Lo que pasa en la taberna… - FB [Eddard Stark]

Año 279 AL
En algún lugar del Valle de Arryn

En la taberna aparecieron un sin fin de caballeros con los blasones de sus casas bordados en sus jubones. Se habían juntado Rombos, Ruedas y Castillos, todos en la misma taberna. Robert miró de soslayo a Ned, aventurando diversión vallense mientras bebía un trago de su jarra.

La canción de un bardo ablandó los oídos de los hombres ya borrachos, e infundió a beber a los que todavía no lo estaban. El Venado no fue menos, bebió un nuevo sorbo, esta vez más largo que el anterior. Examinó los rostros de los allí presentes hasta que una sonrisa comenzó a dibujarse en su rostro. El alcohol comenzaba a hacer su trabajo. Siguió bebiendo uno tras otro hasta que comprobó, al igual que muchos otros, la entrada de una mujer a la taberna. Solo cabían tres opciones: la hija del tabernero, cosa poco probable pues no era el hombre más agraciado del establecimiento; una salvaje, tampoco probable pues no vestían de aquella manera; o la opción más acertada..., una puta. Sus deducciones se revalorizaron cuando un caballero de la casa Hardyng habló con ella mientras señalaba a un circunspecto Waynwood. El Baratheon se rió a carcajadas.

Robert se levantó danzando al ritmo de la música de taberna, agitando las caderas mientras bebía pequeños sorbos de cerveza. El mencionado caballero de Roble de Hierro le miraba con intenciones poco halagüeñas. Baratheon salpicó algunas gotas a su alrededor a medida que se acercaba a la barra. Se apoyó con cierta torpeza en el movimiento final y saludó al tabernero con un movimiento de cabeza.

- Ser.., Lord.., Caball... Hombre. Cuando podáis, necesito dos cubos bien grandes para la mesa de los caballerosss...

Miró hacia atrás moviendo el dedo en dirección al grupo de caballeros del Valle, tratando de apuntar correctamente entre tanta gente. Comenzaba a arrastrar las palabras fruto de la cantidad de cervezas que ya llevaba aquel día. El tabernero cogió dos cubos con restos de maíz en el interior y se dispuso a llevarlos, pero Robert los cogió el mismo quitándoselos de las manos y se tambaleó de nuevo hacia los caballeros.

- Mis señores, vayan calentando las vergas. Se acercan las meadas -dijo dando tumbos hacia dicha mesa, haciendo un gesto a Ned para que le secundara.

No diré que no me lleve una sorpresa cuando mi amigo Robert me pidió que le acompañase a cazar mariposas. Debería haber sospechado por su risotada, que las mariposas a las que el se refería no eran otras que las muchachas que pudieran entrar en una de las muchas tabernas que poblaban el valle. Así que ahí me encontraba yo, tomando ligeros sorbos de mi primera jarra de cerveza. De acuerdo que no era un gran bebedor, pero es que al menos uno de los dos tiene que mantenerse sobrio para encontrar el camino de vuelta. No sería yo quien le dijera a Robert, que tendría que controlar cuanto bebe.

Sumido estoy en mis pensamientos, cuando reparo en que va haciendo "S" en torno a la barra. Me hace sonreír por lo bajo y negar, menuda apariencia que da bailando al son de la música. Desde luego no puedes encontrar joven más festivo que al Señor de los Venados por estas lides.

Aunque si todos estos supieran quienes somos la juerga se nos acabaría enseguida, porque Jon bien que nos tiene prohibido estar fuera de la fortaleza al rayar la noche. ¿Quién se atrevería a hacernos daño? Somos sus pupilos y protegidos y aun con todo, seguimos pareciendo polluelos a sus ojos a los que apenas dejan escapar del nido.

Me centro en las palabras de Robert, quien apenas da una sobre otra, sin arrastrarlas. Esta alcanzando ese punto de ebriedad donde el sopor alcanza las puertas de la mente y golpea con rudeza, reclamando entrar. Me levanto despacio, y me acerco a mi amigo a su gesto, procurando hablarle suave y claro.

