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Cuando eran sonrisas inocentes [FB / Bárbara Estermont]
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Cuando eran sonrisas inocentes [FB / Bárbara Estermont]
Fulgores solares asediando las nubes hasta traspasarlas y convertir la posibilidad de una tormenta en un futuro paraje soleado, adornando lo que en un momento pudo ser un predicamento para así convertirlo en una bella aparición natural. Buen augurio que se presentaba con aires de frescura y un oleaje sereno y amable que ayudaba a los barcos mercantiles de la flota Redwyne. El cantar de los hombres se hizo presente, tan alegre como el día que empezaba a sonreírle a la comitiva de El Rejo, entre ellos el joven señor que ahora representaba a toda la casa dominense.
- Ya estamos por llegar, mi señor - Musitó uno de sus más fieles ayudantes, el joven lord se encontraba en plena proa, disfrutando del paisaje, cantando con sus vasallos, alegre y jovial, como debía ser un chico a su edad. Claro, aun no pasaban muchas cosas, aun no se encontraba cara a cara con las penurias del mundo, hasta ese momento lo único a lo que debía enfrentarse era al azote de los mares, a la crueldad del océano y gracias a las enseñanzas de su tío eso era algo que no le preocupaba, él había nacido para navegar y en ningún lugar sentía su existencia más ratificada que cuando se encontraba al mando de un navío - Muy bien, Lord Estermont ya espera nuestra llegada, preparen para atracar en el puerto chicos!! - La emoción estaba en el ambiente, todos podían sentirlo, el festivo semblante de pequeño zorro de mar lo indicaba, al fin conocería a la mujer de la cual Ben le había hablado con anterioridad. La mujer de la que se había llegado a tocar el tema de "matrimonio". Si bien entraba como algo político, para él tenía que significar mas y esperaba que verla finalmente en persona hiciera ese cambio.
----------
Horas mas tarde, se encontraba ya en el principal puerto de la isla, con sus hombres descargando cajas de su mejor vino como presente para los señores de Rocaverde. Haciendo lo posible por tener todo listo para su encuentro, todo, menos su apariencia puesto que él estaba aun en su barco, con la brisa marina aun revoloteando su cabellera, camisa blanca desabotonada de la parte superior y solo su chaleco de tono albiceleste con detalles platinos dándole forma a su vestimenta, pero claro, no esperaba que sus anfitriones se le adelantara y por ello mismo para cuando escuchó el anuncio de sus hombres, ya era muy tarde.
- Lord Paxter, un cortejo de bienvenida! -
- Vaya suerte - El Redwyne suspiró para liberar el incordio que tan atrasada noticia le había causado ya que para cuando las palabras llegaron a sus oídos sus ojos ya se habían dado cuenta del inevitable encuentro, aun así no tenía ya mucho que hacer. Con su mano hizo un gesto para que sus hombres recibieran a la comitiva mientras él se encaminaba al extremo de su barco para postrar la cara a sus convidantes, intentando de paso acomodar sus cabellos sin tener mucho éxito realmente. Con sus rojizos cabellos en el rostro atinó a asomarse, siendo incapaz de visualizar la figura de la persona que lo atendía pero adivinando de quien se trataba con un cordial, y ligeramente nervioso, saludo - Lord Estermont! Es un placer volver a verlo!! - Gritó el chico, aun sin saber que probablemente había fallado en acertar sobre la persona que le recibía.
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- Ya estamos por llegar, mi señor - Musitó uno de sus más fieles ayudantes, el joven lord se encontraba en plena proa, disfrutando del paisaje, cantando con sus vasallos, alegre y jovial, como debía ser un chico a su edad. Claro, aun no pasaban muchas cosas, aun no se encontraba cara a cara con las penurias del mundo, hasta ese momento lo único a lo que debía enfrentarse era al azote de los mares, a la crueldad del océano y gracias a las enseñanzas de su tío eso era algo que no le preocupaba, él había nacido para navegar y en ningún lugar sentía su existencia más ratificada que cuando se encontraba al mando de un navío - Muy bien, Lord Estermont ya espera nuestra llegada, preparen para atracar en el puerto chicos!! - La emoción estaba en el ambiente, todos podían sentirlo, el festivo semblante de pequeño zorro de mar lo indicaba, al fin conocería a la mujer de la cual Ben le había hablado con anterioridad. La mujer de la que se había llegado a tocar el tema de "matrimonio". Si bien entraba como algo político, para él tenía que significar mas y esperaba que verla finalmente en persona hiciera ese cambio.
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Horas mas tarde, se encontraba ya en el principal puerto de la isla, con sus hombres descargando cajas de su mejor vino como presente para los señores de Rocaverde. Haciendo lo posible por tener todo listo para su encuentro, todo, menos su apariencia puesto que él estaba aun en su barco, con la brisa marina aun revoloteando su cabellera, camisa blanca desabotonada de la parte superior y solo su chaleco de tono albiceleste con detalles platinos dándole forma a su vestimenta, pero claro, no esperaba que sus anfitriones se le adelantara y por ello mismo para cuando escuchó el anuncio de sus hombres, ya era muy tarde.
- Lord Paxter, un cortejo de bienvenida! -
- Vaya suerte - El Redwyne suspiró para liberar el incordio que tan atrasada noticia le había causado ya que para cuando las palabras llegaron a sus oídos sus ojos ya se habían dado cuenta del inevitable encuentro, aun así no tenía ya mucho que hacer. Con su mano hizo un gesto para que sus hombres recibieran a la comitiva mientras él se encaminaba al extremo de su barco para postrar la cara a sus convidantes, intentando de paso acomodar sus cabellos sin tener mucho éxito realmente. Con sus rojizos cabellos en el rostro atinó a asomarse, siendo incapaz de visualizar la figura de la persona que lo atendía pero adivinando de quien se trataba con un cordial, y ligeramente nervioso, saludo - Lord Estermont! Es un placer volver a verlo!! - Gritó el chico, aun sin saber que probablemente había fallado en acertar sobre la persona que le recibía.
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Paxter Redwyne
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Re: Cuando eran sonrisas inocentes [FB / Bárbara Estermont]
De vez en cuando su padre la convocaba a Piedraverde para verla y pasar unos meses en la fortaleza de los Estermont. La isla refulgía de brillo en las épocas primaverales y eran de gran hermosura, Bárbara disfrutaba de recorrer la isla en carroza, sus guardias no...Porque hacía paradas cada tanto para recoger flores. Muchas terminaban en una especie de corona en su cabeza, entrelazadas en sus trenzas, otras en una canasta que llevaba de vuelta al castillo para decorar cada habitación. Ese día en particular se había arreglado demás y salió temprano a recoger flores porque se supone que Lord Redwyne estaría llegando a la isla ese mismo día.
