Casting Lynesse Hightower

La tela se deslizaba sobre su cuerpo con tal fluidez como si se tratara más bien del agua de un arroyo, cayendo grácil sobre sus pálidas formas, haciendo justicia a su silueta. Se amoldaba a su piel a medida que la doncella a su servicio iba atando la prenda, lazada por lazada con parsimonia y mimo, temerosa de causar cualquier arruga o desperfecto que despetase la ira velada de su señora, solo manifestada en la intimidad, como en aquel momento.

Sin embargo, la muchacha parecía más absorta en la apariencia que, poco a poco iba tomando frente al espejo, con una comedida pero creciente sonrisa al notarse aún más favorecida que de costumbre. Aquella elección de colores no había pasado desapercibida, tan contrarios a los que solía usar, sin embargo con aquella prenda quería mandar un mensaje a la persona que la viera luciéndola con tal elegancia y gracia, concrétamente, a una sola persona.

-Qué te parece, Eileen?-dijo la joven de dorados cabellos mientras en un gesto grácil se zafaba de las manos de la otra, que ya habían terminado de anudar el vestido. Dió una vuelta sobre si misma, observando el gracioso ondear de los faldones de su nuevo vestido-Sé sincera, por favor-ganas le dieron a la aludida de tragar saliva, pues aquella frase, quisiera o no, solía terminar en una daga envenenada, aunque fuera una petición que la joven Hightower hiciera con sonrisa y ojos dulces.

-Os sienta muy bien, mi señora....pero...-una rubia ceja de la aludida se arqueó, sin embargo su aparentemente cándida sonrisa seguía perfilada en su rostro expectante...como una víbora acechando al ratón-No es...un poco...tétrico? No son colores que una joven acostumbre a por...

-Eso no importa querida-respondió con una mirada que no admitía réplica, pero aún con una sonrisa en el rostro- Me gusta mucho, y son los colores de su casa...será una curiosa casualidad que hasta a un necio le haga pensar-el negro acentuaba la palidez de su piel, sacando aún más reflejos dorados a su cabello, el rojo daba los mismos resultados y en combinación le hacía ver más que favorecida. Además, más le valía a la servidumbre y a todos que se acostumbrasen a verla de esa guisa...y con una corona en su cabeza, si todo salía como ella planeaba, que sin duda saldría. Faltaban pocas jornadas para el viaje a la capital, solo tenía que llevarlo en el primer baile...como primer paso, claro..

TOC, TOC! Aquel golpe protocolario a su puerta hizo que ambas mujeres dirigiesen su mirada a ella. La joven doncella no tardó en dirigirse a ella y abrir, dando paso a un joven ante el que se tuvo que inclinar, pues no era otro que el joven señor.

-Hermano-dijo Lynesse sonriendo, con esa voz cándida y soñadora, suave, nunca estridente, que hacía pensar que podía ser la inocente voz de la propia Doncella. Acudió a su lado, entrelazando su mano con la suya-Sed bienvenido, decidme, os gusta?-dió otra grácil vuelta, mostrando su vestido.

-Es hermoso, Lynesse...aunque, esos colores...-su voz se tornó dubitativa, como si hubiera algo que no quisiera contarle, aunque debiera-Es sobre la visita a Desembarco del Rey, sé porque te empeñas en ir y...-su hermana mantenía esa sonrisa congelada, esperando a que hablase-No tiene sentido ya, se ha prometido, Lynesse.