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Choque en las arenas
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Choque en las arenas
Día II del mes VII
El fulgurante sol de Dorne lucía alto, en todo su esplendor y cúspide, tanto o más que cualquier otro día. Pero más, mucho más que en Dominio del Cielo allí, en mitad del desierto. Meses habían pasado ya desde que la Ciudadela anunciase la llegada de la primavera, dejando atrás el invierno. Las estaciones templadas poco duraban en Poniente; invierno o verano podían permanecer durante lustros, décadas, o más. Y la primavera precedía al verano: el árido y seco verano, el mortal y desolador verano, quizás el mayor asesino que durante el periodo estival sufrían los pobladores del reino más sureño de los Siete Reinos.
Diez personas conformaban el pequeño séquito. Los corceles de las arenas eran, quizás, unos de los pocos seres vivos capaces de sobrevivir a las inclemencias del desierto dorniense; diez corceles, uno para cada uno. Varios de ellos tiraban de una pequeña tartana que transportaba en su mayoría limones, aceitunas y granadas. Excedente para el comercio, excedente que comenzaría a ser rentable al final del camino, más allá de las Marcas, más allá de Dorne, en tierras verdes y fértiles, El Dominio.
Cass lideraba la comitiva. Viajaba sobre su corcel, una pequeña pero veloz y enérgica montura a la que había otorgado años atrás el nombre de Asperón. Llevaba una prenda concienzudamente humedecida y liada sobre la parte superior de la cabeza, y alzó la misma con los dedos de una mano protegiéndose los ojos, con tal de observar la posición de lord sol. Era mediodía.
—¡Está bien, mis señores! Pararemos aquí.
El plan de viaje era detenerse durante las cimas de calor del día, y aprovechar el resto de horas de luz y la noche para viajar. Así lo había decretado Cassella Fowler, hija de lord Maron Fowler, Señor de Dominio del Cielo y Guardián oficial del mismo camino que estaban siguiendo. Ella y sus nueve acompañantes desplegaron telas, mástiles, cuerdas y estacas, comenzaron a montar el improvisado campamento. Entre dunas y montañas, la visibilidad del entorno era complicada y el riesgo, incierto. La tartana de víveres quedó parada a pocas varas de las tiendas, pero Cassella Fowler tenía un ojo solo para ella, y también sus hombres. Les convenía mucho aquello, a todos.
Cassella Fowler
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Re: Choque en las arenas
Día II del Mes VII
Casi una legua atrás, había dejado a Mhyra, mi acompañante, en aquel parador con dos extraños. Pero había traído a un niño de no más de 14 años conmigo. ¿Por qué? Vi la comitiva que cargaba todo tipo de alimentos, como granadas y aceitunas. Según mi observación, se dirigían a El Dominio, para comerciar. Si lograba causar alguna distracción, podría robar la caravana (o parte de ella) y escapar sin ser visto. Así que para ello, contraté a aquel extraño, dejando a salvo a Mhyra. Le prometí como pago, un tercio de lo que consiguiéramos hurtar.
Y así los seguimos de cerca, pero conservando distancia como para permanecer fuera de vista, por varios kilómetros. Para nuestra suerte, se detuvieron. Nos quedamos lejos del campamento que estaban improvisando, hasta que estuvieran lo suficientemente dispersos y descuidaran los víveres. Por desgracia, el calor nos sofocaba, el agua escaseaba y el estómago nos rugía a ambos.
— Ya, unas horas más y el botín será nuestro —animaba al muchacho, para que no desertara a mitad de la misión—. Recuerda, todos esos limones, las aceitunas... pueden ser tuyas. Sólo debes concentrarte. ¿Recuerdas lo que debes hacer? —el chico asintió. Reparé en su semblante la seriedad que tanto le costaba adoptar; pues de verdad deseaba comer algo, era tan pobre y tan canalla como yo.
Cuando el sol estaba en su punto más alto, y la mayoría de los hombres se había echado para tomar una siesta o simplemente reposar sus cabezas en el suave pasto, decidí que era momento de actuar. Pero debíamos ser precavidos, porque había una chica... esa chica no le quitaba los ojos de encima a nuestro trofeo, estaba alerta y lista para actuar. Por fortuna era sólo una niña, ¿qué podría hacerles alguien como ella?
El joven dorniense me miró, y le di la señal. Eso implicaba que su acto debía comenzar: corrió como gato, discreto y veloz hasta la otra punta del campamento. Su tarea era tan sencilla como gritar y fingir estar herido. Al llegar a su destino, nuestras miradas se encontraron, y avalé su labor. El alarido no tardó en venir. Y mientras se lanzó al piso, retorciéndose de un fingido dolor, yo contemplaba desde las dunas, el momento de que llegase mi oportunidad.
Y así los seguimos de cerca, pero conservando distancia como para permanecer fuera de vista, por varios kilómetros. Para nuestra suerte, se detuvieron. Nos quedamos lejos del campamento que estaban improvisando, hasta que estuvieran lo suficientemente dispersos y descuidaran los víveres. Por desgracia, el calor nos sofocaba, el agua escaseaba y el estómago nos rugía a ambos.
