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Cruzando las aguas (Elia)
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Cruzando las aguas (Elia)
Daemon Velaryon
El viento parecía estar a su favor y solo por eso se debían considerar afortunados. Aun así, la tensión entre todos crecía y de no haber sido que esa barca estaba lista para zarpar para comerciar con Desembarco, estarían peor que de haberse quedado en Rocadragon. Comandante y Castellano de Rocadragón
Veía las fortalezas enormes de Desembarco pasar y las torres gigantes tan cerca que más de una vez se vio tentado a voltear el barco y dirigirse a aquel muelle que cada vez se alejaba más. Pero cerraba los ojos y seguía sus instintos más allá de saber que éstos lo llevarían posiblemente a la muerte. Habían pasado una parte dificil pero ni por lejos era la peor. Todavía quedaba largo camino antes de llegar a Dorne y él era solo un hombre con una doncella, una princesa, un bebé y una niña que gracias a los Dioses se había logrado dormir. Aegon sí parecía más inquieto, como si su pequeño corazón sintiese todo el riesgo que estaban sufriendo y no dudase en manifestarlo. El pequeño dragón, nacido para hacer grandes cosas estaba en medio de las aguas a punto de pasar frente a las tierras de sus enemigos.
Daemon pasó saliva. Pasaba más tiempo despierto observando las aguas y a lo lejos por si aparecía algun barco perdido que interactuando con las damas. En un momento buscó mantas para cubrir a Ashara, Elia y los niños y la única forma de evitar el invierno, era decirles que en la noche se acomodasen los cuatro mientras él trataba de vigilar.
Aegon en sus brazos mientras su madre dormía empezó a buscar llorar pero Daemon observó a lo lejos, cubriendolo con la pesada capa. Él no cantaba, nunca lo hacía. Solo había cantado para Daenyra hacía ya mucho tiempo y esa noche, despues de tanto, su voz empezó a tararear.
"Madre gentil, fuente de toda piedad, salva a nuestros hijos de la guerra y la maldad,
conten las espadas y las flechas detén, que tengan un futuro de paz y de bien."
Aegon no reconocía su voz y era algo notorio. Acostumbraba la voz de Rhaegar más melodica y suave mientras que la del Comandante era fría y tosca. Pero ahí estaba, mirándole extrañado, casi como reclamandole por tener una voz tan mala para el canto.
"Madre Gentil, de las mujeres aliento, ayuda a nuestras hijas en este día violento,
calma la ira y la furia agresiva, haz que nuestra vida sea más compasiva."
El bebé rió de repente y por alguna extrañeza, el comandante creyó que se burlaba de él. Levantó una ceja y echó la cabeza hacia atrás mientras le daba su mano para que el niño jugase.
-Duerma, príncipe. - finalizó cerrando sus pesados ojos acomodando al pequeño en sus brazos. Su madre lo había tenido todo el día y había caído dormida junto a su doncella y la pequeña niña. Solo quedaba dormir a Aegon y lentamente, por cansancio o por no desear volver a escuchar su voz desafinada, el bebé empezó a dormitar hasta caer en los brazos de los sueños.
Alyn Celtigar
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Re: Cruzando las aguas (Elia)
Cruzando las aguas
En algún lugar de la costa│ Mes II│año 282
Where were you when everything was falling apart?
Nunca en su vida había sentido tanto frío; sus hombros temblaban, mientras que sus labios titiritaban. Cada vez que tomaba una bocanada de aire podía observar como su oxígeno se convertía en vaho. Observó a su alrededor y solo pudo ver nieve, demasiada nieve para su gusto. Los caminos eran blancos gracias a los copos de hielo que se iban acumulando poco a poco. Su vestido púrpura oscuro resplandecía entre todo el blanco que en aquel lugar había; la princesa observó sus pies descalzos y comenzó a caminar por entre la nieve, abrazándose a sí misma.
Entonces lo vio.
—Rhaegar,— susurró cuando observó a su esposo caminar por el extenso valle donde solo estaban ellos y la nieve. —Rhaegar,—dijo más alto, esta vez ganándose la atención de él. Elia corrió hasta alcanzarle, sintiendo su corazón palpitar con rapidez. Allí estaba él, con sus cabellos platinados y ojos púrpuras, luciendo tan hermoso como siempre había sido. —¿Dónde has estado? ¡He estado tan preocupada por ti… Rhaenys te extraña,— Tan pronto estuvo cerca del príncipe dragón, se le abalanzó para abrazarle con fuerza. El calor de su cuerpo la hizo sentir protegida; no había nada que temer. Él estaba allí… él no dejaría que nadie le hiciera algo.