Evidentemente, Bárbara no controlaba su tiempo, por el contrario, creía que tenía todo el tiempo del mundo siempre. Así que se entretuvo jugando con unas niñas que encontró en los jardines exteriores de uno de los vasallos de sus padres. Ya el sol estaba en lo más alto del cielo cuando uno de los guardias le recordó que tenía otros asuntos que atender. Muy a su pesar se separó de las niñas luego de prometerles que volvería después. Subió a la carroza algo agitada por todos los juegos y trató, sin éxito alguno, limpiar su vestido lleno de pasto y tierra. Suspiro exhausta y cuando llegaron a la fortaleza fue anunciada de que Lord Redwyne había llegado así que su septa, casi, le agarra de las orejas llevándola a su habitación para asearse y vestirse.
-¡Lyonel!- Gritó alzando una mano para que Lord Paxter supiera con quien estaba hablando mientras empezaba a subir por el muelle del barco. Los hijos de Lord Estermont no eran ajenos al arduo trabajo de proa ni al descargue de mercancía, también eran marinos trabajadores aunque no dejó de sorprenderse de la actuación de Paxter pues cuando uno era Lord había otros asuntos de mayor importancia que atender. Por ejemplo, su padre -Lord Paxter, mi padre se ha retrasado en una reunión con sus vasallos espera que lo disculpe. He venido a darle la bienvenida a Piedraverde y escoltarlo hacia nuestra fortaleza. Estoy seguro de que sus bien entrenados hombres terminarán con la descarga- Mencionó el Estermont mientras terminaba de ayudar a un joven muchacha a colocar uno de los barriles en su sitio. Lyonel sabía, sin embargo, los planes de su padre respecto a la casa Redwyne y como hermano de Bárbara no podía dejar de evaluar cada detalle. Parecía un niño, sin duda, su rostro pecoso y sus cabellos rojos le daban un aspecto infantil gracioso y se imaginó a su hermana y a él juntos, causándole algo de gracia pero no dejó entreverlo. -Mi madre ha preparado un banquete en vuestro honor esta noche. Os aconsejo que vayais a descansar un poco y arreglaros. Sin duda disfrutareis una buena velada- Aseguró Lyonel dándole una palmada en la espalda e invitándolo a bajar para guiarlo hacia adentro.
Pasadas las horas, el servicio de la casa Estermont se adecentó y preparó el banquete. Sylva sabía que esta reunión estaría pronta a finalizar los detalles del matrimonio entre Bárbara y Paxter, una unión que convertiría a su hija en Señora de El Rejo y la enviaría lejos de allí. Intentó darle la importancia que tenía así que el salón deslumbraba con los colores de ambas casas, el azul y púrpura de los Redwyne y el verde de los Estermont. Eran armónicos, o eso pensaba ella. Había incluso un estandarte de la casa Redwyne junto a la Estermont que había mandado a encargar con especial ahínco.
En la mesa de bienvenida ya se encontraba Lord Eldon junto a su esposa y su hijo mayor, Aemon esperando a Lord Paxter y a su corte para entablar alguna conversación y darle la bienvenida oficial a Piedraverde. Lyonel sería el encargado de escoltar a Bárbara a la sala un poco después porque aún no se había terminado de arreglar. Impuntual de nacimiento.
Evidentemente, Bárbara no controlaba su tiempo, por el contrario, creía que tenía todo el tiempo del mundo siempre. Así que se entretuvo jugando con unas niñas que encontró en los jardines exteriores de uno de los vasallos de sus padres. Ya el sol estaba en lo más alto del cielo cuando uno de los guardias le recordó que tenía otros asuntos que atender. Muy a su pesar se separó de las niñas luego de prometerles que volvería después. Subió a la carroza algo agitada por todos los juegos y trató, sin éxito alguno, limpiar su vestido lleno de pasto y tierra. Suspiro exhausta y cuando llegaron a la fortaleza fue anunciada de que Lord Redwyne había llegado así que su septa, casi, le agarra de las orejas llevándola a su habitación para asearse y vestirse.
Entre tanto…
-¡Lyonel!- Gritó alzando una mano para que Lord Paxter supiera con quien estaba hablando mientras empezaba a subir por el muelle del barco. Los hijos de Lord Estermont no eran ajenos al arduo trabajo de proa ni al descargue de mercancía, también eran marinos trabajadores aunque no dejó de sorprenderse de la actuación de Paxter pues cuando uno era Lord había otros asuntos de mayor importancia que atender. Por ejemplo, su padre -Lord Paxter, mi padre se ha retrasado en una reunión con sus vasallos espera que lo disculpe. He venido a darle la bienvenida a Piedraverde y escoltarlo hacia nuestra fortaleza. Estoy seguro de que sus bien entrenados hombres terminarán con la descarga- Mencionó el Estermont mientras terminaba de ayudar a un joven muchacha a colocar uno de los barriles en su sitio. Lyonel sabía, sin embargo, los planes de su padre respecto a la casa Redwyne y como hermano de Bárbara no podía dejar de evaluar cada detalle. Parecía un niño, sin duda, su rostro pecoso y sus cabellos rojos le daban un aspecto infantil gracioso y se imaginó a su hermana y a él juntos, causándole algo de gracia pero no dejó entreverlo. -Mi madre ha preparado un banquete en vuestro honor esta noche. Os aconsejo que vayais a descansar un poco y arreglaros. Sin duda disfrutareis una buena velada- Aseguró Lyonel dándole una palmada en la espalda e invitándolo a bajar para guiarlo hacia adentro.
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Pasadas las horas, el servicio de la casa Estermont se adecentó y preparó el banquete. Sylva sabía que esta reunión estaría pronta a finalizar los detalles del matrimonio entre Bárbara y Paxter, una unión que convertiría a su hija en Señora de El Rejo y la enviaría lejos de allí. Intentó darle la importancia que tenía así que el salón deslumbraba con los colores de ambas casas, el azul y púrpura de los Redwyne y el verde de los Estermont. Eran armónicos, o eso pensaba ella. Había incluso un estandarte de la casa Redwyne junto a la Estermont que había mandado a encargar con especial ahínco.