— Ya, unas horas más y el botín será nuestro —animaba al muchacho, para que no desertara a mitad de la misión—. Recuerda, todos esos limones, las aceitunas... pueden ser tuyas. Sólo debes concentrarte. ¿Recuerdas lo que debes hacer? —el chico asintió. Reparé en su semblante la seriedad que tanto le costaba adoptar; pues de verdad deseaba comer algo, era tan pobre y tan canalla como yo.
Cuando el sol estaba en su punto más alto, y la mayoría de los hombres se había echado para tomar una siesta o simplemente reposar sus cabezas en el suave pasto, decidí que era momento de actuar. Pero debíamos ser precavidos, porque había una chica... esa chica no le quitaba los ojos de encima a nuestro trofeo, estaba alerta y lista para actuar. Por fortuna era sólo una niña, ¿qué podría hacerles alguien como ella?
El joven dorniense me miró, y le di la señal. Eso implicaba que su acto debía comenzar: corrió como gato, discreto y veloz hasta la otra punta del campamento. Su tarea era tan sencilla como gritar y fingir estar herido. Al llegar a su destino, nuestras miradas se encontraron, y avalé su labor. El alarido no tardó en venir. Y mientras se lanzó al piso, retorciéndose de un fingido dolor, yo contemplaba desde las dunas, el momento de que llegase mi oportunidad.
Re: Choque en las arenas
Cassella Fowler se aseguró de que todo estaba en orden. Una vez las tiendas se hubieron levantado, las tareas fueron repartidas y cada hombre entendió su cometido a la perfección, por fin pudo darse el privilegio del descanso. Entre las telas de su improvisada lona, abierta con amplias vistas en dirección a la caravana de víveres, se dejó caer, descuidadamente, recostando su espalda sobre el mástil que mantenía las telas firmes. A la heredera de Dominio del Cielo le habían señalado en más de una ocasión su falta de feminidad; solía vestir ropas de cueros, y sus hábitos y movimientos tampoco eran lejanos a los de cualquier hombre. Pero a ella siempre le había dado igual. Retiró la prenda que cubría la parte superior de la cabeza, liberando su cabellera castaña en su totalidad, y emitió un suspiro de alivio. Sus ojos comenzaron a cerrarse, solos, casi hipnotizados por el martirizante pero pacificador sol de Dorne. Miraba a la carreta, concienzudamente, mientras se le cerraban, cuando…
Un alarido.
Se puso en pie como un resorte. Primero pensó en uno de sus hombres, pero pronto razonó que aquella voz distaba de la de ser de un varón adulto. Sobresaltada pero segura salió de la lona que le guardaba del sol, y así fue como encontró a un muchacho retorciéndose de dolor sobre las arenas, a pocas varas de distancia. Su comitiva la había imitado, todos habían salido afuera: "¿Qué narices ocurre?", "Una víbora, me apuesto toda mi agua a que ha sido una mordedura de víbora", "Pobre crío, aquí no va a haber quien le salve", fueron algunas de las palabras que se escucharon entre sus hombres. Pero ninguno movió un dedo.
La Fowler volvió a entrar a su tienda con presteza, rebuscando entre sus posesiones un par de recipientes de arcilla. Sus conocimientos de medicina eran básicos, lo suficiente para fabricar simples ungüentos y calmantes naturales. Cass, que valiente, también era buena y de buena, inocente, no reparó en lo que podría estar pasando realmente al acercarse al crío. De hecho, ni siquiera barajó otra opción que no fuera la que sus propios hombres habían estado comentando, la caricia de una mortal serpiente del desierto. Al acercarse al crío en cuestión, se dio cuenta de que este sí era tan crío como parecía: doce, o trece años debía tener, pensó, más no encontró inicialmente la causa de su presunto dolor.
—¿Qué te pasa, chico? —le preguntó, amagándose junto a él, tratando de simular la calma de la que carecía su espíritu intranquilo, y retirando un mechón de cabello castaño de su rostro para contemplar mejor al muchacho. No se olió ni de lejos toda aquella artimaña.
Un alarido.
Se puso en pie como un resorte. Primero pensó en uno de sus hombres, pero pronto razonó que aquella voz distaba de la de ser de un varón adulto. Sobresaltada pero segura salió de la lona que le guardaba del sol, y así fue como encontró a un muchacho retorciéndose de dolor sobre las arenas, a pocas varas de distancia. Su comitiva la había imitado, todos habían salido afuera: "¿Qué narices ocurre?", "Una víbora, me apuesto toda mi agua a que ha sido una mordedura de víbora", "Pobre crío, aquí no va a haber quien le salve", fueron algunas de las palabras que se escucharon entre sus hombres. Pero ninguno movió un dedo.
