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Arcianos y otras salmodias.
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Arcianos y otras salmodias.
Cersei Lannister
La noche anterior había estado tan furiosa con su marido por diversas razones que su hostilidad en el banquete del príncipe se incrementó cuando notó lo relegado que estaban. Los rumores en la fortaleza roja eran cada vez peores… no sabía de cierto qué había hecho Erik en su ausencia, pero ahora todo mundo lo tachaba de ebrio. Esta vez Cersei se arregló con su vestido más ceñido y favorecedor, peinó sus cabellos con cuidado para que enmarcaran su rostro y pellizcó sus mejillas para darles color. Suspiró frente al espejo, controlándose, si iba en ese momento a encararle sólo empeoraría las cosas; decidió dejar que su orgullo y vanidad se curaran. No por buena esposa, porque no lo era, pero si quería que Erik hiciera lo que ella quisiera tenía que aparentarlo. Darle un heredero de ser necesario, frunció el ceño ante la idea, ya era bastante trabajo ocuparse de él en la cama para que no terminara en ella; no quería imaginarse cargando a sus hijos.
—Traédme el cofre azul. —Una de sus damas le entregó lo que le había pedido con la mayor distancia posible y eso la hizo enfurecer. —Si estuviera enferma ya habría muerto, niña. Ahora más te vale tratarme con respeto o pediré tu lengua en la cena. —Era una amenaza en vano, ella no tenía la autoridad en esas paredes, pero la expresión de la chica le hizo saber que había funcionado. Le hizo un gesto para que saliera y quedarse a solas con el cofre, lo abrió para darle un último vistazo y lo que encontró -o mejor dicho, lo que No encontró- le heló la sangre. Después de un instante sintió una oleada de ira que la hizo aventar el cofre y destrozarlo al caer.
Erik se había llevado el regalo del príncipe, por alguna razón Cersei estaba enojada, paseó por la habitación y de repente se le antojó muy pequeña; necesitaba salir. Vio a unos guardias a punto de dirigirse a su cuarto y los evadió, necesitaba aire. Tuvo la delicadeza de parecer tranquila y dibujar una cara amable, no necesitaba más habladurías por parte de la gentuza. Necesitaba hablar ella con Diana Belmore o el príncipe Viserys; no confiaba en las habilidades diplomáticas de su marido y ahora, no obstante, había jugado su última carta para una audiencia privada. Desesperada y con el aire dificultando su respiración se dirigió al único lugar donde sabía que estaría sola: El bosque de los Arcianos.
Re: Arcianos y otras salmodias.
El Bosque de Arcianos
Cersei Lannister / Mañana
El sol había salido hace relativamente poco y el castillo todavía no empezaba a bullir de actividad. Faltaban algunas horas.
La cabeza le dolía un poco desde la noche anterior... ¿Había bebido mucho vino o era, por otra parte, síntoma de la terrible tensión emocional que había pasado en la ya tan consabida fiesta? Una cosa o la otra, lo cierto es que había despertado temprano, muy temprano para su gusto y se había despabilado, sin poder volverse a dormir otra vez.
Si no se levantaba, se la pasaría dando vueltas en el lecho y no quería hacer eso. Viserys bostezó y se puso de pie con rapidez.
Se vistió, pero de manera muy simple: los pantalones de color ocre y las botas negras y, cubriendo su torso, una camisa de seda blanca, con detalles en hilo púrpura, cercanos a los botones de brillante oro que la cerraban. Normalmente, habría esperado que los criados lo despertasen y todo lo demás, pero no tenía demasiadas ganas de ver gente, no ahora. Ni siquiera quería ver a Imry y Erren.
Vio, en la mesita de noche el talismán que lord Lannister le había obsequiado la noche anterior y lo apretó levemente en sus manos. No se lo puso, pero se lo guardó en un bolsillo y entonces salió del cuarto. Si quería soledad solo podía encontrar un lugar.
Caminó, en todo el silencio que podía por los corredores y pasillos de la Fortaleza Roja y, por fin, llegó a su destino:
el gran bosque de dioses. Era un espacio verde bastante amplio, con un enorme árbol corazón de corteza blanca y hojas rojas. Viserys se preguntaba porque Aerys no lo había mandado talar o quemar, teniendo en cuenta la caída de los Stark y el hecho de que ahora el Norte no fuera más que una región miserable y devastada. Pero en cierta manera, lo agradecía. Sin norteños a la vista, el bosque era probablemente la zona más tranquila y solitaria de la Fortaleza, ideal para pasar un rato a solas.
