Malas Noticias

Aquella noche, Catelyn se había despertado de forma abrupta. No recordaba el sueño que había tenido pero el sudor frío que recorría su espalda la había mantenido intranquila el resto de la noche. Sentía la mente nublada y una preocupación se aferraba alrededor de su corazón de la que desconocía su origen. La mañana había sido difícil. Estaba distraída durante el desayuno y la rapidez con la que su padre se había levantado no auguraba nada bueno. Pronto volvería Brandon con su padre y se calmaría. Tenía ese efecto en ella aunque hubiesen pasado poco tiempo juntos.  

Cuando su padre la hizo llamar acudió enseguida. Dejó su práctica de caligrafía a un lado prometiendo al Maestre que volvería tal y como hubiese terminado levantándose con rapidez. Se ajustó el vestido mientras caminaba sintiendo la brisa mecer su cabello rojizo a su espalda. Hacía tan buen día que casi le había parecido una pena el tener que estar varias horas metida en aquella aula escribiendo letra tras letra hasta quedar satisfecha consigo misma. Algunos tildarían su obsesión por lo perfecto un defecto, pero para sus ojos, el perseverar por ser mejor no era motivo de disculpa ni vergüenza.

Al llegar a su destino se encontró la puerta cerrada. Tomó aire y golpeó suavemente con los nudillos en la madera pidiendo permiso antes de entrar. Allí se encontraba detrás de la enorme mesa que hacía de escritorio o mesa de comedor cuando su trabajo le obligaba a estar hasta altas horas enfrascado en libros de notas y  pergaminos. Y sin embargo, había algo en el rostro de su padre que le hizo a su corazón encogerse en un puño tal y como puso pie en la estancia. Cerró la puerta detrás de sí y caminó hasta estar frente a él posando su mirada solo de pasada sobre el pequeño pergamino desenrollado que había sobre la mesa.

—¿Qué ocurre Padre? —preguntó ansiosa sin atreverse a rodear la mesa para acercarse tanto. Sentía que tenía que tener la silla cerca. Algo en su interior le decía que las noticias que le iban a dar, no eran para nada buenas.

—¿Desembarco del Rey? —la pregunta escapa de sus labios, confundida. Y por un segundo, aunque solo sea un segundo, piensa que está soñando otra vez y que va a despertarse en cualquier momento. Toma a su padre de los brazos cuando se acerca mirándole, buscando ver alguna discrepancia que revelase que aquello no era real, que no era más que un espejismo.

Siente sus palabras como un golpe en el pecho que la deja sin aliento. Aprieta sus dedos alrededor de sus manos sintiendo el vestido cada vez más apretado. Apresado por el rey... esto no podía estar pasando. Se lleva una mano al vientre aferrándose a los pliegues del vestido dejándose caer sobre la silla que sabiamente, por instinto, había mantenido a su lado. Niega con la cabeza, cerrando los ojos buscando el aliento que le falta recuperando la compostura como buenamente puede. Y es entonces cuando el tiempo parece detenerse a su alrededor y los ruidos del castillo enmudecen hasta dejarla en completo silencio hasta que la pregunta de su padre la trae al mundo real de nuevo.

—S-sí, por supuesto. Recuerdo el incidente del torneo pero... —vuelve a quedar callada pensativa. Brandon se había marchado a encontrarse con su padre que venía para la boda. Su mente dejó a un lado sus propios sentimientos ahogando las lágrimas que sentía subir hacia sus ojos y tornaba su visión nublada. Se limpia la mejilla rápidamente antes de que su padre logre ver la lágrima furtiva cambiando de tema rápidamente.  

—¿Lo saben Lord y Lady Stark? —preguntó tomando la mano de su padre dándole un apretón para indicarle que estaba bien. No se hundiría a pesar de sentir como si estuviera cayendo hasta el fondo del mar más profundo y un nudo imposible de resolver se había asentado en su garganta rasgando el tono suave que solía tener.

—Es... Estaban de camino desde Invernalia para la bo... bo... —no puede terminar la frase a pesar de que lo intenta llevándose una mano a la boca para ahogar el sollozo de pura preocupación y nerviosismo que se apoderaba de ella. Tenía que aguantar. Ya tendría tiempo que volver a sus aposentos y desahogarse tranquila, sola. Como había sido siempre desde que su madre muriese tantos años atrás.

Tomó aire como si le hubiese faltado durante meses. Respiró con paciencia, profundamente sintiendo el vestido que llevaba apretarse contra sus costillas al irse expandiendo más de lo normal. Esto no debía ser así. No debía estar pasando. Y, por un segundo, se sintió la niña asustada que se pasó semanas yéndose a dormir sollozando sin saber qué hacer ni como seguir adelante. Débil, insegura e infantil. ¿Qué clase de doncella era si no era capaz de recuperar la compostura ante alguien que claramente no sabía como lidiar con unos sentimientos tan expuestos como los suyos?

Se limpió la mejilla de nuevo asintiendo ante las palabras de su padre devolviéndole la mirada. Sabía lo que debía hacerse y si eran ellos los que tendrían que dar la noticia, sería mejor empezar con los preparativos cuanto antes. Se avecinaba vientos de cambio. Y como se solía decir, alas oscuras, palabras oscuras. Aunque la joven Tully no lo supiera en ese momento preciso. De ahora en adelante, nunca se sentiría tranquila al saber que un cuervo había llegado con noticias lejanas.