La Fowler volvió a entrar a su tienda con presteza, rebuscando entre sus posesiones un par de recipientes de arcilla. Sus conocimientos de medicina eran básicos, lo suficiente para fabricar simples ungüentos y calmantes naturales. Cass, que valiente, también era buena y de buena, inocente, no reparó en lo que podría estar pasando realmente al acercarse al crío. De hecho, ni siquiera barajó otra opción que no fuera la que sus propios hombres habían estado comentando, la caricia de una mortal serpiente del desierto. Al acercarse al crío en cuestión, se dio cuenta de que este sí era tan crío como parecía: doce, o trece años debía tener, pensó, más no encontró inicialmente la causa de su presunto dolor.
—¿Qué te pasa, chico? —le preguntó, amagándose junto a él, tratando de simular la calma de la que carecía su espíritu intranquilo, y retirando un mechón de cabello castaño de su rostro para contemplar mejor al muchacho. No se olió ni de lejos toda aquella artimaña.
Cassella Fowler
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Re: Choque en las arenas
Vi cómo pronto todos se acercaban a averiguar qué pasaba. El muchacho sí que había gritado, parecían haber caído en la trampa. El problema estaba en qué haría el chaval cuando aquellos hombres se dieran cuenta de que no estaba herido... ni yo había pensado en eso antes.
—¡Mi cabeza, mi cabeza! ¡Me está consumiendo! —chilló muy convincente. La joven se había puesto a su lado, intentando de examinarlo.
Ingenioso: decirles que su dolor estaba en la cabeza tenía mucho más sentido; podría ser una migraña o alguna otra cosa y ellos no podrían cuestionarlo. Era excelente, no sé por qué el destino me habrá cruzado con este chico, pero de algo estaba sirviendo, se le daba bien fingir. Si todo salía como lo planeado, podía proponerles a él y a su madre que se unan a mí y a Mhyra. Juntos, nos iría bien sobreviviendo, los 4, engañando a comerciantes, robando posadas indefensas y consiguiendo lo que necesitamos... pero la prioridad ahora era esta misión.
Ya era hora. Me acerqué con sigilo a la tartana, con una gran bolsa marrón en mis manos. Pase al lado de los corceles, que para mi suerte, no se inmutaron mucho, pude calmarlos con un leve shh, shh. Al alcanzar la dichosa tartana, llena de provisiones, volví a comprobar la escena: los gritos se apaciguaron, y algunos guardias o se tranquilizaban, o comenzaban a durar que su malestar fuese real. Si no me apuraba, alguien me vería, así que me puse manos a la obra y comencé a cargar todo lo que pude en mi bolsa de cuero.
—¡Mi cabeza, mi cabeza! ¡Me está consumiendo! —chilló muy convincente. La joven se había puesto a su lado, intentando de examinarlo.
Ingenioso: decirles que su dolor estaba en la cabeza tenía mucho más sentido; podría ser una migraña o alguna otra cosa y ellos no podrían cuestionarlo. Era excelente, no sé por qué el destino me habrá cruzado con este chico, pero de algo estaba sirviendo, se le daba bien fingir. Si todo salía como lo planeado, podía proponerles a él y a su madre que se unan a mí y a Mhyra. Juntos, nos iría bien sobreviviendo, los 4, engañando a comerciantes, robando posadas indefensas y consiguiendo lo que necesitamos... pero la prioridad ahora era esta misión.
Ya era hora. Me acerqué con sigilo a la tartana, con una gran bolsa marrón en mis manos. Pase al lado de los corceles, que para mi suerte, no se inmutaron mucho, pude calmarlos con un leve shh, shh. Al alcanzar la dichosa tartana, llena de provisiones, volví a comprobar la escena: los gritos se apaciguaron, y algunos guardias o se tranquilizaban, o comenzaban a durar que su malestar fuese real. Si no me apuraba, alguien me vería, así que me puse manos a la obra y comencé a cargar todo lo que pude en mi bolsa de cuero.
- Spoiler:
- Tiro dado de posibilidad.
Éxito: logro cargar los víveres sin ser visto.
Fallo: alguien me ve y fracaso.
(En caso de salir éxito, luego vuelvo a tirar otros dados: para ver si logro escapar, si el muchacho escapa, etcétera)
Re: Choque en las arenas
El miembro 'Torhen Karstark' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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Re: Choque en las arenas
Cuando el muchacho anunció a voces desgarradoras que el dolor provenía de su cabeza, Cass soltó los objetos que había cargado consigo sobre las arenas del desierto e inmediatamente pasó una mano por su nuca, cuidadosamente, mientras con tomaba la temperatura de su frente.
«Está caliente», pensó. Pero no más que ella, sus acompañantes, o cualquier persona que anduviera por aquel infierno de arena en esas horas del día. Cassella se sintió una estúpida, ¿cómo podía haber pensado inmediatamente y sin hechos que había sido una picadura de víbora? Ahora se sentía estúpida e impotente, no sabía lo que le pasaba. La situación le superaba, quedó en silencio, tomando la temperatura al niño...