En silencio, traspuso el umbral que daba acceso al sitio y caminó por entre la alta hierba, hasta llegar al gran arciano con aquel extraño rostro tallado en su corteza.
Obviamente, no creía en los Antiguos Dioses, pero la paz de ese sitio era lo suficiente como para calmarlo y estabilizarlo, con dioses o sin ellos. Cerró los ojos, centrándose en el leve viento y la brisa que invadían el lugar.
Le gustaba bastante ese lugar.
Estuvo en silencio, sentado en la hierba, con los ojos cerrados, disfrutando sencillamente del silencio y la soleda que lo rodeaban, del ocasional trino de los pajarillos y de la luz del alba que se colaba por entre la techumbre de hojas rojizas, en finos rayos.
Pero su calma se interrumpió al escuchar unos pasos no muy lejos de su posición. El Príncipe abrió sus ojos lilas,¿quién irrumpía en un lugar como el bosque de dioses? Se puso de pie y se giró... Y tuvo una gran sorpresa al darse cuenta que se trataba de Cersei Lannister, la bella esposa de lord Erik.
Viserys sabía que si hubiera tenido un guardia cerca, o a Imry y Erren estos se lanzarían a cortarle el paso a la Lannister, pero él se quedó sencillamente quieto, observando como ella se acercaba.
- Lady Lannister.- hizo una inclinación con la cabeza - Es un placer volver a veros... Os agradezco el regalo. Vuestro esposo me dijo que vos misma habíais enviado a tallar el dragón en oro en el talismán.
Viserys Targaryen
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Re: Arcianos y otras salmodias.
Cersei Lannister
La Fortaleza Roja parecía seguir dormida, a excepción de unos cuantos guardias custodiando las puertas 'de los occidentales' sólo se podía escuchar a los animales. No entendía por qué había despertado tan temprano... si hubiese tenido el regalo del príncipe seguramente hubiera esperado sentada en su cama hasta que fuera hora de levantarse... pero la casualidad la benefició, el sol todavía no se ponía y podría pasearse a sus anchas, sin que nadie la viera con cara de asco; como si ella misma no supiera que podría contraer tal enfermedad. Se bañaba en lavanda dos veces al día, tres si salía de sus aposentos... los odiaba a todos. Especialmente a la maldita y cien mil veces maldita pesta.
Seguía con su soliloquio interno cuando llegó hasta su destino: El Bosque de los dioses le llamaban los norteños, ella prefería Bosque de Arcianos, pues no creía en los dioses antiguos ni en ninguno. Los repudiaba por haberle arrebatado a su padre y a su hermano. Especialmente al segundo, porque en su ingenuidad estaba convencida que ambos se irían del mundo como habían llegado: juntos. Antes de que las lágrimas, signo inequívoco de debilidad, la invadieran escuchó su nombre. Sorprendida levantó la vista buscando de dónde y de quién provenían tales palabras.
—Su gracia. —Su voz no evitaba el asombro y sonrió complacida. Como si una broma del cosmos fuera, ahí estaba nada más y nada menos que el príncipe Viserys Targaryen. No pudo evitar sonreírle ladinamente, coqueta. —Me sorprende gratamente su presencia. Nunca pensé que estaríamos tan cerca después del torneo. —En las gradas notó la lascivia con la que el joven príncipe la había mirado, y decía joven aunque sólo fuese unos meses más joven que ella, después recordó lo inocente de su prometida y decidió que ese juego debía sabérselo de memoria. Para conseguir lo que quería debía seducirlo como lo que era: una leona. —El regalo en sí es el broche, mi señor, el talismán aunque le brinda un toque de elegancia... dudo que tenga poder alguno contra las enfermedades. —En los ojos del hombre veía que no se tragaba el cuento de la magia. La sinceridad era algo que debería apreciar, sin embargo aprovechó ese momento para plantar una escena en su cabeza. —Llámeme supersticiosa, pero lo uso siempre, incluso cuando no llevo ropas... —Llevó su mano al dije, atrayendo sus ojos hacia sus senos. Era una maniobra descarada, pero ¿quién podría verla? —Siéntase libre de portarlo como guste. —Acarició el talismán lentamente, observando la reacción de su alteza. Si no funcionaba, siempre podría cambiar de táctica.
Re: Arcianos y otras salmodias.
El Bosque de Arcianos
Cersei Lannister / Mañana
El muchacho se mantuvo en silencio... De manera que ella reconocía que era más que dudoso que el talismán tuviera verdaderos poderes protectores. Ah bien, había hecho muy bien en desconfiar si la misma persona que se lo había dado decía no confiar en sus habilidades.