En la mesa de bienvenida ya se encontraba Lord Eldon junto a su esposa y su hijo mayor, Aemon esperando a Lord Paxter y a su corte para entablar alguna conversación y darle la bienvenida oficial a Piedraverde. Lyonel sería el encargado de escoltar a Bárbara a la sala un poco después porque aún no se había terminado de arreglar. Impuntual de nacimiento.
Bárbara Estermont
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Re: Cuando eran sonrisas inocentes [FB / Bárbara Estermont]
Con su mano derecha dispuso de su cabellera a un lado para finalmente darle algo de forma, lo que no lograba muy seguido, de tal modo que pudo enfocar mejor a quien lo recibía notando que se trataba de uno de los miembros de la familia que visitaba, uno de los jóvenes barones que a pesar de tener una edad similar a la suya aun no sentían el peso de una casa sobre sus hombros, no sabían de la responsabilidad con sus hombres y su pueblo ni de que todo lo que hacían tenía cierto significado. Pero no lo culpaba, el apenas estaba aprendiendo esas cosas gracias a las enseñanzas de su tio.
- Lyonel Estermont. Creo que nunca pudimos intercambiar palabras. Es un verdadero placer - Sonrió con amabilidad desde su lugar para después fijarse en lo que sus hombres hacían, asegurándose de dar un par de instrucciones sobre la mercancía a descargar antes de regresar la atención a su anfitrión - Lamento también mi demora pero me gusta asegurarme personalmente de todo. ¿Cómo podría esperar que mis hombres confíen en mi si no soy capaz de hacer lo mismo que ellos? - Cuestionó en tono juguetón acomodándose las mangas. Sus palabras habían hecho que los hombres bajo su mando sonrieran, de cierta forma les gustaba el trato que sus señores tenían con ellos y especialmente eran agradecidos de que el joven Lord no fuese pomposo y que los tratara como si fueran amigos y familiares hasta cierto punto, los hacía sentirse apreciados hasta cierto punto, algo que podía contrarrestar la falta de experiencia y juventud del mismo.
- Estoy seguro que su madre habrá preparado algo realmente sorprendente. Por favor guíe el camino - Musitó finalmente, sus ropas acomodadas, sus hombres con instrucciones claras, y el ligero nervio que tenía del tema que tratarían acrecentándose con cada paso. Estaba seguro que las miradas de toda la familia estarían sobre él, pero lo que realmente le aterraba era el agradarle a ella... Aun con toda la preparación que su tío le había dado, los nervios ahí estaban.
----
Su hospedaje había sido de lo más gratificante ya que sus anfitriones no habían hecho ningún reparo y la amabilidad y alegría de Piedraverde. Podía admitir que había descansado tanto o más que en su propio hogar, pero lo cierto es que las ansias habían sacado lo mejor de él, privándole del reposo absoluto y obligandole arreglarse lo más posible sin dar de lado el tiempo. Para cuando lo fueron a buscar el ya estaba más que preparado, con el rostro frente al espejo para practicar sus palabras, para respirar profundo, para evitar que el miedo se apoderara de su ser. Era joven y poco experimentado, pero era el líder de su casa y tenía que dar esa imagen de seguridad si realmente planeaba cumplir con sus responsabilidades como Señor, como hombre, como futuro marido. Así sin mayor dilación se dispuso a presentarse con sus anfitriones seguido por una pequeña comitiva de sus hombres más fieles, unos pocos guardias y un par de consejeros diplomáticos que también estarían en el evento.
- Lord Eldon - Saludó apenas hizo su entrada, una gran sonrisa adornando su impecable rostro, la cabellera rojiza que parecía incontrolable había sido acomodada a un costado para que los largos mechones no estorbaran a su rostro, su ropa tenía los tonos azulados de su casa adornados por pequeños detalles en un verde esmeralda que implicaba una muestra de aprecio por los señores a quienes visitaba y consistía de unos pantalones lisos un poco más obscuros que el resto del conjunto, una larga túnica azul cielo, ajustada que llegaba por encima de los muslos, de corte simétrico, telas muy ligeras y adornado por unos cuantos clips de oro puro y finalmente, como toque de gracia, una camisa blanca que apenas salía de entre la parte abierta a la altura del pecho de la túnica. Era un conjunto refrescante y elegante a su vez que presentaba bien los colores sin deteriorar el color natural de las facciones del joven.
- Mi Lady - con una reverencia se presentó sobre la dama que había hecho casi todas las preparaciones, si bien ya la había visto no había tampoco hablado con ella fuera de las frivolidades, realmente su contacto había sido limitado con casi toda la familia, solo con Eldon tenía una relación más allá de formalidades debido al comercio que habían decidido entablar - Le agradezco el esplendido evento, creo que nunca me había sentido así de bien recibido en mi corta vida - Musitó con el característico gesto de amabilidad y calidez que lo caracterizaba, la sonrisa tan alegre como nerviosa no desaparecía con nada y solo afirmaba la honestidad de sus palabras.
- Ser Aemon, un placer conocerlo - Agregó para terminar con las presentaciones para así volver a dirigirse al señor de la isla, caminando en dirección a donde se le había asignado un asiento, justo a un lado de aquel hombre - Es una adorable familia la que tiene, mas brillante que su isla inclusive, y eso parecería imposible al ojo de un marinero entrenado - Estaba hablando más de lo normal, eran los nervios, algo natural para un chico que era enviado por su cuenta para formalizar un trato de ese tipo, algo aún más natural para un chico que iba por primera vez a hablar con una chica... Porque de eso trataba todo, si a ella no le parecía, sin importar que tanta aprobación hubiera de sus padres, Paxter no continuaría con las preparaciones de matrimonio, y se lo había dejado muy en claro a Ben.
- Lyonel Estermont. Creo que nunca pudimos intercambiar palabras. Es un verdadero placer - Sonrió con amabilidad desde su lugar para después fijarse en lo que sus hombres hacían, asegurándose de dar un par de instrucciones sobre la mercancía a descargar antes de regresar la atención a su anfitrión - Lamento también mi demora pero me gusta asegurarme personalmente de todo. ¿Cómo podría esperar que mis hombres confíen en mi si no soy capaz de hacer lo mismo que ellos? - Cuestionó en tono juguetón acomodándose las mangas. Sus palabras habían hecho que los hombres bajo su mando sonrieran, de cierta forma les gustaba el trato que sus señores tenían con ellos y especialmente eran agradecidos de que el joven Lord no fuese pomposo y que los tratara como si fueran amigos y familiares hasta cierto punto, los hacía sentirse apreciados hasta cierto punto, algo que podía contrarrestar la falta de experiencia y juventud del mismo.
