Hogar, borrascoso hogar

Estar en un barco encerrado una decana entera no era el mejor plan que se le había ocurrido a Lord Baratheon. Diez días teniendo que evitar los puertos de Coronas, y navegando en alta mar para evitar cualquier nave de la flota Targaryen que tuviera insanas intenciones. Jon quiso extremar las precauciones que a Robert le parecieron excesivas. Día tras día en aquella cascara de huevo, pensando en Lyanna, y en su paradero. ¿Sería verdad que Rhaegar la había secuestrado? Era su primo después de todo. Robert nunca le había afrentado. ¿Por qué iba a hacerlo? Siempre se cantaba que el señor de Rocadragón era la esperanza de aquel reino. ¿Así actuaba el ídolo del pueblo? ¿Provocando al más temperamental de sus vasallos? ¿Vejando al Norte? No quería ni pensar que fuera verdad. Pero debía serlo. No se sabía nada del príncipe. Y si hubiera sido una chiquillada de la Stark ya habría aparecido. Por fuerza la debía tener retenida contra su voluntad. Aunque la misma pregunta se abría paso una y otra vez en la simple mente de Baratheon. ¿Por qué?

Era bella, de una manera nada convencional, pero era el príncipe de los Siete Reinos, mujeres no le faltaban. ¿Para qué desatar una tormenta en todo el reino por una moza desaliñada? Aquella pregunta se le antojo enseguida absurda. Robert mismo no se detendría para recuperarla, y a Rhaegar le habría pasado lo mismo, no había parado hasta secuestrarla. Seguro que con anhelos lujuriosos. Ese pensamiento le hizo arrancar un estay de estribor. Airado abandonó la cubierta del navío en dirección a la soledad de su camarote. ¿Por qué no hay mozas en los barcos? Se preguntó incrementando su enojo al echarse en el jergón. Cerró los ojos y volvió a ver como siempre que repetía aquel gesto la mirada profunda y metálica de la Loba. Un ligero temblor en sus manos le sacudió al pensar en Rhaegar forzando a su prometida. Su respiración se desbocó con ansias asesinas. Abrió los ojos con la furia reflejada en ellos. Cogió una silla para destrozarla contra el suelo de aquel bajel y conseguir sacar algo de aquella ira que le dominaba.

Sin respuestas, sin saber qué hacer, con una gran frustración creciendo en lo más hondo de su ser se quedó dormido tras su íntima pataleta. Una campana le hizo volver del mundo de los sueños, pregonando la llegada a Bastión. Descamisado y sin botas salió de aquel tétrico escenario para ver la imponente figura del castillo de sus antepasados. Con su mirada clavada en la obra de Durran Pesar de Dioses, se dijo que desde allí si podría acometer la búsqueda de Lyanna Stark y derribar si hiciera falta la centenaria dinastía valyria de la que era una rama cadete. Y supo que no le temblaría el pulso para ejecutar su pensamiento.

A poca distancia de la orilla el gran venado saltó por un lateral de la barcaza. Las oscuras aguas no pudieron engullir sus dos varas y media de altura. Mojado y en solitario llegó por fin a su playa. Ya estaba en su hogar, y era recibido por unos pocos caballeros junto a negros nubarrones que presagiaban una nueva tormenta en aquel reino tan acostumbrado a ellas.

Que su propio tío le esperara allí ya era algo inusual. ¿Dónde mierdas estaba Stannis? Antes de cruzar palabra con su familiar, el mismo que le puso la primera arma en las manos, se abrazó con fuerza a él. —Me alegra verte, tío. –dijo antes de separarse y oírle. Sus ojos brillaron siniestramente al recordarle el final de sus padres. Como si pudiera olvidarlo. De ser otro, allí mismo le rompería el cuello pero era Lomas, su tío, y también debió sufrir lo suyo aquel día.