Pero lo que realmente lo descolocó fueron sus siguientes palabras... Que lo usaba a todas horas... incluso cuando no llevaba ropa. Eso sin mencionar como jugó con su talismán entre sus dedos, haciendo que estos pasaran un poco por sus pechos. El joven Dragón se mantuvo callado ante esas maniobras... Reconocía a la perfección cuando una mujer trataba de seducirlo.
Pero, por el mismo motivo por el que supuestamente no funcionaba el collar, era el motivo por el cual Viserys era reticente acercarse a Cersei más de lo prudente. La peste. Ignoraba si Lannister estaba sana o enferma... Y n quería correr riesgos excesivos. Debía manejarse con toda la prudencia del mundo a la hora de tratar con ella.
Sin embargo, le había gustado que Cersei fuese sincera con él con respecto al talismán... y disfrutaba de las maniobras seductoras de ella... Las tomaba como un juego y se preguntaba ¿cuánto podría llegar a jugar la leona de la Roca?
- ¿Lleváis el talismán, aún cuando no tenéis ropa? - sonrió de costado y le dijo: - Entonces vuestro esposo debe estar agradeciendo tales vistas. Debe ser muy envidiado. Apuesto que muchos hombres darían un brazo por ver una escena de ese estilo. - se la trató de imaginar por unos instantes. La Luz de Occidente totalmente desnuda,
solamente con aquel collar como única prenda, paseándose por la alcoba de su señor esposo, desnuda como en su día del nombre. Era una imagen la mar de agradable, sin lugar a dudas. Sonrió de costado. Luego escuchó eso de que podría usar el talismán como el quisiera y entonces sonriéndole le dijo.
- Creo que también probaré vuestro método. Tal vez usarlo siempre sea una buena alternativa... - metió mano en el bolsillo de su camisa y extrajo el colgante, mostrándoselo, con el broche del dragón dorado brillando a la suave luz matutina. Se puso la joya en torno a su cuello y miró a la mujer, riendo le preguntó: - ¿Acaso os lo podéis imaginar? - medio bromeó, con una sonrisa llena de confianza en su boca. El dije de talismán caía directamente sobre su pecho, depositado justo en el centro de los marcados pectorales que se notaban por debajo de la camisa blanca. - Aunque estoy pidiendo que penséis cosas de más que no vienen al caso, mi señora... Cierto que vuestros pensamientos deben ser de vuestro marido y solo de vuestro marido.
Viserys Targaryen
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Re: Arcianos y otras salmodias.
Cersei Lannister
Viserys Targaryen resultó ser... un Targaryen, bastante bien entrenado en las artes de la seducción. Eso la hizo sonreír gratamente, y se lo hizo evidente. Tomó asiento en un árbol que estaba a una distancia más que prudente de la de él y sin embargo le permitía exhibir su figura sin ser indecente.
—Mi señor esposo está más que complacido con su esposa, puede estar seguro, su alteza. —Le sonrió cuando le soltó adulaciones que no eran banas. —Muchos hombres podrían dar la vida misma, pero sólo uno posee el privilegio; yo no sé de envidias, pero tal vez mi príncipe pueda instruirme, ¿Es mi marido motivo de envidia entre los hombres? —Le retó con la mirada, sus ojos color esmeralda fijos en los violáceos de él. Impasible.
Lo observó ponerse el broche, estaba ligeramente chueco, pero luchó con su impulso para acercarse y enderezarlo. Aunque no estuviesen sus escuderos, no permitiría que se acercara, y preferiría que siguiera pareciendo que era decisión de ella y no de Viserys.
—Me complace saber que en Poniente tenemos un príncipe sabio, que vela por su propia seguridad.
—Cersei no quería picar su anzuelo, pero a veces para ganar, se tiene que ceder... —Su alteza, no sea tan cruel conmigo. Permítame al menos ser libre de mis pensamientos, permítame que mi imaginación vuele a lugares que mi cuerpo no podría. —Cersei se llevó una mano a los labios, acariciándolos, vacilando la idea de encuentros furtivos. —¿Cómo podría, un príncipe sabio y valeroso, negarle tal placer a su súbdita? —Sus juegos de palabras no eran disimulados, pero la situación no era exactamente discreta.
Re: Arcianos y otras salmodias.
El Bosque de Arcianos
Cersei Lannister / Mañana
Era estimulante el encontrarse con una mujer que no le molestase hablar el idioma de la seducción y el deseo. Era un juego entretenido, sin ninguna duda.