—Elia, mi querida Elia,— La voz de él provocó que su corazón diera un vuelco. ¡Oh, cuanto la extrañaba! Rhaegar la apartó de su abrazo y con suma delicadeza tomó su mentón con sus tibios dedos. —Ella es el invierno,— Su alma abandonó su cuerpo cuando él comenzó a hablar de la chica, de aquella norteña con la que él se había obsesionado.
—No, Rhaegar, debes detener esto, por favor,— Le tomó de la mano, casi halándolo como si con ello lo hiciera despertar. —Por favor… hazlo por tus hijos, por favor,—
El príncipe dragón se apartó de ella, con sus ojos púrpuras llenos de determinación e irritación. —No puedes comprender la profecía, Elia. Y no te culpo, eres solo una mujer. Pero, ella es el invierno y ella me dará la última cabeza del dragón,— Rhaegar se apartó de ella, dándole la espalda. Su capa roja se arrastraba por el blanco del suelo como si fuera manchas de sangre.
—¡Rhaegar!— gritó, desesperada. Él no se detuvo. —No nos dejes…—
El sonido de la risa de Aegon la hizo moverse. Todo había sido producto de su imaginación; Rhaegar no estaba allí. Nunca lo estuvo. Ni siquiera estaba segura de donde él estaba.
No sabía si habían pasado dos o tres noches, quizás habían sido menos, las que transcurrieron con ellos en el barco. Lo único que Elia estaba segura era que jamás olvidaría la primera noche; aquella pesadilla que había cambiado la vida de sus hijos y la de ella misma. Aun podía recordar el llanto histérico de Rhaenys cuando vio un hombre morir frente a sus ojos, mientras la sangre manchaba sus delicadas mejillas. Por más que la había reconfortado con sus abrazos y besos, la pequeña princesa solo había llorado por su padre. Y Elia podía comprenderlo perfectamente, porque si hubiera tenido la oportunidad, también hubiese llorado por él. Si Rhaegar hubiera estado allí, nada de lo que vivieron aquella noche hubiera pasado.
“Ella es el invierno…” La voz de Rhaegar resonó en su mente, con aquel misticismo que siempre le acompañaba. “La profecía…” Todo giraba en torno a aquella maldita profecía que él estaba obstinado en cumplir. ¡Cómo se arrepentía de no haberle dicho que cesara de ella antes! ¡Como hubiera deseado poder retroceder en el tiempo y pedirle que no hiciera nada, aunque con ello la odiase! Ella podría vivir con el odio de él siempre y cuando sus hijos estuvieran a salvos.
Abrió sus ojos lentamente para encontrar que Aegon estaba en los brazos de Daemon Velaryon. Aquello era raro, pues el pequeño príncipe solo se dormía en los brazos de Ashara Dayne o en los de ella; y allí estaba él, dormido en los brazos del hombre. —Creo que le agradas,— murmuró, mirando al hombre. Se incorporó levemente, luego arropó los hombros de Rhaenys que estaban al descubierto. Su pequeña niña dormía plácidamente a un lado de ella. Elia miró a su alrededor con la esperanza de ver algo más que agua; todo seguía igual. Lo único que podía ver a lo lejos era Desembarco del Rey.
Se quedó unos minutos en silencio, mirando el gran mar que los rodeaba. Habían perdido su hogar; habían sido atacados sin haber hecho algo. Cientos de hombres habían dado sus vidas en Rocadragón para proteger la fortaleza… y habían fallado. Siendo madre, esposa y hermana, Elia podía imaginarse el dolor de todas las mujeres que recibirían los cuerpos de sus hijos. Y todo por una profecía. —¿Crees que él ha perdido el juicio?— preguntó repentinamente, con sus ojos color avellana observando el firmamento. Oh Rhaegar, ¿en qué nos has metido? Bajó su mirada, suspirando. —Me refiero a Rhaegar, Daemon,— añadió, aunque estaba casi segura de que él entendería de quien ella estaba hablando. Elia imaginó que el hombre no diría nada en contra de su príncipe, pues eran buenos amigos y Rhaegar confiaba ciegamente en el Velaryon. Pero no por ello significaba que debía creer ciegamente en todo lo que Rhaegar le pidiera. Los amigos que se aman tienen todo el derecho a decirle a otro cuando estaban actuando mal.
