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Las malas noticias corren rápido — Stannis Baratheon
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Las malas noticias corren rápido — Stannis Baratheon
Día II del Mes II
Las malas noticias corren rápido suelen decir los sabios y nunca han estado más cerca de la verdad. Lo sucedido con Lyanna Stark se había vuelto un susurro lejano que lentamente empezaba a tomar forma para los que estaban vinculados con las Tormentas. Las tierras de aquellos hombres que decían habían logrado conquistar a los mismos Targaryen en un tiempo y que llegaban a compartir sangre con ellos ahora parecían recibir la espalda de los dragones. Pero los ciervos nunca necesitaron realmente el apoyo de éstos. ¿qué son los dragones actuales sino más que meros recuerdos que el tiempo ha convertido en mito? El ciervo, en cambio, aun camina por la tierra y podría marcar el comienzo de una nueva era…
El caballo negro dirigía una cuadrilla de otros jinetes. El emblema del águila en un fondo verde no dejaba dudas a qué emisario estaban por recibir en Bastión de Tormenta. Ahora que el Lord no estaba, era tiempo de ver a quién había dejado a cargo.
—Notifíquese al actual Castellano de Robert Baratheon que el Señor del Nido de Cuervos está presente y reclama una audiencia con él—
El primer jinete era un hombre de edad. Las canas habían llenado de nieve sus cabellos, en otros tiempos, oscuros. Con un gesto leve hacia atrás vio la figura enlutada, cubierta con la pesada capa de plumas de cuervo negro y un pañuelo que escondía la mitad de su rostro.
Nunca es bueno que los extraños sepan que quien está dirigiendo un grupo de hombres es una mujer.
Re: Las malas noticias corren rápido — Stannis Baratheon
Como de costumbre, los últimos días habían resultado borrascosos y huracanados en la escarpada y montuosa Bahía de los Naufragios, que daba cobijo también a la ancestral fortaleza Baratheon.
Si ya de por sí Stannis era un hombre reticente a viajar, visitar y, en definitiva, a tratar cualquier actividad que conllevase consigo algún tipo de relación social, había aprovechado la ocasión como excusa para no salir de Bastión de Tormentas desde que su hermano Robert hubiese partido al Nido de Águilas.
Aquel día como tantos otros, el Joven Venado se encontraba sentado frente a un basto escritorio, sumido en la soledad y el silencio de la pieza que hacía las veces de aposentos del Señor de las Tormentas. Contemplaba numerosos papeles a su alrededor; de diversa índole, aunque todos metódicamente ordenados: desde pergaminos a otros manuscritos, finanzas y escritos oficiales, misivas recibidas y por enviar.
De repente y sin avisar, un hombre se personó en la sala ante sorpresa del Baratheon, la cual no dejó entrever por la mirada de indiferencia que lanzó al molesto compareciente. Desgarbado, viejo y algo torpe de movimientos: le conocía, era uno de los centinelas superiores que había mandado apostar en el rastrillo de entrada.
— Ser Stannis. Ha llegado Lord Morrigen junto a una cuadrilla de jinetes. Solicita una audiencia con el caste... eh... con... con vos, Ser.
Stannis rechinó los dientes. Obvió el insulto nobiliario de su contertulio, refiriéndose a este como ser cuando su hermano había delegado en él un provisional pero lícito título de Señor. Dejándolo pasar, tomó uno de los documentos que reposaban sobre la mesa y comenzó a escudriñarlo, ignorando la presencia del atalayero en la sala.
Se tomó varios segundos antes de responder, con todo firme e impertérrito.
— Hacedlos pasar a todos, no sin antes registrarlos de arriba a abajo. Mandad algunos mozos para que se ocupen de sus monturas, y hacedlos pasar a todos al Gran Salón. A Lord Morrigen... identificadlo y traedlo aquí mismo, escoltado por dos soldados. Tendrá su audiencia, y espero que el motivo sea lo suficientemente urgente como para haberse presentado sin avisar.
