Asuntos de pareja - Priv.

Desde el saqueo de Varamar toda la actividad en la fortaleza se había multiplicado. Desde que salía el sol hasta que se ponía en el horizonte alguien estaba llamándole. Los soldados con diferentes emblemas en sus armaduras se paseaban por las tierras, mientras que pocos de los hombres sobrevivientes a la noche del saqueo se mantenían aun en el salón que servía como hospital. Los visitaba a diario y se cercioraba de que el maestre los atendiera como debía, pues aquellos hombres habían puesto en riesgo su vida para defender a Varamar y a su gente. En ocasiones veía a lo lejos a su prometida y a su madre encargándose de poner en marcha la jornada en la fortaleza. Ambas parecían llevarse bien, además de hacer un trabajo estupendo en cosas que eran femeninas y que él muy poco caso hacía.

Aquella mañana se levantó temprano y se dedicó a supervisar los trabajos de recuperación en la fortaleza. Fue durante su camino de regreso a casa que comenzó a pensar en qué habría ocurrido en Varamar si él hubiera muerto. Su padre no tenía hermanos, su madre no había dado más hijos y su heredero, Jeffory, estaba muerto. No había más Mallister en Varamar, y aquello lo ponía a pensar que además de tener un deber para con su pueblo, tenía uno más grande e importante para con su familia. Los Mallister desaparecían si no había una nueva generación. Él era el único que quedaba y era su deber continuar el legado con su progenie.

Y para eso necesitaba que Desmera quedara embarazada cuanto antes.

—Decidle a Lady Desmera que vaya al comedor.— No le prestó mucha atención a qué soldado le había solicitado el favor. Él continuó su camino con las manos en los bolsillos y su mirada determinada en lo que necesitaba. Había pasado demasiado tiempo y aún no habían hablado de lo que realmente importaba: su boda con la Redwyne. Y ahora, más que nunca, necesitaba consolidar aquella unión. Tomó asiento en una de las sillas del comedor y se sirvió vino de una jarra de plata que estaba sobre la mesa. Pasaron unos cuantos minutos cuando sintió la puerta de madera abrirse y con ello los suaves pasos de Desmera Redwyne. Se puso de pie y realizó una reverencia a la bella doncella, para luego ofrecerle la silla frente a él. —Lady Desmera, tomad asiento, por favor.— Esperó a su decisión para luego tomar asiento. —Os he mandado a buscar para hablar de algo muy importante, mi lady.— Miró fijamente a la muchacha, recordando por aquellos instantes cuan cándida e inteligente había sido durante las últimas semanas. Sin duda alguna sería una buena señora para sus tierras; esperaba que los Siete los bendijeran con muchísimos hijos que continuaran llevando el apellido Mallister. —He estado pensando que debemos contraer nupcias a principios del próximo mes, mi lady. ¿Qué os parece?—