La princesa dorniense no pudo más que recordar su niñez y cuantas veces Oberyn se había llevado regaños por parte de Doran o de ella, e inclusive de su tío Lewyn. ¿Significaba eso que no le amaban? No, todos amaban al príncipe Oberyn, pero deseaban lo mejor para él.
Respiró hondo, aspirando el aroma a agua salada. El mar nunca había sido su predilecto; prefería viajar por tierra. —Sé que conoces donde esta Rhaegar, y me atrevería decir que le escribes siempre que puedes,— no había rastro de culpabilidad en su voz, tampoco de reclamo. —Y no pretendo que me digas donde está, pues comprendo que tú amistad con Rhaegar va por encima de todo; y eso lo pude ver tan pronto decidiste romper una orden para salvar nuestras vidas.— Daemon había asesinado a un hombre de los suyos con tal de protegerlos a ellos. Aquello demostraba cuan enserio se había tomado lo que fuera que Rhaegar le hubiera pedido. —Pero, como princesa y esposa de tú amigo, te pediré algo.— Lo miró seriamente a sus ojos púrpuras. —No quiero que le digas a Rhaegar donde estaremos,— Aquello fue una orden clara y precisa. Elia protegería a sus hijos de todo lo que interviniera con su seguridad.
Incluyendo a su marido.
Ashara Dayne
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Re: Cruzando las aguas (Elia)
Daemon Velaryon
Comandante y Castellano de Rocadragón
Sentía el peso de sus músculos mientras ese pequeño niño empezaba a dormirse. Los ojos se cerraron por lo que llegó a creer, fue un instante pero en realidad, bien podían ser horas. Cuando los abrió notó que simplemente había sido un parpadeo y que ahora la princesa Martell se encontraba despierta. Aegon en cambio dormía aferrado a una de sus manos.
Esbozó una sonrisa y bajó la mirada hacia el pequeño niño. –No tiene mucho de dónde elegir- sonrió débilmente, volviendo sus ojos a Rhaenys y a Ashara. Finalmente volvió a posar sus ojos sobre Elia – ¿No puede dormir, princesa?-
El agua era el único testigo de aquella locura que había llevado a cabo. Aun pensaba en el soldado que ahora yacía en Rocadragón y en la reacción que tendría el rey de enterarse lo que estaba pasando. Trataba de no pensar en eso pero era inevitable. De haber elegido el camino a Desembarco, los niños, la princesa y la doncella estarían descansando en sus camas. Pero a decir verdad, sentía que había una sombra en Desembarco mucho más terrible que el mar mismo y por primera vez en mucho tiempo, creyó estar haciendo lo correcto.
La voz de la princesa hizo que volviese a posar sus ojos sobre ella. No era una pregunta ilógica. En más de una ocasión él mismo se la había formulado pero siempre pensó que en el matrimonio había un acuerdo marcado y que él no rompía ninguna regla. Claro, eso fue hasta que literalmente Elia le obligó a enviar una carta a la Torre de la Alegría.
-Todos perdemos el juicio a veces, princesa. A veces el corazón nos exige una cosa y no nos queda más opción que seguirle. El príncipe actuó siguiendo su corazón, algo que siempre ha hecho, incluso cuando le eligió como esposa a costa de la voluntad del Rey.-
La próxima parte de la plática hizo que Daemon abriese los ojos con un ligero matiz de sorpresa. Lo primero que había pensado en hacer apenas llegasen a Dorne era notificar al príncipe acerca de Elia Targaryen y sus hijos – No puedo hacer eso, princesa Elia. Es cuestión de tiempo que se sepa que Rocadragon fue saqueada. Nadie sabe de usted ni de los hijos del príncipe y es mi deber notificarle que están a salvo. – sus palabras eran bajas porque no quería despertar al niño en sus brazos, pero parecía realmente dispuesto a negarse a una orden explicita sin siquiera sentir el temblor de sus labios – No puedo decirle dónde está él, pero debo decirle dónde está usted.-
Alyn Celtigar
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Re: Cruzando las aguas (Elia)
Cruzando las aguas
En algún lugar de la costa│ Mes II│año 282
Where were you when everything was falling apart?