Si ya de por sí Stannis era un hombre reticente a viajar, visitar y, en definitiva, a tratar cualquier actividad que conllevase consigo algún tipo de relación social, había aprovechado la ocasión como excusa para no salir de Bastión de Tormentas desde que su hermano Robert hubiese partido al Nido de Águilas.
Aquel día como tantos otros, el Joven Venado se encontraba sentado frente a un basto escritorio, sumido en la soledad y el silencio de la pieza que hacía las veces de aposentos del Señor de las Tormentas. Contemplaba numerosos papeles a su alrededor; de diversa índole, aunque todos metódicamente ordenados: desde pergaminos a otros manuscritos, finanzas y escritos oficiales, misivas recibidas y por enviar.
De repente y sin avisar, un hombre se personó en la sala ante sorpresa del Baratheon, la cual no dejó entrever por la mirada de indiferencia que lanzó al molesto compareciente. Desgarbado, viejo y algo torpe de movimientos: le conocía, era uno de los centinelas superiores que había mandado apostar en el rastrillo de entrada.
— Ser Stannis. Ha llegado Lord Morrigen junto a una cuadrilla de jinetes. Solicita una audiencia con el caste... eh... con... con vos, Ser.
Stannis rechinó los dientes. Obvió el insulto nobiliario de su contertulio, refiriéndose a este como ser cuando su hermano había delegado en él un provisional pero lícito título de Señor. Dejándolo pasar, tomó uno de los documentos que reposaban sobre la mesa y comenzó a escudriñarlo, ignorando la presencia del atalayero en la sala.
Se tomó varios segundos antes de responder, con todo firme e impertérrito.
— Hacedlos pasar a todos, no sin antes registrarlos de arriba a abajo. Mandad algunos mozos para que se ocupen de sus monturas, y hacedlos pasar a todos al Gran Salón. A Lord Morrigen... identificadlo y traedlo aquí mismo, escoltado por dos soldados. Tendrá su audiencia, y espero que el motivo sea lo suficientemente urgente como para haberse presentado sin avisar.
Re: Las malas noticias corren rápido — Stannis Baratheon
Más allá del tiempo que había vivido en Tierras de la Tormenta, era la primera vez que se presentaba ante el gran Bastión dueño de tantos mitos. Su madre Katrina Belmore le había hecho conocer las incontables historias que bordeaban esa construcción erigida para burlar a los mismos dioses y, por primera vez, Melara le observaba con sus propios ojos.
Los guardias de Bastión de Tormenta se presentaron ante su séquito, deteniendo primero a aquel caballero que había hablado.
-Por órdenes de Ser Baratheon, bajen de sus caballos – diría uno cuyo rostro estaba cubierto por una barba corta y ojos agudos. Melara le observó mientras todos sus hombres volvían a ella su rostro como si esperasen una orden directa. Asintió con la cabeza y bajó del animal sin problema, manteniéndose en una postura altiva más allá de que su cabeza y rostro estuviesen cubiertos por telas oscuras.
La guardia de Bastión comenzó a registrar a los recién llegados quienes, para manifestar sus buenas intenciones y su visita pacifica, dejaban bajar sus armas y ser tocados por manos que no conocían. Entonces llegó el turno de Lord Morrigen quien dio un paso al frente. Ser Marcus, quien había hablado como su vocero buscó acercarse al guardia que iba a registrarle diciendo entre palabras que era una falta de respeto creer que una casa leal como los Morrigen y más, su Lord, sería capaz de guardar entre sus ropas armamento alguno para desafiar a Lord Baratheon, incluso cuando éste no se encontraba tras las puertas. Seguramente el Ser tendría especial recelo de saber que las órdenes provenían del hermano mediano Baratheon quien, al no saber cómo tratar a los hombres nobles de otras casas, los sometía a tales humillaciones.
Los ojos de Melara se posaron en Marcus y una mano se elevó ante él.