Andando de camino a Bastión por una rocosa cuesta escuchó toda la historia en un completo silencio. Por los Siete, ¿es que las desgracias no van a parar nunca? Maldito Stannis, ¿a santo de qué viene jugar a la guerra? Se iba preguntando sin dejar de dar paso tras paso, solo deteniéndose para escupir a un lado.

—Eso explica que seas tú quien me reciba. ¿Dónde está el bandido? Quiero mataré hoy mismo. –dijo sin el menor atisbo de inocencia en su voz. La poca que tenía había sido devorada por un rey loco, un príncipe ladrón y aquel bandido de certera puntería. —Entonces, Stannis vivirá, ¿no? –volvió a preguntar ya casi en una de las poternas de su castillo y hogar. Una idea surgió en Robert antes de traspasar aquellos milenarios muros. —Tío, avisa al capitán de la guardia de Stannis. Y que los cincuenta hombres que debían velar por su seguridad formen en el patio de armas. Yo esperaré en el pilón para quitarme el salitre.

Lomas escucho a su sobrino y camino por la fortaleza llegando a los barracones donde descansaba la guardía de Stannis desde el incidente , el capitán se puso firme nada mas verle -Ser Lomas ¿Necesita algo?-. Ellos sabían que no iban a salir muy bien parados por culpa del incidente , Lomas le observo era un chico joven , de la edad de Robert , su padre había llegado a ser capitan de la guardia al igual que el -Manda a tus hombres a formar al patio de armas en menos de cinco minutos...mas vale que seaís puntuales...por vuestro bien-. Lomas se dio la vuelta mientras regresaba al patio de armas  

Se apoyo en una de las paredes de aquel lugar , le entraba la curiosidad que haría Robert , pero sería mejor vigilarle....a veces era demasiado...impulsivo , finalmente observo llegar a los cincuenta hombres , que formaron en el patio de armas a la espera de saber que les depararía lo que venía a continuación , les observo , se notaba que se encontraban inquietos , bien era conocido el temperamento de su sobrino.
Finalmente vio regresar a Robert , se dirigios hacia el con voz seria -Aquí tienes , los hombres a cargo de mi sobri...tu hermano-. Hizo una señal al capitan el cual se adelanto de la formación con gesto serio -CAPITAN STREFF Y LA GUARDIA DE STANNIS BARATHEON PRESENTES-.

En un lateral del patio de armas, Robert Baratheon se lavaba en un viejo pilón. Se esmeraba en retirar de su dermis la mayor cantidad posible de salitre. Las noticias pregonadas por su tío no le gustaron lo más mínimo. Stannis y él siempre habían chocado y de seguro siempre lo harían. Eran hombres de caracteres nada maleables, tercos como ellos solos. Robert no era tonto, sabía que si su hermano cedía algunas veces no era por su fuerza. Solo por su primogenitura. El caso era que a pesar de sus diferencias, el mayor siempre supo que su hermano le cubría las espaldas en Tormentas. Ahora sin embargo tenía dudas. ¿Cómo ha podido ponerse en peligro precisamente ahora?

Metió la cabeza debajo de aquel viejo utensilio de refresco. Rob, no seas hipócrita. Tú hubieras hecho lo mismo. Solo ha cumplido con su deber, se dijo algo más frío gracias al agua que caían sobre su nuca. Revolvió sus cabellos y y al darse la vuelta retomó su jubón para ver a los hombres que habían errado en su cometido de proteger a su heredero. ¿Qué haría Jon o Ned en esta situación? Miró de soslayo el oscuro venado que bailaba al son del fuerte viento en lo alto. No, no puedo actuar como ellos. Soy un Baratheon y estos hombres son tormenteños. Mi lema es claro.

