El sueño de lo que está más allá - Astraea

El sueño de lo que está más allá

Aposentos de Astraea Karstark – Día 4 Mes V Año 282

Es en sueños cuando puedo volver a ver el mundo que me rodea. Es allí cuando encuentro el consuelo de que no todo siempre ha sido ni siempre será oscuridad. Mis noches se convierten en extraños viajes más allá de lo que pudiese llegar a viajar nunca despierta e incluso invento lugares según las descripciones de los libros que el Maestre Luwin y Ned amablemente me leen cuando tienen algo de tiempo. Son esos pequeños detalles los que mantuvieron mi cordura cuando perdí la vista a tan corta edad.

No es la primera vez que mis pasos me llevan más allá del muro en mi mundo onírico. No es la primera vez que siento el frío de la nieve recorrerme como si realmente estuviese allí, lejos de mi camastro y de la seguridad de las paredes de la fortaleza. Pero esta vez es extraño. Esta ver no entiendo por qué todo parece más real, más palpable. En otras ocasiones, el frío no es tan penetrante. No siento el dolor de la nieve al derretirse sobre mi piel. Pero no tengo miedo, al menos no por ahora. Pasos enmudecidos por las almohadillas de sus patas me hace girarme. Seguramente si no tuviese el oído tan entrenado no me habría percatado de su presencia antes de que se encontrase ya a mi lado. Pero por alguna razón no le tengo miedo. Cuelo los dedos por su pelaje y le sonrío comprendiendo su lenguaje sin siquiera darme cuenta.

Pero algo en su mirada, en su forma de colocar las orejas, me hace ponerme alerta. Y esa sensación de tranquilidad y sosiego me abandona sintiéndome presa en aquel mundo que no conozco. Sin siquiera pensármelo dos veces salgo corriendo hasta donde mis pies pueden llevarme, lejos de donde siento el peligro, creyendo en mi fuero interior que estoy volviendo al muro sin estar segura de ello. Siento el frío aire penetrar mis pulmones como agujas que se clavan en mi carne. Mis ojos se aguan por el tiempo inclemente y siento todo mi cuerpo tensarse en un miedo irreconocible para mí.

Siento al lobo a mi lado, al huargo pero cuando escucho su gañido de agonía me detengo. Ante mis ojos se le quiebran las patas y se retuerce de dolor en el sueño viendo como su carne se pudre con rapidez y la piel se abre de forma desagradable. Incluso en este frío, cuando la putrefacción debería detenerse, puedo oler perfectamente esa carne corrompida por una magia que no comprendo. Porque esto no es normal. ¿Cómo podría ser yo capaz de conjurar semejante escena atroz? Veo su mirada vacía clavarse en mí, sus dientes, su respiración carente de vaho mientras la mía se hace más y más pesada. Doy pasos hacia atrás pero trastabillo con una rama cayendo sobre mi espalda cuando escucho sus súplicas de nuevo.


Mis propios gritos me despiertan de tan terrible pesadilla. Me levanto en la cama y a pesar de que sé que tengo los ojos completamente abiertos no puedo ver nada. Aún puedo oler la carne podrida en mi nariz y me vuelco sobre el camastro donde sé que tengo la escupidera para soltar toda la escasa cena de anoche en arcadas que hacen mi cuerpo convulsionarse de forma descontrolada. Me aferro al borde de la cama temblando de los pies a la cabeza bañada en un sudor frío que recorre mi espalda. Me siento sobre mi camastro pegada a la pared fría sintiendo como me hace anclarme a la realidad pero no puedo evitar borrar esos ojos vacíos de mi mente. Escucho la puerta abrirse pero no sé quién es y me doy cuenta de que tal vez aún sea la mitad de la noche y que habré despertado a más de uno.

