriormente, yo soy Garth Hightower, Señor de Antigua.” No era necesario usar todos sus títulos en ese momento. Inclinó la cabeza levemente, volviendo a mirarlo a los ojos luego. “Lamento las vicisitudes que ha debido enfrentar, mi señor. Pero no creo que os esté diciendo nada nuevo, ni que mis lamentos aplaquen el peso del pasado.” No era un hombre muy dado a las hipocresías, más si a las mentiras.  “Me preguntaba… si en este momento aciago para el Reino teneis un momento para hablar en privado.”

El Baratheon se mostró como lo que se decía de él: confianzudo y lleno de vitalidad. Garth apreció la palmada en su espalda, y escuchó atento al Venado, su voz tan estruendosa como las tormentas de sus Tierras. Aceptó la invitación de Robert a seguirlo, y miró en silencio sus ojos antes de continuar, comenzando a dar sendos pasos sobre la tierra humeda que los llevaría al interior de la Fortaleza Roja, donde ambas casas habían sido alojadas debido a su importancia.

“Agradezco, a su vez, que seais tan directo con vuestra pregunta Mi Señor.” Sonrió Garth, una de sus manos descansando en el pomo de Vigilancia y la otra relajada, siendo su impulso al caminar. “Deseo hablar sobre amistad. En un tiempo tan turbulento como el que nos tocará vivir a futuro creo que es recomendable encontrar amigos o, si no le gusta la palabra amigos, entonces aliados de confianza.” Las Puertas de los Dioses los recibieron, y allí estaban las monturas de ambos señores, esperándolos a ser usadas para seguir el camino junto a sus escoltas por la calle principal de la capital. Garth montó y siguió hablando a su interlocutor.

“Ambos hemos perdido en esta guerra. Vos más que yo, puesto que un amigo y una prometida resultan irremplazables, pero creo que debemos mirar a futuro y da la casualidad que tengo la idea de cómo hacerlo juntos.” El balanceo del paso de su corcel era apenas perceptible. A su diestra había una línea de guardias de Antigua, y a la zurda de Robert, que caminaba junto a él, había una columna de soldados de Bastión de Tormentas. Estaba claro que algo se fraguaba entre los Señores.

“Seré directo con vos nuevamente, Lord Robert. He perdido una prima en la matanza de Tyrells, y junto con ella a sus hijos… que son consanguíneos míos. Pero más importante aún, todavía conservo otra prima… Lady Lynesse Hightower, que seguro vos habéis escuchado hablar de ella.” Su tono de voz ya no era audible para otro que no fuera el Venado. “La muchacha perdió toda la familia que conoció alguna vez y está en edad de encontrar un partido decente para su estatus y orígenes. Creo que siendo vos un hombre muy preciado por toda la nobleza de Poniente, seríais el mejor partido que yo podría encontrar para ella… y, además, eso acercaría nuestras familias como nunca antes.”

La muralla de la Fortaleza Roja estaba frente a ellos ahora, y pronto bajarían de las monturas y esperarían a sus comitivas respectivas. Al menos Garth, que había venido con Slava. “Quizás es muy temprano para sugerirlo, pero la propuesta está sobre la mesa. Incluso puedo organizar un encuentro entre vos y la mencionada. Ella, de por sí, está completamente dispuesta a considerar la idea pero solo si os ve el rostro personalmente y logra medir vuestro carácter.” Garth se rió un poco, debido a la ocurrencia y al propio carácter de Lynesse. “Encontraréis que no es una dama normal, eso os lo garantizo.”

Uno de los mejores rasgos de Lord Robert era su capacidad para hacer las cosas simples. Garth se desarrollaba bien en los complejos entramados políticos e hipocresías, o dobles mentiras, pero con el Baratheon no había eso. Era claro, conciso y breve… en parte resultando en un trago fresco a la agitada vida política de Poniente. La caminata con él hacia los aposentos respectivos fue mucho más relajada y sin tanto cuidado de hacer o decir algo inapropiado. Se notaba que estaban en sintonía.

Subieron escaleras y saludaron grupos de nobles menores con gestos de reconocimiento antes de continuar. “Hay mas simpatizantes a causas disidentes que los que uno cree, Lord Robert. Pero por otro lado, le informaré de vuestra positiva a mi prima. Organizaremos una reunión o en Antigua o en Bastión de Tormentas así os conocéis en persona. Espero, sinceramente, que esto desemboque en una alianza y amistad unida por la relación sanguínea.” Asintió el Torrenegra una vez estuvieron en la habitación del Venado. Él tomó con gusto la copa que se le ofrecía y olió, antes de alzarla a modo de brindis. “Os saludo, por el futuro de ambas familias y por el del Reino” lo último fue, totalmente, un guiño.