- Estoy seguro que su madre habrá preparado algo realmente sorprendente. Por favor guíe el camino - Musitó finalmente, sus ropas acomodadas, sus hombres con instrucciones claras, y el ligero nervio que tenía del tema que tratarían acrecentándose con cada paso. Estaba seguro que las miradas de toda la familia estarían sobre él, pero lo que realmente le aterraba era el agradarle a ella... Aun con toda la preparación que su tío le había dado, los nervios ahí estaban.
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Su hospedaje había sido de lo más gratificante ya que sus anfitriones no habían hecho ningún reparo y la amabilidad y alegría de Piedraverde. Podía admitir que había descansado tanto o más que en su propio hogar, pero lo cierto es que las ansias habían sacado lo mejor de él, privándole del reposo absoluto y obligandole arreglarse lo más posible sin dar de lado el tiempo. Para cuando lo fueron a buscar el ya estaba más que preparado, con el rostro frente al espejo para practicar sus palabras, para respirar profundo, para evitar que el miedo se apoderara de su ser. Era joven y poco experimentado, pero era el líder de su casa y tenía que dar esa imagen de seguridad si realmente planeaba cumplir con sus responsabilidades como Señor, como hombre, como futuro marido. Así sin mayor dilación se dispuso a presentarse con sus anfitriones seguido por una pequeña comitiva de sus hombres más fieles, unos pocos guardias y un par de consejeros diplomáticos que también estarían en el evento.
- Lord Eldon - Saludó apenas hizo su entrada, una gran sonrisa adornando su impecable rostro, la cabellera rojiza que parecía incontrolable había sido acomodada a un costado para que los largos mechones no estorbaran a su rostro, su ropa tenía los tonos azulados de su casa adornados por pequeños detalles en un verde esmeralda que implicaba una muestra de aprecio por los señores a quienes visitaba y consistía de unos pantalones lisos un poco más obscuros que el resto del conjunto, una larga túnica azul cielo, ajustada que llegaba por encima de los muslos, de corte simétrico, telas muy ligeras y adornado por unos cuantos clips de oro puro y finalmente, como toque de gracia, una camisa blanca que apenas salía de entre la parte abierta a la altura del pecho de la túnica. Era un conjunto refrescante y elegante a su vez que presentaba bien los colores sin deteriorar el color natural de las facciones del joven.
- Mi Lady - con una reverencia se presentó sobre la dama que había hecho casi todas las preparaciones, si bien ya la había visto no había tampoco hablado con ella fuera de las frivolidades, realmente su contacto había sido limitado con casi toda la familia, solo con Eldon tenía una relación más allá de formalidades debido al comercio que habían decidido entablar - Le agradezco el esplendido evento, creo que nunca me había sentido así de bien recibido en mi corta vida - Musitó con el característico gesto de amabilidad y calidez que lo caracterizaba, la sonrisa tan alegre como nerviosa no desaparecía con nada y solo afirmaba la honestidad de sus palabras.
- Ser Aemon, un placer conocerlo - Agregó para terminar con las presentaciones para así volver a dirigirse al señor de la isla, caminando en dirección a donde se le había asignado un asiento, justo a un lado de aquel hombre - Es una adorable familia la que tiene, mas brillante que su isla inclusive, y eso parecería imposible al ojo de un marinero entrenado - Estaba hablando más de lo normal, eran los nervios, algo natural para un chico que era enviado por su cuenta para formalizar un trato de ese tipo, algo aún más natural para un chico que iba por primera vez a hablar con una chica... Porque de eso trataba todo, si a ella no le parecía, sin importar que tanta aprobación hubiera de sus padres, Paxter no continuaría con las preparaciones de matrimonio, y se lo había dejado muy en claro a Ben.
Paxter Redwyne
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Re: Cuando eran sonrisas inocentes [FB / Bárbara Estermont]
-¿Estás seguro de que me veo bien? ¿Se me están saliendo los rizos?- Preguntó, poniendose de nuevo los bucles detrás de la oreja para poder mirar mejor. A principio de día no estaba nada preocupada, es más, se había ido a recoger flores y perdido la mañana con las niñas. Pero en cuanto llegó a Piedraverde, la Septa se puso estricta. La metió en la tina del baño casi hirviendo y pese a los quejidos de la muchacha, la arena restregó su piel con dureza para eliminarle los restos de polvo, grama y sucio que había cogido durante toda la mañana. Se ensañaron con sus dedos y uñas que de tanto arrancar flores se habían visto más sucios que nada -Tus rizos están bien, Bárbara. Creo que nunca te había visto así- Le picó el costado con un dedo. Lyonel, su hermano menor, la estaba escoltando directo hacia el banquete que su madre había preparado para Lord Paxter con una engalanada Bárbara. La niña, aunque creciera para él siempre serían una niña, su niña; estaba vestida con los colores de la familia Redwyne, curiosamente. Seguramente lo habría elegido la Septa, su madre nunca lo permitiría. La castaña llevaba un vestido azul marino con un escote redondo que había sido detallado con encaje de Myr en color violeta y verde, un armónico colorido que representaba ambas casas y decoraba también las mangas del vestido y la cintura. Bárbara no contaba con un gran busto pero sí con una bonita cadera que era resaltada por el corte princesa del vestido y que para Poniente resultaba atractivo porque era sinónimo de un vientre fértil. El cabello lo llevaba suelto, con rizos que caían por debajo de sus hombros, y arreglado con una corona de flores que ella misma había hecho con las que había recogido en la mañana.