—Ey Robert, esto...— Aunque también puede ser que este fingiendo, solo por tal de acercarse a la mesa de la... eh mujer... de buen ver. Y es que no hay mujer bella en el mundo, que no haga encabritarse a Robert en celo. Estoy seguro que cuando sea mayor, voy a conocer a un sinfín de niños y niñas apellidados "Tormenta" —¿No crees que los caballeros quizás quieran estar a solas con la dama?— pregunto con cautela, poniendo a su lado.

Año 279 AL
En algún lugar del Valle de Arryn

Apenas oía nada de lo que le decía su amigo, casi hermano, Ned. Aun así le sonrió y asintió ante sus movimientos labiales. Seguro que tenía razón en lo que fuera que estuviera diciendo. Robert puso un cubo en la mesa, sin esperar que nadie de la misma le respondiera. En ese momento reparo en el segundo cubo que portaba. ¿Qué dragones hago con dos cubos? Como no tenía idea alguna de que hacer con dos cubos, lo arrojó para atrás sin cuidado alguno para el pobre infeliz que estuviera por la zona.

Empujó el cubo a la otra punta de la mesa, mientras los caballeros le observaban cariacontecidos. Robert ya despuntaba como un hombre de dos varas de altura. Sus brazos eran testigos silenciosos de una fortaleza fuera de lo común. Eddard, aunque más menudo, y gracias a su aspecto de norteño, arrojaba destellos de una fiereza a tener en cuenta. La meretriz les miró con indiferencia, habituada a todo tipo de historias y hechos tabernarios como para que dos zagales la sorprendieran.

Sin borrar la traviesa sonrisa de sus labios, el señor de Bastión de Tormentas introdujo su mano en sus calzones y sin vergüenza alguna sacó a la tenue luz de aquel tugurio su otro martillo. No tardaron los vallenses en echarse atrás con sillas y todo, siendo a pesar de ello, testigos de primera línea del potente chorro del más irreverente descendiente de Orys Baratheon. En condiciones favorables, y sin tanto alcohol en vena, el joven Robert podría atinar con su colgajo pero dado su lamentable estado, chorreo todo salvo aquel maldito cubo con restos de maíz. Pronto los honorables caballeros del Valle estaban cubiertos de su orina de cintura para arriba, tantos los que estaban a la diestra del Venado como los de su siniestra.

El amigo de Eddard Stark apenas tuvo tiempo a resguardar su verga cuando el primer puñetazo acertó su sien izquierda, comenzando la que sería conocida como la infame Batalla del Meón en todas las tabernas desde Puerto Gaviota a Puerta de la Sangre .

No puede ser, no puede ser. "No será capaz realmente de hacer eso..." Me di de bruces contra mi propio pensamiento al observar que no solo era capaz de mear en publico, sino contra todo y todos cuanto le observaban en aquella mesa, menos la mujer. "Increíble, ¡si ha sido capaz!" Apenas adelante un paso para situarme a su lado e intentar explicar cuan borracho estaba, cuando de repente y no me es de extrañar uno de los caballeros vallenses estaba ya en pie golpeando a mi amigo.

—¡Eh, dejadlo en paz!— La verdad es que sabía que no lo harían y menos despues de semejante baño dorado dispuesto sobre sus personas, pero tenía que intentarlo. Un segundo caballero se puso en pie, luego un tercero y finalmente todos. "Ayayay..." trague saliva y apreté los pies contra el suelo. De aquello no íbamos a salir hablando.

Lo malo de mi es que a veces pienso demasiado, evaluó, observo y entonces decido. Otras soy como mis hermanos, de la sangre del lobo. Robert es parte de mi manada, el hermano de padre que no tuve nunca. Puede que sea el venado-lobo más testarudo (sin contar a mi hermano Brandon) y peleón que tenga ahora mismo, pero nadie le pega en mi presencia. Por supuesto, me lleve mi propio puñetazo en el costado solo por abrir la boca. Dolió, pero me molesto sobre todo aun más no haberlo visto, que recibirlo.