Asintió. —Realmente no puedo conciliar el sueño,— Quizás se trataba de las preocupaciones o de la incomodidad. Elia era una princesa; había nacido en una cuna de oro y había vivido en ella por toda su vida. Y ahora, en medio de la nada, se encontraba con que no había espacio suficiente. Pero, al menos estaban vivos. —Ya se me pasará,— sonrió de lado. —¿No has podido dormir? Si lo deseas, puedo quedarme despierta y vigilar,– y con ello tendría tiempo para pensar e imaginar cómo habrían sido las cosas si la profecía no hubiera existido.
Sentada en donde estaba, abrazó sus piernas y dejó que la brisa marina moviera suavemente sus cabellos castaños. Lo único que deseaba era regresar a Dorne, encontrarse con su hermano Doran y dormir. Quizás con aquel acto se pudiera olvidar del mundo y de todas las cosas que habían pasado… aunque fuera temporeramente. Miró a su hijo en los brazos de Daemon y se regañó a sí misma. Debía ser fuerte por ellos, pues si no lo hacía ella, ¿Quién lo haría?
Sabía que Rhaegar amaba a sus hijos, pero lo hacía de una forma a la que ella no estaba acostumbrada. Quizás era el calor en su sangre dorniense la que la hacía ser sobreprotectora demás y estar constantemente vigilando a sus niños. O quizás era la forma de ser de él. De igual forma, ella debía ser fuerte y luchar por la protección de ellos.
Y aquello se encontraba lejos de Desembarco.
—¿Por qué seguir algo que sabía que heriría a su familia? ¿Acaso no le importa?— Su voz era solo un hilillo. Podía escuchar a lo lejos el sonido de las gaviotas revoloteando por el mar. Hasta ahora no se habían encontrado con una embarcación del Rey, o peor aún, de piratas. —Y creo que ese fue su peor error… escogerme,— Y quizás también había sido su error enamorarse de él. Su vida hubiera sido tan diferente de no ser por su matrimonio con Rhaegar. Probablemente en aquellos momentos estaría en una fortaleza, con sus hijos seguros y sin tener que andar defendiendo la estupidez y obstinación de su esposo ante todos. Deseaba decirle también a aquel joven castellano que la locura de Rhaegar provenía de su familia; su padre había perdido la cabeza y él lo estaba siguiendo. —Solo le ruego a los Dioses que ese mal no azote a mis hijos,— su pensamiento escapó sus labios antes de que ella pudiera detenerlos. Daba igual, Daemon debía de saber que el enojo de ella ya se había rebasado de los parámetros normales en un matrimonio.
Lo observó fijamente, escuchando sus comentarios. —No pretendo que no le digas del ataque de Rocadragón. En estos momentos, todo el reino ha de saberlo. Sería imposible ocultárselo.— Se recostó del barco y llevó una de sus manos al agua; estaba tibia. —¿Crees que es lo mejor para ellos— señaló a Aegon y a Rhaenys con su otra mano— que Rhaegar sepa dónde están?— Negó la cabeza. —Si Rhaegar lo sabe, le escribirá a su padre y ellos vendrán por nosotros. La orden era que regresáramos a Desembarco, y al no cumplir con ella, te matarán. Y Rhaenys y Aegon estarán en peligro.— Secó sus dedos sobre su vestido de dormir, aquel que llegaba hasta sus tobillos. —Desembarco no es un lugar seguro para ellos. Tampoco lo es Rhaegar en estos momentos…— Humedeció sus labios, cambiando su mirada hacia el océano. —Probablemente has de estar pensando que esto es un tipo de venganza por él marcharse y no decirme a donde iría… pero te aseguro que no es así. Yo solo quiero proteger a mis hijos, y lo haré de todos. Incluyendo a su padre.— Su tono de voz era uno frío, no abierto a protestas. —Como su esposa, princesa de Poniente, y madre de los futuros reyes, te prohíbo que le digas a Rhaegar donde estamos. Si lo haces, caerá sobre ti la responsabilidad de lo que le ocurra a los niños. Y creo que Rhaegar te ha hecho prometer que los cuides, y en estos momentos eso lo incluye de él.—
Ashara Dayne
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Re: Cruzando las aguas (Elia)
Daemon Velaryon
Comandante y Castellano de Rocadragón
-Estoy bien - fue su seca respuesta mientras cerraba los ojos más que nada para descansar un poco la vista. - No podría dormir así quisiera. No hasta que crucemos las tierras de la Corona y las de Tormentas.- decía convencido pero en voz baja. Era cierto. El cuerpo le pedía dormir pero ese era un lujo que no podía darse. Rocadragón estaba al lado de su más grande aliado y Dorne...Dorne estaba realmente lejos, pasando las tierras del venado. Solo rogaba que no hubiese movimiento alguno por agua y pudiesen llegar. Que nadie vislumbre ese barco mercante que se mecía solitario en las aguas saladas del oceano.