-¿Lyo, cómo es él?- Le preguntó, curiosa, con el estómago hecho un nudo mientras se abrazaba más a su hermano -Apenas hablé con él, Barb. Pero me dio buena impresión, al menos no es un señorito soberbio. Ya sabes…Estaba ayudando a sus marinos a desembarcar mercancía- Ladeó la cabeza de un lado a otro porque no era la primera vez que hablaban de aquellos señores que parecían tener un palo en el trasero y por eso eran tan serios y anticuados -Es joven, también. Debe tener tu edad. Y la aparenta- Agregó a lo que Bárbara asintió brevemente, sin que esto disolviera su nerviosismo -De acuerdo, de acuerdo. Racimo de uvas borgoña sobre campo azur. Vive en una isla que se llama El Rejo, tiene una hermana menor que se llama Desmera y está prometida con Lord Jason Mallister. Su tío es Ben Redwyne, consejero naval del Rey Aerys- Dijo esto en una retahíla de palabras sin respiro alguno, lo que le soltó una risa a Lyonel de lo más natural y profunda -Bárbara, no tienes porqué saber todo eso- La muchacha se acarició el collar que quedaba justo por encima de su escote, una amatista engarzada en oro a juego con sus aretes y las pulseras que tintineaban mientras daba aquellos pasos -¿Qué? ¿Cómo que no? Stannis dijo que todo eso era importante- Reclamó mirando a Lyonel muy avergonzada por lo que éste le acababa de decir -Stannis cree que toda la heráldica es importante. Seguramente no intercambiarás palabras con él. Tal vez alguna danza, es padre quien cerrará todo, no tú. Sólo compórtate- Añadió el menor -¿Cómo? ¿Qué quieres que haga? ¿Me quedo sentada en mi lugar sin decir nada? ¿Puedo comer?- Le preguntó con el ceño fruncido aunque el corset de aquel vestido estaba rompiéndole las costillas. -Sólo no seas demasiado tú- Expresó porque todas las buenas señoras sabían mantener silencio cuando los hombres hablaban y Bárbara sintió una opresión en el estómago nuevamente mientras las puertas del salón se abrían.
Los primeros ojos que buscó Bárbara fueron los de su madre, que sonrió con dulzura al verla aunque notó que analizaba su vestimenta. Tras ello vio a su padre que no podía dentro suyo de su orgullo por la joya que llevaba Lyonel a su lado y caminó hacia ellos con cierta tranquilidad aunque las palabras de Lyo seguían en su mente. O al menos hasta que se encontró de lleno con los ojos azules de Lord Paxter Redwyne, el estómago le dio un ligero vuelco y sonrió brevemente. Era cierto, era joven como ella y le hacía gracia su cabello rojo y las pecas encima de su nariz. Tenía encanto, un pícaro y raro encanto que le dio ganas de reír de los nervios que tenía mientras se le subían los colores, pero no rió, se contuvo. Volvió la vista hacia -Padre, Madre- Reverenció a ambos igual que Lyonel y Lord Eldon se incorporó, corriendose para buscar la mano de su hija y llevarla hasta Paxter -Lord Paxter, esta es mi hija, Lady Bárbara- La muchacha se inclinó en una profunda reverencia y esperó lo suyo para incorporarse -Encantada de conoceros, Lord Paxter- Saludó con una sonrisa de brillante alegría, de oreja a oreja. Tras ello miró a su padre y después a su madre alzando suavemente el hombro porque no sabía si tenía que hablar, ella lo haría, iniciaría cualquier conversación pero después observó a Lyonel y guardó silencio mirando hacia los detalles de la ropa de Paxter de manera distraída y su padre, acostumbrado a las imprudencias de su hija, le pareció extraño su silencio. Alzó la cabeza, sin embargo, y observó a quien podría ser su futuro yerno con una sonrisa antes de girarse hacia el resto de sus vasallos y la corte de Piedraverde -¡Que inicie el banquete!- Expresó y guió a Bárbara al lado de su madre, quien se sentó con mucha prudencia, esperando poder salir de ahí a bailar tan pronto fuese posible. ¡Adoraba bailar!.
-¿Lyo, cómo es él?- Le preguntó, curiosa, con el estómago hecho un nudo mientras se abrazaba más a su hermano -Apenas hablé con él, Barb. Pero me dio buena impresión, al menos no es un señorito soberbio. Ya sabes…Estaba ayudando a sus marinos a desembarcar mercancía- Ladeó la cabeza de un lado a otro porque no era la primera vez que hablaban de aquellos señores que parecían tener un palo en el trasero y por eso eran tan serios y anticuados -Es joven, también. Debe tener tu edad. Y la aparenta- Agregó a lo que Bárbara asintió brevemente, sin que esto disolviera su nerviosismo -De acuerdo, de acuerdo. Racimo de uvas borgoña sobre campo azur. Vive en una isla que se llama El Rejo, tiene una hermana menor que se llama Desmera y está prometida con Lord Jason Mallister. Su tío es Ben Redwyne, consejero naval del Rey Aerys- Dijo esto en una retahíla de palabras sin respiro alguno, lo que le soltó una risa a Lyonel de lo más natural y profunda -Bárbara, no tienes porqué saber todo eso- La muchacha se acarició el collar que quedaba justo por encima de su escote, una amatista engarzada en oro a juego con sus aretes y las pulseras que tintineaban mientras daba aquellos pasos -¿Qué? ¿Cómo que no? Stannis dijo que todo eso era importante- Reclamó mirando a Lyonel muy avergonzada por lo que éste le acababa de decir -Stannis cree que toda la heráldica es importante. Seguramente no intercambiarás palabras con él. Tal vez alguna danza, es padre quien cerrará todo, no tú. Sólo compórtate- Añadió el menor -¿Cómo? ¿Qué quieres que haga? ¿Me quedo sentada en mi lugar sin decir nada? ¿Puedo comer?- Le preguntó con el ceño fruncido aunque el corset de aquel vestido estaba rompiéndole las costillas. -Sólo no seas demasiado tú- Expresó porque todas las buenas señoras sabían mantener silencio cuando los hombres hablaban y Bárbara sintió una opresión en el estómago nuevamente mientras las puertas del salón se abrían.