—¡Dos monedas de oro, a quien me preste su ayuda!— grite entonces, dándome cuenta de que era cuestión de números resolver aquella pelea. A ver quien era capaz de rechazar esa oferta, con la de copas, putas y otras tantas cosas que se podía pagar con ese dineral.

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En algún lugar del Valle de Arryn

Aquel golpe solo sirvió para que Robert frunciera el ceño ante el mismo. ¿Me han pegado por mear? Se preguntó sin entender, dado su estado de embriaguez que no le permitía todavía asociar bien los hechos y el contexto. No obstante, todo cambió en lo que se tarda en chasquear dos dedos cuando vio a su camarada golpeado en un costado. Al Venado le importaba bien poco su seguridad, una buena pelea siempre era bien recibida pero toleraba mal el daño a los suyos, y por los viejos y nuevos dioses, que Eddard Stark era más de los suyos que Renly o Stannis. ¡Perfumadas perras! ¡Venid a mí! –rugió al interponerse entre los caballeros y su hermano de otra madre.

La situación pintaba en bastos para los dos nobles. Dos jóvenes pupilos  frente a cuatro caballeros y dos escuderos. No, ciertamente no pintaba nada bien. La fortuna y el buen hacer de Ned les granjeó la ayuda de dos sucios pastores, que reconocieron en los ropajes de ambos chicos a gente de calidad. Por desgracia, su ayuda quedo ahogada por los escuderos de las casas Waynwood y Redfort.

La algarabía siguió de forma caótica. Robert se batía con tres caballeros, Ned contra otra (ante los divertidos ojos de la meretriz), algo cubierto por el corpulento Venado. Ambos espalda contra espalda. Luchando a la desesperada. El puño de Robert acertó en el hombro de ser Waynwood con escaso daño para su rival. Aquel manotazo impidió armar bien el brazo del hijo de Roble de Hierro, que apenas lastimó al Baratheon.

Un hombre de armas de la casa Hardyng, de rasgos aguileños, le lanzó al joven Lobo un fortísimo golpe, muy difícil de esquivar, algo que deseaba Robert que ocurriera para sus adentros mientras esquivaba por puro azar la trayectoria de la mano del fuerterrojeño. Aquel gesto evasivo le impidió desviar su mentón del círculo que trazó el guardaespaldas del Waynwood con su derecha. Los Siete, por suerte, en toda su sabiduría dotaron a Robert de una barbilla recia y resistente.

Paradójicamente, los refuerzos de Stark, que se suponía no tenían experiencia marcial, se las ingeniaban sobradamente bien para apalear a los dos escuderos. Quedaba claro que ambos pastores tenían bastante pericia en aquellas lides tabernarias, otra cosa no explicaría sus buenos resultados. Con dos sencillos movimientos, despacharon en aquella ronda a los jóvenes escuderos, que apenas rozaron a uno de ellos.

En un momento estoy de pie, y al siguiente me encuentro en el suelo mientras a mi alrededor todo son golpes, perjurios y escupitajos. Se bien que me acaban de golpear, por el tremendo dolor de barriga que tengo. No lo he visto venir lo reconozco, porque lo mío no es meterme de lleno en las peleas ni tan siquiera cuando acompaño a Robert en una. No voy a quedarme llorando como un niño pequeño, ni a gatear buscando una mesa bajo la cual meterme. Voy a devolver este golpe, para que no se diga de Eddard Stark, que no es digno de su sangre.

—¿Qué te hace tanta gracia?— El caballero de rombos rojos me esta mirando tirado en el suelo, y se perfectamente de que se ríe. De mi, y mi postura, así que le borro la sonrisa propinando un puntapié directamente contra su entrepierna, lo que le hace dar un aullido y cae hacia atrás aferrándose con ambas manos la zona afectada. Es entonces cuando me abalanzo contra el, colocando los brazos por delante para evitar patadas. Me escuece el cuerpo por su puñetazo, pero más son las ganas de partirle la boca. Lo nuestro ya es una pelea por el suelo.