—Quizás sea migraña, milady —dijo Yoren, uno de sus hombres, que se había incorporado a su lado para atender también al muchacho—. Suele pasar en horas de mucho sol, es un dolor terrible.
—¡Claro! —exclamó ella de repente. Recordó aquella vez años atrás, cuando practicando cetrería cerca de montenegro un dolor de cabeza insufrible le atacó de repente. Su madre había hecho uso de un gran remedio casero para aquel momento, que había resultado muy efectivo.
La Fowler trató de incorporar un poco al chico, con cuidado. Deshizo el nudo de un pañuelo que le cubría el cuello y la parte superior del pecho, para secar así el sudor de su cabeza presuntamente dolorida.
—Yoren, corre, trae una prenda con agua y algunas hojas de menta. Vosotros —llamó, refiriéndose ahora al resto de su comitiva—, ayudadme a cargar con él hasta mi tienda, vamos —La menta era un remedio medicinal doméstico y efectivo, al menos lo había sido en su caso. Sus hombres se acercaron a ayudarla, y Yoren fue en busca de ambas cosas. Se dirigió hacia la carreta de víveres: Dominio del Cielo era famosa entre otras cosas por el cultivo de aquel herbáceo, entre otros. Su comercio era habitual al norte de Dorne.
«Está caliente», pensó. Pero no más que ella, sus acompañantes, o cualquier persona que anduviera por aquel infierno de arena en esas horas del día. Cassella se sintió una estúpida, ¿cómo podía haber pensado inmediatamente y sin hechos que había sido una picadura de víbora? Ahora se sentía estúpida e impotente, no sabía lo que le pasaba. La situación le superaba, quedó en silencio, tomando la temperatura al niño...
—Quizás sea migraña, milady —dijo Yoren, uno de sus hombres, que se había incorporado a su lado para atender también al muchacho—. Suele pasar en horas de mucho sol, es un dolor terrible.
—¡Claro! —exclamó ella de repente. Recordó aquella vez años atrás, cuando practicando cetrería cerca de montenegro un dolor de cabeza insufrible le atacó de repente. Su madre había hecho uso de un gran remedio casero para aquel momento, que había resultado muy efectivo.
La Fowler trató de incorporar un poco al chico, con cuidado. Deshizo el nudo de un pañuelo que le cubría el cuello y la parte superior del pecho, para secar así el sudor de su cabeza presuntamente dolorida.
—Yoren, corre, trae una prenda con agua y algunas hojas de menta. Vosotros —llamó, refiriéndose ahora al resto de su comitiva—, ayudadme a cargar con él hasta mi tienda, vamos —La menta era un remedio medicinal doméstico y efectivo, al menos lo había sido en su caso. Sus hombres se acercaron a ayudarla, y Yoren fue en busca de ambas cosas. Se dirigió hacia la carreta de víveres: Dominio del Cielo era famosa entre otras cosas por el cultivo de aquel herbáceo, entre otros. Su comercio era habitual al norte de Dorne.
Cassella Fowler
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Re: Choque en las arenas
Se acercaban. Mierda, mierda. Me apresuré y cargué con todo lo que pude a último momento. La bolsa estaba ya algo llena, así que sería suficiente para una, o con suerte dos semanas. Aunque quién sabe cuándo sería nuestra próxima oportunidad de encontrar algo así. Quizá nunca atraparíamos una caravana tan abundante. Pero el tiempo se me acababa, y si seguía pensando, aquel sería mi último atraco. Mas había un detalle que no me había puesto a pensar. ¿Cómo haría el chico para llegar hasta los caballos y escapar de aquellos hombres? Era el centro de atención en ese momento. Necesitaba otra distracción.
Me acerqué discretamente hacia los corceles que había cruzado hace poco. Quizá no era lo más justo por hacer, pero era la única manera de salirnos con la nuestra: Me monté a uno de los caballos, quizá el más especial de todos, pues era la montura de aquella chica. Esta se alteró al principio, pero la tranquilicé casi al instante. Ya sobre esta, desenvainé mi espada con dificultad, y los sementales hicieron un estrepitoso escándalo. A este punto, quizá toda la comitiva ya me había advertido. Proseguí por cortar los cuellos de la mayoría de ellos o herirlos de gravedad para que el desangrado los llevase a la muerte pronta.
Los hombres se acercaban cada vez más, así que comencé a cabalgar lo más rápido que pude, a donde se encontraba el chico. Pero al llegar, reparé en que no estaba allí. ¿¡Y el muchacho!? Cada latido de mi corazón era más rápido que el anterior, el sudor comenzó a deslizarse por mi frente, y las opciones se agotaban. ¿Debía dejarlo, abandonarlo, decirle a su madre que había muerto, y quedarme con su parte del botín...? Entrecerré los ojos, y una fugaz imagen de Astraea me tomó por sorpresa. Las manos me temblaban.
Bajé de la montura, y decidí intentar una de las pocas maniobras que se me ocurrieron: desarmaría a uno de los guardias más cercanos a mí, lo amarraría a mí, con mi espada sobre su cuello, y demandaría al muchacho por la vida del hombre. Y así, nos iríamos con los víveres.