Los primeros ojos que buscó Bárbara fueron los de su madre, que sonrió con dulzura al verla aunque notó que analizaba su vestimenta. Tras ello vio a su padre que no podía dentro suyo de su orgullo por la joya que llevaba Lyonel a su lado y caminó hacia ellos con cierta tranquilidad aunque las palabras de Lyo seguían en su mente. O al menos hasta que se encontró de lleno con los ojos azules de Lord Paxter Redwyne, el estómago le dio un ligero vuelco y sonrió brevemente. Era cierto, era joven como ella y le hacía gracia su cabello rojo y las pecas encima de su nariz. Tenía encanto, un pícaro y raro encanto que le dio ganas de reír de los nervios que tenía mientras se le subían los colores, pero no rió, se contuvo. Volvió la vista hacia -Padre, Madre- Reverenció a ambos igual que Lyonel y Lord Eldon se incorporó, corriendose para buscar la mano de su hija y llevarla hasta Paxter -Lord Paxter, esta es mi hija, Lady Bárbara- La muchacha se inclinó en una profunda reverencia y esperó lo suyo para incorporarse -Encantada de conoceros, Lord Paxter- Saludó con una sonrisa de brillante alegría, de oreja a oreja. Tras ello miró a su padre y después a su madre alzando suavemente el hombro porque no sabía si tenía que hablar, ella lo haría, iniciaría cualquier conversación pero después observó a Lyonel y guardó silencio mirando hacia los detalles de la ropa de Paxter de manera distraída y su padre, acostumbrado a las imprudencias de su hija, le pareció extraño su silencio. Alzó la cabeza, sin embargo, y observó a quien podría ser su futuro yerno con una sonrisa antes de girarse hacia el resto de sus vasallos y la corte de Piedraverde -¡Que inicie el banquete!- Expresó y guió a Bárbara al lado de su madre, quien se sentó con mucha prudencia, esperando poder salir de ahí a bailar tan pronto fuese posible. ¡Adoraba bailar!.
Bárbara Estermont
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Re: Cuando eran sonrisas inocentes [FB / Bárbara Estermont]
Tomó asiento y con una mirada sobresaltada se dispuso a inspeccionar del salón, los adornos y la gente que participaba en dicho evento. Varios invitados eran de su propia tierra pero la mayoría conformaba al séquito de los Estermont, reflejando sin ningún miramiento la tranquilidad y alegría con la que se vivía en tan pacífica isla, una que no había visto batallas ni nada por el estilo en un tiempo y aun así que evidentemente tenía la fortaleza de una casa vasalla de significativa importancia. Le gustaba esa parte, el ambiente amistoso y familiar que los Estermont habían logrado con su gente hacía que todos parecieran gozar de la misma sonrisa, de aquel brillo en sus ojos y de la singular curiosidad que les hacía mirar a cada instante al pelirrojo que como su invitado se postraba.
- Vaya... - Estaba sorprendido e intimidado, no había visto algo así en mucho tiempo, no porque su gente no fuera animada sino porque nunca había sentido que la atención estaba en él ya que, a pesar de ser el líder de una casa, se trataba de un joven que había vivido desde pequeño en un lugar y conocía a todas las personas del mismo, su manera de interactuar con la gente, enseñado por Ben y aumentado por su simpatía natural, lo convertía en un amigo de todos sus hombres, algo que parecía multiplicar cuando navegaba ya que se unía a las canciones, a beber, a festejar y a bailar. Tenía muchos dotes para los eventos públicos de toda clase de estirpe sin embargo por las enseñanzas de etiqueta que se le enseñaban estaba consiente de que no podía soltarse, de que debía mantenerse con un porte diferente, y la simple idea de cometer un error le aterraba. Clara inexperiencia que mantenía petrificado al joven Paxter, con unos labios torcidos que forjaban una sonrisa incomoda que cualquiera podría notar.
Sin embargo todo ésto cambió cuando el sol se presentó en la gala, su fulgor irradiando en la forma de una pequeña y delicada dama. Los ojos celestes del Redwyne quedadon prendidos inmediatamente en ella, no era curiosidad, no era simple morbo ni algo tan sencillo como "Atención", no, era algo diferente era... cautiverio, si, solo así podía describirse, todo sentido de aquel chico había sido capturado por la pequeña Estermont y el hecho era que verla así solo aceleraba sus nervios, más cuando pudo notar una ligera sonrisa que respondía a sus ojos. Tragó saliva y sin más esperó a que su anfitrión se acercara con la chica que, con la suerte del mundo para él, podría llegar a ser su prometida. De manera casi risible pareció no responder de inmediato a la presentación de Lord Eldon y esto se debía, sin lugar a dudas, a que se había perdido en los ojos, aquellos delicados risos y la floral corona que hacían de la pequeña una ninfa, tal cual se leían en historias de fantasía.
Extendió la mano tras unos segundos pasmado, con delicadeza y calidez tomó la de la fémina y la alzó lo suficiente para que sus labios pudieran rosar la piel de ella, cortés y suave fue su saludo para así bajar la mno de la misma. Le había costado trabajo mantener la calma en esa situación pero había logrado mantenerse firme ante el primer encuentro, o eso había parecido antes de que se presentase aquella sonrisa de oreja a oreja, como perlas asomando en un lago, como una flor que finalmente se abría ante la brisa primaveral, destruyendo el semblante del pelirrojo hasta que sus propias pecas se vieron escondidas en el tono rojizo de sus mejillas - Creo que nunca había entendido el significado de la palabra encantado hasta este momento, mi lady - musitó, hablando un poco de más debido a los nervios, pero bueno, siempre había sido así, honesto con sus sentimientos. Algo que le causaba gracia tanto a su tío como a sus guardias.
Al igual que el resto de la comitiva se acomodó en su lugar, pudo notar la risa de Lyonel, probablemente orquestada por los efectos que los nervios habían tenido con la presentación del joven Redwyne, pero eso era algo que no le molestaba, honestamente a él también le causaba cierta gracia, especialmente como no podía apartar los ojos de aquella chica, era simplemente inesperado, pero bueno, no podía negar que ya le habían advertido algo sobre su esplendor, aunque había escatimado, seguramente para molestarle. No obstante aun tenía su papel como líder de una familia y debía recuperar su compostura para no quedar mal ante la primera impresión - Lord Eldon, debo admitir que la graciosidad de su hija me tomó por sorpresa. Y se que tenemos un tema de compromiso aun en mano pero... - Tragó saliva y enseguida su gesto cambió, no era el chico subestimable de siempre, sino que se había convertido en alguien más firme, seguro de si mismo, que hablaba palabras que ya había dicho más de una vez y a hombres más severos incluso, tenía que pasar algo antes de siquiera pensar en el compromiso - ... Me gustaría tener la oportunidad de bailar con su hija, de hablar un poco con ella. Y de saber que opina ella al respecto antes de poder formarlizar las cosas - Entendía que lo que decía podía sonar a que estaba dando la espalda a un trato o que en caso de que todo fallara se romperían los lazos de fraternidad entre ambas casas, sin embargo el no estaba insinuando ninguna de esas cosas sino todo lo contrario - Quiero asegurarme de que puedo hacerla feliz, y no simplemente mantenerla. Si usted, y Lady Sylva me lo permiten - Con sus ojos miro a la matriarca, sabiendo que ella también escucharía sus palabras, esperando que alguno dijera su pensamiento antes de iniciar con la danza del cortejo.