-En momentos de necesidad, no hay aliados, Ser Marcus- fue su voz la que delató el género que predominaba su cuerpo. Y con esta, abrió los brazos para permitir ser registrada como sus hombres. Una espada pesada colgaba desde su cintura y una daga más corta lo hacía en el lado siniestro de ésta. Los hombres no hablaban, sin saber cómo dirigirse a aquella nueva figura extraña que parecía un hombre enlutado pero tenía voz de una mujer. Sin embargo, obedecieron a rajatabla la orden de Stannis y llevaron a “Lord” Morrigen a su presencia.
La puerta ante ella se abrió y observó por primera vez a Ser Stannis Baratheon quien estaba a cargo de Bastión de las Tormentas. No era un castellano. Por el emblema que portaba, Melara pudo deducir que se trataba del hermano de sangre de Robert Baratheon, Lord de Tierra de las Tormentas.
-Ser Baratheon. – dijo con voz decidida mientras dejaba caer el pañuelo que cubría sus labios a la vez que liberaba sus cabellos de la capucha negra hecha de plumas de cuervos.
-En nombre de la Casa Morrigen de Nido de Cuervos, le presento mis respetos – su voz lejos estaba de dar lugar al temblor clásico de una doncella. Nunca la habían educado para serlo. Había cosas que una doncella no podía hacer y una, la principal, era proteger la casa de sus antepasados.
Los guardias de Bastión de Tormenta se presentaron ante su séquito, deteniendo primero a aquel caballero que había hablado.
-Por órdenes de Ser Baratheon, bajen de sus caballos – diría uno cuyo rostro estaba cubierto por una barba corta y ojos agudos. Melara le observó mientras todos sus hombres volvían a ella su rostro como si esperasen una orden directa. Asintió con la cabeza y bajó del animal sin problema, manteniéndose en una postura altiva más allá de que su cabeza y rostro estuviesen cubiertos por telas oscuras.
La guardia de Bastión comenzó a registrar a los recién llegados quienes, para manifestar sus buenas intenciones y su visita pacifica, dejaban bajar sus armas y ser tocados por manos que no conocían. Entonces llegó el turno de Lord Morrigen quien dio un paso al frente. Ser Marcus, quien había hablado como su vocero buscó acercarse al guardia que iba a registrarle diciendo entre palabras que era una falta de respeto creer que una casa leal como los Morrigen y más, su Lord, sería capaz de guardar entre sus ropas armamento alguno para desafiar a Lord Baratheon, incluso cuando éste no se encontraba tras las puertas. Seguramente el Ser tendría especial recelo de saber que las órdenes provenían del hermano mediano Baratheon quien, al no saber cómo tratar a los hombres nobles de otras casas, los sometía a tales humillaciones.
Los ojos de Melara se posaron en Marcus y una mano se elevó ante él.
-En momentos de necesidad, no hay aliados, Ser Marcus- fue su voz la que delató el género que predominaba su cuerpo. Y con esta, abrió los brazos para permitir ser registrada como sus hombres. Una espada pesada colgaba desde su cintura y una daga más corta lo hacía en el lado siniestro de ésta. Los hombres no hablaban, sin saber cómo dirigirse a aquella nueva figura extraña que parecía un hombre enlutado pero tenía voz de una mujer. Sin embargo, obedecieron a rajatabla la orden de Stannis y llevaron a “Lord” Morrigen a su presencia.
La puerta ante ella se abrió y observó por primera vez a Ser Stannis Baratheon quien estaba a cargo de Bastión de las Tormentas. No era un castellano. Por el emblema que portaba, Melara pudo deducir que se trataba del hermano de sangre de Robert Baratheon, Lord de Tierra de las Tormentas.
-Ser Baratheon. – dijo con voz decidida mientras dejaba caer el pañuelo que cubría sus labios a la vez que liberaba sus cabellos de la capucha negra hecha de plumas de cuervos.
-En nombre de la Casa Morrigen de Nido de Cuervos, le presento mis respetos – su voz lejos estaba de dar lugar al temblor clásico de una doncella. Nunca la habían educado para serlo. Había cosas que una doncella no podía hacer y una, la principal, era proteger la casa de sus antepasados.