—Lo... lo siento... —consigo decir a duras penas entre los sollozos de miedo que me invaden envolviendo mis piernas con mis brazos como una niña asustada. Nunca me he sentido así. Nunca había tenido tanto miedo de estar en mi mente desde hacía tanto tiempo. Y Ned no estaba allí para ayudarme a comprenderlo. Vuelve pronto, Ned. Te necesito.  

El sueño de lo que está más allá

Aposentos de Astraea Karstark – Día 4 Mes V Año 282

La voz de Lyarra la hizo sentir una oleada de calor estirando la mano hacia su presencia cuando la sintió sentarse en la cama. Su menudo cuerpo, delgado y temblón se pegó a su pecho enterrando su rostro mojado entre las telas de su vestido para aspirar su aroma y enmascarar el que aún perforaba sus fosas nasales. Se aferró a su falda como si la vida le fuera en ello intentando calmar el terror que la había invadido sintiendo la realidad volver poco a poco a ella. No estaba perdida en la nieve. No estaba al otro lado del muro ni estaba acompañada de ningún huargo con el que podía comunicarse.

—Ha... ha sido horrible —murmuró para sí separando la cabeza del pecho de la mujer tras unos largos minutos limpiándose las mejillas sonrojadas y sus orbes fijos en el vacío enrojecidos por el llanto. —Me decía que corriese. Que me alejase de allí. Lo vi morir ante mis ojos. Yo... podía ver y vi como se rompían sus patas y sus ojos... sus ojos... —otro hipido cortó su explicación dispersa casi como si no pudiese salir realmente de la horrible sensación que la había invadido en aquel momento.

—Estaban vacíos. Pero se levantó, Lyarra, se levantó. Hay algo peligroso más allá del muro. Hay algo muy peligroso allá. Algo se está despertando y no sé lo que es... —ocultó su rostro en sus manos sonando desesperada sin saber qué hacer de todo aquello. ¿Realmente había ocurrido? ¿Podía significar algo más que una simple pesadilla de preocupación por lo que pudiera pasarle a Ned en el sur o a Brandon en la reunión en Puerto Blanco? No lo sabía. Pero su corazón parecía haberse encogido dos tallas en aquella noche y no sabía qué pensar o si volvería a retomar el sueño lo que quedaba de semana.

El sueño de lo que está más allá

Aposentos de Astraea Karstark – Día 4 Mes V Año 282

Aquellas palabras, tan certeras y directas, le habían llegado al alma como un virote directo al corazón. Su cuerpo se tensó sabiendo el dolor que le había causado a Lyarra por hablar de aquella forma, cuando la muerte de su esposo aún estaba tan reciente, aún era algo con lo que lidiaba todos los días. Escuchó las palabras tranquilizadoras de Lyarra, aquellas que le aseguraban que todo estaría bien. Que Brandon y los hombres del Norte protegerían aquellas tierras de las amenazas de los salvajes. Pero dentro de su pecho, en el fondo de su alma sabía que no era eso. Sabía que aquella mirada vacía en los orbes de aquel lobo no tenían nada que ver con el pueblo libre.

—Tenéis razón, mi señora. Lo lamento... —se disculpó limpiando sus mejillas de las lágrimas que seguían brotando de sus ojos. En aquel momento hubiese deseado poder ver. Poder descifrar lo que la expresión de su segunda madre ocultaba en su voz. En sus palabras que parecía incluso ella misma dudar. Un escalofrío recorrió su espalda y sintió una brisa helada recorrer sus mejilla sonrosadas.

—Le... le preguntaré al maestre Luwin mañana qué puede significar. ¿Por qué cree que soñaría semejante cosa? No lo entiendo... —dijo en voz baja confundida por todo aquello. Por lo que podía querer decirle su cabeza. Pero era todo tan real que estaba completamente segura de que si el lobo aquel le hubiese hundido los dientes en su piel, habría despertado con al menos las marcas en su carne, como cicatrices traídas desde el otro lado del umbral que separaba lo cotidiano de lo que el ojo común no podía ver.