La pláctica con Elia Martell pareció tornarse más intima en un momento. A decir verdades la comprendía y entendía que ella estuviese molesta con el príncipe. No era para menos pero en su forma de ver las cosas, muchas veces uno perdía la perspectiva cuando el corazón intervenía -Nada de esto debió pasar. Ni los Stark en Desembarco, ni la muerte del Guardian del Norte ni el saqueo a Rocadragón. A veces me pregunto si él hubiese hecho estas cosas sabiendo que existirían estas consecuencias y quiero creer que no; que de haberlo sabido, el príncipe jamás hubiese seguido con su anhelo.- bajó la mirada al niño en sus brazos y soltó un suspiro cansado - Quizás simplemente pensó que nada pasaría. Que nadie haría nada. Dudo realmente que haya pensado en su familia, para ser sincero.-
Elia estaba molesta y podía sentirlo en el tono de su voz. Daemon jamás comprendió cómo Rhaegar y ella llegaron a separarse pero nunca se lo preguntó mucho tampoco. Tal cómo decía, a veces uno se vuelve una marioneta de su corazón y juzgar al príncipe en esos momentos lo haría sentir hipocrita.
-Princesa, no diga esas cosas. De no haberse unido, estos dos niños no existirían - dijo sin mirarle, con los ojos en ese pequeño bebe. Pensó en el hijo que había perdido y sus ojos volvieron a cerrarse. No era tiempo para pensar en esas cosas.
Las justificaciones de Elia sonaban en sus oídos y a decir verdades, él no entendía por qué las decía ¿Estaba convencida de ello o quería convencerlo a él?
-No estaría arriesgando mi cuello ahora de pensar en que el principe llegaría a hacer algo así.- sus ojos se abrieron y fueron dos gemas violetas que se posaron sobre la princesa cubierta de sombras. No le gustaba ese tono pero a decir verdades, tampoco podía oponerse. Ahora estaban dirigiendose a Dorne y una sola queja de sus labios traería la furia de los principes del sur sobre su cabeza. ¿En qué lio se había metido?
La seriedad de sus facciones fueron su única respuesta. Se puso de pie con cuidado y caminó hacia Elia para depositar el niño en sus brazos. -Princesa Elia, será mejor que duerma - dijo con la mirada helada.
Alyn Celtigar
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Re: Cruzando las aguas (Elia)
Cruzando las aguas
En algún lugar de la costa│ Mes II│año 282
Where were you when everything was falling apart?
Podía comprender la preocupación de Daemon; ella también la tenía. El trayecto, que ya se le estaba haciendo insoportablemente largo, aun no había comenzado del todo. A duras penas estaban cruzando Desembarco del Rey... faltaba mucho. Faltaba Tormentas. Y aquello le preocupaba. —Los Siete nos protegerán,— murmuró, su tono de voz denotaba su inseguridad. ¿Los protegerían los Siete?
Ella esperaba que sí.