Me acerqué discretamente hacia los corceles que había cruzado hace poco. Quizá no era lo más justo por hacer, pero era la única manera de salirnos con la nuestra: Me monté a uno de los caballos, quizá el más especial de todos, pues era la montura de aquella chica. Esta se alteró al principio, pero la tranquilicé casi al instante. Ya sobre esta, desenvainé mi espada con dificultad, y los sementales hicieron un estrepitoso escándalo. A este punto, quizá toda la comitiva ya me había advertido. Proseguí por cortar los cuellos de la mayoría de ellos o herirlos de gravedad para que el desangrado los llevase a la muerte pronta.
Los hombres se acercaban cada vez más, así que comencé a cabalgar lo más rápido que pude, a donde se encontraba el chico. Pero al llegar, reparé en que no estaba allí. ¿¡Y el muchacho!? Cada latido de mi corazón era más rápido que el anterior, el sudor comenzó a deslizarse por mi frente, y las opciones se agotaban. ¿Debía dejarlo, abandonarlo, decirle a su madre que había muerto, y quedarme con su parte del botín...? Entrecerré los ojos, y una fugaz imagen de Astraea me tomó por sorpresa. Las manos me temblaban.
Bajé de la montura, y decidí intentar una de las pocas maniobras que se me ocurrieron: desarmaría a uno de los guardias más cercanos a mí, lo amarraría a mí, con mi espada sobre su cuello, y demandaría al muchacho por la vida del hombre. Y así, nos iríamos con los víveres.
Tiro dado de posibilidad.
Éxito: desarmo al guardia y le amenazo con la espada sobre el cuello.
Fallo: no logro desarmarle y me embiste hacia atrás, cayendo mi espada al suelo y quedando yo indefenso.
Re: Choque en las arenas
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Re: Choque en las arenas
De repente, relinchos de caballos. Cassella, que se encontraba bajo las lonas de su tienda, junto al crío tendido en el suelo y el resto de sus hombres observándola y asistiéndola, se alarmó rápidamente, mirando a sus acompañantes. Todos supieron rápidamente y al unísono que algo no iba bien, y así desfilaron hacia afuera, algunos incluso desenvainando sus armas. La Fowler fue la última en salir, cubriendo la frente del chico con un paño de agua templada y tapándole el resto del cuerpo con una fina manta. Los gritos afuera se comenzaban a intensificar, y cuando se incorporó para salir, oyó a Ceswell vociferar algo muy claro.
—¡Atrapadlo, atrapadlo! ¡Que no escape!
Se alertó rápidamente, y la intuición le hizo descolgar el arco de su hombro, tomando una primera flecha de su arac. No era capaz de advertir qué sucedía; miraba a un lado a otro, aturdida y avanzando por todo el campamento. Y entonces lo vio, todos aquellos caballos muertos, desangrados, moribundos. Se tapó la boca con una mano, reprimiendo un alarido de dolor y condena. ¿Quién le había hecho a aquellas pobres criaturas, quién? ¿Por qué los habían matados? A Cassella le resultaba muy difícil entender todo aquello, pero entonces oyó un relincho que le sacó de su ensimismamiento.
—¡Asperón!
Corrió por detrás del pequeño cuartel levantado, cerca de donde estaba dispuesta la carreta con los víveres. La lona había sido descubierta y buena parte de los alimentos y cereales que transportaba, robados y desperdigados por aquellas arenas del desierto, y entonces volvió a oír el relincho de su corcel. Alzó la cabeza y vio a un tipo conduciendo su montura, armado. La Fowler no se lo pensó dos veces y comenzó a armar una flecha, pero entonces Yorick le embistió, logrando tirarle del caballo. Cass soltó inmediatamente su arco y flechas y corrió hacia Asperón, que sobresaltado y confuso había comenzado a cabriolar. Lo tomó por las riendas, y comenzó a susurrarle frases tranquilizadoras.
—¡Retenedlo, todos, retenedlo! ¡Que no escape!
No tardó más que unos segundos en calmar al corcel. Cuando lo hizo, Cassella miró nuevamente a aquel hombre. Ahora podía verle mejor, el cuerpo, el rostro. Apretó un puño, y llena de ira se acercó hasta él. ¿Por qué había matado a todos sus pobres animales, por qué, por qué había intentado robarle? Ahora no pensaba en ello, sencillamente no pensaba.
—Milady, decidnos qué hace—
—¡Malnacido!
Sin titubear ni detenerse, Cassella se lanzó al suelo frente al tipo. Sus hombres la tomaron rápidamente antes de que las cosas fueran a más, pero ella simplemente quería descargar toda la rabia que había acumulado.
—¡Atrapadlo, atrapadlo! ¡Que no escape!