Mientras a mí alrededor, veo caer los cuerpos de dos escuderos enemigos. Parece que mis refuerzos acaban de llegar, aunque cualquiera pensaría que no son nada del otro mundo. Dos simples pastores, pero por su fuerza y su maña, mereciera que los hicieran caballeros. Robert por otro lado, lo esta pasando peor con tres enemigos sobre él, por lo que espero que los pastores acudan en su ayuda en vez de en la mía.

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En algún lugar del Valle de Arryn

Pues sí que le iba a costar cara la meada, se dijo Rob al recibir el ataque coordinado de los tres caballeros. Cayeron está vez como un equipo, desbaratando la maltrecha defensa del Baratheon. Los nobles le golpearon de manera ligera, no obstante. Lo peor vino en los puños expertos del soldado Waynwood. El Venado tenía claro que aquel hombre no era noble, su pericia contradecía el rango. En un momento de furia ciega, Robert optó por un ataque a la desesperada contra el que creía cabecilla del grupo, el Waynwood. Echó hacia atrás un poco su cuello y asestó un cabezazo en todo el tabique nasal del hijo de Roble de Hierro, causando con el impacto una hemorragia considerable. Uno menos, dijo Rob divertido a pesar de la difícil situación que tenían.

Mientras peleaba contra los tres caballeros pudo observar como Ned seguía batiéndose con uñas y dientes, ignorando todo dolor. Siempre había apreciado a Stark, pero algo cambiaría aquella noche, donde decidió luchar codo con codo con el Venado y en lugar de retirarse. Rob no olvidaría aquel gesto jamás.

Parecía que los escuderos se habían retirado de la palestra, doloridos por los golpes pastoriles. Otro de los parroquianos no tenía valor para enfrentarse a los caballeros restantes.  Un escudero sí, no más, parecía decirle a su compañero. El mencionado, sí que se lanzó con frenesí al soldado que había dejado maltrecho el costado de Robert, con escaso acierto.

Con los brazos por delante, el caballero de rombos intenta detener mis puñetazos. Estoy sobre su pecho, haciendo peso con mi cuerpo, mientras le sacudo uno tras otro sin cuartel, buscando un hueco en su defensa. Si me viera mi padre, esto ya no tiene nada de honorable. ¿Pero que pelea de taberna lo tiene?

Me distraigo un solo segundo para ver como le va a Robert, parece que se las arregla ahora que tiene ayuda. En ese momento la imagen de una botella pasa de refilón por mis ojos. Mi contrincante la aferra entre sus dedos e intenta golpearme con ella en la cabeza. Me agacho, echándome hacia delante, buscando con mis manos las suyas y forcejeamos por ese única arma improvisada. Me insulta, me escupe y hasta me muerde el brazo.

—¡Ay, eso si que no!— grito, y le propino un puñetazo en la mano haciendo que suelte la botella por fin, hacia la que me estiro para cogerla, lo que el aprovecha para propinarme otros dos golpes en el esternon que escuecen y me hacen lagrimear. Me mira con odio, me detesta, pero ahora mismo no me puedo disculpar porque las palabras sobran en esta pelea, aunque se que la culpa de la misma es nuestra... Bueno en teoría es de Robert, pero no voy a faltarle a mi amigo por unos tecnicismos.

—¡Si tuvieras honor me dejarías levantarme!— Exclama de pronto el caballero viéndose desarmado. Es curioso, como se busca la ventaja cuando se ha perdido la esperanza. Le miro por un segundo dudando, y suspiro. Se que me arrepentiré de esto, algún día. —Dudo que vos lo hicierais mi lord— respondo, y entonces lo noqueo con un solo golpe de la botella a su cabeza.