Las palabras de Daemon la hicieron asentir lentamente. Era la primera vez que hablaba de esas cosas con alguien que no fuera Ashara. Solamente su doncella sabía cuanto había llorado Elia durante el día del torneo; sabía de sus miedos y de su enojo y frustración como mujer. También podía comprender su orgullo dorniense, aquel que había sido pisoteado. —En ocasiones siento que Rhaegar ha perdido la cabeza. Y puedo jurar que intenté entenderlo, intenté seguir sus ideas sobre esa profecía...— su voz se perdió en el viento. Cerró sus labios y cambió su mirada hacia el horizonte. El viento revoloteaba sus cabellos ondulados, mientras que el ruedo de su vestido de dormir se mecía en vaivenes. —Él nunca pensó que esto ocurriría. Por más enojada que esté con él, no puedo mentir. Rhaegar jamás le haría daño a nadie; mucho menos secuestraría a una doncella. Y ahora... cuando se entere de la muerte de Rickard Stark... esa perdida le caerá sobre sus hombros.— Sentía lástima por su marido, y honestamente, lo único que deseaba era verlo y abrazarlo. —Lo extraño,— murmuró en un hilo de voz apenas audible.
Se volteó para mirar a Daemon a los ojos. —Él no lo hará, Daemon. Pero Aerys sí.— No le temía a su marido porque lo conocía, sabía que en el fondo Rhaegar era un tipo que solo trataba de hacer las cosas bien. Por desgracia de su vida, los Siete lo habían elegido a él para meterle una serie de ideas que quizás eran erradas... pero allí estaban. Pero, Aerys era diferente. El rey de Poniente era un monstruo. —¿Qué crees que pasará cuando él se entere de que estoy en Dorne? ¿Qué crees que hará cuando sepa que tú decidiste no llevarnos a Desembarco y que yo lo acepté?— Sus ojos avellanas estaban opacos con el miedo que le tenía al rey costra. —La muerte será la última de nuestras preocupaciones, Daemon. Porque sí, él me matará a mi por traición, por haber huido con mis hijos lejos de sus garras.— Aerys nunca la aceptó para Rhaegar; tampoco aceptaba a Rhaenys como nieta. —Si le escribes a Rhaegar o a cualquier otra persona, nos estarás poniendo en peligro. Rhaegar no creerá a su padre capaz porque es su padre, por ello recurrirá a él para que nos busque y nos brinde su protección. Y vos sabes que esa protección es falsa; que jamás existirá.— A ese punto, la desesperación en la voz de la princesa dorniense era palpable.
Tomó al pequeño y muy dormido Aegon en sus brazos y le besó la cabeza. La mirada de Daemon la hizo entender que el tono autoritario que había utilizado no había sido correcto. Él era un buen amigo de Rhaegar, y había arriesgado su vida por ellos. —Lo lamento, Daemon... no fue mi intención que mis palabras sonaran tan crudas. Agradezco a vos por salvarnos; por arriesgar tú vida por la nuestra. Pero debes comprender mi frustración. He perdido mi hogar, y no hay lugar en Poniente lo suficientemente seguro para mis hijos o para mi. Rhaegar se ha echado encima tantos enemigos...— su voz se quebró, sin embargo, Elia era lo suficientemente fuerte como para evitar las lágrimas. —Por favor, considera lo que te estoy pidiendo.—
Ashara Dayne
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Re: Cruzando las aguas (Elia)
ALGÚN LUGAR EN LA COSTA
Mes II, 282 AC. - Elia Targaryen, Daemon Velaryon
Mes II, 282 AC. - Elia Targaryen, Daemon Velaryon
L
o primero que sintió al comenzar a despertarse fue un frio al que, a pesar de los años, estaba poco acostumbrada y tuvo un breve pensamiento de que estaba segura había cerrado la ventana la noche anterior. Pero a medida que la conciencia volvía a su cuerpo, se dio cuenta de la tremenda tontería que había pensado, recordando realmente donde estaba y porque se encontraba allí. Los recuerdos de la noche que escaparon de Rocadragón la embargaron unos instantes y volvió a sentirse desesperada, se le cerró la garganta y tuvo que morder fuertemente su labio inferior para contener el llanto, en vez de abrir los ojos como fuera lógico los apretó, concentrándose en convencerse de que ese momento había quedado atrás, en la orillas de lo que había sido su hogar en el último tiempo. Le llevó un par de minutos por supuesto, pero a medida que lograba tranquilizarse también se percató de las voces, no estaba prestando atención a lo que decían, aunque sí pudo reconocerlas e identificarlas, no era difícil puesto que eran solo tres adultos viajando en aquella barca. Respiró hondo y se incorporó de su posición, abriendo los ojos lentamente sin sorprenderse de que el panorama alrededor de ellos no hubiese variado mucho. Peinó con sus manos su cabello hacia atrás y se percató del bulto que había estado a su espalda, Rhaenys dormía plácidamente aun o al menos eso parecía, Ashara volvió a acomodar las mantas que se corrieron cuando ella se incorporó y acaricio suavemente los cabellos oscuros de la pequeña niña. Le dolía el corazón al recordar lo que tuvo que vivir.