Se alertó rápidamente, y la intuición le hizo descolgar el arco de su hombro, tomando una primera flecha de su arac. No era capaz de advertir qué sucedía; miraba a un lado a otro, aturdida y avanzando por todo el campamento. Y entonces lo vio, todos aquellos caballos muertos, desangrados, moribundos. Se tapó la boca con una mano, reprimiendo un alarido de dolor y condena. ¿Quién le había hecho a aquellas pobres criaturas, quién? ¿Por qué los habían matados? A Cassella le resultaba muy difícil entender todo aquello, pero entonces oyó un relincho que le sacó de su ensimismamiento.
—¡Asperón!
Corrió por detrás del pequeño cuartel levantado, cerca de donde estaba dispuesta la carreta con los víveres. La lona había sido descubierta y buena parte de los alimentos y cereales que transportaba, robados y desperdigados por aquellas arenas del desierto, y entonces volvió a oír el relincho de su corcel. Alzó la cabeza y vio a un tipo conduciendo su montura, armado. La Fowler no se lo pensó dos veces y comenzó a armar una flecha, pero entonces Yorick le embistió, logrando tirarle del caballo. Cass soltó inmediatamente su arco y flechas y corrió hacia Asperón, que sobresaltado y confuso había comenzado a cabriolar. Lo tomó por las riendas, y comenzó a susurrarle frases tranquilizadoras.
—¡Retenedlo, todos, retenedlo! ¡Que no escape!
No tardó más que unos segundos en calmar al corcel. Cuando lo hizo, Cassella miró nuevamente a aquel hombre. Ahora podía verle mejor, el cuerpo, el rostro. Apretó un puño, y llena de ira se acercó hasta él. ¿Por qué había matado a todos sus pobres animales, por qué, por qué había intentado robarle? Ahora no pensaba en ello, sencillamente no pensaba.
—Milady, decidnos qué hace—
—¡Malnacido!
Sin titubear ni detenerse, Cassella se lanzó al suelo frente al tipo. Sus hombres la tomaron rápidamente antes de que las cosas fueran a más, pero ella simplemente quería descargar toda la rabia que había acumulado.
Dado de posibilidad.
Éxito: consigue golpear en la cara a Torhen una vez, antes de que la retiren.
Fallo: Erra el golpe y la retiran sin más.
Cassella Fowler
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Re: Choque en las arenas
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Re: Choque en las arenas
Antes de que me diera otro golpe, tomaron a la chica por los brazos y la sostuvieron así. No dejaba de gritar barbaridades. Por un lado, la entendía, y la justificaba más el ser mujer, teniendo en cuenta que ellas sienten más aprecio por los seres vivos. El haber visto a todos esos caballos descuartizados, debe haberla sacado de sí. Eso haría todavía más difícil salir vivo de esta. Por el lado bueno, el chico había escapado. Le habían dado suficiente importancia a mi asunto como para darle la oportunidad de huir con sigilo. Si tengo suerte, le dirá a Mhyra mi situación y se las ingeniará para sacarme. Pero ahora, estaba atrapado, literalmente, entre la espada y la pared. Debía sacar a relucir mis dotes de actuación y fingir alguna situación. Si sentían pena, me dejarían ir ileso.
— Po-por favor... no... no me matéis... —forcé unas pequeñas gotas de lágrimas a salir de mis cuencas, a la vez que sobaba, con voz apacible— Tengo dos hijos en casa, soy lo único que tienen... estamos hambrientos —esta vez, rompí en un llanto fingido—. No me matéis.
Tenía en la mira mi espada, a tan sólo unos centímetros de distancia en el suelo. Se me había caído tras recibir el empujón. Si no era convincente, mi última alternativa era tomar la espada y enfrentarme a uno por uno, esperando que las numerosas prácticas en Bastión Kar y los consejos de Galdrik, el salvaje que salvó mi vida, diesen frutos y se reflejaran allí. Eran en total, aproximadamente... 10 adversarios. Debía cuidarse de la chica, de todos modos. Ella portaba un arco y flechas.
— Po-por favor... no... no me matéis... —forcé unas pequeñas gotas de lágrimas a salir de mis cuencas, a la vez que sobaba, con voz apacible— Tengo dos hijos en casa, soy lo único que tienen... estamos hambrientos —esta vez, rompí en un llanto fingido—. No me matéis.
Tenía en la mira mi espada, a tan sólo unos centímetros de distancia en el suelo. Se me había caído tras recibir el empujón. Si no era convincente, mi última alternativa era tomar la espada y enfrentarme a uno por uno, esperando que las numerosas prácticas en Bastión Kar y los consejos de Galdrik, el salvaje que salvó mi vida, diesen frutos y se reflejaran allí. Eran en total, aproximadamente... 10 adversarios. Debía cuidarse de la chica, de todos modos. Ella portaba un arco y flechas.
Éxito: la actuación es convincente y me creen.
Fallo: Mis dotes no son muy buenos, y surgen dudas.