Re: Las malas noticias corren rápido — Stannis Baratheon
La visita no se demoró demasiado. O igual sí: todo era relativo. El incipiente sentido neurótico de Stannis a la hora de ver cuchillos en la sombra en lo que a ultrajes y agravios hacia su persona se refería era más que notable, y es por ello que algunos minutos de espera, por comprensibles que fueran, ya le podían resultar de por sí un tanto vejatorios.
De cualquier manera, no perdió el tiempo. Siguió consultando pergaminos, manuscritos y epístolas, hasta que de nuevo, alguien llamó a la puerta. Aunque esta vez no cometieron la osadía de personarse sin esperar autorización; el Joven Venado esperó conscientemente un par de segundos en silencio, antes de responder. — Adelante.
Y en efecto dos guardias se adentraron escoltando a un hombre encapuchado que presumiblemente camuflaba la identidad del Señor de Nido de Cuervos. Erraba: ni ostentaba tal título, ni, para estupefacción de Stannis, era tampoco del sexo masculino: una mujer joven, poco mayor que él, de cabello oscuro y porte decidido.
Stannis rechinó los dientes como nunca en su vida. De nuevo un doble agravio: ya no sólo la desobediencia o ineptitud de sus siervos, si no que otra vez más volvían a dirigírsele como ser.
Apretó los labios y tomó aire, tratando de disimular como su cara enardecía de ira. — No veo a Lord Morrigen. Veo a una mujer. —Manifestó en dirección a ambos centinelas, confusos y apostados a cada lado de la invitada, a la que había decidido ignorar. — Traed de inmediato al Señor de Nido de Cuervos si no queréis que os ajusticie por inútiles. O dad inmediatamente una explicación razonable para este absurdo.
De cualquier manera, no perdió el tiempo. Siguió consultando pergaminos, manuscritos y epístolas, hasta que de nuevo, alguien llamó a la puerta. Aunque esta vez no cometieron la osadía de personarse sin esperar autorización; el Joven Venado esperó conscientemente un par de segundos en silencio, antes de responder. — Adelante.
Y en efecto dos guardias se adentraron escoltando a un hombre encapuchado que presumiblemente camuflaba la identidad del Señor de Nido de Cuervos. Erraba: ni ostentaba tal título, ni, para estupefacción de Stannis, era tampoco del sexo masculino: una mujer joven, poco mayor que él, de cabello oscuro y porte decidido.
Stannis rechinó los dientes como nunca en su vida. De nuevo un doble agravio: ya no sólo la desobediencia o ineptitud de sus siervos, si no que otra vez más volvían a dirigírsele como ser.
Apretó los labios y tomó aire, tratando de disimular como su cara enardecía de ira. — No veo a Lord Morrigen. Veo a una mujer. —Manifestó en dirección a ambos centinelas, confusos y apostados a cada lado de la invitada, a la que había decidido ignorar. — Traed de inmediato al Señor de Nido de Cuervos si no queréis que os ajusticie por inútiles. O dad inmediatamente una explicación razonable para este absurdo.
Re: Las malas noticias corren rápido — Stannis Baratheon
Todo lo que una mujer debía soportar por el común de las personas no se comparaba cuando la colocaban ante un Lord. Siempre agachar la cabeza puesto que el género demostraba que ella era inferior a él más allá que las habilidades dijesen lo contrario. Sus hombres reconocían la valía de ella pero era algo seguro que aquel hombre frente a su ser no.
Decían que Robert Baratheon era alto y de porte impecable. Su mirada iluminaba una habitación cuando éste ingresaba y su voz poderosa era capaz de atraer la atención de cualquiera. El hombre ante ella lejos estaba de tener cualquiera de esos atributos. Su voz rasposa parecía nunca hablar y su mirada tenía un dejo de oscuridad debajo de sus ojos azules. Melara entrecerró los ojos en un gesto común en ella cuando estaba siendo puesta a prueba. Stannis Baratheon no le intimidaba pero sabía que debía hacerlo por una cuestión de título y rango. Y por supuesto, género.
A diferencia de las doncellas, Melara no bajó la mirada como sí lo había hecho con la capucha que cubría su cabellera salvaje e indomable. Mientras los guardias parecían debatir cómo responder al Señor de la casa Baratheon, ella desde su sitio fue quien tomó la palabra.