Cuando Cersei preguntó si su marido, lord Erik, era envidiado, la mente del príncipe no pudo evitar fijarse en los eventos de la noche anterior donde el Lannister, al que muchos habían considerado ebrio, desafió a Aerys Targaryen y se salvó por los pelos de un destino peor.
- Oh, no me cabe duda que si. No muchos hombres pueden tener el privilegio de casarse con una mujer como la Luz de Occidente, después de todo. Aunque debo deciros que, luego de la noche anterior, desconozco si es envidia el sentimiento que prevalece por lord Lannister... Muchos consideraran que, a pesar de tener sus tierras plagadas,
vuestro señor esposo cuenta con una suerte fenomenal. Por un lado, casado con una dama como vos y, por el otro, habiendo sobrevivido exitosamente luego de desafiar a Aerys Targaryen...- ¿acaso Cersei estaba consciente de lo cerca que estuvo la casa Lannister de una probable aniquilación gracias a las acciones de su marido? No sabía. Después de todo, ella no estuvo presente en ese momento en que todo se desarrolló. Le sonrió de costado y le dijo: - Aunque personalmente creo que debería ser más cuidadoso... Eso que pasó anoche... Puso en peligro a todo el Occidente.
Vio como la Lannister se sentaba no muy lejos del punto donde él se enocntraba exhibiéndose de mejor manera de esa forma... Y arqueó una ceja, divertido. Además no solo eran sus gestos, sino sus palabras. Le daban ganas e reír, pero no de manera burlona, por el contrario. Se sentía bastante alegre y estimulado. Probablemente eso era lo que necesitase en la mañana, un juego de este estilo. Hace bastante tiempo que no encontraba a alguien que conociera el verdadero significado de la seducción.
- Oh, nada más lejos de mis intenciones, milady... Podéis ser libre de pensar lo que queráis... Yo no os voy a amonestar por vuestros pensamientos, no os preocupéis. No soy un aburrido septón ni mucho menos como para daros sermones acerca de donde debéis tener la cabeza. - el Príncipe se arriesgó a dar entonces unos pasos hacia donde se encontraba la mujer y sentarse directamente frente a ella, en la hierba, con las piernas cruzadas. Aún mantenía las distancias con ella, sin embargo había acortado un buen trecho y sus ojos liláceos la miraban profundamente, observaban su rostro y su cuerpo de arriba abajo, deleitándose en cada detalle de ella.
Era el príncipe... y como príncipe podía hacer lo que le placiera, ¿verdad? Después de todo, su padre se había llevado a la cama a lady Estermont la noche anterior y no había tenido que rendirle cuentas a nadie. El Dragón nunca debía rendir cuentas ante seres inferiores de lo que hacía.
La enfermedad. Tenía que recordárselo una y otra vez para que no se le olvidara. Era lo único que le impedía hacer una locura. ¡Control, maldición!
Extendió una mano... Y con ella acarició apenas una de sus mejillas,pasando suavemente sus dedos por su rostro,
luego descendió un poco con aquellos sobre su cuello y sus manos terminaron rozando cerca del talismán, peligrosamente cerca de sus pechos, aún por encima del vestido. Una sonrisa inocente, fingida y magistralmente inocente por parte del Targaryen apareció en su boca y luego le dijo:
- Aunque debo admitir que siento cierta curiosidad por la profundidad de esos pensamientos... Me pregunto...
¿Hasta donde podría alzar vuelo vuestra imaginación, mi señora?- entonces, apartó la mano, rápidamente. Posó ambas manos en la hierba y luego se reclinó un poco hacia atrás, adoptando una postura algo más cómoda y desenfadada, observando de esa manera a la dama que tenía frente a él.
Viserys Targaryen
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Re: Arcianos y otras salmodias.
Cersei Lannister
La conversación con el príncipe estaba resultando bastante informativa... ahora que sabía que Erik había retado a Aerys deseaba saber con prontitud qué le había dicho y por qué su alteza le había perdonado la vida. Su mente vagó a sus encuentros y recordó que Erik era un excelente bebedor y ni una vez lo había visto pasado de copa, ni un poco. No entendía mucho, y no podía hacer más por el momento para entender.