Al llegar al punto donde aguardaban los guardias personales de Bastión clavó su mirada en el hombre que los dirigía. Adelantándose hasta su posición pasó su antebrazo por su rostro para secar los últimos restos de agua del mismo. —¿Eres el capitán de la guardia de Stannis? –preguntó directo. Su vasallo asintió en silencio. Robert con gesto amable le pasó el brazo por el hombro, en un claro gesto de camaradería. —Me alegra ver que salvasteis la batalla sin ninguna herida de gravedad. Me agrada mucho. –le dijo forzando al hombre a seguir andando con él mientras sus soldados seguían en formación. Su destino no estaba lejos, y llegaron en pocos pasos. Ambos guerreros se detuvieron por instancia de Robert delante de una vieja y desgastada piedra.

—¿Sabéis dónde nos encontramos, ser? –volvió a preguntar, con gesto desenfadado. De nuevo el jefe de la guardia no supo que contestar, bien por nervios, bien por puro desconocimiento. —Yo os lo diré. Tenéis ante vos la primera piedra del séptimo castillo que levantó mi antepasado Durran. Dicen que le ayudó el antepasado de mi futura esposa. ¿Qué casualidad, verdad? –sin previo aviso el señor de las Tormentas se arrodilló para besar la negra roca. Luego se puso en pie. —Cada vez que regreso al hogar, me gusta agradecer mi retorno ante esta piedra. ¿Podéis mostrarle vuestros respetos, mi buen capitán? –preguntó sonriente.

Aquel hombre dudaba. La sonrisa de su señor y su naturalidad le hizo confiar porque después de todo… ¿qué error había cometido? Nadie podía parar una flecha suelta en mitad de la batalla. No había culpable posible. Por eso se arrodilló como antes hizo el propio venado para besar el gélido granito y cerró sus ojos al contactar con ella. Nunca más los abriría. Con una fría coordinación y una inmerecida furia, Robert actuó rápido y con excesiva fuerza. Su bota aplastó contra la negra roca el rostro del capitán, y repitió el gesto un par de veces, dejando la faz del hombre irreconocible, con sus dientes ensangrentados rodando por el suelo de aquella milenaria fortaleza.

—Lo que no entiendo, mi buen capitán, es como estando vos inmaculado mi hermano yace luchando por su vida en un catre. –le dijo al moribundo hombre de armas antes de escupirle y girarse para reencontrarse de nuevo con Lomas. —Ser Lomas, estos hombres han sido condenados por incumplimiento de su cometido. A saber, defender con su vida si hiciera falta la vida de su comandante, mi hermano. Ninguno parece tener heridas ni mella en su integridad física. Sin embargo mi hermano se encuentra a las puertas de la muerte. Por ello les condeno a pasar el resto de su vida sirviendo en la Guardia de la Noche. Quién no quiera servir en esa noble orden, le ofreceremos una muerte rápida aquí mismo.

Lomas observo la escena , comprendía la actuación de su sobrino y le apoyaba , despuúes de todo el deber de una guardia es proteger a su objetivo...¿No es lógico que reciban un castigo si fallan en este? , se llevo la mano disimuladamente a donde descansaba su espada , por si alguno de aquellos hombres decidia tomar venganza por su capitán o alguna gilipollez como esas , pero por suerte se quedaron en sus puestos conocian su lugar , después de todo habían sido soldados disciplinados entrenados para su labor...labor que no habían sabido cumplir ,

Lomas se adelanto mirandoles a aquellos hombres que pronto marcharían hacia el muro -DESCANSEN-. Grito mientras los hombres se dispersaban murmuando por lo bajo y llorando , al menos era logico , nadie queria pasar su vida en la guardia en su estado actual , lo que en un pasado fue una noble orden actualmente era un puñado de ladrones y violadores congelandose al lado de una pared de hielo enorme  , regreso al lado de su sobrino y le dio unas palmaditas en la espalda -Como te decia antes el líder de los bandidos fue capturado por Lord Caron y por lo visto es un fanático religioso...o eso dicen al menos-.  . Hizo una señal a Robert mientras se dirigía al interior de la fortaleza -Supongo que querrás ver a tu hermano , sígueme-.  

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