-Ante usted tiene a Lord Morrigen. Soy hija de Damon Morrigen de quien los Siete reclamaron su vida hace escaso tiempo, mi Señor – dijo sin titubear –Vuestros hombres no han cometido ningún error pero no es prudente el decir a viva voz que una mujer gobierna Nido de Cuervos, menos ahora –
No podía bajar la cabeza y en ocasiones, desconocía su lugar. Pero su propio padre le había dicho que servían a la casa del Ciervo y por eso, ella lo haría. Pero esta vez no iba a Bastión de Tormentas a proclamar su lealtad sino a tener una entrevista directa con quién estuviese a cargo. Los ojos de Melara se posaron en los ajenos y sus labios parecieron presionarse por un instante. Era posible que aquél hombre no la respetase por ser quién era pero no era momento para medir sus atributos femeninos o no. - Mis hombres han visto movimientos poco comunes en las costas y los terrenos marítimos que bordean Nido de Cuervos, Ser Stannis -
Una voz rasposa interrumpió las palabras de la mujer, con decisión atípica que hizo que la mirada felina de ella se desviase del Señor de la Tormenta - Lord. Stannis Baratheon es el Lord provisional de Tierras de las Tormentas por órden directa de su hermano, Robert Baratheon-
Interesante. Melara, ante la soledad y la falta de sus hombres, estando por primera vez ante un Lord y más de la casa Noble que vigilaba sus tierras, era corregida. Apretó los dientes y lentamente bajó la mirada al espacio entre Stannis Baratheon y ella. Aspiró por los labios semiabiertos.
-Lord...- dijo finalmente.
Decían que Robert Baratheon era alto y de porte impecable. Su mirada iluminaba una habitación cuando éste ingresaba y su voz poderosa era capaz de atraer la atención de cualquiera. El hombre ante ella lejos estaba de tener cualquiera de esos atributos. Su voz rasposa parecía nunca hablar y su mirada tenía un dejo de oscuridad debajo de sus ojos azules. Melara entrecerró los ojos en un gesto común en ella cuando estaba siendo puesta a prueba. Stannis Baratheon no le intimidaba pero sabía que debía hacerlo por una cuestión de título y rango. Y por supuesto, género.
A diferencia de las doncellas, Melara no bajó la mirada como sí lo había hecho con la capucha que cubría su cabellera salvaje e indomable. Mientras los guardias parecían debatir cómo responder al Señor de la casa Baratheon, ella desde su sitio fue quien tomó la palabra.
-Ante usted tiene a Lord Morrigen. Soy hija de Damon Morrigen de quien los Siete reclamaron su vida hace escaso tiempo, mi Señor – dijo sin titubear –Vuestros hombres no han cometido ningún error pero no es prudente el decir a viva voz que una mujer gobierna Nido de Cuervos, menos ahora –
No podía bajar la cabeza y en ocasiones, desconocía su lugar. Pero su propio padre le había dicho que servían a la casa del Ciervo y por eso, ella lo haría. Pero esta vez no iba a Bastión de Tormentas a proclamar su lealtad sino a tener una entrevista directa con quién estuviese a cargo. Los ojos de Melara se posaron en los ajenos y sus labios parecieron presionarse por un instante. Era posible que aquél hombre no la respetase por ser quién era pero no era momento para medir sus atributos femeninos o no. - Mis hombres han visto movimientos poco comunes en las costas y los terrenos marítimos que bordean Nido de Cuervos, Ser Stannis -
Una voz rasposa interrumpió las palabras de la mujer, con decisión atípica que hizo que la mirada felina de ella se desviase del Señor de la Tormenta - Lord. Stannis Baratheon es el Lord provisional de Tierras de las Tormentas por órden directa de su hermano, Robert Baratheon-
Interesante. Melara, ante la soledad y la falta de sus hombres, estando por primera vez ante un Lord y más de la casa Noble que vigilaba sus tierras, era corregida. Apretó los dientes y lentamente bajó la mirada al espacio entre Stannis Baratheon y ella. Aspiró por los labios semiabiertos.