Su mente navegaba entre cavilaciones hasta que Viserys Targaryen acortó la distancia entre ambos, fue consciente de su cercanía el sentir sus dedos cálidos en el rostro; se había desacostumbrado a un tacto así, separó los labios apenas cuando su mirada se fijó en el violeta de aquellos ojos. Cerró los ojos y reprimió un suspiro cuando su caricia bajó por su cuello, y se detuvo. Quería hacer una mueca de frustración pero se contuvo lo mejor que pudo, él podía hacer lo que quisiera con ella; ella en cambio tenía que aparentar ser una buena esposa.
—Mi señor... no es justo conmigo. —Compuso su expresión, respiró profundamente hasta que sintió que su voz volvía a la normalidad. —La imaginación de una dama no posee alas que un caballero no le dibuje. ¿Es usted consciente de la debilidad de mi piel y aún así me tienta de esa forma? Disculpe si mis palabras le ofenden, pero Crueldad debería ser su segundo nombre. —Su pierna derecha había perdido su calzado y la guió al encuentro de la pierna de él. Acariciándolo por encima de la ropa.
Re: Arcianos y otras salmodias.
El Bosque de Arcianos
Cersei Lannister / Mañana
El Príncipe sabía que estaba jugando con fuego y que podía quemarse en cualquier momento. Pero era una excelente prueba para su autocontrol. Siempre se había considerado estar en el control de la situación en casi todos los aspectos y las mujeres no eran una excepción. No solía caer con facilidad ante los encantos que el sexo bello podía otorgarle.
Pero existían mujeres que eran... especiales. Mujeres que podían enloquecer a cualquier persona con la mirada y con sus acciones, de una u otra manera, no sabría como definirlo bien. Había conocido a dos chicas de ese estilo,
ambas por motivos completamente opuestos que podían provocarle una tentación semejante: una por su inocencia,
la otra por la falta de la misma. Priscila y Lynesse.
Y ahora, Cersei Lannister mostraba talentos ocultos a la hora de seducirlo, atrayéndolo como la miel a una mosca.
Ella estimulaba firmemente su deseo, cosa que se confirmaba con como pasaba su pierna contra la del príncipe,
de manera que parecía aparentar tranquila y desinteresada. Pero sabía que no había nada de desinterés en ello.
Permitió que Cersei acariciase de esa manera su cuerpo, por encima de la ropa con la pierna, mientras le miraba a los ojos. El calor comenzaba a invadir su cuerpo... Maldita sea, estaba comenzando a excitarlo. Si que sabía lo que hacía. Y se aprovechaba, sin lugar a dudas, del hecho de que Viserys no pudiera tocarla demasiado.
El chico la miró a los ojos y entonces le dijo:
- ¿Crueldad? ¿En verdad me créeis cruel, mi señora? ¿Se puede decir que un dragón es cruel simplemente por ser fiel a su naturaleza? ¿Le diríais cruel al lobo que aúlla a la luz de la luna y os arranca de vuestro cómodo sueño a mitad de la noche, sencillamente por aullar? Es la curiosidad lo que movilizó mi pregunta, milady. Y lejos de parecer una mujer de piel débil... Creo que sois bastante fuerte. Lo suficientemente decidida... - involuntariamente, Viserys humedeció sus labios con su lengua, relamiéndolos un poco de manera casi imperceptible, aunque seguramente ella habría notado aquel gesto. Comenzaba a sentir como la sangre se agolpaba en la zona de su entrepierna.
Mil imágenes lascivas acudieron a su mente, cada una de ellas más sensual, voluptuosa y pecaminosa que la anterior.
Llevó una de sus manos al propio talismán que él se había colocado en torno al cuello, acariciándolo apenas, tocándolo de manera ligera, y como quien no quiere la cosa, el chico terminó desabrochando el primero de los botones de oro de su camisa...y mientras acariciaba el amuleto, también el segundo quedó desabrochado casualmente. La parte central del definido pecho del príncipe quedó al descubierto y, si él movía tan solo un poco más la camisa hacia alguno de los lados, indudablemente, Cersei terminaría viendo más también.
- Creeis que el talismán no protege de enfermedades... ¿Acaso protegerá de encantamientos y de la seducción, tal vez? ¿De los oscuros y prohibidos placeres de carne contra los que septones y hombres santos tantas veces nos han advertido...?- sin darse cuenta, mordió de manera muy leve, casi coqueta, su labio inferior. Se estaba divirtiendo en grande con esto y... lo estaba disfrutando sobremanera.
Viserys Targaryen
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Re: Arcianos y otras salmodias.