- Vaya... - Estaba sorprendido e intimidado, no había visto algo así en mucho tiempo, no porque su gente no fuera animada sino porque nunca había sentido que la atención estaba en él ya que, a pesar de ser el líder de una casa, se trataba de un joven que había vivido desde pequeño en un lugar y conocía a todas las personas del mismo, su manera de interactuar con la gente, enseñado por Ben y aumentado por su simpatía natural, lo convertía en un amigo de todos sus hombres, algo que parecía multiplicar cuando navegaba ya que se unía a las canciones, a beber, a festejar y a bailar. Tenía muchos dotes para los eventos públicos de toda clase de estirpe sin embargo por las enseñanzas de etiqueta que se le enseñaban estaba consiente de que no podía soltarse, de que debía mantenerse con un porte diferente, y la simple idea de cometer un error le aterraba. Clara inexperiencia que mantenía petrificado al joven Paxter, con unos labios torcidos que forjaban una sonrisa incomoda que cualquiera podría notar.
Sin embargo todo ésto cambió cuando el sol se presentó en la gala, su fulgor irradiando en la forma de una pequeña y delicada dama. Los ojos celestes del Redwyne quedadon prendidos inmediatamente en ella, no era curiosidad, no era simple morbo ni algo tan sencillo como "Atención", no, era algo diferente era... cautiverio, si, solo así podía describirse, todo sentido de aquel chico había sido capturado por la pequeña Estermont y el hecho era que verla así solo aceleraba sus nervios, más cuando pudo notar una ligera sonrisa que respondía a sus ojos. Tragó saliva y sin más esperó a que su anfitrión se acercara con la chica que, con la suerte del mundo para él, podría llegar a ser su prometida. De manera casi risible pareció no responder de inmediato a la presentación de Lord Eldon y esto se debía, sin lugar a dudas, a que se había perdido en los ojos, aquellos delicados risos y la floral corona que hacían de la pequeña una ninfa, tal cual se leían en historias de fantasía.
Extendió la mano tras unos segundos pasmado, con delicadeza y calidez tomó la de la fémina y la alzó lo suficiente para que sus labios pudieran rosar la piel de ella, cortés y suave fue su saludo para así bajar la mno de la misma. Le había costado trabajo mantener la calma en esa situación pero había logrado mantenerse firme ante el primer encuentro, o eso había parecido antes de que se presentase aquella sonrisa de oreja a oreja, como perlas asomando en un lago, como una flor que finalmente se abría ante la brisa primaveral, destruyendo el semblante del pelirrojo hasta que sus propias pecas se vieron escondidas en el tono rojizo de sus mejillas - Creo que nunca había entendido el significado de la palabra encantado hasta este momento, mi lady - musitó, hablando un poco de más debido a los nervios, pero bueno, siempre había sido así, honesto con sus sentimientos. Algo que le causaba gracia tanto a su tío como a sus guardias.
Al igual que el resto de la comitiva se acomodó en su lugar, pudo notar la risa de Lyonel, probablemente orquestada por los efectos que los nervios habían tenido con la presentación del joven Redwyne, pero eso era algo que no le molestaba, honestamente a él también le causaba cierta gracia, especialmente como no podía apartar los ojos de aquella chica, era simplemente inesperado, pero bueno, no podía negar que ya le habían advertido algo sobre su esplendor, aunque había escatimado, seguramente para molestarle. No obstante aun tenía su papel como líder de una familia y debía recuperar su compostura para no quedar mal ante la primera impresión - Lord Eldon, debo admitir que la graciosidad de su hija me tomó por sorpresa. Y se que tenemos un tema de compromiso aun en mano pero... - Tragó saliva y enseguida su gesto cambió, no era el chico subestimable de siempre, sino que se había convertido en alguien más firme, seguro de si mismo, que hablaba palabras que ya había dicho más de una vez y a hombres más severos incluso, tenía que pasar algo antes de siquiera pensar en el compromiso - ... Me gustaría tener la oportunidad de bailar con su hija, de hablar un poco con ella. Y de saber que opina ella al respecto antes de poder formarlizar las cosas - Entendía que lo que decía podía sonar a que estaba dando la espalda a un trato o que en caso de que todo fallara se romperían los lazos de fraternidad entre ambas casas, sin embargo el no estaba insinuando ninguna de esas cosas sino todo lo contrario - Quiero asegurarme de que puedo hacerla feliz, y no simplemente mantenerla. Si usted, y Lady Sylva me lo permiten - Con sus ojos miro a la matriarca, sabiendo que ella también escucharía sus palabras, esperando que alguno dijera su pensamiento antes de iniciar con la danza del cortejo.
Paxter Redwyne
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Re: Cuando eran sonrisas inocentes [FB / Bárbara Estermont]
Las mejillas de Bárbara volvieron a arrebolarse cuando Lord Paxter hizo gala de aquella educación tan exquisita de la que hablaban en El Dominio. La doncella de los Estermont, acostumbrada a la personalidad arisca de Stannis y rimbombante de Robert encontraba la actitud de Paxter realmente amable y reconfortante. Sin duda, creyó poder hablar con él y perderse en esos ojos azules con los que seguramente soñaría aquella noche. Bárbara atinó a apretar un poco los dedos de Paxter antes de que soltara su mano como gesto recíproco de agradecimiento. Notó incluso que sus mejillas también se habían sonrojado y sonrió con gracia ante ello. Quiso decir algo, pero prefirió mantenerse en silencio, Lyonel le había aconsejado eso pero ella tampoco tenía algo que decir. Los nervios del cortejo, del coqueteo y de aquella rara situación para ella la habían dejado con la boca cerrada.
Cuando se sentó al lado de su madre esta inclinó la cabeza un poco hacia ella -Deberías usar un poco más de verde, hija- Bárbara estaba acomodando sus faldas con una exquisita dedicación antes de escucharla y frunció suavemente el ceño -Pensé que tú habías elegido el atuendo, madre- Expresó con extrañeza sin entender muy bien a qué venía el comentario. Por supuesto, su padre seguía controlando su educación a través de la Septa y no de su madre. Lady Sylva mantenía un estilo dorniense que favorecía sus curvas y aquella actitud sensual que le era innata. Su padre no deseaba eso para ella. En eso estaba Bárbara mientras la música empezaba a sonar y ocultaba la conversación de Lord Eldon y Paxter.