Se arrebujó la capa para evitar el frio que calaba más allá de los huesos, acercándose al Castellano y la Princesa. – Disculpad, ¿Ha ocurrido algo? – no era tonta para no notar en ambos la turbación, y tenía un leve recuerdo de palabras dichas de manera imperativa cuando estaba despertando, aunque no estaba segura.
Ashara Dayne*
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Re: Cruzando las aguas (Elia)
Daemon Velaryon
Comandante y Castellano de Rocadragón
Quizás en el fondo, solo eso era lo tanto dañaba a la princesa dorniense. Por supuesto, podía sentir preocupación por sus criaturas y demás, pero lo que en realidad le pesaba como una cruz era que Rhaegar no estuviese a su lado en esos momentos. Cada cosa que ella decía hacía que Daemon volviese apenas sus ojos violetas a ella, en un silencio respetuoso a su confesión.
La mirada del Comandante se bajó al suelo de madera del barco mientras escuchaba aquellas preguntas a las cuales no tenía una respuesta buena. Sabía qué pasaría cuando Aerys se enterase y lo venía masticando mientras el agua pasaba por debajo de ellos. –El príncipe Rhaegar va a protegerla, princesa. A usted y a sus hijos. – empezó a decir con ligero pesar mientras volvía su rostro al temible mar – El Rey no tiene que por qué saber lo que sucedió en Rocadragón. Solo hay un testigo de que usted salió de ahí conmigo y ese testigo descansa en el fondo de las aguas –
Cada palabra de la princesa empezaba a irritarlo. Había cosas que entendía claramente y otras que no y si bien él también dudaba de las razones que habían llegado al príncipe a hacer tal locura, comprendía que Aerys, demente y todo, tenía que proteger a su estirpe. – El rey podrá matarla a usted pero no a sus hijos. Sabe cuál es el destino que los dioses entregan al padre capaz de esas cosas – dijo seriamente, como en un arrebato que exigía silencio más allá de su título. Y entonces, apretó los labios. Sabía cuál era la próxima jugada de Elia Martell y, por supuesto, tendrá toda la razón de jugar esa carta. Si tan seguro estaba de ello ¿Por qué la sacó de Tierras de las Coronas en un principio?
Respiró agitado y volvió a acomodar su espalda en la madera del navio. LE gustaría poder creer en ese rey que debía proteger pero no podía hacerlo. El príncipe podía ser noble, pero no era el Señor de Poniente y eso siempre podía terminar con un derramamiento de sangre innecesario. –El príncipe cree en la profecía, no en su padre, Princesa Elia. Usted sabe lo que el Rey hace con la Reina y sabe que el príncipe es testigo de ello. Mireme a los ojos y digame si realmente, en el fondo de su corazón, piensa que él no cree que su padre es capaz de hacer las cosas de las que se lo acusan. ¡Yo mismo le envié la carta de la reina Rhaella diciendo que Lord Stark había muerto!- su voz era helada, fría como el agua y aun así, parecía contrariado. Quería creer realmente en aquello que protegía pero temía tanto de equivocarse.
El silencio habría sido capaz de calmarlos a ambos y mientras el sonido de las aguas era lo único que se escuchaba, la disculpa de la princesa fue suave como una caricia.
-Lo pensaré – respondió sin mirarle. No por estar ofendido sino porque realmente lo estaba evaluando.
Los pasos silenciosos de la bella flor dorniense hicieron que Daemon volviese sus ojos a Ashara. Estaba cansado y temía que no alcanzase la comida para llegar a Dorne.
-Lady Ashara…Han ocurrido muchas cosas. – Susurró pesadamente mientras volvía la mirada a Elia Martell – Pero lo importante es ambas volverán a vuestro hogar y pedirán asilo a Doran Martell, Principe y Señor de Dorne.-
Alyn Celtigar
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