Cersei Lannister
El príncipe parecía disfrutar del juego; pero a Cersei comenzaba a cansarle. No por subestimar sus encantos, sino porque el desenlace era bien conocido: nada pasaría. Al menos no mientras la peste siguiera rondando Occidente, y definitivamente no sucedería nada si ella enfermaba y moría; sabiendo eso tendría que jugar sus cartas para que el príncipe deseara volver a verla y con ello, tal vez brindara su ayuda, pidiéndole a sus maestres que investigaran. Era ese su principal objetivo,
—Espero que mi señor no crea que es culpa del niño que muere entre las fauces del lobo; o del pueblo que arde bajo las llamas del dragón por no alejarse de la naturaleza de esos animales. La naturaleza del segundo no es menos cruel para el primero si no se tiene control sobre sus actos. —Para acompañar sus palabras, Cersei retiró su pierna de la de él. Su rostro mostraba una reticencia que no llegaba a su mirada, sin embargo sonrió abiertamente al notar cómo el príncipe parecía más afectado que ella misma. Ocultó su sonrisa en un movimiento calculado, apretó las piernas y se enderezó; cualquier hombre sabía lo que ese gesto significaba y pese a sentir una ligera humedad resbalando por su montículo de placer, lo hizo como distracción para volver a su rostro ecuánime, de buena esposa; ese que le salía tan bien hasta esa mañana.
—¡Mi señor! —Dijo entre una falsa mueca de horror que fue incapaz de continuar sin que una sonrisa coqueta saliera por sus labios. —Pese al lugar en el que estamos, no es un talismán el que deba protegernos de nosotros mismos. El instinto, la naturaleza como usted bien la nombró, es algo que se aplaca con voluntad. Es bien sabido que las mujeres somos débiles, sin embargo es a nosotras a quienes se nos exige el decoro. Los placeres de los que tanto habla son tan efímeros... —Dejó que su mirada recorriera el cuerpo del Targaryen, agitó su cabello para despejar su mente. —Lo único que puede evitar que caigamos en el fango del placer prohibido son nuestras buenas costumbres... —Quiso agregar más, pero lo que sea que agregara sería innecesario. Si el príncipe estaba acostumbrado a tomar lo que sea de quien sea, quizás la mejor estrategia sería negárselo... sin negarlo por completo.
Re: Arcianos y otras salmodias.
El Bosque de Arcianos
Cersei Lannister / Mañana
Como se imaginaba, Cersei Lannister no continuó con el juego. Era, sin duda, una mujer inteligente y se imaginaba que, teniendo en cuenta el peligro que pesaba sobre la cabeza y la salud de cualquiera que se acercase de más a un occidental, aquel jugueteo no iba a llegar a mucho más. Pero eso no le quitaba lo interesante al juego. Era como una... previa, por así decirlo. Los embates previos a un juego mucho mayor y más interesante. Ante sus últimas palabras, el dragón soltó una ligera carcajada y le dijo:
- Vamos, lady Cersei... Tanto vos como yo sabemos que nuestras "buenas costumbres", nos impiden hacer cosas que son los deleites de la vida... Otorgan control y sosiego, hay que admitirlo pero ¿quién puede decir que sigue esas buenas costumbres porque es su voluntad? Cuando la inocencia queda atrás y la verdadera faz del mundo ha salido a la luz para uno... Es raro que el camino de las buenas costumbres lleve a otro lugar que no sea un cementerio. En el Juego de Tronos vives o mueres, no hay término medio. - buenas costumbres... Lealtad, fidelidad, honor, justicia... ¿No eran todas esas costumbres que a la larga llevaban a la destrucción? ¿No había sido el honor, una costumbre exquisita, lo que impulsó a Brandon y Rickard Stark a reclamar ante Aerys lo sucedido con Lyanna? ¿No había sido el sentido de la justicia lo que terminó provocando que Rhaegar conspirase contra su propio padre, por el supuesto bien del reino? Suspiró.
Sabía que el juego había terminado en el preciso instante en el que Cersei separó su pierna de la ajena y cerró sus piernas. Claro, siempre podría ejercer su voluntad como miembro de la familia real, tomar a la chica y llevársela a sus aposentos para hacer lo que quisiera con ella. Pero tenía que ser más listo que eso y no causarle más problemas a la casa Targaryen. No eran las buenas costumbres las que lo movían a él, sino la cautela. No era ningún Aegon IV, por más que Stannis Baratheon pensara lo que pensase.