-Lord...- dijo finalmente.
Re: Las malas noticias corren rápido — Stannis Baratheon
La barahúnda y nulidad de ambos centinelas, sin saber qué hacer ni qué decir, no dejó indiferente a nadie. Y menos a Stannis, el cuál enrojeció de cólera hasta límites casi alarmantes, apretando la mandíbula y los puños sobre la mesa.
Y entonces ella habló.
— ¿...qué? —Fue lo único que el Joven Venado logró articular, con un tono ridículamente trastabillado, sumido en aquel amalgama de ira y estupefacción.
Desvió la fría mirada que tenía clavada en la presunta Lord Morrigen y la situó en un punto inexacto de la sala, perdida; flexionando los dedos de su mano derecha. — No tengo constancia del fallecimiento del Señor de Nido de Cuervos.
La joven prosiguió, con decisión y entereza, exponiendo al eventual Señor de Bastión de Tormentas el motivo de su visita. Aún cuando se autocorrigió públicamente.
Cuando por fin Stannis se repuso del agravio y pudo atender con esmero a su contertulia, se dio cuenta de lo extraño de la situación. ¿Movimientos extraños en las costas? Vaya estupidez: de ser cierto, ¿quién iba a querer malear por entre los escarpados y traicioneros fondeaderos de la Bahía de los Naufragios? Probablemente, no fuesen más que galeras de comerciantes y mercaderes extraviadas en la tormenta, como tantas veces ocurría.
Eso pensaba Stannis. Sin embargo, cuando iba a mediar palabra, un nuevo ultraje: alguien abrió la puerta y entró en la pieza sin avisar ni excusarse. Un hombre de mediana edad, armado y mojado por el aguacero que había dado lugar minutos atrás. Se le veía exhausto. Y a juzgar por su gesto, despavorido.
— Mi Lord. Bandidos. Ataque. En la costa.
Sin tiempo para pensar, se levantó con diligencia y se dirigió ávido en pos de la puerta para salir de la estancia. Palpó el cinto que acarreaba hasta dar con la empuñadura de su espada, notando cómo a sus espaldas ambos guardias le seguían con celeridad, dejando sola en la sala al Señor de Nido de Cuervos.
Y entonces ella habló.
— ¿...qué? —Fue lo único que el Joven Venado logró articular, con un tono ridículamente trastabillado, sumido en aquel amalgama de ira y estupefacción.
Desvió la fría mirada que tenía clavada en la presunta Lord Morrigen y la situó en un punto inexacto de la sala, perdida; flexionando los dedos de su mano derecha. — No tengo constancia del fallecimiento del Señor de Nido de Cuervos.
La joven prosiguió, con decisión y entereza, exponiendo al eventual Señor de Bastión de Tormentas el motivo de su visita. Aún cuando se autocorrigió públicamente.
Cuando por fin Stannis se repuso del agravio y pudo atender con esmero a su contertulia, se dio cuenta de lo extraño de la situación. ¿Movimientos extraños en las costas? Vaya estupidez: de ser cierto, ¿quién iba a querer malear por entre los escarpados y traicioneros fondeaderos de la Bahía de los Naufragios? Probablemente, no fuesen más que galeras de comerciantes y mercaderes extraviadas en la tormenta, como tantas veces ocurría.
Eso pensaba Stannis. Sin embargo, cuando iba a mediar palabra, un nuevo ultraje: alguien abrió la puerta y entró en la pieza sin avisar ni excusarse. Un hombre de mediana edad, armado y mojado por el aguacero que había dado lugar minutos atrás. Se le veía exhausto. Y a juzgar por su gesto, despavorido.
— Mi Lord. Bandidos. Ataque. En la costa.
Sin tiempo para pensar, se levantó con diligencia y se dirigió ávido en pos de la puerta para salir de la estancia. Palpó el cinto que acarreaba hasta dar con la empuñadura de su espada, notando cómo a sus espaldas ambos guardias le seguían con celeridad, dejando sola en la sala al Señor de Nido de Cuervos.