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En algún lugar del Valle de Arryn

Todas las miradas seguían posadas en ellos. El tabernero totalmente impávido era el único que les ignoraba. Waynwood, con su mano taponando su nariz parecía con pocas ganas de seguir la lucha. Su hombre de armas, junto al caballero Redfort, parecían proteger sus flancos. Fue entonces cuando el Baratheon lanzó una carcajada estruendosa que rebotó contra las vigas de aquel tugurio. –A todo esto ¿por qué peleamos? –preguntó divertido tras dejar atrás parte de la borrachera con la excitación del momento. –¡Cantinero! Una ronda para mis rivales y mi amigo Stark, que ha luchado con un jabato. –pidió, pasando el brazo por el hombro de Ned y atrayéndole a un abrazo de camaradería. –Ned, maldita sea, ¿por qué no me habías dicho que peleabas tan bien? Ahora que lo sé, habrá que repetirlo, ¿sí? –le preguntó en la intimad de su abrazo, ignorando ya para siempre al trío de caballeros y a los dos pastores, que estupefactos les miraban sin saber que hacer o decir.

No salgo de mi asombro, cuando erguido después de noquear al caballero de rombos, la sala se sacude bajo la estruendosa voz de Robert. "Antiguos le habrán golpeado la cabeza muy fuerte" pienso procurando mi acercamiento a su lado, cuando el mismo hace lo propio y al hablar, me enrojece y me sorprende por igual. En primer lugar porque no creo haber luchado nada bien, pero bueno, si el lo dice... supongo que más vale creerlo. En segundo porque parece que no tiene ni idea de como hemos llegado a esta situación y eso me hace incluso entrecerrar los ojos intentando adivinar si se trata de una broma o la cruda realidad.

Parece más bien lo segundo, cuando exclama con altivez que pagara rondas para todos los implicados. Los pastores están tan sorprendidos como yo. —Eh... no sabía que guardaba eso dentro de mi— Le respondo a mi amigo como puedo, saliendo de debajo de su abrazo, para poder mirarle la cara. Se la han dejado un poco para el arrastre, pero al menos no parece preocuparle. —

Siéntate aquí— le atraigo una silla, intentando que se siente. Ahora mismo en este estado de euforia no se por donde más va a salir y prefiero tenerlo un poco más controlado. Curiosamente es el caballero Redfort quien nos acerca un par de jarras que tomo con una inclinación silenciosa. Y aquí esta tu jarra, menuda resistencia tienes— rió observando a mi alrededor. Mi buen amigo, no se que haría sin ti, pero a veces tampoco se que haría contigo.

Waynwood ni nos mira, ocupado como esta en volcar un cubo de agua sobre la cara de los derrumbados, a favor de despertarlos. La prostituta ríe en una esquina alejada del combate y los pastores regresan sobre sus pasos, hacia mi, esperando pacientes su recompensa. Introduzco la mano hacia mi cinto buscando mi bolsa y entonces me percato de que no esta. Ha debido caerse en algún momento del combate y ahora no la veo por ningún sitio. Me sonrojo y evito la mirada de los pastores, buscando la de Robert que bebe derramando más liquido por su pecho que dentro de su boca.

Esto... Robert, ¿tienes cuatro dragones?— susurro bajando la cabeza. No me gusta mucho andar pidiendo dinero ni tener cuentas, aunque sea entre amigos. —Prometí dos dragones por cabeza a quien nos ayudara— Lo que ahora veo que fue excesivo, pero en el calor del momento no me pare a pensarlo.

Sin tener que insistir mucho, Robert aceptó la jarra y el asiento ofrecido por su amigo. —Lo que está claro es que lo llevas. Ahora solo falta que lo controles, aunque sea raro que yo te lo diga, Ned. –rio al decirlo y apuró media jarra de una tacada. Ese era Robert Baratheon. Podía pasar de estar borracho en una taberna, provocar una pelea en inferioridad y acto seguido acabarla casi más rápido de lo que la había iniciado. Esa era al menos la parte visible y que sería recordada por el boca a boca. Como casi siempre, la verdad era bien distinta.