- Sois muy interesante, milady, no os voy a negar eso.- mencionó Viserys, volviendo a abrochar los botones que habían terminado libres. - Demasiado, de hecho. Deberíais saber que no es muy sabio atraer la atención de un dragón... A menos que sepáis exactamente como tratar con él. - volvió a tocarla, extendiendo la mano y ésta vez tomándola suavemente del mentón para que alce la cara y lo mire con suavidad a los ojos... Sus dedos jugaron un poco por encima de los labios de ella, muy lentamente. - Por que vos, mi señora, seríais un excelente bocado para cualquier dragón que se precie, no os lo voy a negar... Jugar con fuego es peligroso. Deberíais tener más cuidado. - alejó lentamente sus dedos para después mirarla a los ojos, profundamente. Recorriéndola nuevamente con la mirada, se centró en cada etalle que sus ojos podían vislumbrar de ella.
Viserys Targaryen
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Re: Arcianos y otras salmodias.
Cersei Lannister
El príncipe Viserys Targaryen parecía no haber aceptado su salida del juego; pues seguía instándola con sus palabras de burla. No iba a negarle que lo que decía tenía todo el sentido para ella; y que poco o nada le importaba conducirse con honor… pero no era la misma doncella de hace unos años, ahora era la señora de Roca Casterly y no podría permitirse juegos sexuales a los ojos de los espías.
—Disculpe que difiera con su elocuente discurso; desde donde yo lo veo no hay camino que no nos conduzca a la muerte. Le concedo que hay muertes más placenteras… que otras; pero el prestigio y la belleza son los únicos atributos que poseemos nosotras. —Lo que decía no era algo que ella misma creyera; pero tenía que guardar las apariencias. El castillo comenzaba a despertarse, el sol se había terminado de poner y los sirvientes pronto estarían por doquier.
—Le aseguro, su gracia; que los leones no somos una presa fácil. Generalmente disfrutamos de ser los cazadores. —Cersei le regaló una media sonrisa acompañada de una mirada seductora. Abrió los labios en una mueca lasciva al sentir su contacto. El rostro era difícil de ver, a comparación de las palabras que se podían escuchar desde donde fuera. —¿Qué sugiera mi príncipe que haga si es el fuego hipnotizante, abrasador y prohibido? —Compuso su gesto. Quería seguir hablando con él, aún no conseguía que la escuchara como señora… seguía siendo un pedazo de carne para él. Se acomodó el peinado, dando por concluido su coqueteo.
—Espero que el broche haya sido de su agrado; por favor no lo funda. Le aseguro que está libre de enfermedad… —Sus preciosos ojos se tornaron afligidos, definitivamente Cersei era excelente en las artes histriónicas; podría pasar de una emoción a otra sin muchas dificultades. —Espero que me permita rezarles a los Ocho para que nuestro próximo encuentro sea en mejores condiciones. Ya que hasta el momento estamos lejos de hallar una cura para el mal que aqueja a nuestra gente.
Re: Arcianos y otras salmodias.
El Bosque de Arcianos
Cersei Lannister / Mañana
Ah... y ahí. Ahí estaba. Por fin el gato salió de la bolsa. O, más bien, el león.
Las últimas palabras de Cersei Lannister le dieron una punta de porqué ella se estaba comportando como se comportaba. Lo sospechaba desde un primer momento, deseaba algo de él. Y ese deseo se tradujo con su elocución final... ¿Así que todo esto era por ayuda para con la plaga que arrasaba el Oeste? Eso ya se lo había pedido lord Erik luego de la fiesta. Como siguiera así, terminaría pensando que los occidentales, aparte de leprosos, eran un hatajo de seres interesados. Lo cual era probable. El mundo en general no era más que un hatajo de seres interesados, muchos de ellos con el intelecto de bestias ignorantes.
- Oh. Cierto. El Trono de Hierro debería hacer algo para asistir en tan horrible calamidad... Y de esa manera, asegurar un futuro encuentro en condiciones, ¿verdad? - suspiró y luego le dedicó una rápida y encantadora sonrisa para decir: - Aunque debo deciros que lord Erik ya me dirigió su preocupación con respecto a la enfermedad. - ¿sabría eso Cersei? ¿El encuentro matutino habría sido distinto de haberlo sabido ella? ¿Simplemente se había embarcado en aquel juego de seducción para sugerirle lo de la peste, como él pensaba?