—Por supuesto, padre. Lamento mi arrebato. Me ha sorprendido mucho la noticia pero estoy más tranquila. Se lo aseguro, no se preocupe por mí —dijo la muchacha tras tomar un trago del vino dulce sintiendo el líquido calentar su cuerpo mientras iba bajando por él. Asintió ante sus palabras dedicándole una sonrisa que no estaba acompañada por sus ojos pero buscaba quitarle más preocupaciones a su padre de la cabeza. Ya tenía suficiente.

Meditó durante unos segundos sobre lo que le había dicho y conociendo el lema de su familia a pies juntillas junto al de todas las casas mayores de los siete reinos y todas las vasallas de las Tierras de los Ríos. Incluso había empezado a estudiar las del Norte desde que tuvieran aquel primer encuentro Brandon y ella. Era lo mínimo que se podía esperar de la futura esposa del señor de Invernalia. Ahora, ese destino ya no estaba tan claro.

—¿Tal vez podríamos enviar un mensajero a encontrarse con la comitiva de lord y lady Stark para que aprieten la marcha hasta aquí? —sugirió sabiendo que seguramente su padre ya habría pensado en ello. En una forma de controlar todo este asunto pero no podía evitar querer tomar partido en ello. Después de todo, era su futuro el que estaba en juego y ella había formado parte de la alianza entre los Ríos y el Norte. —Si fuese mi hijo, yo querría saberlo lo más pronto posible —terminó dejando la copa sobre su regazo a expectativas de instrucciones o más lecciones por su parte. Extrañaba los días cuando se escondía observándole trabajar y dar órdenes a sus vasallos. En esos tiempos, no tenía preocupaciones. Ninguna en absoluto. Casi parecían haber ocurrido eones atrás.

Y sin saber muy bien como, Catelyn se sumió en sus pensamientos con los dedos rodeando la copa. Si no la hubese tenido entre las manos seguramente las habría apretado mucho más entre sí rezando a los siete para darle fuerzas y perseverancia a su prometido, tan lejos de ella en esos momentos. Tendría que haberlo sabido. Tendría que haber estado allí para persuadirle de no cometer ese acto tan disparatado. Si solo hubiese insistido un poco más en que se quedase con ella en lugar de salir al encuentro de sus padres...

La voz de Hoster la sacó de sus pensamientos haciéndola parpadear varias veces volviendo a la realidad. Asintió ante las palabras de su padre aunque la presencia del guardia ni siquiera pareció sorprenderla en lo mínimo. No se había dado cuenta de lo que ocurría a su alrededor hasta que volvió a escuchar a su padre pedirle los platillos. ¿Cuándo había entrado Lysa a la sala?

Se quedó un segundo mirando la tarta confundida a por qué estaba el pastel allí. Lo último que le apetecía era meterse algo en el estómago ahora que sentía que le habían abierto un agujero en su interior pero obedeció prontamente. Colocó los platos sobre la mesa y un cubierto a cada lado de ellos. Sin siquiera pensarlo, mientras su padre le contaba a Lysa lo que había ocurrido, sirvió un trozo en cada plato tendiendo uno a cada uno aunque al ir a dárselo a su hermana se quedó quieta.

—Lo, lo siento Lysa. Es la costumbre. Tiene muy buena pinta —le dijo dedicándole a la menor una sonrisa forzada a modo de disculpa. Estaba acostumbrada a hacer las cosas por sus hermanos y su padre cada vez que se encontraban a solas. Necesitaba estar haciendo algo con las manos. Era parte de su naturaleza pensativa.

Con su propio trozo sobre el regazo tomó el tenedor y partió parte de la tarta llevándoselo a la boca. El frescor del relleno y las ballas silvestres ácidas llenaron su boca cada vez que sus dientes rompían una nueva y el contraste con el vino dulce daba una mezcla de sabores peculiar. Si no hubiese tenido sus preocupaciones, seguramente habría sido más efusiva felicitando a Lysa.

La sangre se le heló en las venas cuando escuchó las primeras palabras que salieron de la boca de su hermana. Era cierto que desde el incidente de Petyr y Brandon, su relación no había sido la misma pero jamás hubiese pensado que podría haber sido tan cruel. Soltó el cubierto sobre el plato haciendo que rechinase contra el barro y la miró fijamente. Su ceño se frunció y por un momento comprendió lo que Brandon le decía de la sangre del lobo en su cuerpo, en primera persona.

—Por los Siete, Lysa. ¿Es que nunca piensas cuando hablas? —le reprochó sintiendo sus manos temblar sin querer pensar en lo que acababa de decir su hermana. No podía creer lo que acababa de escuchar ni lo que conllevaban esas palabras. ¿Es que quería hacerle daño intencionadamente?

En su mente se dibujaban horripilantes escenas cargadas de gritos agónicos y llamas que no se apagaban volviendo a enrojecer su mirada azul con lágrimas de rabia esta vez. Cuando la pequeña Tully fue a ponerle la mano encima, Catelyn la rechazó de un golpe seco poniéndose en pie soltando el plato sobre la mesa. Si su padre no hubiese estado presente, seguramente le habría cruzado la cara ahí en ese mismo instante, pero por respeto, apretó los puños y asintió al escuchar las palabras de su padre.

—Como ordenéis, padre —dijo con un tono helado. Muy lejano al que solía utilizar cargado de calidez y suavidad. —Por favor, disculpadme. Tengo muchos preparativos que hacer para la llegada de los Stark y llego tarde a mis rezos —sentenció antes de hacer una reverencia a su padre por pura cortesía con intención de salir por la puerta. No podía mirar a la cara a su hermana en aquellos momentos. No si quería seguir conteniendo sus ganas de abofetearla por las dañinas palabras que le había dicho.