Re: Choque en las arenas
El miembro 'Torhen Karstark' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
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Re: Choque en las arenas
Cassella erró su golpe y eso le hizo enfurecer aún más, sin embargo sus hombres la levantaron cuando quiso volver a probar con el puño, a pesar de los gritos y los bruscos movimientos de esta, tratando de zafarse, en vano. Tras varios segundos, la Fowler recobró la calma y respiró hondo. Miró al hombre de nuevo, descubriendo que no estaba sino llorando a lágrima viva. «¿Llora? ¿Por qué llora?» Pero entonces, a medida que las palabras comenzaron a salir de la boca del empeñado ladrón, las cejas de la joven cejas empezaron a arquearse y su rostro, a destensarse, dejando atrás la ira.
Su corazón comenzó a ablandarse, poco a poco. Así era Cassella Fowler: temperamental, pero inocente y de una gran capacidad empática, por encima incluso de lo que debería cualquier persona y rozando la excesiva confianza. Pero, a pesar de que el discurso del tipo le convencía, en parte, no dejaba de ser tozuda y terca, como una mula.
—¿Y acaso eso te da derecho a robarnos? —le preguntó Yoren, tras varios segundos de silencio.
—Eso —secundó Cass. Terminó de zafarse de las últimas manos que le sostenían, de una áspera sacudida. Miró con dureza sus ojos azules, aquello que ahora lucían cristalinos por las lágrimas—. Que tengas una familia no te da ningún derecho a matar nuestros caballos y desvalijarnos después. Nosotros también tenemos una familia.
Uno de sus hombres, Yorick, que había marchado hacia el campamento, volvió con la noticia de que el pequeño había huído. La joven halcona entendió entonces que aquel crío no había sido sino una parte más del plan de aquel hombre para robar sus víveres y huir junto a su familia. ¿Sería aquel muchacho uno de sus hijos? No lo sabía, pero reflexionó y entendió que de serlo, la situación para ellos debía ser realmente crítica.
—¿Y ahora qué? —se preguntó en voz alta, mirando a cada uno de sus acompañantes. Estaba confusa, pero sobre todo, preocupada— Nos hemos quedado sin monturas en medio del desierto, y nuestro carro se ha quedado medio vacío —lamentó. Buena parte de las aceitunas y otros alimentos habían quedado inservibles al entrar en contacto con la arena. Solo les quedaba Asperón como medio para salir de allí, y a Cassella le preocupaba que no pudieran llegar nunca a casa y murieran en medio del desierto. O peor, regresar a casa y que su padre le abroncase por haber perdido decenas de dragones con los víveres que había desperdiciado. En ese momento, la Fowler agachó la cabeza con impotencia, y al igual que el hombre que se encontraba tirado en el suelo, le entraron ganas de llorar.
Su corazón comenzó a ablandarse, poco a poco. Así era Cassella Fowler: temperamental, pero inocente y de una gran capacidad empática, por encima incluso de lo que debería cualquier persona y rozando la excesiva confianza. Pero, a pesar de que el discurso del tipo le convencía, en parte, no dejaba de ser tozuda y terca, como una mula.
—¿Y acaso eso te da derecho a robarnos? —le preguntó Yoren, tras varios segundos de silencio.
—Eso —secundó Cass. Terminó de zafarse de las últimas manos que le sostenían, de una áspera sacudida. Miró con dureza sus ojos azules, aquello que ahora lucían cristalinos por las lágrimas—. Que tengas una familia no te da ningún derecho a matar nuestros caballos y desvalijarnos después. Nosotros también tenemos una familia.
Uno de sus hombres, Yorick, que había marchado hacia el campamento, volvió con la noticia de que el pequeño había huído. La joven halcona entendió entonces que aquel crío no había sido sino una parte más del plan de aquel hombre para robar sus víveres y huir junto a su familia. ¿Sería aquel muchacho uno de sus hijos? No lo sabía, pero reflexionó y entendió que de serlo, la situación para ellos debía ser realmente crítica.
—¿Y ahora qué? —se preguntó en voz alta, mirando a cada uno de sus acompañantes. Estaba confusa, pero sobre todo, preocupada— Nos hemos quedado sin monturas en medio del desierto, y nuestro carro se ha quedado medio vacío —lamentó. Buena parte de las aceitunas y otros alimentos habían quedado inservibles al entrar en contacto con la arena. Solo les quedaba Asperón como medio para salir de allí, y a Cassella le preocupaba que no pudieran llegar nunca a casa y murieran en medio del desierto. O peor, regresar a casa y que su padre le abroncase por haber perdido decenas de dragones con los víveres que había desperdiciado. En ese momento, la Fowler agachó la cabeza con impotencia, y al igual que el hombre que se encontraba tirado en el suelo, le entraron ganas de llorar.