No dejó traslucir en ningún momento sus sentimientos al respecto, sencillamente la siguió mirando con sus ojos lilas, y con una media sonrisa dibujada en su boca. Luego de unos instantes de silencio, se encogió de hombros y le dijo:
- Estaría dispuesto a tratar de llegar a mi padre... Para que inste a la Ciudadela a que os envíe más ayuda directa. Las Tierras del Occidente deben seguir siendo leales a la corona y el oro de los Lannister no se debe perder. Como dije en el banquete ante los oídos de vuestro esposo: los Targaryen no olvidan a aquellos que son buenos siervos suyos.- cruzó sus brazos ligeramente otra vez, mientras observaba a Cersei, ahora a los ojos, con total seriedad. Viserys Targaryen podía pasar del juego y la seducción a un humor mucho más serio y "señorial" en un santiamén.- Confío en que pronto esa peste se termine... Y en poder tener un encuentro más... apropiado con vos, milady.- se encogió de hombros, pero una sonrisa aún adornaba su rostro.
Viserys Targaryen
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Re: Arcianos y otras salmodias.
Cersei Lannister escribió: Cersei Lannister
El lenguaje corporal del príncipe cambió y ella entendió su actitud. No le sorprendió que se mostrara distante... pero a los ojos de Cersei bien podría haberse acostumbrado a sus deberes; como parte de la familia real era obvio que tendría que soportar las peticiones de ayuda. La confesión de que Erik ya lo había visto la sorprendió; al parecer su esposo era más inteligente y hábil de lo que ella misma reconocía. No se inmutó y fingió haberlo sabido de siempre.
—Lord Lannister tuvo la atención de decirme que le había comunicado nuestra inquietud; lamento si la preocupación de una esposa hacia su gente suena repetitiva ante sus oídos. —Viserys Targaryen permaneció impasible y Cersei fue incapaz de leerlo, al final pareció ceder a su petición con un soliloquio. —Agradeceria vuestra intervención, pero no se sienta presionado por mi marido o por mí. Pase lo que pase los Lannister seguirán siendo tan fieles a la corona como lo fue Tywin Lannister. —Le sonrió sinceramente, sin embargo dudaba de todos en ese momento. Le sostuvo la mirada y le hizo una reverencia. —De cualquier forma agradezco a los arcianos este encuentro con usted que, aunque efímero,
resultó estimulante. —Le sonrió coqueta, hacía bastante que no tenía un encuentro así de placentero, aunque fuera sólo en la teoría. —Esperaré ansiosa nuestro siguiente encuentro. Si los Ocho me bendicen, retomaremos nuestra plática. —Hizo una pausa, cogió un mechó de su cabello y lo enrolló en su dedo índice.
Re: Arcianos y otras salmodias.
El Bosque de Arcianos
Cersei Lannister / Mañana
Se sentía complacido ante lo que ella dijo sobre que la lealtad de los Lannister seguiría perteneciendo a la casa Targaryen. Bien, muy bien. No iba a olvidar eso. Y debía confiar en que los leones cumplieran con el compromiso que Cersei había hecho. Era el camino de la sabiduría.
Por su parte, Viserys no tenía ninguna intención de incumplir lo que le había dicho a Cersei. La plaga occidental lo preocupaba, principalmente porque a pesar de que la región de los leones estuviera cerrada, la enfermedad seguía siendo una enfermedad y, como tal, podría terminar propagándose muy fácilmente, de una u otra manera. Era hora de que el Trono de Hierro echase mano para ayudarlos y evitar que fuera un daño aún mayor para Poniente.
- Me alegra oír que la lealtad de los Lannister es incuestionable.- y esperaba que así lo fuera. Nunca había confiado del todo en lord Tywin... ¿Cersei podía ser distinta? Le serviría una buena aliada en la corte de Occidente y, si la mujer tenía tanta influencia sobre su marido, posiblemente fuera una buena baza para asegurar definitivamente la lealtad de esas tierras. A los súbditos había que tratarlos con mano de hierro, pero también hacerles concesiones para cimentar su lealtad.
Se puso de pie e hizo una rápida y cortés inclinación con la cabeza ante la señora de Occidente para decirle:
- Un placer, milady Cersei... En verdad ansío un nuevo encuentro con vos, en circunstancias más venturosas... Y espero de todo corazón que los Ocho os ayuden a combatir la enfermedad. La fe no debe perderse.- si se iba a hablar de las "buenas costumbres" entonces mejor no dejarlas de lado, por más que el Príncipe creyese que la fe jamás ayudó a nadie. Luego de esas palabras, dio media vuelta y se retiró del bosque, aun sintiendo el suave tacto de Cersei con sus dedos y cierta dureza en sus partes más íntimas. Había quedado más afectado de lo debido por aquel encuentro. Ya encontraría la forma de calmarse.
Viserys Targaryen
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