Algo de dialogo antes de cenar [Demelza Buckler]

Ataviada con un elegante y largo vestido esperaba que la avisaran para acudir a cenar en honor a Robert Baratheron, que había vuelto a su hogar después del tiempo pasado en Nido de Águilas. Acudiría acompañando a su padre que, al igual que ella, se encontraba en la enorme fortaleza. Antaño era su progenitor el que más tiempo pasaba en Bastión, sin embargo desde que la Bucker vivía allí era a totalmente a la inversa. Puertabronce era su verdadero hogar, sí, pero no lo echaba de menos.

Llevaba el pelo recogido en una coleta de lado con la que se encontraba jugueteando en el jardín. Su mirada perdida en el vacío miraba para ningún lugar en concreto en el, por el momento del día, oscuro jardín. Pensaba y meditaba en muchas cosas a la vez y en ninguna al mismo tiempo. Que pasaban por tiempos difíciles era una obviedad, sólo hacía dos días que habían atacado las playas de Tierras de la Tormenta, pero se sentía segura. Mientras permaneciese allí no le podría pasar nada, estaba convencida.

Unos pasos a su espalda la hicieron dejar al lado las preocupaciones, pensamientos, ambiciones y planes que tenía en su cabeza para volver al mundo real. Se giró despacio mientras escuchaba la voz masculina que preguntaba, acertadamente, sobre su identidad. Sonrió levemente como muestra de alegría al verle, al comprobar con sus azules e intensos ojos que estaba sano y salvo. Se acercó un par de pasos con los brazos en forma de "L" y las manos agarradas la una a la otra para poder hablar a una distancia adecuada.

—Así es, Lord Baratheon. Soy Lady Demelza. —dijo con amabilidad y simpatía sin quitar la sonrisa de su rostro. Sabía a ciencia cierta quién era él, ¿cómo no? Lo había visto en más de una ocasión las veces que había venido junto a su padre a la fortaleza. —Espero que haya tenido un viaje agradable. —dentro de lo posible. Nunca había hecho un viaje fuera de las Tierras de la Tormenta y no sabía en primera persona lo agotador, cansado, aburrido o todo lo contrario que podía ser. Puede que algún día lo supiese de primera mano.

—¿Deseaba estar solo? —preguntó educadamente. No le importaba mantener una conversación, sería una buena manera de hacer amena la espera hasta la hora de cenar, pero no quería interrumpir si venía con intenciones de disfrutar solo de aquel jardín. —En este lugar es fácil que uno se sumerja en sus propios pensamientos. —añadió mirando a su alrededor. Le gustaba ese sitio, era silencioso y tranquilo todo lo que una necesita en alguna que otra ocasión cuando se vive junto a tantas personas.