El señor de la casa Estermont tomó su copa de vino recién llenada y bebió un poco. Era cierto que debía dar un brindis pero el compromiso debía ser cerrado antes de que sus palabras fuesen en vano. Después de todo, él había hablado con Lord Ben, no con Paxter. No obstante, según lo dicho por Lyonel y sus reportes Lord Paxter era joven pero no idiota y supuestamente respetuoso. Ese era uno de los aspectos más importantes para aquel hombre que desposaría su hija. Eldon no había sido ajeno a la mirada cautivada de Lord Redwyne en cuanto Bárbara ingresó al salón pero no quería hacerse ilusiones. Fue él, el primero en tomar la palabra y el caballero lo observó escuchandole con atención y confirmando sus sospechas. Pero claro, Bárbara había sido educada para ser una dama de alta alcurnia y su exquisita educación cundía a cualquiera -Comprenderéis, Lord Paxter, que mi hija considera este compromiso como un honor para ella- No podía dejar de pensar que la opinión de Bárbara no era importante para el asunto, ella haría lo que su padre había decidido que era mejor para ella. No obstante, sus últimas palabras causaron cierta curiosidad en Lord Eldon. ¿Sería este uno de esos caballeros que pensaba que el amor se encontraría con la esposa perfecta? Por supuesto que quería que su hija fuera feliz, pero la felicidad estaba sobrevalorada cuando se hablaba sobre política y comercio, sobre el crecimiento y manutención de su casa y sus vasallos. -Por supuesto, Lord Paxter- No tenía nada que temer, Bárbara tenía buenos modales y era feliz con pequeños detalles. Un momento con su hija sólo reconfirmaría a Lord Paxter que aquella unión era perfecta. Por su parte, Lady Sylva, observó a Lord Paxter y sonrió de lado. Ella sabía perfectamente qué hacía a una mujer feliz pero tenía la sospecha que ninguno de los dos criajos que unirían la casa Estermont y Redwyne tenían siquiera una idea.
Lady Bárbara, ajena a los asuntos de los mayores por voluntad propia, había pedido que le sirvieran unos pastelitos y según su madre vino aguado. En cuanto probó el segundo quiso escupir, sabía horrible. Nada aguado era bueno. Una vez había robado un poco de vino de Robert y le había encantado…¿Pero aguado? Tenía puesta una cara de absoluto asco y desprecio, apartando la copa que tenía al frente y optando por la de su hermano sin vergüenza alguna creyendo que el gesto pasaría desapercibido porque Lyonel estaba charlando con uno de sus amigos que estaba sentado a su lado, cuando todo el mundo empezó a fijarse en ella porque Lord Paxter se encaminaba hacia su lado, situación a la que era ajena.
Cuando se sentó al lado de su madre esta inclinó la cabeza un poco hacia ella -Deberías usar un poco más de verde, hija- Bárbara estaba acomodando sus faldas con una exquisita dedicación antes de escucharla y frunció suavemente el ceño -Pensé que tú habías elegido el atuendo, madre- Expresó con extrañeza sin entender muy bien a qué venía el comentario. Por supuesto, su padre seguía controlando su educación a través de la Septa y no de su madre. Lady Sylva mantenía un estilo dorniense que favorecía sus curvas y aquella actitud sensual que le era innata. Su padre no deseaba eso para ella. En eso estaba Bárbara mientras la música empezaba a sonar y ocultaba la conversación de Lord Eldon y Paxter.
El señor de la casa Estermont tomó su copa de vino recién llenada y bebió un poco. Era cierto que debía dar un brindis pero el compromiso debía ser cerrado antes de que sus palabras fuesen en vano. Después de todo, él había hablado con Lord Ben, no con Paxter. No obstante, según lo dicho por Lyonel y sus reportes Lord Paxter era joven pero no idiota y supuestamente respetuoso. Ese era uno de los aspectos más importantes para aquel hombre que desposaría su hija. Eldon no había sido ajeno a la mirada cautivada de Lord Redwyne en cuanto Bárbara ingresó al salón pero no quería hacerse ilusiones. Fue él, el primero en tomar la palabra y el caballero lo observó escuchandole con atención y confirmando sus sospechas. Pero claro, Bárbara había sido educada para ser una dama de alta alcurnia y su exquisita educación cundía a cualquiera -Comprenderéis, Lord Paxter, que mi hija considera este compromiso como un honor para ella- No podía dejar de pensar que la opinión de Bárbara no era importante para el asunto, ella haría lo que su padre había decidido que era mejor para ella. No obstante, sus últimas palabras causaron cierta curiosidad en Lord Eldon. ¿Sería este uno de esos caballeros que pensaba que el amor se encontraría con la esposa perfecta? Por supuesto que quería que su hija fuera feliz, pero la felicidad estaba sobrevalorada cuando se hablaba sobre política y comercio, sobre el crecimiento y manutención de su casa y sus vasallos. -Por supuesto, Lord Paxter- No tenía nada que temer, Bárbara tenía buenos modales y era feliz con pequeños detalles. Un momento con su hija sólo reconfirmaría a Lord Paxter que aquella unión era perfecta. Por su parte, Lady Sylva, observó a Lord Paxter y sonrió de lado. Ella sabía perfectamente qué hacía a una mujer feliz pero tenía la sospecha que ninguno de los dos criajos que unirían la casa Estermont y Redwyne tenían siquiera una idea.
Lady Bárbara, ajena a los asuntos de los mayores por voluntad propia, había pedido que le sirvieran unos pastelitos y según su madre vino aguado. En cuanto probó el segundo quiso escupir, sabía horrible. Nada aguado era bueno. Una vez había robado un poco de vino de Robert y le había encantado…¿Pero aguado? Tenía puesta una cara de absoluto asco y desprecio, apartando la copa que tenía al frente y optando por la de su hermano sin vergüenza alguna creyendo que el gesto pasaría desapercibido porque Lyonel estaba charlando con uno de sus amigos que estaba sentado a su lado, cuando todo el mundo empezó a fijarse en ella porque Lord Paxter se encaminaba hacia su lado, situación a la que era ajena.
Bárbara Estermont
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