Cassella Fowler
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Re: Choque en las arenas
Hubo un ambiente taciturno luego de las últimas palabras, y el silencio se hizo presente de manera abrupta. La chica estaba muy preocupada. Sin comida, monturas, y varados en el medio del desierto, eran botín fácil para grupos bandidos que se escabullían por aquellas zonas a altas horas de la noche. Si bien aquel teatro montado me había salvado el pellejo, todavía necesitaba escapar de aquella situación para volver con Mhyra. Pero por otro lado, dejarlos allí, sin siquiera ofrecer una solución, luego del desastre que había causado, no era algo que un hombre con honor se permitiría hacer. Sin embargo, no tenía nada que proveer. En viejos tiempos, cuando aún pertenecía a los Karstark y el Norte no se encontraba en una anarquía total, todo hubiera sido más sencillo. Pero ahora era un pobre vagabundo cuya única manera de evadir el hambre era asaltando.
—Mi lady, sé que no tengo razón por la cuál robaros, pero usted, da señales de ser una dama noble, con facilidad para obtener cosas materiales. Una niña que nunca ha pasado hambre... No os das una remota idea de lo horrible que es pasar una noche sin poder alimentar a vuestros hijos, o vedles temblar cuando el fuego no es suficiente para protegedles del frío.
Hice una pausa. Miré uno por uno a todos los hombres que conformaban el grupo. No quería olvidar el rostro de ninguno. Sobre todo el de la muchacha. Si bien no tenía nada entre mis posesiones, sabía en lo más profundo de mí, que algún día tendría de sobra. Mi situación era crítica, pero por dentro, mis esperanzas crecían cada día más.
—Mi lady —repetí—. Quiero saber vuestro nombre. No puedo asegurarle nada por el momento. Pero le juro —y me arrodillé— que quizá no hoy, mañana, o este año. Pero en algún momento, os recompensaré en grande. Por favor, dejadme ir con mi familia, y nunca os olvidaré, os prometo que de ser así, no se arrepentirá del día en que dejó ir a Torhen Karstark.
—Mi lady, sé que no tengo razón por la cuál robaros, pero usted, da señales de ser una dama noble, con facilidad para obtener cosas materiales. Una niña que nunca ha pasado hambre... No os das una remota idea de lo horrible que es pasar una noche sin poder alimentar a vuestros hijos, o vedles temblar cuando el fuego no es suficiente para protegedles del frío.
Hice una pausa. Miré uno por uno a todos los hombres que conformaban el grupo. No quería olvidar el rostro de ninguno. Sobre todo el de la muchacha. Si bien no tenía nada entre mis posesiones, sabía en lo más profundo de mí, que algún día tendría de sobra. Mi situación era crítica, pero por dentro, mis esperanzas crecían cada día más.
—Mi lady —repetí—. Quiero saber vuestro nombre. No puedo asegurarle nada por el momento. Pero le juro —y me arrodillé— que quizá no hoy, mañana, o este año. Pero en algún momento, os recompensaré en grande. Por favor, dejadme ir con mi familia, y nunca os olvidaré, os prometo que de ser así, no se arrepentirá del día en que dejó ir a Torhen Karstark.
Re: Choque en las arenas
Nuevamente atendió a las palabras que tenía aquel hombre para ellos, era evidente que de ser cierta su situación el intento de hurto, lejos de estar justificado, podía ser entendible, para cualquier persona que tuviera capacidad de empatizar por los otros. Como era el caso de Cassella. La chica fijó su mirada en los azules ojos de su contrario, con la cabeza semigacha y una evidente sensación de incapacidad. Y algo de rencor, también. La Fowler era confiada pero no idiota, aquel hombre les había jodido, con sus razones, pero les había jodido. Pero, de todas formas, ¿qué ganaba ahora haciendo cualquier cosa que no fuera dejarlo ir?
Aguardó a que el tipo acabara su discurso, incluso se mantuvo silente cuando este se postró de rodillas ante ella, con indiferencia e incluso un poco de repulsa ante el gesto.
—No te voy a retener, no tengo razones para ello. Regresa con tu familia, yo haré lo mismo —habló por fin, girando el cuello para mirar brevemente a Ceswell con ojos de agotamiento—. Mi nombre es Cassella Fowler. Que las bestias y los males del desierto se apiaden de ti, Torhen Karstark.
Dicho esto dio media vuelta, y miró a cada uno de sus hombres. Tenían mucho que hacer. Con suerte, regresarían a Dominio del Cielo antes de que la oscuridad de la noche cayese sobre ellos, pero tendrían que ponerse en marcha ya y avanzar con presteza.
Aguardó a que el tipo acabara su discurso, incluso se mantuvo silente cuando este se postró de rodillas ante ella, con indiferencia e incluso un poco de repulsa ante el gesto.
—No te voy a retener, no tengo razones para ello. Regresa con tu familia, yo haré lo mismo —habló por fin, girando el cuello para mirar brevemente a Ceswell con ojos de agotamiento—. Mi nombre es Cassella Fowler. Que las bestias y los males del desierto se apiaden de ti, Torhen Karstark.
Dicho esto dio media vuelta, y miró a cada uno de sus hombres. Tenían mucho que hacer. Con suerte, regresarían a Dominio del Cielo antes de que la oscuridad de la noche cayese sobre ellos, pero tendrían que ponerse en marcha ya y avanzar con presteza.
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