Robert no tenía ni idea de porque vio la necesidad de ofender a los caballeros, pero lo hizo, sin medir ni valorar nada, exponiendo a su joven amigo, del que supuestamente era responsable. Aquella verdad le obligó a terminar su jarra para ahogar su imprudente comportamiento. La otra cara de la verdad era que si bien algún bardo cantaría su talento para ganarse a unos rivales con pasmosa facilidad, debajo de toda esa tontería subyacía una rotunda verdad aun mayor que la primera, que no era otra que su idiotez le había metido en una situación de peligrosa resolución. Ned estaba malherido y el mismo estando mejor podía sentir el dolor de los golpes recibidos en todo su cuerpo. De seguir, habrían caído sin remisión. Por mucho que hubiera despachado al Waynwood aquel cabezazo tan formidable. De estar solo no tenía problema en continuar y perder, pero no podía arrastrar a quien solo le había demostrado lealtad aun sin tener la razón.

Más frustrado con lo segundo que con lo que primero dio un golpe en la mesa para reclamar otra jarra. ¡Ojalá aquella porquería de bebida pudiera aliviar su ansiedad! Al menos la interacción con Ned y los dos pastores le sacó de aquel pensamiento tan negativo, que amenazaba con devorarle aquella noche. —¿Qué? ¿Pagar por luchar? ¿Acaso estamos en las Ciudades Libres? Jamás. –dijo serio, sin el menor atisbo de burla en sus palabras. Como buen tormenteño y ponienti detestaba pagar por un puño o una espada. Ello no evitaba que como hombre generoso no dejara un servicio sin la debida recompensa. —No obstante, el hijo de mi padre no es un desagradecido, y obsequiaré a estos hombres como merecen. Preguntad al mozo de cuadras cual es mi caballo. Es vuestro. No, vuestro no. Es de vos. –dijo señalando al pastor que había eliminado al escudero en la reyerta. Al otro le espetó. —Para vos solo la silla, así la próxima vez lucharéis mejor. –sentenció a la par que tomaba la jarra que le trajeron. —Ahora marcharos, he de hablar con mi hermano.

—Cualquier consejo tuyo es bienvenido, hermano— bueno, cualquiera no. Porque en cuestiones de amor, he de reconocer que soy más tímido que un caracol a la espera del sol. No quiero pensar en que clase de hombre podría llegar a convertirme si dejo que Robert Baratheon me de lecciones sobre las damas.

Doy otro sorbo de mi copa y apenas Robert despide a los pastores con esas formas suyas tan sorprendentes, que no por ello malas. Veo que se me quedan mirando por unos instantes sin saber bien que decir. Por lo que me aparto un poco de Robert y acudo a ellos, para explicarles que cuanto menos, entre el caballo y la silla pueden alcanzar la cantidad que iba a darles, sino es que la sobrepasan. Después de todo el cuero es de primera calidad y el caballo un pura sangre del valle. Cuando consigo que les entre en la mollera mis palabras, procuro regresar con Robert, solo para encontrarme que alguien tira de mi mano.

Suspiro pensando que alguno de los pastores no quedo a gusto con mi explicación y volteo cansado, solo para encontrarme cara a cara con la prostituta, en cuya mirada graciosa y sonrisa picara mis ojos se pierden durante un segundo. —Ahm... señorita, ¿puedo ayudarla?— pregunto con un hilo de voz, que apenas reconozco como mio. Ella se acerca, acaricia mi rostro con su mano de forma gentil y me procura una intención a mis oídos que hace que todo mi ser se estremezca de los pies a la cabeza. Me habla de las peleas ganadas, de los premios del consuelo y de lo que solo una mujer sabe dar para hacer de un niño un hombre completo.

—¡¡Robert, esta señorita te busca!!— exclamo reclamando la ayuda de mi hermano para que se haga cargo de la situación. Si, vale, reíros y llamadme gallina, pero no me siento en disposición de darle a esta mujer cuanto acaba de describirme al oído. Demonios del otro lado del muro, ni siquiera me había parado nunca a pensar en adquirir los servicios de una prostituta, así que mejor cederle ese placer a quien si pueda dejar alto el pabellón.

Off: Disculpa la demora en contestar, se me fue el santo al cielo con este tema y creía haber dado respuesta antes T.T