Re: Las malas noticias corren rápido — Stannis Baratheon
Trató de mantener el gesto inmutable pero ante la mirada que Stannis le dirigió al enterarse del fallecimiento de su padre, no pudo evitar ladear los ojos hacia el costado izquierdo de la habitación.
“Mira a los ojos, Melara, jamás olvides que debes mirar a los ojos a un Lord. No hacerlo es símbolo de debilidad”
Volvió a levantar la mirada a Lord Stannis con el mentón levantado, paralelo al suelo. —Falleció durante la caída de las hojas en el mes XI del año 281. Una enfermedad consumió su cuerpo tan rápido que en una semana se volvió irreconocible— Debía mostrar que sus emociones no eran notorias. Siempre era lo mismo con las mujeres y las doncellas. Solo sabían llorar y quejarse y por eso la dama de los Cuervos se había empeñado en esconder sus emociones detrás de paredes de hielo solido e impenetrable— No tuvimos tiempo de comunicar nada, Lord Baratheon. Nido de Cuervos fue azotado por un grupo sin estandarte que buscaba saquear la Fortaleza. Los hombres leales a mi padre y yo peleamos por nuestro hogar y es por eso que ahora estoy ante usted aquí.—
Debía hacerle entender que ella era igual que un Lord ante las circunstancias, pero que su género atraería más buitres buscando dominar sus Tierras por el solo hecho de no tener un miembro entre las piernas. —Lo que quiero decir es que…—
— Mi Lord. Bandidos. Ataque. En la costa.
Abrió sus ojos con gran sorpresa ante tal afirmación. ¿En esos momentos? No pudo aportar nada puesto que el Lord se marchó dándole la espalda y dejándole en soledad. La mirada de Melara fulminó el pasillo por el cual los pasos de Stannis Baratheon eran dirigidos y sin más caminó detrás de él.
—Permítame acompañarle y llevar a mis hombres, Lord Baratheon— empezó a decir mientras volvía a levantar la capucha sobre sus cabellos— He jurado defender la Casa Baratheon y Nido de Cuervos con mi vida y una promesa es una promesa sea un hombre o una mujer el que la haga. —
“Mira a los ojos, Melara, jamás olvides que debes mirar a los ojos a un Lord. No hacerlo es símbolo de debilidad”
Volvió a levantar la mirada a Lord Stannis con el mentón levantado, paralelo al suelo. —Falleció durante la caída de las hojas en el mes XI del año 281. Una enfermedad consumió su cuerpo tan rápido que en una semana se volvió irreconocible— Debía mostrar que sus emociones no eran notorias. Siempre era lo mismo con las mujeres y las doncellas. Solo sabían llorar y quejarse y por eso la dama de los Cuervos se había empeñado en esconder sus emociones detrás de paredes de hielo solido e impenetrable— No tuvimos tiempo de comunicar nada, Lord Baratheon. Nido de Cuervos fue azotado por un grupo sin estandarte que buscaba saquear la Fortaleza. Los hombres leales a mi padre y yo peleamos por nuestro hogar y es por eso que ahora estoy ante usted aquí.—
Debía hacerle entender que ella era igual que un Lord ante las circunstancias, pero que su género atraería más buitres buscando dominar sus Tierras por el solo hecho de no tener un miembro entre las piernas. —Lo que quiero decir es que…—
— Mi Lord. Bandidos. Ataque. En la costa.
Abrió sus ojos con gran sorpresa ante tal afirmación. ¿En esos momentos? No pudo aportar nada puesto que el Lord se marchó dándole la espalda y dejándole en soledad. La mirada de Melara fulminó el pasillo por el cual los pasos de Stannis Baratheon eran dirigidos y sin más caminó detrás de él.
—Permítame acompañarle y llevar a mis hombres, Lord Baratheon— empezó a decir mientras volvía a levantar la capucha sobre sus cabellos— He jurado defender la Casa Baratheon y Nido de Cuervos con mi vida y una promesa es una promesa sea un hombre o una mujer el que la haga. —
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